Asistí el otro día a la
actuación de uno de mis grupos de siempre, dispuesto a disfrutar del
espectáculo musical y de los espectáculos adyacentes, esos que conocemos los
que nos gusta ir a ver este tipo de eventos. Un concierto en directo es una
experiencia única e intensa en sí misma, no exenta de un buen número de
situaciones paralelas que conviven con mejor o peor fortuna junto con la propia
música, generando una amalgama de sensaciones que perfectamente puede proporcionarle
a cualquier sociólogo horas de placer y entretenimiento.
Casi siempre que salgo de un
concierto me ronda la idea de escribir unas líneas acotando los distintos tipos
de personas y caracteres que pululan por esas profundas e insondables aguas del
océano de la música en directo, porque hay que reconocer que la flora y fauna
que se mueve por esos lares resulta de muy variado pelaje. Y por fin ha llegado
el momento, quiero compartir con vosotros una pequeña clasificación abordando
alguno de los perfiles que seguro que todos habréis podido observar o incluso formar parte. He seleccionado veinticuatro perfiles
que responden a la pregunta del encabezamiento, pero seguro que cada uno podría
hacer su propia selección. Ahí van:
1.- Para hablar con los
amigos…o con quién sea.
Es todo un clásico. Un
concierto siempre es un evento social y, como tal, la interacción humana es
inevitable; muchas veces resulta gratificante, sobre todo cuando todos los
interlocutores tienen claro que el fin último es atender al espectáculo en sí.
Desgraciadamente hay sujetos que encumbran el diálogo con sus semejantes hasta
la primera posición de su escala de prioridades, lo que desemboca en
situaciones rocambolescas donde, como no tengas cuidado, puedes encontrarte con
que has pasado el concierto preso de un maremagnum de comentarios que pueden ir
desde lo peregrino hasta lo irritante, pasando por lo banal y lo estúpido.
2.- Para mandar mensajes con
el teléfono móvil.
Esto no pasaba hace quince
años. Uno ya es viejo. Recuerdo esas historias de abuelo cebolleta en las que
te cacheaban en la entrada de los conciertos para evitar que accedieras al
recinto con cámara de fotos, amén de otra serie de objetos. Incluso en el
conocido rastro madrileño había gente que ¡vendía esas fotos!... ¡y otra gente
las compraba! Eran otros tiempos.
Hoy día todo es más complejo.
Pasada la fiebre de hacer cutre-fotos y de intentar impedir la realización de
las mismas por parte de los organizadores, hemos llegado hasta extremos, cuanto
menos, sorprendentes. La gente no solo realiza y manda fotos con sus celulares,
sino que se puede pasar practicamente toda la actuación escribiendo guasaps a vaya usted a saber quién,
seguro que comentando lo bien que está el concierto al que no está prestando la
atención que se merece.
3.- Para dar paseos por las
instalaciones.
Cuando voy a un espectáculo,
sea cual sea su naturaleza, siempre procuro buscar un lugar cómodo desde el que
disfrutar lo que he pagado por ver y no suelo abandonar ese lugar si no es por
causa mayor. No os podéis imaginar la cantidad de gente que puede pasar por mi
lado ni la cantidad de veces que pueden llegar a hacerlo, y eso que no soy nada
observador. Hacia la mitad de la actuación estoy seguro de que controlan la
ubicación exacta de cada espectador, aunque puede que no sepan si el grupo que
toca lleva un guitarrista o dos.
4.- Para ir al baño (variante
del apartado anterior).
Procuro que mi sitio no esté
cerca del lavabo porque si no aquello puede ser el acabose. Si hay gente que
pasa ochenta veces por el mismo sitio, la frecuencia de paso se puede multiplicar
en caso de tener la desgracia de colocarte cerca del baño. Qué sucede dentro de
esos habitáculos sigue constituyendo un verdadero misterio. En los años ochenta
sabías por qué un tío podía tardar varios minutos en salir de un servicio…pero
¿hoy?
5.- Como relaciones públicas.
El amigo que, no importa si
el concierto se celebra al lado de su casa o en Katmandú, siempre va a conocer
a todo el personal; y al que no conozca, no te preocupes, que le acabará
conociendo. No falla.
