Este mes de Septiembre se cumplen diez años de la celebración de la
primera Heepvention en territorio español, la granadina localidad de Huétor-Tájar
acogió durante un fin de semana de Septiembre del año 2008 la convención de
fans y seguidores de Uriah Heep. Este asunto de las convenciones y los
encuentros de seguidores de grupos musicales no es una cuestión baladí, si se
dan las circunstancias adecuadas te puedes encontrar en lo más parecido al
cielo al asistir a un encuentro temático de estas características sobre tu
grupo favorito. En estos días en los que la inmortal banda del guitarrista Mick
Box publica su nuevo disco, que atiende al sugerente título de “Living
The Dream” y que suena como un cañón desde su inicio con el primer tema “Grazed
by heaven”, resulta entretenido recordar esta primera convención de heepsters
-sí, nada que ver con la moda de estos tipos que se dejan barba y todo eso- que
se celebró en tierras andaluzas. Me resulta curioso que, pese a que Uriah Heep
es uno de esos grupos absolutamente especiales y uno de mis favoritos de
siempre, apenas haya escrito nada sobre ellos en este foro; asunto que vamos a
solucionar de inmediato.
La iniciativa de esta convención corrió a cargo del vocalista John
Lawton, músico que formó parte de Uriah Heep y que puso su
excepcional voz a los clásicos “Firefly”, “Innocent Victim” y “Fallen
Angel”; menuda trilogía, pocos músicos pueden presumir de tener en su haber
una triada de discos de esta categoría publicados de manera consecutiva. Lawton abandonó
la nave Heep, aunque participó en la mágica reunión del grupo con
algunos de sus antiguos componentes en aquel concierto que tuvo lugar en la
mítica sala Shepherd’s Bush Empire de Londres a finales del 2001 y que
se presentó como el “Magician’s Birthday Party”. Volver a ver juntos sobre un
mismo escenario a la formación del grupo compuesta en ese momento por Mick
Box a la guitarra, Lee Kerslake a la batería, Trevor Bolder (R.I.P.)
al bajo, Phil Lanzon al teclado y Bernie Shaw a la voz,
acompañados para ese exclusivo concierto por John Lawton, Thijs Van Leer y
Ken Hensley -teclista, guitarrista, cantante y principal compositor de las
canciones más emblemáticas del grupo que no había vuelto a tocar con su grupo
desde que los dejó en el año 1981- supuso uno de los momentos más mágicos e
intensos de mi vida, tanto a nivel musical como vital.
Uriah Heep Londres 2001: Mick Box, Bernie Shaw, Lee Kerslake, Phil Lanzon, Trevor Bolder y Ken Hensley.
Esto de las convenciones, reuniones y conciertos de caridad -no confundir con el significado estricto del término- es algo muy habitual en Reino Unido y nuestro querido John Lawton decidió organizar un encuentro de estas características para fans del grupo. Realizó unas cuantas llamadas y pudo contar para un fin de semana de finales de Septiembre con la presencia como invitados de algunos ex miembros de Uriah Heep: el batería Lee Kerslake, el bajista Paul Newton y el teclista/guitarra/cantante Ken Hensley. Hace años que Lawton reside en la costa Mediterránea española, al igual que Hensley, y supongo que no debió ser demasiado difícil llegar a acuerdos y cuadrar agendas. El resultado es a todas luces espectacular: nos encontramos con la inédita reunión de cuatro ex componentes de Uriah Heep que, ayudados por el guitarrista Jan Dumée, interpretarían un show único y exclusivo con el repertorio del grupo. Para cualquier lector que no esté familiarizado con el universo Heep esto puede resultar un asunto trivial, pero para los seguidores de esta particular familia -casi, casi tan importante y enjundiosa como la saga Purple- la decisión de que Hensley/Lawton/Kerslake/Newton se suban juntos a un escenario para interpretar en directo material discográfico de su grupo madre es algo que solo pasa una vez en la vida. Y encima en España.
Heepvention Huétor-Tájar 08.
Así pues nos liamos la manta a la cabeza, nos montamos en el coche y
pusimos rumbo a Huétor-Tájar aquel final de verano 08 con la idea fija en la
cabeza de ver en acción a estos cinco músicos. Una vez más lo que vimos allí
fue descolocante, resulta que en un pequeño pueblo de la Andalucía profunda habían
decidido reunirse un puñado de músicos acostumbrados a pisar los más
importantes escenarios mundiales. Así mismo, hasta allí se habían desplazado
seguidores del grupo desde todos los rincones del mundo, aportando un colorido
a todas luces diferente de lo que los lugareños tenían acostumbrado a ver.
