Clube de Adictos a Deep Purple

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Púrpura Chess

This blog is basically a musical site. Here we talk about the music we like, using different angles. As dear and missed Jon Lord once said: “Music is the highest kind of Art that exists”. I think the same way too.

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viernes, 25 de junio de 2021

Para qué escribe la gente sobre música. VIII.


En estos tiempos tan inciertos y convulsos a todos los niveles que nos está tocando vivir, nos acercamos inexorablemente a un nuevo verano. Bajo el incómodo paraguas de esta asquerosa pandemia que arrasa con la vida, la salud, la estructura social, los recursos, la concordia o la política mientras saca a relucir el abundante abanico de nuestras miserias humanas, nos volvemos a topar casi sin quererlo con la amada/odiada época estival. De nuevo volveremos a escuchar las mismas proclamas de siempre y seguro volveremos a cometer los mismos errores que de costumbre. Poco o nada nuevo bajo el sol.

Y nosotros volvemos también como cada verano abordando un nuevo tema de debate sobre nuestro adorado universo musical, tan innecesario como esencial, tomándonoslo con toda la seriedad, ironía e irreverencia que cada uno estime oportuno…siempre que se tenga la paciencia y/o curiosidad suficiente como para seguir leyendo esta suerte de letras encadenadas con mayor o menor tino.

La música es un idioma tan especial que permite acercarnos a sus dominios de multitud de maneras y, usando esa transversalidad que queremos pensar que nos caracteriza, proponemos un tema que nos toca muy de cerca a todos los que disfrutamos de este arte de los sonidos tanto como de un papel en blanco y una pluma. Esta vez el protagonista no es tanto el sonido como la sucesión de letras que este provoca; desde las afamadas publicaciones musicales, que casi parecen tan importante o más que los propios músicos, hasta el chaval que desde el cobijo de su habitación y con la música de su grupo preferido de fondo se decide a escribir sobre las emociones que dicha música le produce.

Una vez más se trata de una clasificación tan subjetiva como imperfecta, que no busca más que desde un pequeño entretenimiento hasta tal vez alguna que otra pequeña reivindicación. Según el crisol del que lo lea, por supuesto. Supongo que cada vez que uno se pone delante de un texto, igual que frente a un disco, no puede sustraerse a los posibles perfiles que hay detrás de cada pluma. Desde aquí se proponen algunos, seguro que cada uno de nosotros señalaríamos otros distintos, con toda la irreverencia e ironía de la que se puede hacer gala aunque siempre intentando honrar a la realidad.


 

 -. Para informar.

Tal vez el sentido más obvio o en el que primero podemos pensar cuando nos plantean esta cuestión. Cierto es que el arte de la literatura tiene infinidad de motivaciones y es uno de los más transversales que existen, pero una de las justificaciones más recurrentes para su uso es la de contar o explicar a tus semejantes sobre lo que acontece a cualquier tema en cuestión. La información es algo básico para el ser humano y esto es una afirmación que no ofrece la menor discusión. Desde que el hombre es hombre esto ha sido así, pero es que en los últimos tiempos que nos está tocando vivir esto es un hecho irrefutable. El poder que atesora conocer los datos y entresijos de determinados asuntos te permite tener el control, sin duda; otra cosa es el uso que se hace de ese conocimiento, aquí seguro que nos podríamos enfrascar en un apasionante debate.

Dentro del entramado musical no es tan importante como la música en sí misma, por supuesto, pero poco le falta. Ya puedes haber compuesto y grabado la mejor canción que haya ideado el talento humano jamás y haberla grabado con una calidad extraterrestre, que si nadie se lo dice al resto de la humanidad tu obra va a quedar para ser degustada por tus familiares y amigos. Ese es el sentido y el poder de la información: que hace llegar algo a todo el mundo. Otra cosa será la calidad del informante, del medio y su imparcialidad o ausencia de la misma; pero eso seguro que lo abordamos más adelante en alguno de los ítems de esta clasificación imposible.

 

-. Para trabajar.

