Clube de Adictos a Deep Purple

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Púrpura Chess

This blog is basically a musical site. Here we talk about the music we like, using different angles. As dear and missed Jon Lord once said: “Music is the highest kind of Art that exists”. I think the same way too.

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miércoles, 26 de junio de 2019

Para que adquiere la gente un instrumento de música. VI


Vuelve a llegar el verano y, sentado frente a las letras con la inseparable compañía de la música del Sinatra del siglo XXI y de un buen vaso de delicioso sake, es el momento ideal para recuperar otra de esas clasificaciones tan deliciosas como absurdas que en el fondo no tiene más intención que la de reconocer de nuevo la importancia de la música y de sus propios creadores/intérpretes entre nosotros. Seguro que cada uno que lo piense durante un momento tiene su particular clasificación y seguro que para nada coincide con la que viene a continuación. Y eso es perfecto, todas son igual de válidas. Siempre bajo un prisma en esencia inofensivo y sin más pretensiones que las de dibujar una pequeña sonrisilla en el semblante del sufrido lector, nos abandonamos al dislate de intentar dibujar una tipología de personas que en algún momento de sus vidas deciden acercarse al insondable mundo del instrumento musical. Desde los que lo dominan casi de inmediato hasta los que no lo conseguirán jamás, hemos pergeñado una clasificación de distintos perfiles tan subjetiva como irreverente. Consecuencia directa de la que elaboramos al inicio del pasado verano y que cualquiera que tenga algo de tiempo que perder y mucha paciencia para leer puede degustar dentro del imposible ciclo que sin querer casi hemos venido llevando a cabo prácticamente desde que este sitio se creó y al que se puede acceder pinchando en la palabra protagonista de todo: Música.


1.- Para aprender a tocarlo.

Obvio. No podía comenzar esta reflexión con un punto de partida diferente. Cuando alguien decide abrir esa puerta, de un modo u otro, no suele haber marcha atrás; la música te ha enganchado. Otra cosa bien distinta es que uno acabe logrando dominar dicho instrumento. La capacidad para ser capaz de hablar el lenguaje musical usando alguna de sus herramientas no es cuestión baladí y, una vez te aventuras en esa aventura, los resultados pueden ser diversos. Hay gente que acaba tocándolo, gente a la que le fluye de manera insultantemente innata, otros a los que les cuesta más o menos y otro porcentaje que no lo logrará jamás. En fin, el caso es intentarlo.
Antiguamente el asunto de aprender a tocar un instrumento era algo que se te inculcaba desde la familia, aparecía grabado a fuego en tu ser desde una edad temprana, o venía a ser una mezcla de las dos cuestiones anteriores. El nivel económico tenía bastante que ver para poder lanzarse a esta aventura… y si querías ser batería ni te cuento. Muy pocos podían permitirse pagar clases y, al menos dentro del entorno del Rock, muchas veces también se contaba con la firme oposición de los progenitores de turno, asustados de que sus tiernos infantes se quisieran convertir en unos quinquis melenudos sin ningún porvenir. De este modo y sin proponérselo, nuestros padres conseguían ir forjando nuestro carácter, nuestra cabezonería y la capacidad de aprender de oído para aquellos agraciados que estaban destinados a lograr el ansiado objetivo. Aquel lejano recuerdo de llegar a joder los cabezales del reproductor VHS dando adelante y atrás para poder pillar las notas y acordes que interpretaban tus ídolos en las grabaciones de directo. En fin, aquellos maravillosos años.
En la actualidad todo ha cambiado a un ritmo vertiginoso. Se puede acceder más fácilmente al preciado instrumento musical, hay infinidad de posibilidades para recibir clases e incluso internet está trufado de tutoriales para aprender las cuestiones más insospechadas. Hoy en día hay más grupos que nunca y los locales están repletos de músicos que trabajan en su pasión esperando su oportunidad. Sin embargo, es muchísimo más complicado acceder al éxito y al reconocimiento. La sobresaturación de grupos, el vacío que ha dejado la todopoderosa industria de las casas de discos y, sobre todo, la nueva cultura del todo gratis, todo sin esfuerzo, todo con prisa y no valoro nada a la que nos hemos visto abocados pueden ser algunos de los factores que nos impidan descubrir a los nuevos Judas Priest o a los nuevos Guns n’ Roses. De cualquier modo, cada vez que un chaval decide entonar una canción, agarrar un mástil con cuerdas o aporrear un par de cajas con unos palos, la semilla se vuelve a sembrar y la esperanza continúa intacta.



2.- Para no tocarlo jamás.

Otra realidad tan sorprendente como incontestable. Por increíble que parezca, hay gente que se lanza a la aventura de comprar un instrumento musical para que acabe cogiendo polvo en el rincón más insospechado de su casa. Seguro que muchos conocemos a alguien así... o nosotros mismos formamos parte de este grupo.
Las motivaciones que llevan a adquirir un instrumento siempre son nobles y sinceras. Por norma general se trata de sujetos que aman la música en todas o en algunas de sus manifestaciones; lo que ocurre es que al final les pueden las adversidades inherentes al propio lenguaje musical, caprichoso en esencia y destinado a un grupo de elegidos más o menos numeroso.
Conviven aquí dos tipologías distintas, por un lado tenemos a los que realmente desean aprender a tocar música y por otro están los que se sienten atraídos en esencia por toda la imaginería ligada a la cuestión musical. Para los primeros la pasión y el deseo están ahí desde el inicio, pero no han sido escogidos por los dioses y acaban tirando la toalla a la primera o en cuanto no salen del riff inicial de “Smoke on the water”; poco tiempo después el otrora preciado bien pasa a formar parte de esas cosas de las que nunca te desprendes, pero que ya no vas a volver a utilizar en tu vida. Seguro que estas personas llegaron a conseguir afinar el instrumento alguna vez, pero hasta ahí llegó el asunto. El segundo tipo de individuos ni siquiera llegarán tan lejos. Alguien de su entorno les convenció un día para comprar una ganga, que generalmente suele ser una guitarra, y se lanzaron al asunto presos del destello de las luces de neón. Por desgracia, una vez pasada la adrenalina inicial de dichos destellos, se encontraron con una empresa que ni podían ni realmente querían llevar a cabo. En este caso puede que ni siquiera llegasen a intentar la afinación.
La consecuencia lógica de estos avatares lleva a muchas de las personas del primer subgrupo y a prácticamente la totalidad del segundo al irremediable final: volver a venderlo. Lo que nos da pie a otro tipo de perfil que abordaremos a continuación.


3.- Los que no consiguen aprender, por mucho que lo intenten.

Aquí nos encontramos a gente que tiene bastante que ver con los del apartado de comprar un instrumento musical para no tocarlo jamás, pero con la diferencia de que ellos sí que lo adquirieron con la clara idea de dominar su lenguaje. Incluso algunos de ellos consiguieron salir de este apartado para convertirse en músicos o al menos en personas capaz de tocar música; como decía una amiga con la que estudié y que tocaba el acordeón: “Hay gente con nula capacidad para la música que, con mucho esfuerzo y más clases, consiguen medio tocar algo con decencia”. En fin, toda mi solidaridad y completo apoyo para ese grupo que está dispuesto a rebatir el caprichoso dedo divino y luchan contra todos los elementos para alcanzar el preciado fin, aunque no sea ese su destino. La vida está hecha para los valientes que luchan por sus convicciones, esa gente inasequible al desaliento que tiene grabado a fuego en su corazón el objetivo por el que luchan. Para todos los demás de este grupo, la realidad acaba haciéndoles ver que su misión en la vida no es tocar música, aunque seguro que en otros campos lo borden. No hay que olvidar que todo ser humano tiene un talento, por extraño que sea y recóndito se esconda, solo hay que descubrirlo y potenciarlo.
Ah!, se me olvidaba. Algunos de estos que no consiguen aprender a tocar, se frustran y no asimilan bien su realidad. No es seguro ni demostrable empíricamente, pero a veces uno piensa que se acaban convirtiendo en críticos musicales; de esos que solo saben ver paja en ojo ajeno y practican el deleznable oficio del periodismo agresivo, chabacano y sensacionalista que parece que desgraciadamente vende. Pero solo es una suposición. 