Llegabas al pueblo, te acercabas a la puerta del garito de la convención y en
el momento en el que ponías tus pies dentro del edificio era como si
atravesases la puerta de otra galaxia. De repente nadie hablaba español, te
encontrabas referencias discográficas y fotográficas al universo Heep,
alternabas con fans venidos de cualquier parte del globo terráqueo o departías
con el propio John Lawton mientras te tomabas una cerveza con una tapa
que inmediatamente te volvía a recordar que estabas en suelo hispano; me
resultó muy gracioso que en la publicidad del evento -en inglés, por supuesto-
se especificara que con cada consumición te obsequiaban con un “snack”, que
sería algo así como la traducción a lo cutre del concepto de “tapa”, algo
característico de nuestro país y de las poquísimas cosas en las que le llevamos
ventaja al resto del mundo. Recuerdo que la convención se extendía a lo largo de todo el fin de semana, aunque
nosotros solo habíamos comprado la entrada del día del concierto; el caso es
que nos acercamos el primer día a la puerta del recinto, con la mera intención
de saber dónde se ubicaba para el día siguiente, y acabamos dentro de las
instalaciones charlando con un Lawton y su mujer que parecían encontrarse
en su salsa dentro de su papel de organizadores.
John Lawton.
El día siguiente era el importante: el de la actuación en directo.
Resultaba curioso que durante las horas previas te pudieras dar un paseo por
las instalaciones y encontrarte con Lee Kerslake, John Lawton o el
propio Ken Hensley charlando amablemente con la gente de su entorno y
los fans allí congregados. En el caso de Hensley se encontraba con su
gente de confianza en un rinconcito de la planta alta del edificio. Pese a ser
muy mitómano en algunos aspectos del asunto musical, nunca he sido de agobiar a
los músicos, de pedirles autógrafos ni de solicitarles fotografías conmigo; al
artista le pido que me haga feliz compartiendo con nosotros su creación y todo
lo demás me resulta superfluo y casi innecesario. Pero lo que está claro es que
si había un momento y lugar para hacer ese tipo de cuestiones tan de fans, era
ese. Recuerdo que aproveché para charlar con la pareja del propio Hensley,
española y también mánager del artista, comentándole que pertenecíamos al Club
Oficial Español de Deep Purple y que estaríamos interesados en una
entrevista con Ken. Por aquel entonces todavía no me había lanzado al
fascinante ruedo de entrevistar a artistas y mis procedimientos fueron tan torpes
como patéticos, aunque siempre con el respeto hacia la persona y al músico como
bandera. Su encantadora mujer imagino que no nos acabó de tomar en serio y nos
dijo aquello de que ya se pondría en contacto con nosotros, lo que en este
argot viene a ser lo mismo que decir que no están interesados; si es que ni
siquiera llevaba el carnet de socio, una revista o cualquier otra referencia
que atestiguase mi afirmación. De cualquier modo este fue el germen de lo que
poco más tarde se acabaría convirtiendo en otra de mis pasiones: hacer
entrevistas.
Lawton & Kerslake charlando con el personal.
Hace ya diez años de este evento y mi memoria flaquea a la hora de
recordar el orden cronológico de las distintas fases o momentos de esta
convención. Me resultó muy curiosa una especie de subasta que se encargó de
llevar a cabo el propio Lawton, encantado de su papel de anfitrión
encargado de subastar los diversos objetos que allí hacían su aparición. Te
podías encontrar desde pequeños fetiches relacionados con las grabaciones de
esa trilogía mágica de discos de los Heep con su voz hasta artilugios
que poco a nada tenían que ver con el universo de Uriah Heep, pero que
pertenecían a la colección personal de John Lawton. Reconozco que lo que
más me sorprendió fue que… la gente pujase por ellos. Imagino que todo tiene su
propia lógica. Si cruzas medio mundo para acercarte hasta el dichoso
Huétor-Tájar en búsqueda de una reunión de die hard fans de Uriah
Heep, lo mínimo que vas a hacer es comprar algún tipo de souvenir
que te sirva como recordatorio del momento, aunque sea una lámpara de la mesita
de noche de Lawton.
Finalmente llegó el momento que la mayoría de asistentes esperábamos:
el concierto en directo de reunión. Sobre un sobrio escenario aparecieron Paul
Newton, Lee Kerslake, John Lawton y Ken Hensley; o sea, cuatro
partes sobre cinco de la formación total de Uriah Heep -aunque, como
comentamos antes, esta era la primera vez que los cuatro coincidían tocando un
repertorio Heep-. Les acompañaba para la ocasión el guitarrista Jan
Dumée, un músico que ha tocado con Thijs Van Leer en algunos discos
de los recomendables Focus y con el propio Lawton en un proyecto
llamado On The Rocks. El show comenzó con “The hanging tree” y
aquello fue, no sé cómo explicarlo, inexplicable. Poder contemplar en el año
2008 un show de esos músicos comenzando con la canción que abre el maravilloso
disco “Firefly” hacía que te transportases súbitamente a un plano astral
distinto. Después sonó “Stealin”, un clásico de Uriah que nunca
me dijo demasiado. El grupo sonaba empastado y el sonido era más que correcto.