Oficio noble donde los haya. Te puedes ganar la vida de muchas cosas, desde oficios imprescindibles hasta deleznables, pero desde luego que el que tiene la suerte de desarrollar su actividad productiva y remunerada escribiendo sobre los distintos grupos musicales que pueblan nuestro planeta y sus respectivas músicas debe de sentirse afortunado. Eso de trabajar es algo que, te guste o no, tienes que hacerlo durante la mayor parte de tu vida, por lo que mucho mejor que la actividad laboral consista en algo que te guste o que, al menos, no te provoque dolores de cabeza y arcadas. Para cualquiera que le guste el oficio de juntar letras con un mínimo sentido y gracia, el hecho de poder dedicarse profesionalmente a esto debe de ser como una bendición.

También conviene tener en cuenta otras consideraciones como el matiz de obligatoriedad que aparece cuando tienes que desempeñar una labor bajo condiciones por contrato. Puede ser que un día te sientas flex y seas capaz de desenvolver todo el volumen de trabajo sin pestañear en un santiamén, incluso adelantes parte de lo que tengas que realizar para otro momento. Otra cosa es cuando uno se encuentra en la situación contraria: no sale nada con lo que llenar la hoja en blanco y lo que se te ocurre es una mierda. Sin problemas, en ese caso es cuando uno debe de pensar en el trabajo que le resulte más desagradable –empleado de banca, por citar un triste ejemplo– y dar gracias de poder dedicarse a esto.

Otra consideración sin duda a tener en cuenta es que te guste o no la música sobre la que tienes que hablar. Si es el estilo que disfrutas en tu tiempo libre aquello será perfecto y si no te interesa, pero al menos la soportas, será llevadero. El problema vendrá si los artistas y la música cuyas informaciones tienes que cubrir no te gustan o directamente detestas, ahí el asunto se torna peliagudo. No quiero ni pensar lo que debe de ser seguir las evoluciones artísticas y el día a día de cualquier cantautor y su insufrible perolata que estás obligado a escuchar/sufrir sin remisión, o al nuevo rapero de moda de turno, sus estúpidas poses y su discurso más propio de un niño de cinco años que de un adulto formado; entonces incluso uno casi empieza a ver la chaqueta, camisa recién planchada, corbata y el nauseabundo rollo trepa del típico banquero de otro modo.

 

 

 -. Por obligación.

Mira que poder ganarte la vida -o al menos intentarlo- escribiendo es algo que está solo al alcance de una selecta minoría; pues tranquilo, que seguro que siempre habrá alguien por estos mundos nuestros de Dios que esté en esa posición de privilegio y no sienta el más mínimo apego o placer por ella. Esto del arte de escribir es casi tan insondable como el arte de componer y ejecutar música, por lo que es posible encontrar un abultado abanico de situaciones, desde las habituales hasta las más surrealistas que tengan cabida dentro de la realidad humana. Vaya por delante que en este apartado solo incluimos a todas aquellas personas poseedoras del don de poder escribir, no nos vamos a ocupar aquí de todos aquellos que en cuanto juntan un puñado de letras lo único que demuestran es que no tienen ni puta idea del asunto.

Resulta curioso que alguien con este talento a la pluma frente al folio en blanco acabe ganándose la vida dedicándose a esto sin desearlo de veras. Aunque de todo hay en la Viña del Señor, esta desavenencia no suele venir por el hecho de tener que escribir sin querer hacerlo aunque seas capaz de ello...que a veces, de manera incomprensible, también. Normalmente esta situación se suele producir por el hecho de tener que escribir sobre una determinada temática que no te interesa en absoluto o que directamente desprecias, entonces ni las más lúcidas plumas consiguen esconder del todo su absoluto desinterés o desmotivación hacia los motivos de sus textos. Pero hay que ganarse la vida. Volvamos a recordar el último ejemplo del apartado anterior con el caso del cantautor petulante y plasta sobre el que tienes que hablar. Pero hay que ganarse la vida y (casi) todo oficio es digno.

 

 -. Por pasión.