4.- Porque ya sabe tocarlo.

Gente con un don que ha aprendido a tocar en cuanto ha caído en sus manos algún instrumento musical. En su caso el hecho de adquirir un instrumento musical es solo un mero trámite dentro de su recorrido vital para compartir su arte con el resto de la humanidad y hacernos un poquito más felices con su particular manera de ver la vida. Un número importante de los incluidos en este grupo pertenecen a la categoría que solemos denominar como genios.


5.- Porque eres un genio.

Los que están llamados a ello, tienen grabado en su destino que acabarán haciendo mejor a la humanidad gracias a su talento sobrenatural. Estos sujetos pertenecen al minoritario número de personas poseedoras de algo único y especial, poco abundante, muy valorado y que les hará destacar aunque no se lo propongan... y seguro que ni les interese.
En el desarrollo de cualquier aspecto dentro del ámbito de la vida se pueden observar diferentes niveles de aprendizaje o de expresión y la música no iba a ser distinta en esto. Cualquiera que se lo proponga puede ser capaz de sacar música de un instrumento musical o de tabicar una canción, por elemental que sea, pero solo unos pocos elegidos pueden alcanzar el nivel en el que se encuentra gente como Paul Gilbert, Mike Portnoy, Johnny Gioeli, Billy Sheehan o Brian Wilson, por citar unos ejemplos. Para hacer muy bien algo primero te debe apasionar y luego debes estudiar, practicar y trabajar hasta ir subiendo escalones. Sin embargo por mucho que estudies nunca vas a poder llegar al estadio en el que se encuentra Eddie Van Halen, sencillamente porque es poseedor de un altar único y personal. En estos casos tan especiales se combinan la pasión, el estudio, el trabajo y ese don innato que debe venir de serie sin el que nos es imposible dar el salto cualitativo para alcanzar el Olimpo de los Dioses. Esto no debe desanimarnos en absoluto al resto de pobres mortales en nuestro devenir por la vida. Estoy plenamente convencido de que todos tenemos un talento en especial, solo se trata de descubrirlo y potenciarlo. Además, esto de las carreras la mayoría de las veces suele ser una gilipollez. No tienes por qué ser Marco Minnemann para poder tocar la batería y hacerlo realmente bien. En fin, que solo podemos congratularnos de que ese puñado de escogidos hayan decidido cultivar los demás aspectos relacionados con su talento y hayan tenido a bien compartir con el resto de nosotros su arte. Nos hacen la vida un poquito más feliz.



6.- Para interpretar/componer música.

Está claro que el apartado anterior queda reservado para un escueto grupo de elegidos. No obstante, pese a no ser tan genuino, sería injusto dejar atrás a aquellos intérpretes que han sido bendecidos con el don de ser capaces de crear música. Puede que no sean unos instrumentistas brillantes, igual ni siquiera alcanzan una cierta solvencia en este menester, pero son capaces de dar vida a composiciones musicales imperecederas. Una cosa está clara: componer y tocar música son dos conceptos que, pese a que suelen ir de la mano, se diferencian entre sí. Cuando sale este tema siempre me viene a la cabeza la figura de Rudolf Schenker. El famoso guitarrista y fundador de Scorpions, hermano mayor del también guitarra Michael Schenker, no se caracteriza precisamente por una técnica depurada a la hora de tocar su instrumento; qué coño, seamos sinceros, casi siempre que ejecuta en directo alguno de los pocos solos que no hace Matthias Jabs la suele cagar. Sin embargo este hecho no esconde que la mayoría de canciones que han hecho famoso al grupo alemán y que millones de personas tienen grabadas a fuego en su alma han salido de su cabeza, por lo que vamos a tenerle un poquito de respeto. Ahora que están tan de actualidad los incomprensibles, injustificados y rastreros ataques personales que su hermanísimo Michael lleva aireando en cuanto le ponen un micro delante, rompemos una y mil lanzas en favor del hermano mayor de la saga. Nadie pone en duda la valía y talento de Michael Schenker, es un genio, ha influenciado y mostrado el camino a millones de guitarristas y, en definitiva, es uno de esos pocos escogidos del calibre de Jeff Beck, Eddie Van Halen o Jimi Hendrix; pero si le pedimos al propio Michael que escriba en un papel el número de canciones imperecederas que ha escrito y las comparamos con las de su hermano igual se metía su lengua en santa sea la parte y mostraba un poco de respeto y agradecimiento a la persona en la que se ha apoyado mil veces en el pasado cuando sus demonios personales estaban desatados y en su vida pintaban bastos. Pero esto es marginal.
En fin, que la mayoría de grandes intérpretes suelen mostrar buenas habilidades a la hora de componer. Sin embargo también hay artistas no tan técnicos, pero con un don especial a la hora de sacarse de su chistera mágica grandes riffs, melodías y canciones.



7.- Para vacilar.

Es un clásico. Hacerse con un instrumento musical, generalmente una guitarra, para llamar un poco la atención entre los colegas y convertirte durante unos momentos en el foco de todas las miradas… hasta que alguien te pide que te toques algo. No cabe duda de que todo el que decide adquirir un instrumento por estas motivaciones también desea ser capaz algún día de poder dominarlo y emular a sus ídolos. No obstante la realidad es que, o perteneces a la selecta minoría que pasa por este mundo con el don necesario, o tienes una dedicación plena en el empeño de aprender, o lo más seguro es que te canses a las cuatro o cinco tentativas de poner sobre el mástil los cuatro acordes del “Smoke on the water” y ese maravilloso instrumento acabe vagando por cualquiera de los rincones más inaccesibles de tu territorio vital.


8.- Para venderlo.

Consecuencia directa del apartado anterior. Poco más que decir. Lo intentaste, pero no pudo ser y ahora, al menos, no has palmado demasiada pasta con la operación “Estrella del Rock”. Quién sabe, igual esa persona a la que le has vendido tu guitarra acaba convirtiéndose en el nuevo Jimi Hendrix y entonces habrás conseguido obtener tu rinconcito dentro del entrañable, caótico y maravilloso universo musical mundial.


9.- Para aprender algún fragmento de alguna canción famosa.