6.- Para ligar, lucir
modelito, lucir pareja…
Otro clásico. Todo el mundo
sabe que un concierto, pese a las condiciones físicas y de espacios en el que
se desarrolla, es el lugar idóneo para promocionarse o dejarse ver. He llegado
a conocer a personas que asistían al evento de un determinado artista según el
potencial tipo de público que podría congregar. Seamos realistas, que levante
la mano quien no haya intentado ligar en un concierto. Qué tiempos aquellos,
llenos de inocencia y desbordante juventud.
7.- Para empujar, saltar o
invadir el espacio personal ajeno. Con o sin camiseta.
Todos aquellos descendientes
directos de los primates que se entregan físicamente a la causa, hasta la
extenuación si es preciso. Se les distingue perfectamente, no importa lo
abarrotada que esté la sala, siempre disfrutan de un privilegiado espacio vital
vacío alrededor suyo; asunto, por otro lado, comprensible, puesto que no hay
Dios que se atreva a acercarse a ellos y a su “peculiar” manera de disfrutar
del concierto. Los únicos que se atreven a hacerles sombra son sus semejantes,
que disfrutan de ese extraño ritual de empujones parecido a la lucha por el
territorio que se produce en otras especies animales.
Los que lo hacen sin camiseta
suelen poblar las primeras filas del evento, siempre dispuestos a saltar e
impregnar con su sudor a todo aquel valiente que decida acercarse a esos
hábitats desconocidos y llenos de peligros que constituyen las primeras filas
de los conciertos.
8.- Porque asiste con sus
colegas.
Empresa de noble esencia.
Puede que no le guste mucho el grupo que toca, o que ni siquiera los conozca,
pero por un amigo se hace lo que sea. La de pobres almas en pena a las que he
arrastrado a la salvaje vorágine musical… y la de veces que he sido arrastrado
por idéntico motivo hacia las fauces de cualquier cantautor del tres al cuarto
con ínfulas de grandeza y que consigue matarte de aburrimiento en cuanto abre
el pico y rasga las cuerdas de su instrumento pobremente afinado la mayoría de
las veces. ¡Ah! los amigos; que sigamos ahí muchos años. Lo mejor de todo es
que, aunque el evento haya sido un tostón, siempre queda el post concierto; lugar ideal para
redimirte de todos los pecados.
9.- Para salir de fiesta.
Aquí ni siquiera buscamos
excusas, se trata de pasar un rato agradable con los amigos. Bueno, puede
servir como excusa para que las parejas que se quedan en casa te dejen ir de
fiesta con los amigotes.
10.- Porque tocan sus colegas
(variante de los dos apartados anteriores).
Asunto espinoso donde los haya.
Derivado de los apartados ocho y nueve pero aumentando el nivel de dificultad.
Si antes solo tenías que disfrutar o soportar el concierto, según la pericia
del artista que actuara, ahora estás obligado al posterior juicio del mismo; y
cuidado con el juicio que emites, que puede traer consecuencias. No es esta una
cuestión baladí, hay que escoger con tacto, prudencia y mesura las palabras
que saldrán por nuestra boca porque, desde ese mismo instante, seremos esclavos
de ellas de por vida.
Encontramos dos vertientes en
este apartado: Que nos guste la actuación, en cuyo caso estará todo correcto, o
que no nos guste, asunto más espinoso. En el caso de que no nos
guste el concierto hay, a su vez, otros dos subapartados: Por un lado tenemos
al amigo músico de toda la vida, al que nos une una fuerte y sincera amistad.
En este caso no pasa nada si somos casi sinceros y le comentamos que no estamos
preparados para degustar ese néctar fabuloso con el que ha regalado a nuestros
inexpertos oídos. Asunto más delicado acontece cuando el músico es conocido o
es amigo de otro amigo, en este caso no hay receta válida, solo nuestro verbo
inspirado nos puede sacar ilesos de semejante atolladero. La realidad es
difícil, si no te ha gustado y eres sincero el resultado será malo, pero si
eres políticamente correcto corres el riesgo de que te invite a otro concierto.
Lo mejor en estos casos es no opinar y pasar directamente al post concierto.
11.- Porque va obligado,
generalmente con cualquier excusa peregrina.
Puede ser el germen de alguno
de los perfiles comentados en este escrito, lo que llevaría a la industria
discográfica a la difícil reflexión sobre el interés real de un elevado
porcentaje de gente que consume música (que no paga) y que asiste a
espectáculos (a los que suelen ir invitados por los que les obligan).