Aquí nos encontramos a gente de todo tipo de pelaje, procedencia y condición, unidos todos por un bien común: el amor hacia la Música. Imposible sustraerse a la tentación de dedicar desde unas líneas hasta sesudos estudios al hecho musical que tanto nos llena y tantas sensaciones placenteras nos provoca. El escriba en cuestión se siente en la inmediata necesidad de compartir con el resto de mortales sus vivencias, deseos y emociones -o, al menos, con todos los interesados en leerle-, generando de este modo una comunicación que trasciende lo terreno para elevarse a otros estamentos de la psique humana. Todo por amor a la música y a lo que nos provoca al escucharla.

Dentro de este apartado podemos leer los escritos de personas que se dedican profesionalmente al arte de las letras, que recurren a ellas ocasionalmente o que lo hacen sencillamente como pasatiempo o distracción. Desde luego que si consigues dar con un periodista musical que trabaje de ello y que sienta esta pasión sobre la que aquí escribimos, no lo dejes escapar; este tipo te hará disfrutar y extender todo lo bueno que te produce la música de tus artistas preferidos gracias a sus reflexiones impresas. Aunque también nos podemos topar con muchísima gente que, sin tener estudios o demasiados conocimientos sobre el noble arte de escribir, te puede llegar a emocionar con lo que comparta desinteresadamente con el resto de todos nosotros; es lo que tiene escribir algo desde el corazón y de manera sincera: que nada de lo que salga de ahí será malo. Esto es algo que en estos últimos años se ha potenciado gracias a las redes sociales de nuestro amado/odiado nuevo mundo virtual; no todo esto del internet iba a ser malo, ¿verdad?


 

 -. Por encargo.

Esto no es bueno ni malo. Las personas de este apartado bien podrían etiquetarse de manera transversal dentro de algunos de los apartados mencionados anteriormente en este texto, pero lo que les caracteriza no es el deseo de escribir sobre algo en sí mismo, por cuestiones laborales o por obtener cualquier tipo de contrapartida al hacerlo. No, el protagonista de nuestro ítem realiza su actividad al teclado por haber recibido el encargo de hacerlo. Por norma general la motivación es noble y nuestro escriba particular suele escribir algo sobre alguien con el que tiene algún tipo de conexión a nivel humano; normal, por eso es solicitado para hacerlo. Muchas veces el escritor no se dedica a escribir, sino que sus servicios son solicitados para llevar a cabo alguna reseña o comentario por parte del propio artista y eso es algo muy bonito. Distinguimos esto de la gente cuyo oficio o dedicación es la de escribir, en ese matiz reside la diferencia de este apartado. Pienso ahora mismo en la gente que escribe en el prefacio de cualquier libro de cualquier músico -seguimos hablando sobre música, que no se nos olvide- o redacta cualquier comentario sobre un disco, grabación, actuación o experiencia de distinta índole relacionada con el artista que le pide el favor de hacerlo. Hoy en día, con toda la explosión y sobre exposición de redes sociales, el mundo visual y escrito está muy solicitado. En este contexto resulta normal buscar a personas que te ayuden a pintar de letras e imágenes los numerosos lienzos en blanco que te ofrecen estas redes sociales. No debe ser sencillo para un músico estar de actualidad continua en este nuevo mundo de consumo ultra rápido cual gigantesca hamburguesa-basura que deglute sin pestañear de manera continua cualquier tipo de información por estúpida que sea. Y puestos a tener que compartir contenidos con el resto del planeta, si se puede publicar algo con un mínimo de enjundia y hecho desde el cariño, aunque sea por favor y encargo, mejor que mejor.

 

 -. Por interés.

Buscando dinero, prestigio o posición. Una de las mejores maneras de manchar el noble arte de escribir, sin duda. Uno de los principales exponentes del asqueroso universo trepa que hemos comentado con anterioridad y al que tristemente nos volvemos a referir. Pululan por ahí un elevado número de individuos mediocres dispuestos a todo tipo de argucias a cuál más rastrera para subir su posición laboral, social o de cualquier otro tipo de escala que se os ocurra. Esta gente cambiará sin rubor de ropa interior -Barón Rojo dixit- para escalar un peldaño más en su particular escalera de ponzoña y putridez, sin importarle demasiado a quién haya que pisar, engañar o vender en el proceso. En fin. Los distinguirás enseguida, sin necesitar siquiera de leerlos en profundidad. En cuanto ojees un poco todo lo que hay detrás de lo que escribe; esto es, sobre quién escribe, para quién escribe, desde qué plataformas lo hace o en qué términos se refiere al artista de turno.