Relacionado con el apartado dedicado a aquellos que lo intentan, pero no consiguen dominar su instrumento musical. Muchas veces uno de los principales reclamos para alguien que se inicia en algo es lograr algún tipo de resultado que puedan apreciar el resto de mortales a simple vista; para un niño que empieza a jugar con juegos de piezas para construcciones el primer momento álgido se alcanza cuando son capaces de construir algo que se parezca mínimamente a algo. El caso musical no iba a ser menos, por supuesto. El subidón que le da a cualquiera que se inicia en esto de entender los mecanismos de funcionamiento de esos deliciosos objetos capaces de generar música cuando de ahí suena algo que remotamente se parezca a esa canción que tanto te gusta, es mágico. Sin duda el instrumento protagonista de estos menesteres es la guitarra. Si, uno de esos instrumentos que tantos y tantos hemos interpretado con la mímica de nuestra imaginación en los lugares más insospechados cobra aquí un merecido protagonismo. Y no menos protagonista es la canción que todo el mundo conoce y en la que todo Dios se cobija cuando desliza tímidamente por vez primera sus vírgenes dedos a lo largo del mástil de madera, intentando emular el conocidísimo riff de inicio. En efecto, hablamos de “Smoke on the water”. La canción que hizo ricos y famosos a Deep Purple y a su creador Ritchie Blakmore. Todo el mundo que haya agarrado alguna vez una guitarra para intentar tocarla sabe que es culpable de intentar poner su inmortal riff de inicio. El asunto llega a tales extremos que en algunas tiendas de instrumentos musicales aparece colgado un cartel que te informa de que está prohibido tocar “Smoke on the water”; eso es éxito y lo demás son tonterías. Así que démosle el merecido homenaje a esta canción que a casi todos los fanáticos de Deep Purple acaba agobiando por saturación cuando la tocan en directo y que para el resto de aficionados supone uno de los momentos culminantes de sus shows en vivo. A continuación reseñamos unos subgrupos dentro de este apartado en lo que respecta a la interpretación de este clásico más grande que la vida:

        - Los que tocan SOTW en las tiendas de instrumentos musicales.

Poco más que añadir a lo comentado antes. Visitar una tienda de instrumentos musicales acompañado de ese amigo que todos tenemos y que, pese a no saber tocar la guitarra, tiene hechos sus pinitos y se arranca con los temidos acordes para el dueño del establecimiento. Tiene hasta su punto de lógica la jocosa prohibición que suelen lucir a modo de cartel en la pared del apartado de guitarras eléctricas. No es broma, en algunas reputadas tiendas de guitarras aparece un cartel con una leyenda que dice: “Prohibido tocar el riff de Smoke on the water”. Aunque lo más cachondo del asunto puede producirse si al vendedor de marras... ni siquiera le gustan los Purple; podría hasta ser motivo de baja laboral la sobre exposición al temido riff de Blackmore.


        - Para tocar SOTW en cuanto una guitarra cae en tus manos.

Este otro tipo de sujeto consigue ir un paso más allá y se encuentra preparado para rasgar las cuerdas de cualquier instrumento musical que posea las mismas en el mismo instante en el que las circunstancias se lo permiten. Nadie tiene muy claro si sabe tocar o no, puede que ni él mismo lo sepa, pero poco importan estas minucias si puede hacer sonar el preciado riff que casi todo músico en la intimidad aspira a componer. Cuando nuestro personaje aprieta el botón de on, nada se puede hacer ya. La suerte está echada y vas a escuchar su personalísima adaptación de SOTW lo quieras o no.

        - Los que se juntan en una reunión de guitarristas amateur para tocar SOTW.

Esto ya navega entre lo peculiar y lo inquietante. Sí, hay gente que decide que en un momento determinado de su vida tiene que reunirse con otros cientos de semejantes perfectamente extraños, guitarra y ampli en mano, para hacer sonar al unísono la irrepetible introducción de uno de los temas más reconocibles de la Historia. No bromeo, cientos de personas acudieron a la llamada de una iniciativa que pretendía reunir a todos los guitarristas que lo deseasen en una misma coordenada espacio-temporal para hacer sonar a la vez el clásico de Deep Purple; incluso el mismísimo Ian Gillan se prestó voluntariamente a hacer de vocalista en esta atómica reunión. Imagino a Gillan/Glover presenciando la escena mientras intentan defender el imposible argumento de que SOTW no es famosa por el riff de inicio, sino por la letra. En fin. Y para todos los escépticos, incrédulos y negadores natos de la evidencia de este clásico inmortal, a ver cuándo y dónde se juntan todos los que van a interpretar “Starway to heaven” o alguna otra cosa por el estilo.

                                                        Guitars on the Beach 2014.


10.- Para agobiar en las reuniones sociales.

No puede ni suele faltar en ninguna reunión ese personaje que, en cuanto aparece por ahí una guitarra, se siente en la necesidad de acaparar todos los focos de atención. Nuestro decidido sujeto se lanza al ruedo sin pensar dos veces en las posibles y fatales consecuencias que sus actos pueden acarrear al resto de sus muchas veces improvisados acompañantes. Se apropia del preciado instrumento -que encima casi siempre ni siquiera es de su propiedad- y decide unilateralmente que los parroquianos allí reunidos desean escuchar su peculiar manera de redefinir el concepto de arte. Por supuesto uno de los temas principales de su improvisado set list suele ser el omnipresente “Smoke on the water”, perpetrado para la ocasión bajo su particular prisma sonoro. Esta singular especie humana se te puede aparecer en los lugares y eventos más insospechados. En serio, he tenido el gusto de disfrutar de alguno de estos inusitados conciertos incluso dentro de un entorno tan poco dado a estas manifestaciones artísticas como puede ser un curso de formación. Nuestro encantador protagonista tuvo la brillante idea de acudir a la última sesión con su guitarra a la espalda y, ante la impagable cara del profesor que llevaba a cabo la actividad, no dudó en reunirnos a todos en un pequeño corro para deleitarnos con un popurrí de sus grandes éxitos. Debido a la imposibilidad de los asistentes para poder salir de allí de manera honrosa, nuestro nuevo popstar particular nos calzó a los allí presentes una demostración difícilmente olvidable.


11.- Porque se lo han regalado.

Aquí puede no haber un deseo expreso anterior motivado por el placer de escuchar música… o sí. En cualquier caso un buen día te encuentras con que cualquier persona de tu entorno ha decidido regalarte un chisme del que parece ser que sale música y, claro, te ves abocado a intentar manejarlo. Una vez más, dentro de este apartado podemos encontrar dos grupos:
Por un lado tenemos a los que tienen talento y aprenden. Aquí se pueden englobar sujetos de algunos de los apartados anteriores. La diferencia principal es que, por circunstancias externas y no buscadas en primera persona, se han encontrado con un instrumento musical entre sus manos y en propiedad.
En el otro extremo están los que no tienen ningún talento. También estas personas se pueden catalogar en algunos de los anteriores apartados. Independientemente del recorrido que sigan cada uno de los protagonistas de este extremo, lo más normal es que el instrumento acabe cogiendo polvo en cualquiera de los trasteros de sus residencias o en la residencia de otras personas a las que los anteriores se lo hayan acabando regalando/vendiendo.


12.- Para meterse en un grupo.

No sabemos qué sienten los individuos que se encuentran dentro de este singular apartado por la música en sí misma, en algunos casos ni ellos mismos son capaces de responder a estas preguntas; lo que está claro es que en su caso la posesión y dominio de un instrumento musical adquiere como función principal la de vehicularles hacia el fin último de formar parte de un grupo de música. Que nadie malinterprete estas palabras, por favor. El hecho de ser parte de un grupo de música es un asunto de enjundia y categoría, no quiero ni pensar lo que sería de nosotros -pobres mortales necesitados de experimentar la pasión de escuchar música- sin la existencia de estos aquelarres de músicos prestos a compartir con nosotros su producción artística y llenarnos de felicidad. Lo que llama la atención es que a veces parece que las etapas del camino hasta llegar a este fin suelen alterar su orden natural. Lo habitual suele ser que primero descubras la música como oyente, disfrutes de ella y te parezca algo tan especial que sientas la necesidad de reproducirla con cualquier instrumento musical. Una vez alcanzado este punto, uno siente que necesita compañeros de camino para que esa música que tienes en la cabeza cobre vida en su totalidad. Esta sucesión de acontecimientos hay veces que se modifica hasta el extremo de que hay gente que ya tiene montado el grupo antes incluso de ser capaz de interpretar música con ningún artilugio habilitado para tal fin, ¿?. En fin, eso no quita para que los que escojan este curioso camino acaben siendo grandes músicos. Las curiosas disfuncionalidades del ser humano.