12.- Porque me lleva mi
pareja (variante del apartado anterior).
Aquí no hay reflexión
posible. El amor mueve montañas.
13.- Para consumar cualquier
historia de amor.
Desde los que se dan su primer beso hasta la gente que se pide
matrimonio. Tampoco hay reflexión. El amor mueve montañas. Otra vez la bendita
e inocente añorada juventud.
14.- Para escuchar la única
canción que le gusta del artista en cuestión.
Especie especialmente
peculiar. Hay muchos estudios hechos pero las conclusiones resultan confusas.
Está claro que les gusta la música – debemos pensar que pagan por escuchar una
canción – pero resulta inquietante que se pasen el concierto esperando a que el
artista interprete según qué canción que para ellos resulta importante. Esta
rara avis tiene su propia variante, que desarrollaremos en el siguiente
apartado.
15.- Solo y siempre al mismo
músico.
Nos encontramos con gente que
solo va a los conciertos de un artista en particular. Mira que hay música ahí
fuera, no hay problema, nuestro protagonista no desfallecerá traicionando a su
músico o grupo fetiche con cualquier otro artista que le desbanque de ese trono
en el que reposa. En este apartado conviene comentar que uno de los artistas
que está a la cabeza a la hora de provocar semejantes sentimientos entre
algunos de sus oyentes es Yngwie
Malmsteen. No importa lo bueno que sea Yngwie
- que lo es, no hay duda al respecto - siempre será capaz de despertar las
pasiones de algún fan fanático que le encumbre
a ese pedestal único y excluyente. Misterios de este arte sublime.
16.- Solo si va invitado.
Prensa y similares.
Si el anterior perfil
corresponde a la gente de noble corazón, en este aparecen otras cualidades
humanas menos deseables, desde luego. Muchos artistas son tan buenos como la
cantidad de pasta que sus mecenas puedan pagar a la prensa especializada (gracias a Dios no toda) para que hablen bien
de ellos, aunque no se hayan escuchado el disco completo. Aquí tenemos todo un
catálogo de las miserias humanas, desde comentarios pactados hasta crónicas de
conciertos que no han visto completos o a los que, directamente, ni siquiera
han asistido.
Lo triste es que, solo a
veces, el artista es bueno y no necesita de semejantes artimañas. En fin, el
mundo es un lugar difícil e injusto a veces.
17.- Para criticar. Nunca le
va a gustar.
Da igual que el mejor, más
inspirado y técnico músico haya ofrecido el concierto más insultantemente
perfecto de toda su carrera, siempre nos vamos a encontrar a alguien que le
pondrá alguna pega, por estúpida que pueda llegar a ser. A veces estas críticas
las hacen sujetos que se encuadran en los siete primeros perfiles… o la prensa
que no ha recibido su diezmo pertinente.
18.- Para verlo / escucharlo
de manera perfecta.
Le puede molestar cualquier
cosa, que la gente hable, se mueva o respire. Puede pasar parte del concierto
ubicado en distintas zonas seleccionadas con exactitud milimétrica buscando el
lugar con la acústica perfecta. Ni que decir tiene que ningún concierto le
suena bien, siempre va a saturar el bajo, no se va a escuchar la voz en la
primera mitad del concierto o la sección de viento no se ha podido disfrutar
completamente. Serían perfectos violinistas, si es que no lo son ya.
19.- Porque “hay que ir”.
Esos grandes grupos que todos debemos ver en directo.
Una auténtica plaga. El
barómetro perfecto para medir el nivel de popularidad de cualquier grupo
musical. Un artista solo consigue alcanzar el verdadero estrellato cuando
consigue que a sus conciertos acuda una ingente cantidad de público que no
tiene ni idea de su producción artística ni le interesa, sino que asiste porque
el músico en cuestión es famoso y puede que nunca más vuelva a actuar en
directo en su zona. Exacto, todos estamos pensado en los Rolling Stones. Estoy seguro de que más del setenta por ciento del
público que va a sus conciertos no posee
más de cinco discos de la banda; qué coño, seguro que más del cincuenta por
ciento solo conoce el tema “Satisfaction”
y porque lo habrá escuchado en un anuncio de coches o de detergentes.