En lo que respecta a la prensa musical en particular -y a todas en general- no hay que ser muy sagaz para darse cuenta de que no se escribe sobre los mejores artistas, discos o canciones, sino sobre los que más pasta dejan, directa o indirectamente, a las publicaciones que hablan sobre ellos. Esto es un hecho tan real como constatado por todas las partes, lo cual no deja de ser triste. Poderoso caballero es don Dinero. Lo que disgusta es el hecho de que hasta el propio músico se ve obligado a jugar el juego, buscando la necesaria publicidad -y si es buena mejor- que le puedan otorgar los medios de comunicación. Qué coño, incluso hay algunos que se preocupan más de la  promoción y la pose que del talento. No es lo que seas, sino cómo te vendas, dicho tan asqueroso y repugnante como real. Supongo que aquí se pone de manifiesto una vez más lo asqueroso y limitado de nuestra condición humana. Gracias a Dios no todo el mundo opera de este modo, siguen quedando ejemplos vivos de personas con principios y con la cabeza exquisitamente amueblada que nos dan lecciones al resto de los mortales desde que se levantan hasta que se acuestan... aunque esto les haya costado no alcanzar el reconocimiento que sin duda merecen; alzo mi copa por ellos.

No quiero finalizar este apartado sin referirme a dos ejemplos prácticos de todo esto que aquí se comenta, dos prácticas que me irritan especialmente y que por desgracia aparecen con más frecuencia de la que uno quisiera: me refiero a las críticas de discos y a las crónicas de conciertos en directo. En lo que respecta a los comentarios sobre discos tenemos desde medios que solo hablan de las obras cuyos artistas no solo les regalan como promoción, sino por las que además pagan para que los medios en cuestión las comenten; resultando esos comentarios más positivos cuanto mayor sea la cantidad de pasta que les ofrezcas. Todo muy profesional. Y en cuanto a las crónicas de los conciertos en directo ya he hablado por aquí de esto otras veces y de cómo hay sanguijuelas con lápiz que van por la vida pidiendo setlist previamente, pasándose los concierto en la barra engullendo todo el líquido y sustancias que les pongan por delante, llegando solo al final de la actuación para que al menos le vean por ahí o directamente sin asistir e inventándose la crónica de turno. Por desgracia tengo varios ejemplos documentados y guardaditos  en uno de mis cajones para cuando alguien me cuestiona o me ladra al respecto. También hay que decir que estas prácticas se detectaban más en el pasado. Ahora, con tanta información pululando a cada segundo por todos los rincones del mundo y con el acceso general que ha dado internet, nos podemos beneficiar de verdaderos fans que asisten a actuaciones o nuevos discos por los que llevan meses esperando, que disfrutan y a los que prestan la atención que se merecen. Por lo que si alguna de estas personas se lanza a escribir y compartir con los demás sus opiniones y vivencias, consigue informarnos desde el rigor y la pasión del que siente algo especial por lo que escribe. Y eso, poco a poco, ha ido poniendo a cada uno en su sitio.


 

 -. Para trabajar/hobby.

Un debate amateur/profesional que siempre está de moda; va y viene según los momentos y circunstancias, pero ahí resiste de manera recurrente cada cierto tiempo. Por norma general son algunos de los plumas de algunos de los medios profesionales los que suelen poner en cuestión la labor, calidad o enjundia de esos otros escritores que operan fuera del establishment. Cuando esto ocurre suelen atribuirse la práctica totalidad del espacio legitimado para informar/escribir, argumentando que ellos son los que de modo profesional y con todo lo que ello conlleva se ocupan de seleccionar, interpretar y hacer llegar la información relevante al público general. Incluso no pocas veces se erigen como adalides cuasi inexpugnables de la buena praxis periodístico informativa, relegando el posible papel de otras voces como meras anécdotas que no atesoran la calidad o seriedad necesarias para llevar a cabo lo que consideran como “su” labor.