13.- Para emular a sus ídolos.

¿Quién no ha querido aprender a tocar la guitarra después de ver a Ritchie Blackmore en el vídeo del “California Jam” tocando como solo él sabía por aquellos entonces, imponiendo su propia ley en el escenario y quemando su instrumento con la arrogancia y carisma propios de un rockstar? ¿Quién no ha querido sentarse tras lo que fuera que tuviese forma de tambores al escuchar el pedazo de solo de batería que se marcó Carl Palmer en el directo de Asia de Moscú? ¿Quién no ha querido agarrar un micro tras escuchar cantar a Gillan la salvaje parte intermedia del “Strange kind of woman” de los setenta? Esto ha estado ahí siempre y sigue siendo prolífica fuente de innumerables inicios de carreras musicales. Estoy seguro de que detrás de cualquier persona que haya decidido en algún momento de su vida intentar aprender a tocar cualquier instrumento musical hay un ídolo o instrumentista de referencia que le ha abierto esa puerta. Y eso es algo que está muy bien, sin innovadores como Little Richard o Jim Dandy igual hoy no hubiera existido un Robert Plant o un David Lee Roth. Y si alguien niega la mayor, sencillamente no me lo creo.



14.- Para grabarse en video y colgarse de las redes sociales.

Esto ya parece una especie de plaga, uno de los muchos daños colaterales de este nuevo mundo virtual y de redes sociales que tan acertadamente trató Blaze Bayley en su primer disco en solitario tras verse obligado a dejar a Iron Maiden. El álbum se tituló “Silicon Messiah” y aborda de modo conceptual una interesante historia de ficción con la temática del mundo virtual de fondo. Salió en el año 2000 -o sea, hace ya casi veinte años- y todavía no habíamos llegado al caos surrealista en el que se está convirtiendo esto de las redes sociales. Desde aquí animo a todo el que desconozca este disco que le pegue una escucha, puesto que se trata de una obra de gran calidad y que demuestra porqué Steve Harris & Co decidieron ficharle.
El asunto este de grabarse tocando un instrumento, generalmente la guitarra, y colgarlo en el universo paralelo de la red no tengo muy claro a qué motivaciones obedece. Tiene todo el sentido del mundo cuando un grupo decide promocionarse de esta manera, incluso se agradece poder acceder a vídeo clips que en el pasado solo podías poseer a base de grabarlos de la Tv en tu aparato de vídeo. Ah!, los vídeos VHS… o Beta, eso sí que era un delicioso desastre en cuanto a calidad de imagen o sonido. Cada vez que hacías una copia la pérdida de calidad era tan irritante como segura; además, si lo visionabas muchas veces se enganchaban los cabezales y acababas perdiendo esa grabación tan preciada para siempre. Los grupos famosos editaban de vez en cuando una recopilación en cintas de vídeo a veces de calidad semejante y para todo lo demás te tocaba el apasionante e incierto mundo de las grabaciones. Otros tiempos. Hoy en día los grupos pueden publicitarse colgando vídeos por Youtube y demás plataformas digitales. También la gente que sabe tocar se graba en tutoriales que de veras ayudan a mejorar la técnica a cualquier advenedizo o realizar cualquier tipo de interpretación que nos sirve al resto de mortales. Hasta aquí, todo correcto.
Sin embargo, no acabo de ver el sentido de grabarte tocando el solo de “Crazy train” en la habitación de la casa de tus padres, la mayoría de las veces con unas calidades en cuanto al sonido y/o la interpretación que brillan por su ausencia. Lo que puede tener su punto para compartir con tus cuatro amiguetes se sale de madre por completo cuando lo pones a disposición del resto de tus semejantes del globo terráqueo. Imagino que todo esto tiene que ver con ese lado exhibicionista que parece ser tienen algunos seres humanos y que por desgracia tanto está potenciando internet. En fin, será que esto es lo que nos toca ahora.



15.- Porque lo han mamado desde que nacieron.

Aquí se encuadran todas aquellas personas que han tenido la suerte o la desgracia de nacer dentro de un entorno familiar artístico o sensibilizado con estos menesteres. Ante una situación así sabes que no te queda otra que dedicar desde tu más tierna niñez una serie de horas de tu día a día a la noble tarea de comprender el asombroso lenguaje musical. Puede ser que los agraciados lactantes se encuentren entre el grupo de escogidos que se sientan en comunión con dicho lenguaje, por lo que el camino se les estará allanando sobremanera. Por el contrario, si los caprichosos hados del destino no te han escogido para que seas capaz de tocar un instrumento musical de manera adecuada, aquello puede tomar tintes de tortura medieval. En cualquiera de los casos los más perjudicados aquí suelen ser casi siempre los que tocan el violín y los pianistas. Como alguno de los progenitores sepa tocar el piano, tenga alguna inquietud por el mismo, esté intentando superar algún trauma relacionado con dicho instrumento o sencillamente decida que es cool apuntar a la criatura a clases… el sufrido infante está jodido. Pero bueno, siempre quedará el consuelo de que si nadie hubiese decidido que un jovencito Jon Lord (D.E.P.) iniciase su formación clásica, estoy seguro de que nunca habría existido Deep Purple; al menos los Purple que muchos de nosotros admiramos.



16.- Por obligación y/o imposición.

Directamente relacionado con el apartado anterior. Suele ir acompañado este presupuesto de un poso negativo, puesto que por norma general cuando te obligan a hacer algo tan especial y tan dado a salirse de la norma como es la cuestión musical, se suele deber a que los que te obligan tienen algún tipo de trauma por su propia incapacidad y suelen descargar sus frustraciones poniendo a sus propios hijos en el disparadero. Nada debe haber peor para un niño que no quiere tener nada que ver con el peculiar mundo musical que encontrarse el primer día con unos tutores que le informen de que debe asistir a clases de tal o cuál instrumento musical. Una cosa es ofrecer al niño la posibilidad de descubrir, investigar, cacharrear… y otra bien distinta es decidir unilateralmente que debe ir a clases. Es el recorrido ideal para que la persona en cuestión acabe odiando el piano, el arpa o el corno inglés.


17.- Para hacer felices al resto de sus semejantes y hacerles experimentar la pasión de la música.

Por increíble que parezca, el hombre y toda la ristra de irritantes limitaciones que lleva como equipaje es capaz de crear determinadas cosas que, pese a que nacen de nuestros torpes y limitados sentidos, tienen el poder de trascender por encima de nuestras pobres coordenadas espacio/temporales para alcanzar categorías superiores de inmortalidad. La música es una de esas cosas. Su belleza es desbordante. Su poder es ilimitado y mágico. Un ejemplo claro de la conexión del ser humano con lo sobrenatural.
Si Steve Perry se hubiese dedicado a la mecánica o a vender zapatos en lugar de a cantar, sin duda la raza humana habría perdido a uno de esos pocos elegidos capaces de llevarte a ese mágico lugar que nunca has sabido dónde está, pero al que siempre has deseado ir.













viernes, 29 de junio de 2018

Para qué monta/se mete la gente en un grupo de música. V.