En especial me gustó poder escuchar a Lee Kerslake, que poco tiempo
antes había tenido que dejar al grupo por sus problemas de salud; fue un placer
volver a verle sentado tras sus tambores. La siguiente en sonar fue “Sympathy”
y aquello se vino abajo. Este tema es una de las canciones que más me han
llegado desde siempre cuando hablamos de este grupo y el torrente de emociones
que provocó su interpretación en vivo con un John Lawton comandando a lo
grande es algo que no se presencia todos los días. La voz de Lawton rayó
a gran nivel en todo momento, pero es que aquí echó el resto. Caviar del bueno.
Tras “The wizard” le tocó el turno a la preciosa y delicada “Come
back to me”, todo un regalo para nuestros rendidos oídos.
Uriah Heep: "Sympathy".
El show estaba siendo espectacular, nada que ver con los repertorios
típicos -aunque también excelentes, ojo- que puedan ofrecer los propios Uriah
Heep y esto era algo que el público agradecía sobremanera. El asunto
continuó con “Free me”, también de la época de Lawton en el
grupo. Después interpretaron “Paying my dues to the Blues”, una canción
en solitario de John Lawton y que no desmereció en absoluto con lo que
todos los asistentes estábamos escuchando. Este tema aparece en el disco en
solitario de Lawton titulado “Still Payin’ My Dyes...” y es del
todo recomendable.
Lee Kerslake y John Lawton.
Tras unos momentos de silencio Ken Hensley hace que suenen unas
notas de su teclado y todo el público irrumpe con un aplauso: se trata del
inicio de “July morning”, supongo que lo más conocido y famoso de Uriah
Heep junto a “Easy livin” y “Lady in black”. Estamos ante una
de las creaciones más intensas de Hensley, otra muestra más que
comprehende todas las explicaciones que le colocan en la categoría de genio. El
“Child in time” particular de Uriah Heep, como muchos dijeron en
su día. Una canción llena de contrastes, plena de belleza, de quietud, de
sensualidad y a la vez portadora de la tormenta, de la furia contenida.
Imposible que no venga a la cabeza el tristemente malogrado David Byron,
vocalista original e irrepetible de esos primeros y clásicos Uriah Heep,
cada vez que suena esta canción. Para esta versión Kerslake se volvió a
hacer cargo de los agudos del final del tema, como lo hacía en la época que
coincidió en los Heep con el propio Lawton. A partir de ahí a
piñón fijo con “Gypsy” y “Easy livin” para llegar al gran final
tocando el clásico “Lady in black”. Setenta y cinco minutos irrepetibles
de una formación inédita de Uriah Heep. Un único día y un único
concierto.
Paul Newton y Ken Hensley.
Tras acabar la actuación allí nos congregamos unos cuantos de nosotros
frente a un chaval que estaba en la mesa de sonido. Todos, cada uno en nuestra
lengua de origen, nos apresuramos a solicitar al improvisado jefe de la mesa de
mezclas una copia de lo que acababa de suceder en ese lugar. Nuestro
improvisado amigo lo debía estar flipando, mientras nosotros le ofrecíamos
direcciones de email, teléfonos y demás formas de contacto de manera
compulsiva. Llegó un momento en el que el ínclito nos dijo amablemente que en
cuanto tuviera una copia del máster nos la enviaría; igual que la mujer de Ken
Hensley. Todavía no habíamos llegado al punto de disparate con los
dispositivos móviles de hoy en día y el personal no disponía de los útiles
necesarios para registrar la actuación y guardarla para la posteridad. Fue en
ese mismo instante cuando resolví que necesitaba una buena grabadora de audio
casi como el respirar.
Tengo guardado en un rinconcito de mi memoria este
entrañable finde tan atípico como especial. Recuerdo que charlé de
manera amena con un seguidor de Uriah Heep que venía desde Finlandia,
mayor que yo y con bastantes experiencia musicales que contar, y del que,
debido a mi incapacidad y hastío para mantener relaciones humanas
exclusivamente por escrito, no volví a saber nada. Lo que no se paga con dinero
es la posibilidad de vivir la experiencia de sumergirte durante un fin de
semana en un enfermizo mundo paralelo rodeado de seres diferentes y unidos por
la desquiciada pasión hacia una familia musical, acompañados por algunos de sus
propios músicos.
Fotografías de Esa Ahola y Conny Dittrich donde se indica.