La verdad es que no acabo de entender estos posicionamientos ante lo que debería ser un campo madre en el que todo el mundo debería poder construir sin pisarse ni limitar supuestos espacios. Todo el mundo se debería poder lanzar al noble y apasionante de escribir -y si es sobre música, mejor, jeje-. Nadie debería preocuparse por la calidad del escrito demasiado, ya que si eres un inútil no creo que mucha gente te lea. Otra cosa es el rigor de lo que se escribe, aunque en el fondo aquí viene a pasar lo mismo: se coge antes a un mentiroso que a un cojo y el que falte a la verdad acabará quedando en evidencia… y con la actual locura de las redes sociales en las que al segundo se destapa cualquier fake -Dios, cómo detesto esta palabra-, todavía más. En fin, que para todo aquel que no soporte la sana competencia, aunque no venga de un lugar reglado como tal, sigo guardando los recortes de prensa musical especializada de los que hablé en el apartado anterior.

 

 -. Para vacilar.

No podía faltar, por supuesto, todo un clásico dentro de nuestra idiosincrasia patria. El extendido deporte de aparentar es algo que convive dentro de nuestro ser. Está en estrecha conexión con el también recurrente arte de exagerar, ambos se retroalimentan casi sin ruborizarse y campan a sus anchas entre nuestros diversos canales de comunicación. Incluso los dichos populares tienen presente esta realidad tan extendida entre nuestra especie. Es de sobra sabido por todos que para cavar una zanja hacen falta trece personas: una que la hace y doce que, aunque están mirando, aseguran saber hacerla mejor. En el terreno musical esto es aplicable a los solos de guitarra: el músico que lo ejecuta y otros tantos que lo harían mejor. Como curiosidad podemos añadir que muchas veces los que realmente están a un nivel superior no se preocupan de estas minucias y se centran en lo suyo propio.

De todos modos, seguro que todos tenemos a ese amigo/conocido que, aunque no le preguntes, te agobia a la menor oportunidad con su variada creación artística -y en el terreno de las letras esto no iba a ser diferente-. Como con todo en la vida, hay distintas maneras de afrontar estas delicadas situaciones. Curiosamente estos sujetos suelen llevar consigo sus diversas creaciones, siempre atentos a cualquier inesperado momento en el que te las puedan calzar; ahora todo esto se ha facilitado mucho con la aparición de los teléfonos móviles, pequeños micro ordenadores en los que caben toda suerte de escritos, grabaciones, vídeos, fotos y demás artilugios de tortura dispuestos a arruinar la vida de cualquier inocente que se cruce en su camino. Imagínate que te montas en un autocar para ir a la antigua Yugoslavia y te toca de compañero al azar un tipo de estos, o te haces el dormido durante todas las horas de trayecto o no quedará más remedio que intercambiar algunas palabras de cortesía con nuestro sujeto favorito...la ocasión perfecta que éste aguarda para compartir contigo todo su arsenal. También puedes fingir que no hablas su idioma...aunque, bien pensado, una minucia como esa no creo que parase el plan de nuestro encantador partenaire de exponerte su libro, porque no te quepa duda de que llevará una copia encima aunque vaya al mismísimo infierno.

 

 -. Para escribir biografías de músicos.

Dios los bendiga. Esta gente pertenece sin duda a una especie de categoría superior que nos entretiene y hace felices al resto de nosotros, pobres mortales. La de diversión, placer y entretenimiento que me han dado a lo largo de todos estos años con sus libros sobre los avatares, vida y milagros de mis artistas favoritos...y los que me quedan por leer. Lo normal es que de estos menesteres no se encargue el propio artista -aunque hay excepcionales excepciones en las que el músico además sabe escribir y lo hace con inspiración- y que se lo encargue a alguien con talento, de su círculo cercano o ambas cosas a la vez.