La Música es necesaria –imprescindible diría yo- para entender la vida. Tiene un poder ambivalente, como las personas, puede ser la cosa más seria del mundo y a la vez te la puedes tomar a broma con una sonrisa de oreja a oreja. En medio de estos primeros calores veraniegos, con la pluma en una mano y una cerveza casi helada en la otra, nos vamos a adentrar en otra de esas imposibles y ridículas clasificaciones que tanto nos entretienen mientras penetran dentro de nuestro ser las músicas que nos fascinan en nuestro día a día. Esta vez nos hemos querido detener en el insondable océano de motivaciones que llevan a un músico a formar un grupo -para otro momento dejaremos el todavía más inabordable mar que le lleva a cualquiera a intentar tocar un instrumento musical-. Cualquier progenitor se echa a temblar cuando suenan las terribles palabras: “papa, mama, que quiero aprender a tocar la guitarra”, solo superadas por la afirmación “mama, papa, que quiero aprender a tocar la batería”. La azarosa e irresistible manera de entender la vida desde el enfoque de pertenecer a un grupo de Rock nos ha permitido pergeñar una serie de perfiles que tenemos el placer de compartir en estas páginas. Como de costumbre, cada uno tendrá su particular visión del asunto y podrá coincidir o divergir en lo que viene a continuación. De cualquier modo, a lo que estamos invitados todos es a pasar un rato divertido sin tomarnos más en serio de lo estrictamente imprescindible mientras le hacemos un merecido homenaje a todos esos grupos musicales que tanto entretenimiento han venido a traer a nuestras cotidianas vidas.



1.-Para gastarnos una broma.

No se me ocurre mejor manera de comenzar esta imprudencia. En nuestro país no estamos muy familiarizados, pero causaron un auténtico furor en Norteamérica; hablamos de Spinal Tap. Este grupo a caballo entre lo real y lo ficticio nació a raíz de una película de mediados de los ochenta que constituía una sátira de todo el entramado del mundo del Hard Rock, con todos sus estereotipos y excesos. Se trataba de una especie de documental ficticio que describía los avatares de un grupo de Heavy Metal creado por el propio autor y los protagonistas. La ácida y sagaz caricatura de los entresijos de este particular mundillo, elevada a la potencia por el director Rob Reiner hizo del film un rotundo éxito… menos en España, que no se llegó ni a proyectar en los cines; claro. De hecho los actores montaron el grupo de manera real y llevan publicados hasta ahora tres discos; bueno, si atiendes a su discografía oficial llevan varias decenas de ellos –ficticios, por supuesto– con títulos tan punteros como “Brainhammer”, “Intravenus de Milo”, “Bent for the Rent” o mi favorito “No Place Like Nowhere”. Imposible no caer desarmado a sus pies. Por supuesto, todo forma parte de la broma. Cada uno tendrá que decidir si se están riendo con el Heavy, por el Heavy o del Heavy Metal. La salud mental de una persona suele estar determinada por la capacidad que tenga de reírse de sí misma. Lo cierto es que lo clavan, no se dejan ni el más mínimo detalle en el tintero para ser frivolizado y todo con un gusto exquisito en su banalidad. Todos los clichés habidos y por haber dentro del Rock duro aparecen por aquí: Spinal Tap son el único grupo que tiene en la rosca de su equipo de sonido el número 11 para poder subirse el volumen hasta arriba; han despedido y reclutado a cientos de baterías a los que les han ocurrido las situaciones más ridículas imaginables, incluso la mayoría han fallecido sin motivos aparentes; se separaron y se volvieron a juntar tras montar un proyecto de música Folk y un sinfín de situaciones tan esperpénticas como cachondas tomadas del muestrario de la mitología rockera. El fenómeno se ha convertido en algo tan grande que incluso en la actualidad cada vez que a algún músico o grupo le pasa algo extravagante se dice que ha vivido una situación Spinal Tap. Ni que decir tiene que músicos de primera categoría como Joe Satriani no dudaron en colaborar en sus discos –los tres de verdad– cuando se lo ofrecieron. La consagración definitiva se produjo cuando quedaron inmortalizados en algunos episodios de Los Simpsons, ya sabemos que solo alcanzas el auténtico estrellato si sales en esta serie. Ahora a ver si tocan en España… o pasan la peli… aunque sea con subtítulos.


                                                            Spinal Tap / Los Simpsons.

                                                              Spinal Tap volumen al 11.


2.-Para ligar.

La referencia inevitable, el clásico recurrente. Supongo que dentro de la idiosincrasia actual el asunto circula en otra dirección, pero resulta complicado negar esta afirmación dentro del devenir musical de los últimos años. La poderosa atracción que el músico ejerce sobre las personas del sexo contrario -o del mismo- es algo a tener en cuenta, estéril resulta negarlo. Ya lo decía el icónico Lemmy (DEP) hace un montón de años, uno de los motivos para decidirse a tocar una guitarra era que las chicas te empezaban a mirar de forma distinta; según la filosofía del mítico cantante de Motorhead una mujer se sentía atraída por ti si empuñabas una guitarra y se desvestía más rápido si sabías tocarla. En fin, no seré yo quien contradiga al señor Kilmister. En estos tiempos inciertos todo este discurso ha cambiado diametralmente -por fortuna- y quiero pensar que las nuevas generaciones hemos superado todo este asunto. Por otro lado resultaría ridículo intentar negar que todo este fenómeno fan enloquecido dispuesto a cualquier cosa por intimar con sus ídolos no ha sido una realidad íntimamente ligada al complejo negocio musical. La figura de las groupiesfans, en su mayoría femeninas, que se caracterizaban por mantener relaciones sexuales con los músicos- está documentada con bastante fidelidad a lo largo de todos estos años, para bien o para mal.
No es menos verdad que acercarse a estas disquisiciones en la actualidad puede plantear situaciones incómodas según los enfoques empleados. Es cierto que el predominante papel masculino en la Historia de la Humanidad está necesitado de una revisión y que la visión de lo femenino va más allá del discurso ese tan irritante del “como tengo madre, esposa e hijas nadie me tiene que enseñar nada sobre esto”; mucho más allá. Por otro lado no veo ningún problema con las relaciones sexuales, con las diferentes situaciones de atracción que se producen entre las personas, con todo el juego de gestos y comportamientos que conllevan las mismas o con el papel que juegan dentro de toda la mitología del Rock n’ Roll… siempre que sean aceptadas, consentidas y disfrutadas por todas las partes implicadas; ahí reside la esencia del asunto.
En fin, por quitarle algo de hierro a un asunto que tiene mucho, finalizamos este apartado con la famosa Cynthia Plaster Caster. Esta groupie se caracterizó en aquellos tiernos años setenta por hacer réplicas de yeso de los miembros viriles de los músicos famosos a los que tenía acceso. Se labró una reputación trabajando los pechos y penes de aquellos músicos que se ofrecieron como modelos. En su haber se encuentran “esculturas” de las partes íntimas de gente tan especial como Jimi Hendrix, Wayne Kramer, Aynsley Dunbar o Eric Burdon entre otros.

                                                                Cynthia Plaster Caster.


3.-Como una experiencia en la vida.

Aquí no tiene que haber necesariamente un anhelo, una pasión o deseo expreso por la música en sí -que también-. El motor principal es el deseo de experimentar; bueno, unido a la capacidad de entender música y dominar algún instrumento. Pueden ser músicos en potencia que acaben dentro de una banda de música de manera coyuntural y para los que ese sentimiento vital adherido al ser de algunos de nosotros no sea la motivación principal. Lo que nos lleva a otro interesante debate: ¿puede uno ser capaz de interpretar música y no sentir una pasión desbordante por la misma? Ahora mismo pienso en muchos de esos músicos de Clásica que invierten todas sus energías en alcanzar la perfecta interpretación de una determinada pieza musical. ¿Dónde reside esa pasión?, ¿en la pieza musical en sí, en su adecuada interpretación o en ambas?
Volviendo al motivo al motivo del apartado. Seguro que todos conocemos a alguien que sabe tocar un instrumento musical y en algún momento de su vida se ha lanzado a rentar un local de ensayo para practicar con una formación musical, aunque al final no haya salido nada de aquello y en la actualidad esa historia no sea más que una grata batallita a contar en las reuniones de amigos mientras su instrumento duerme plácidamente en cualquier rincón de su morada.