20.- Para conseguir algo de
los músicos que actúan.
Una púa, una firma, un
setlist de la actuación, una mirada, un instrumento, acceder al camerino, un
polvo…cualquier cosa es válida para justificar su presencia en el evento de
turno. Como decía nuestro encantador forajido Ian “Lemmy” Kilmister, icono musical donde los haya y líder del
grupo Motorhead, que decidió
aprender a tocar la guitarra porque comprobó que si tenías ese instrumento en
tus manos las mujeres deseaban intimar contigo… y si sabías tocarlo se
desnudaban más rápido. Genio y figura.
21.- Porque lo organiza o
forma parte del comité organizador.
Todo estará perfecto y
fenomenal. Da lo mismo que se lo preguntemos antes, durante o después de la
actuación, la contestación será idéntica. Desde aquí quiero agradecer enormemente
a la gente que se dedica a esta tarea, sin ellos no habría música en vivo. Curiosamente
encontramos una relación inversamente proporcional entre la importancia y
prestigio del promotor respecto a la veracidad de sus valoraciones sobre los
conciertos que programa, normalmente suele acercarse más a la valoración real el
tío que está empezando en esto.
22.- Para olvidar.
La naturaleza humana siempre
tan desconcertante. Válvula de escape para su propia frustración. Generalmente
suele ir ligado a connotaciones negativas y de mal rollo, perfectamente el
desenlace puede ser violento.
23.- Para ejercer la
intransigencia o la violencia.
Perfil directamente ligado al
anterior. Gente que tiene un problema o que, simplemente, está mal de la
cabeza. En este sentido hay que reconocer que, dentro de los conciertos de Rock, nos hemos civilizado bastante. En
los años ochenta un gran número de eventos rockeros acababan en batalla campal;
cualquier pretexto bastaba, un mal gesto, un empujón, una mirada furtiva a la
novia de otro – o que ella te mirara a tí – podía desembocar en el desastre. No
se salvaban ni los propios músicos. Recuerdo que un amigo me contó que en un
famoso festival rockero que se celebraba en suelo inglés durante los años
ochenta, una de las prácticas favoritas del personal consistía en lanzar
botellas llenas de meado al escenario. Imagínate que eres todo un artistazo,
estas interpretando tu música en un momento de inspiración genial y, de pronto,
impacta con tu cuerpo un artefacto lleno de pis. Delirante. En defensa del
sufrido y peculiar seguidor rockero hay que decir que desde todos los
estamentos sociales eran tratados como chusma de la peor calaña, había una
falta total de organización para los conciertos, no había la más mínima
infraestructura, los horarios no se cumplían, el seguidor rockero era una
especie de competidor entrenado para superar toda una suerte de obstáculos
hasta conseguir el preciado objetivo de disfrutar de un concierto en directo; y
al final eran esperados por los gentiles agentes policiales, siempre dispuestos
a colaborar con el ciudadano.
Mucho de esto ha cambiado hoy
en día y los amantes del Rock somos
tratados casi como seres humanos con derechos. Bueno, el ente de seguridad
pública aún continúa velando por nuestro bienestar y seguridad.
24.- Para experimentar algo
único y vital.
Algo tiene este universo de
las actuaciones en directo, que no podemos vivir sin experimentar sus sensaciones.
Es una cuestión recíproca, tanto el que se sube al escenario como el que lo
contempla experimentan una especie de simbiosis vital que retroalimentan
cuerpo, alma y espíritu. No importa que el ser humano se autodestruya poco a
poco con sus estúpidas leyes, engaños y
convicciones; mientras haya alguien dispuesto a subirse a un cajón e
interpretar una melodía con un instrumento musical alumbrado por una bombilla y
otro lo vea, seguirá existiendo el arte.
Jajaja. Que bueno. Cómo me he podido reir. Y todavía no lo he acabado. Mis sinceras felicitaciones por esta artículo, hacía mucho tiempo que no leia algo tan inspirado y con tanta chispa.
ResponderEliminarLuis. Madrid.
Seguro que todos nos hemos incluido más de una vez en alguno de esos apartados. Estupendo artículo y feliz verano a todos.
ResponderEliminarLidia.
Interesantísima selección. Aunque he picado de algunos, desde luego mi motivación siempre ha sido y será la número 24.
ResponderEliminarSalud al Rock en directo.