No es cuestión baladí esto de escribir una biografía, aunque a priori pueda parecer que no deja de ser otro tipo de libro más. En un principio el motivo y trama argumental del mismo ya está decidido desde antes de comenzar a escribirlo, por lo que uno podría estar tentado de pensar que el trabajo ya está casi hecho. Craso error. Hace falta talento para contar la vida de cualquiera; no para enumerar sus vivencias cronológicamente, sino para ser capaz de narrar sus peripecias y enganchar al lector desde el principio hasta el final del libro. Lo difícil no es recopilar la información y darle cuerpo al global del texto, que también, lo chungo es lograr que el lector no pierda el interés mientras lo esté leyendo. Contar de manera entretenida cómo se llevaba el protagonista con su prima cuando tenía doce años o qué pasó cuando un día corría por el bosque y se cayó dentro de un hoyo sin que resulte un coñazo no es sencillo. Mantener la tensión argumental mientras cuentas los años previos a dedicarse a la música -que suelen interesar sobre todo solo a los muy fans o a los psicólogos frustrados- es todo un arte y no está al alcance de cualquier escriba. Puede que haya gente que si empieza a leer este artículo y llega hasta aquí piense que estoy exagerando al darle esta importancia a los biógrafos de artistas; pero, qué coño, si has llegado hasta este punto de la lectura puede que esta surrealista clasificación no te desagrade del todo...además, siempre puedes dejar de leer y confeccionar tu propia clasificación...en cuyo caso te pido que compartas con todos nosotros.


 

 -. Porque no les gusta hacerlo.

Por increíble que parezca también encontramos sujetos que, debido a un elevado número de variopintas circunstancias, resulta que se encuentran escribiendo sobre música sin que realmente quieran hacerlo. Algunos de estos casos pueden incluirse sin problemas en algún apartado anterior -como algunos de los que lo hacen por obligación/trabajo-, pero el espectro es más variado. Aquí nos podemos encontrar con los propios músicos o sus gentes más cercanas, sobre todo en los casos en los que el artista de turno no sea reconocido o famoso, que en un momento dado de la actual realidad paralela virtual en la que vivimos se vean obligados sin remisión a publicitar sus obras o a ellos mismos; de este modo nuestros queridos músicos se ven abocados a interactuar en el fangoso mundo de la red global, a ver si se dan a conocer un poquito más. Puede ocurrir que el artista disfrute con todo el rollo de las redes sociales y lo de mandar mensajitos/fotitos y demás chorradas virtuales, en ese caso seguro que no habrá problema alguno, pero como no te guste todo este asunto lo tienes realmente chungo. Conviene recordar la fobia comunicativa de músicos consagrados como el propio Ritchie Blackmore. Nuestro encantador Man in Black, referencia obligada en esto de Rock y que ha influenciado a millones de músicos, tiene como una de sus fobias más conocidas...hablar por teléfono; no estamos hablando de poner guasaps y cacharrear todo el puto día con el dichoso celular. No, nuestro entrañable Blackers directamente no gusta ni de descolgar el auricular del teléfono. Mítica fue su aparición en el vídeo clip del tema “Call of the wild" aparecido en el disco de Deep Purple titulado “The House Of Blue Light” y publicado en 1987. En un puntazo pleno de genialidad nuestro hombre interactúa mínimamente en el vídeo -de hecho por aquel entonces tampoco le gustaba rodar vídeos de promoción para sus canciones- y lo hace en una única escena en la que aparece haciendo ejercicios de calentamiento con la guitarra, cómodamente sentado en un sofá. Entonces suena un teléfono que de manera pertinente aparece en la habitación del músico, su secretaria lo descuelga y le pasa la información a un Ritchie que ni se inmuta ni se molesta en contestar. Tan solo mira para otro lado mientras sigue tranquilamente tocando su guitarra. Una genialidad.


 

 -. Para dar una lección magistral.