4.-Para cumplir un sueño de juventud.

Relacionado con el apartado anterior, aunque con diferencias sustanciales. Aquí podemos encontrar dos tipos de vertientes: por un lado los que desde una tierna edad sintieron la llamada y han acabado haciendo de la música su estilo de vida y medio de sustento; por otro lado se encuentran todos aquellos que se quedaron en el camino. La amalgama de historias, situaciones y vivencias que adornan el objeto de este apartado resulta tan entrañable como conmovedor; solo de pensar en la cantidad de grandes músicos que, por un millón de motivos distintos, se han quedado en el camino un escalofrío recorre mi piel. En el otro extremo nos encontramos con esos grupos y músicos más o menos consagrados y las peripecias que han recorrido a lo largo de todos sus años de formación hasta alcanzar su estatus actual; en este sentido leer las distintas biografías que de unos años a esta parte se han puesto tan de moda resulta una bendición para todos los que sentimos curiosidad por los avatares de nuestros grupos favoritos. De las últimas que han pasado por mis manos recomiendo encarecidamente la biografía de Bernie Marsden, un tipo que consigue trasladar al lector una pasión por la guitarra y el Blues que siente con una sencillez y cercanía que te desbordan.

                                                      Bernie Marsden: "Where's my guitar".


5.-Para fardar.

Esto de dedicarse al mundo de la música se puede tomar de un modo muy serio o muy trivial, según se mire; incluso hay ocasiones en las que estas dos posiciones se suceden. Cuando uno es joven, alocado y se deja llevar por la tensión del momento, puede aparecer la tentación de usar la música como medio en lugar de como fin. En este caso lo más importante puede no ser el deseo de formar un equipo de camaradas con los que adentrarse en los absorbentes senderos de interpretar e incluso crear Música, tal vez su lugar lo ocupe un cierto deseo de hacerse notar, llamar la atención y todas esas cosas tan propias del ser humano cuando todavía no ha alcanzado su madurez o su cabeza aún no está lo suficientemente amueblada. Nostálgicos recuerdos de añorada adolescencia en los que te encontrabas con gente que quería estar en un grupo de música sobre todo para poder decírselo a los demás mortales, la mayoría de las veces sin que ni siquiera se lo preguntases. Si después pasabas a la fase de escucharlos con su instrumento la cosa ya pintaba peor. En fin, muchas veces las personas nos afanamos en explicar, redundar o justificar determinadas cuestiones sin darnos apenas cuenta de que lo que más habla de nosotros siempre suele ser lo que no decimos.
Más curioso resulta el hecho de encontrarte con tipos adultos -al menos en apariencia exterior- que siguen hablando de su pertenencia a un grupo musical como un trofeo en sí mismo. ¿No debería ser una realización más que un trofeo?, ¿un camino más que una meta?… Cuanto más enjundioso me parece un músico menos se preocupa de agobiarte con perolatas y más se dedica a crear algo artístico destinado a llenar almas


6.-Para intentar dedicarse profesionalmente al mundo de la Música.

El que lo tiene claro; todos mis elogios para él, porque demuestra arrestos y determinación sin ni siquiera proponérselo. Uno puede haber descubierto el hechizo de la Música, haberse quedado prendado de ella, haber sentido la necesidad de interiorizarla de la mano de cualquier instrumento musical, haber pasado por todas las tonterías y dichos que inundan este peculiar mundillo y haber decidido invertir sus ilusiones y dineros en un local de ensayo junto a otros como él, pero dar el salto cualitativo de pretender hacer de este tinglado su opción de vida le pone en un estrato superior. Gracias a Dios he tenido la suerte de conocer a un buen puñado de músicos -y los que me quedan-, incluso de poder llamarme amigo de algunos de ellos, y ya desde ese humilde e incompleto posicionamiento te puedes dar cuenta de lo duro, sacrificado, difícil y puñetero que puede ser el negocio de la Música. Un mundo injusto en el que no prospera necesariamente el que tiene más capacidades y arte en su interior, un mundo en el que otros factores que poco a nada tienen que ver con tu destreza e inspiración ejercen su peso sobre esa lotería en la que cada vez más se ha convertido el mundo del arte. Por eso aquí quiero acordarme y reivindicar la figura del músico: esa persona cuyo talento especial consigue hacer tu vida un poco más feliz.


7.-Para vivir de la música.

El paso más allá del anterior apartado, el que tiene claro que quiere hacer de la música su trabajo. Uno de los románticos ideales de todo aquel que decide agarrar un instrumento y sacar música de él. Hay una mezcla de ilusión y pragmatismo en estas consideraciones, desde la idílica idea de ser capaz de interpretar y/o crear música hasta hacer de ese propósito un estilo y modo de vida solvente hay un recorrido lleno de obstáculos. Es del todo plausible que cualquier persona tenga ese deseo, pero llegar a la determinación y al convencimiento de recorrer ese camino merece todos mis respetos y reconocimiento. Pero, por si estos interrogantes no fuesen suficientes, en nuestro camino se pueden cruzar otros más cotidianos: ¿qué pasa cuando te sientes realizado con un determinado estilo musical o forma de entender tu arte y solo te surgen posibilidades con otros tipos de música que no solo no te interesan sino que directamente detestas?, ¿hasta dónde es lícito hablar de la integridad musical del músico?, ¿separar música por trabajo que te permita financiar el camino para que tu propia música sea rentable y solvente como modo de ganarte la vida? Interrogantes demasiado peliagudos para que nadie se atreva a tirar la primera piedra.
En estos tiempos inciertos que nos han tocado vivir una cosa está clara: no resulta nada fácil buscarse la vida -como muy bien apunta en su letra la canción de Bella Bestia titulada “Un puntapié en el trasero”- y encontrar una fuente adecuada de ingresos; y ganarse la vida con un oficio que te guste y te realice ya casi es Ciencia Ficción. Ahora bien, no se me ocurre nada más justo en este mundo que un artista con capacidad y talento pueda vivir de su arte y de hacernos felices a todos los que disfrutamos de sus creaciones.

                                                  Bella Bestia: "Un puntapié en el trasero".


8.-Por los amigos.

- “Oye, que nos falta otro guitarra. Estamos en el local trabajando en un tema de la Grand Funk. Pásate si quieres esta tarde y ves cómo sonamos”. En pocos mundos como en este salen a relucir tanto las condiciones humanas, para lo bueno y para lo malo. Por los amigos lo que sea; si se necesita un músico para tocar y tu lo eres, lo más normal es que en caso de que las logísticas personales lo permitan te metas de cabeza a la aventura de tocar música en común. La principal virtud, como en el resto de ámbitos de la vida, es la sinceridad y la capacidad de decir las cosas claras, a la cara y desde el respeto. Cuando la amistad es fuerte, puede hasta con las tensiones internas en un grupo de música.

                                                            Grand Funk Railroad.


9.-Para tocar en directo.