Juanjo.
Añado un perfil normalmente ignorado en los conciertos.
ResponderEliminarLe ha faltado un perfil, que puede hacer que no te guste ir a conciertos. Porque estás en protección civil, eres policía, miembro de una empresa de seguridad, camarero/a@, taquillero/a@, ... y te toca currar allí, pero no tienes puñeteras ganas de estar en semejante sarao ( máxime si es de un estilo musical contario al de tus gustos).
Y nada comento de esas grabaciones piratas llenas de sabios comentarios del colega de quien grababa: "este solo de guitarra es el mismo de la gira del '77...).
Tomamos nota para la segunda entrega. Un abrazo.
EliminarPaulino.
Genial Paulino, com siempre. Y que cierto todo!!!
ResponderEliminarUn abrazo enorme!
Vaya repaso que nos has dado. Lo has clavado, como de costumbre...y que veamos muchos más.
ResponderEliminarFuerte abrazo.
Ginés.
Un perfecto repaso de todas las actitudes del personal que asiste a los conciertos.
ResponderEliminarSaludos.
Jorge.
Jajaja, buenísimo. Yo añadiría el que lo encuentra como la mejor excusa para pillarse un pedo descomunal, cosa que no pasa solo en festivales veraniegos, sino en conciertazos de entradas de 40 euros para arriba.
ResponderEliminaranotamos para la segunda parte jaja.
EliminarPaulino.
Excelente!!!! Jajajajaja!!!!
ResponderEliminarCreo que éste artículo nunca será atemporal (varían sólo los puntos de la electrónica personal). Menos mal que no eres observador.....jajajajja!!!
Pol.-
Me alegro de que te haya gustado. Mucha suerte con vuestro bolo de Córdaba de Julio... y con los que vengan después.
EliminarPaulino.
Has dado en el clavo totalmente. Qué bueno, lo que me he podido reir mientras lo leía, jajaja. Felicidades y desear un estupendo verano al personal.
ResponderEliminarSonia.
Acabas de sentar cátedra con este pequeño catálogo en el que todos los que vamos a conciertos hemos pensado alguna vez, pero nadie se había decidido a escribirlo. Felicidades por el rato tan cachondo que me has hecho pasar. Esperando la siguiente reflexión...jaja.
ResponderEliminarJorge.
Me ha encantado tu categorización. Has abarcado casi todos los tipos de personas que se acercan a los conciertos. Vengo del mundo de la cláscia, así que incluiría otra categoría más: la de los estirados que van mirando por encima del hombro al artista, casi perdonándole la vida.
ResponderEliminarUn saludo...y enhorabuena por tan estupendo artículo. Pablo.
Muchas gracias a Luís, Pablo, Lidia, Morrison, Pol, Velkar, Jorge, Sonia, Juanjo y Ginés por vuestros comentarios. Me alegro de que hayáis pasado un rato divertido leyendo, era la idea.
ResponderEliminarAhora, como charlaba el otro día con un amigo, a pensar en la segunda parte jaja. Un saludo...nos leemos.
Paulino.
Pues una segunda parte estaría muy bien también. Seguro que siguen apareciendo nuevos perfiles de sujetos que van a los conciertos con fines que se nos escapan a loa demás. Ya sabes, Paulino, ponte a la faena. Saludos.
ResponderEliminarLidia.
Ja,ja,ja, cojonudo como siempre.
ResponderEliminarA lo que comenta el compañero de la seguridad, una vez monté un concierto de Café Quijano e hice de seguridad en el frente del escenario, arriesgando mi vida ante madres con sus hijos y señoras que intentaban volcar los antiavalanchas, que tensión!!!
Eso si las miraditas que te dedicaba alguna señorita de buen ver te hacían creer el machaca de Axl Rose!!! Que poder otorga la camiseta de Security...
Saludos.
Alberto.
Y los de seguridad que van a los conciertos, muchas veces a generar más inseguridad. Desde los que no conocen u odian al grupo que toca hasta los que son fans de ellos.
ResponderEliminarExcelente recopilación de esas gentes que van a los conciertos. Saludos.
Fran.
Que bueno, como me he reído y cuanta razón tienen. Seguro que todos conocemos a gente o nos retratamos nosotros en cualquiera de los apartados, jejejjj. Segunda parte please. PLH.
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