Fenómenos de la pluma, no podemos catalogarlos de otro modo. Se sientan frente al papel/pantalla, agarran la pluma o las teclas, meten la mano en su chistera mágica y construyen fantasía de categoría especial con la que llegan hasta a conseguir un mundo mejor. Son capaces de lograr con sus textos que te guste el disco o el grupo sobre el que versen sus opiniones sin ni siquiera haberlo escuchado con anterioridad. Especie poco común dentro del universo de ejemplares que pueblan nuestro bendito mundo. En esta rara avis confluyen a la fuerza una serie de factores. Desde luego que debe saber escribir, eso es lo primero, conoce la gramática, semántica, recursos y secretos de nuestro querido lenguaje; es poseedor de un talento para escribir que en la mayoría de las ocasiones es innato y, por último aunque no menos importante, siente pasión por lo que escribe. Como ya nos referimos en otro apartado anterior, una condición importante para escribir algo potable y conmovedor sobre cualquier tema es sentirse muy atraído por el mismo. Si eres bueno escribiendo te saldrán cosas buenas, pero si además sientes pasión por lo que escribes se producirá ese salto cualitativo que le de a tus textos una categoría superior. Por supuesto, si consigues dar con alguien de este reducido grupo de escritores, no te separes de él durante el resto de tu vida.

 

 -. También son músicos.

Por supuesto no podían faltar en nuestra delirante clasificación, nuestros adorados creadores/intérpretes de esa pequeña y loca cosa llamada música también tenían que aparecer por aquí de manera protagonista. Muchos de los portadores del lenguaje musical que tanto admiramos también gustan de juntar letras sobre fondo blanco como otro modo más de transmitir sensaciones e inquietudes. Nos encontramos en este apartado con dos subtipos que circulan de manera bidireccional. Tenemos a los que escriben de manera independiente o paralela a su actividad musical y a los que escriben como complemento a su propia creación sonora. Y a su vez también nos encontramos con otros dos subtipos generales -en el fondo igual que en el resto de apartados de este artículo-: los que escriben bien y los que no tienen ni idea. Hay músicos tocados con un don artístico especial que son capaces de componer e interpretar música como los ángeles y que, si les pones un papel delante, te deleitan con textos de otra galaxia; esto es así, el que es brillante lo es y no hay más remedio. Coges a gente como Ian Anderson, Uli Jon Roth o Steve Vai, por citar unos ejemplos rápidos, y alucinas con cualquiera de las distintas facetas de su capacidad artística, componen canciones que te cagas, elaboran letras que te cagas, escriben textos y reflexiones que te cagas... estoy seguro de que se ponen a aprender punto de cruz y les sale un jersey cojonudo. En lo que respecta a su faceta escritora tanto estos músicos como otros tantos tienen en su haber diversos textos de variada enjundia que ya quisieran firmar escritores consagrados y reconocidos en todo el mundo, pero esto es marginal. Mi admiración eterna hacia ellos.

Y luego tenemos a los del palo contrario, esos músicos que pueden ser desde brillantes hasta limitados con sus instrumentos, algunos de ellos auténticos genios en lo suyo, pero que en cuanto se han puesto al negocio de juntar letras la cosa no ha acabado de salir. Algunos de ellos se han lanzado al noble arte de escribir las letras de sus canciones y, qué queréis que os diga, aquello no hay por dónde cogerlo; tenemos desde artistas que se nota que no brillan en este campo hasta gente que escribe cosas de ínfima calidad, abordando temáticas que circulan entre lo irritante y lo estúpido, o directamente demostrando que no tiene ni puta idea de las nociones básicas de la lengua escrita, esas que hace años tan bien se enseñaban en las escuelas -hoy no tanto- y cuyas clases se debían de fumar, porque no tiene otra explicación. Y todavía no nos hemos metido en el fango de las redes sociales -que lo haremos-, donde directamente parece que vetan a la gente que domina las cuestiones básicas de la gramática y solo dejan escribir a cenutrios que redefinen el concepto de garrulo cada vez que aporrean los teclados desde sus oscuras habitaciones.

Luego están los que saben escribir, tienen algunas letras que son absoluta poesía, pero de pronto se descuelgan con algunas cosas que seguro que si las escuchasen con tranquilidad no sabrían dónde meterse; porque digo yo que no todo vale con tal de encontrar una rima adecuada que calce bien en el fraseo de la melodía. Todos estamos pensando ahora mismo en alguno de los ejemplos que seguro conocemos. Aquí es cuando uno valora mucho más si cabe a ese reducido grupo de músicos que con cada disco que publica, con cada canción que escribe y con cada melodía a la que viste de poesía con una letra nos asombra, desborda y desarma.