Muchos músicos descubrieron la pasión por la música escuchando unas determinadas canciones, se sintieron hechizados desde ese momento y pasó a ser algo esencial en sus vidas -como se ha comentado en el anterior apartado-. Debido a esa necesidad interior su siguiente pasó fue juntarse con otros músicos para interpretar música y, tras alcanzar un determinado nivel de ejecución en conjunto, finalmente quisieron exponerlo todo para que el resto de la gente lo escuchase. Esta lógica tan básica como intrínseca justifica sin dificultad la existencia de los conciertos, una especie de sucesión de escalones que conducen a una determinada desembocadura. Debemos estar agradecidos.
Aunque no es menos cierto que también puede producirse otro recorrido. Seguro que todos los que nos hemos sentido tocados por la varita mágica de la Música conocemos a gente de nuestro entorno más o menos cercano que ha subido otro tipo de escalones o, al menos, los ha recorrido en un orden alterno. De esta manera nos podemos encontrar con gente que por lo que ha sido tocada es por el irrefrenable deseo de tocar en directo, exponerse a los focos, sentirse centro de atención y todas esas características que suelen aparecer impreso en el ADN de muchos de los músicos en algún lugar de la lista. El problema viene cuando ese deseo de exposición ocupa los primeros lugares de la personal escala de principios y el talento se queda al final… si es que siquiera aparece.


10.-Para no tocar en directo.

El extremo contrario del apartado anterior. Poco importa que seas uno de esos pocos  afortunados agraciados con la extrema habilidad de tocar un instrumento de manera única o con un visionario don creador; si alguna de tus conexiones neuronales llegan a la conclusión de que no te sientes cómodo interpretando música en directo, entonces nos dejarás al resto de pobres mortales sin la insondable satisfacción de disfrutarte encima de un escenario.


11.-Por la pasión que sienten por la música.

Directamente conectada con otros apartados y auténtica fuerza vital, inasequible al desaliento, que hace que movamos todas las montañas que hagan falta hasta alcanzar el objetivo deseado. Una especie de fuego interior tan difícil de verbalizar, pero tan fácilmente reconocible para todo aquel que lo experimenta y que justifica cualquier acción realizada por rocambolesca y suicida que pueda parecer a ojos extraños. Algo tan deliciosamente subjetivo como la Música no podía sustraerse a esta mágica sensación.



12.-Los que se lo tienen creído.

Una mezcla de narcisismo y estupidez es lo que suelen ir rezumando algunos de los individuos que se pueden enmarcar por aquí. Ya de por sí resulta agobiante el hecho de toparte con gente pagada de sí misma a la que se le llena la boca para vanagloriarse sin que ni siquiera se lo hayas preguntado. Pueblan cualquier ámbito de la vida y el musical no iba a ser una excepción. Curiosamente suele ocurrir -salvo en contadas excepciones- que cuanto mejor y más agraciado es un artista, menos importancia le da a todas estas banalidades y más se preocupa de lo importante: su arte. Conviene separar al músico de la persona, siempre conviene hacerlo. Puedes ser un genio y, a la vez, alguien insoportable; no hay duda sobre ello. Incluso puede que parte de tu talento se haya desarrollado en aras de esa dificultad para socializar como igual, la mitología relacionada con encumbrar en altares que tanto nos gusta seguro que no ayuda. De todos modos hay gente con unas capacidades tan superiores que se le puede perdonar todo en cuanto escuchar las primeras notas de cualquiera de sus canciones. El problema viene cuando te toca lidiar con individuos de talento musical sub-cero que, para más inri, piensan que son los mejores en lo suyo. Las situaciones que salen de ahí pueden resultar de lo más amorfas. Lo ideal es tomarse estas encerronas con humor porque, no cabe duda alguna, suelen ser cachondas a más no poder.


13.-Los que no tienen ni idea de tocar.

Derivado del apartado anterior. Por más que te intenten convencer de sus habilidades no puedes dejar de pensar que lo único que pasa es que han equivocado su profesión; aunque para gustos los colores, ya se sabe. Lo más curioso es que algunos consiguen salirse con la suya en cuanto al éxito y reconocimiento. Seguro que todos tenemos en mente a sujetos con fama mundial que no han sido capaces de sacar una sola interesante de su instrumento en toda su carrera musical y ahí los tienes, copando listas de éxitos y llenando arenas.


14.-Porque saben tocar un instrumento.

Una afirmación que, por muy de Perogrullo que parezca, resulta que no es para nada gratuita. Se supone que alguien que se mete en un grupo y se sube a un escenario para tocar música debe, como mínimo, saber tocar el instrumento que empuñe entre sus manos. Nada más lejos de la realidad, a poco que escarbes en la superficie te encontrarás desde sujetos que se defienden pobremente en cuanto intentan sacar algún sonido hasta individuos que no son ni tan siquiera capaces hacer que su propio instrumento suene afinado. Las justificaciones para semejante dislate suelen ser de lo más entretenidas: desde gente que considera que para tocar en un grupo lo más importante son otras cosas como la presencia, la actitud, la química, la publicidad y un no sé qué más de banalidades a cuál más irritante, hasta los que van por la vida sin ni siquiera parecer darse cuenta de sus carencias más básicas. En fin. Uno no tiene más que llevar a sus oídos algo como “Lotus feet” de Steve Vai para salir de esa maraña de frivolidad hipócrita y reposar plácidamente en el universo paralelo de todo aquel que disfruta de una manifestación artística de elevada calidad compositiva interpretada con exquisita técnica y pasión desbordante.

                                                             Steve Vai: "Lotus feet".


15.-Porque son genios.

Está escrito en piedra, hay unos cuantos afortunados que tienen un talento tan personal y desbordante que se tienen que dedicar a esto de la música; no hay otra opción posible. Estos tipos tocados con la caprichosa varita divina, los que pertenecen a la especie de uno entre un millón, los que necesitan pocos dedos de manos para ser contados, se encuentran en un nivel distinto que les permite sustraerse de elucubraciones peregrinas, declaraciones públicas innecesarias y demás avatares para juntarse con otros como ellos –o que les puedan seguir– y sumergirse por completo en su música. Supongo que cada uno tendremos nuestra propia – y seguro que en la mayoría de los casos corta– lista; en mi caso ahora mismo tengo muy presente a Jeff Beck, uno de los de esta categoría por derecho propio. Visita estos días los escenarios españoles y como curiosidad conviene caer en la cuenta del pequeño detalle de que nadie habla mal de Jeff Beck; todos, desde músicos consagrados hasta los fans más despistados y pasando por toda la prensa y medios de comunicación, solo tienen palabras de reconocimiento hacia este músico y su trayectoria artística. Por algo será.

                                                                  Jeff Beck.


16.-Para mandar.

Hace mucho tiempo un buen amigo me dijo que solo había dos tipos de personas en el mundo: las que mandan y las que obedecen. Pese a no estar del todo de acuerdo con esta afirmación, debo reconocer que entre los distintos perfiles de la personalidad de la gente podemos tener en consideración estas premisas.
Cierto es que en nuestros trabajos, con nuestros seres queridos o en las diferentes relaciones sociales hay personas que tienen una predisposición para mostrar el camino a seguir, para llevar la voz cantante o para tomar decisiones cuando es necesario hacerlo; por otro lado están aquellos que prefieren dejarse llevar y seguir por el camino que antes trazaron los primeros. El inquietante mundo de los grupos de música no iba a ser menos. El artista no deja de ser alguien con personalidad marcada y que, puede que por su capacidad para percibir el mundo de modo transversal, gusta de tomar sus propias decisiones. Legendarias han sido y son las luchas de poder dentro del seno de los grupos musicales, otro modo de agrupación social con unas jerarquías intrínsecas que hacen seguro las delicias de cualquier aficionado a la sociología. Los binomios Page/Plant, Jagger/Richrads, Blackmore/Gillan, Tyler/Perry, Bach/Bolan y podríamos seguir así todo el día no son más que ejemplos palpables de la lucha por el control de decisiones dentro de la música.
Una cosa está clara: no todo el mundo vale para mandar. Es necesario tener seguridad y confianza en tus decisiones y presupuestos para que no te caigas con toda la maquinaria encima; si aciertas el mérito será tuyo, pero si algo falla pasarás a ser el máximo responsable. Además es muy importante contar con el peso moral y/o el talento para que el resto del personal te siga. Muchas de las grandes decisiones de la historia musical hay que agradecérselas a estos tipos que tuvieron clara su visión y fueron capaces de imponerla. Sin la famosa terquedad de Ritchie Blackmore puede que nunca hubiésemos disfrutado del clásico “In Rock” y de lo que vino después. No olvidemos que por entonces Deep Purple era un interesante grupo que todavía estaba buscando la definición de su complejo sonido y venía del terreno al que le había llevado Jon Lord al grabar el también clásico “Concerto for Group & Orquestra” en el que fusionaron Rock y Clásico; por usarlo como botón de muestra.

                                                           Steven Tyler/Joe Perry.

                                                          Ian Gillan/Ritchie Blackmore.

Combinar la habilidad de liderar un grupo sin caer en el despotismo absoluto no es tarea fácil. Una vez más, aparece por aquí la figura del guitarrista Yngwie Malmsteen. Nuestro entrañable músico se caracteriza por despertar grandes pasiones y grandes rechazos casi por igual, imposible un término medio con este hombre. Se ha caracterizado a lo largo de toda su carrera musical por dirigir sus designios con mano de hierro y voluntad inquebrantable, acertase o no lo que está claro es que nadie le puede achacar que se haya arrugado a la hora de decidir. Esta imposible carrera hacia sí mismo queda retratada con la imagen del directo de su último dvd publicado hace unos años: más de la mitad del escenario destinado a ser ocupado solo por él mientras que el resto del grupo aparece arrinconado en el lateral izquierdo de la imagen. Una imagen vale más que mil palabras.

                                                      Yngwie Malmsteen contra el mundo.


17.-Para obedecer.

El extremo contrario. Lo más natural es pensar que el mundo artístico sea terreno poblado por personalidades individuales que esculpen su propio camino, saliendo de la pauta marcada en busca de esa necesaria originalidad que los signifique; no parece un lugar proclive a gente que se deje llevar sin cuestionarse los porqués. Pero no, por curioso que resulte también en el panorama musical nos podemos encontrar a esos yes men o tiernos corderitos que avanzan por las sendas que previamente les marcan y diseñan. Comandando los puestos de cabeza de este singular apartado nos encontramos a Vanilla Ice. Este elemento, que pasará a la Historia de la Música -si es que lo hace- por haber plagiado el famoso tema de Queen “Under pressure”, representa a la perfección estas cosas de las que hablamos. Nuestro irritante Helado de Vainilla pasó del Hip Hop al Rap, al Pop o al Grunge sin apenas ruborizarse, haciendo lo que quiera que fuese que sus asesores le aconsejasen para vender un puñado más de discos y salir en las teles; ¿coherencia, tesón, fe en uno mismo?… conceptos vacíos de significado para este encantador elemento, más interesado en cambiar sin pudor hasta de ropa interior en caso de que fuese necesario para obtener éxito. Gracias a Dios, Brian May y compañía pusieron las cosas en su sitio y llevaron ante los tribunales al pseudo rapero por los derechos de composición; ante la citación judicial nuestro hombretón rapero apretó el culo y se apresuró a llegar a un acuerdo con el campamento Queen, sabedor de lo obvio del plagio. De este modo el dichoso tema “Ice ice baby” desapareció de nuestra vista y de nuestros oídos.



18.-Porque están metidos en la música desde niños.

Pese a que la Música constituye un idioma universal y social, no deja de ser además una cuestión íntima y personal. Puede que no tengas casi ningún tipo de estímulo en tu entorno familiar, pero te acabe picando su gusanillo; sus caminos son inescrutables. A veces se da la paradoja de que le gente con innegables dotes musicales no han tenido apenas estímulos durante su infancia y otros que se han criado en el seno de familias que se han preocupado hasta el vómito porque labrasen una carrera musical no poseen ni un gramo de talento. El destino es caprichoso y el mundo del arte y del talento aún más.
Nos vamos a detener aquí para darles su merecido protagonismo a todos aquellos músicos que han nacido y crecido en entornos familiares en los que se ha tenido en cuenta esta sensibilidad artística y se ha trabajado desde el principio. Los oídos de estos afortunados artistas han escuchado música casi desde el minuto uno, para todos aquellos que consideramos la música como una necesaria bendición que te acompaña en todos y cada uno de los momentos de tu vida y de tu día a día no nos puede parecer más lógico y obvio que desde la tierna infancia la educación tenga en cuenta la exposición a estos estímulos tan necesarios para formarnos como personas bien amuebladas y de provecho.  Alguien como David Lee Roth tuvo sus primeros encuentros con el mundo del espectáculo cuando gracias a su tío Manny Roth, propietario del icónico local neoyorquino Café Wha? En el que actuaron artistas como Bob Dylan o Jimi Hendrix, empezó a merodear por el local a la tierna edad de siete años; no se me ocurre mejor bautismo rockero y seguro que Diamond Dave tomó buena nota de lo que experimentó durante esos años formativos. Imagino que hay gente que ya desde una sus primeros tiernos momentos deja ver claramente que se va a dedicar a esta pequeña y loca cosa llamada música.

                                                          Cafe Wha? 2015.

                                                            David Lee Roth.


19.-Para componer y tocar sus propias composiciones.

Ligado al anterior. Todo aquel artista que tenga la capacidad de componer e interpretar música, debe hacerlo por el bien de la humanidad. Los caminos para alcanzar tal fin son variados y sinuosos, qué duda cabe, pero cuando se tiene la determinación de luchar por algo al final acaba dándose por añadidura. La decisión de reunirse con otros tipos capaces de tocar es un escalón necesario para alcanzar este fin. La mayoría de las veces, si tienen la enorme suerte de acabar en un grupo con gente que genere la química compositiva necesaria, serás capaz de dar forma a algo único y que refleje la personalidad del propio grupo. Una dirección imposible de esquivar para todos aquellos que han sido prendados por esta pequeña y loca cosa llamada música.


20.-Porque son músicos.

Se puede resumir todo este gran tinglado, que algo único y adictivo debe de tener que al que le engancha lo hace sin solución, bajo el convencimiento de que la Música es algo inherente al ser humano. Un lenguaje, una expresión artística que permite sacar a la luz y dar forma a las emociones e inquietudes más diversas. La música facilita una comunicación inmediata y atemporal entre todos aquellos que son capaces de degustarla y de sentirla, algo tan profundo como superficial, tan social como íntimo, tan complejo como sencillo y, en definitiva, tan esencial como el aire que respiramos, la comida con la que nos alimentamos o las personas a las que amamos. Lleva con nosotros prácticamente toda la vida y está en completa conexión con el caminar -no sé si llamarlo avance- de la raza humana. Ser músico no es un trabajo, al menos así me lo parece, es una opción de vida, algo a lo que no te puedes sustraer si eres uno de los escogidos con la bendición de poder crear y/o interpretar música. No se me ocurre mejor manera de terminar estas mundanas reflexiones adaptando la definición que acuñó el genial e irrepetible Freddy Mercury: “esa pequeña y loca cosa llamada música”.