 

 -. Para liberar sus frustraciones.

Aunque es de ley reconocer que ninguno de nosotros podemos escapar del espinoso asunto de las frustraciones, en este apartado nos vamos a detener con los que podríamos catalogar como músicos frustrados. Sí, todos aquellos que en algún momento de su vida -por norma general durante su adolescencia, aunque no solo- decidieron comprarse un instrumento para intentar tocarlo. Es cierto que cualquier instrumento puede ser susceptible de ser objeto de aprendizaje, pero cualquiera que lea esto seguro que apostaría por el caballo ganador que aquí nos ocupa: la guitarra. La de millones de jóvenes adolescentes que, a la vez que contemplaban con resignación cómo sus caras se llenaban de granos, habrán intentado tocar una guitarra. No nos cabe duda de que esta afirmación es tan subjetiva como deliciosamente gratuita y que seguro que habrá por el mundo enamorados empedernidos del sonido y la idiosincrasia de instrumentos como el corno inglés, eso seguro, pero del mismo modo estoy seguro de que si existiera la posibilidad de realizar un recuento del número de jovenzuelos que han intentado aprender a tocar los distintos instrumentos que el hombre ha sido capaz de inventar, apuesto mi alma a que la guitarra gana por goleada. Como bien describió para la posteridad el gran Armando de Castro a este instrumento: Tormenta de trueno sin luz, eres símbolo de libertad, yo nunca podría vivir, sin tus cuerdas de acero tocar. El que quiera entender que entienda.

Muchas de estas personas, que en su momento intentaron sin éxito domar al animal de seis cuerdas, acabaron redimiéndose frente a un papel en blanco. No os creáis la falacia esa de que se metieron a bajistas; si te parece que tocar bien el bajo es asunto sencillo, no tienes más que ponerte un disco de Billy Sheehan... y luego nos cuentas. Cada uno en la vida tiene sus talentos, los hay capacitados para tocar como los ángeles un instrumento musical, otros lo consiguen de manera digna con mucho esfuerzo y callos en las manos y algunos no lo lograrán jamás. Por otro lado hay gente que, aunque no consiga tocar la guitarra, puede transmitir pasión cuando escribe; de este modo quizá el mundo pierda al nuevo Eddie Van Halen, pero igual gana a un escriba brillante. También los hay mediocres en ambos campos, no nos vamos a llamar a engaño, por lo que tendrán que seguir buscando sus talentos llamando a otras puertas; que no se desanimen, los tienen seguro. Finalmente están esos envidiados individuos que son capaces de destacar casi en cualquier ámbito que se propongan. No abundan, pero seguro que todos conocemos a alguno.


-. Para rebatirlo todo.

Pues claro que sí, no podía faltar. Esto es España y, por supuesto, nunca faltará el entrañable sujeto que jamás esté de acuerdo con todo/algo/nada de lo que determine cualquier semejante suyo. Reconozcámoslo, está en nuestro ADN patrio. Nuestra particular idiosincrasia está repleta de personajes que, entre sus rasgos principales, se caracterizan por encontrarse en continua disputa contra el mundo. No importa lo duro o difícil de la situación de turno, el grado de disponibilidad de los distintos canales de comunicación o el número de opiniones discordantes, nuestro encantador elemento nunca dejará pasar una buena discusión si ésta se cruza en su camino.

Como no podía ser de otro modo, las redes sociales facilitan estas disputas. Antes, uno tenía que encontrarse cara a cara para poder generar un diálogo que acabase en acalorada discusión. Esto siempre tenía su lado positivo y, admitámoslo, su cierta gracia; resultaba del todo curioso presenciar una discusión entre varios semejantes y el argumentario que ambos bandos esgrimían en el fragor de la batalla. Las mejores siempre fueron las que se gestaban en los bares… ¡ah!, benditas barras que ejercían como maestras de ceremonias cual arenas romanas en las que se batían el cobre y los argumentos los distintos luchadores para deleite y gusto del respetable que se convertía en improvisado público de estas luchas verbales. Lo mejor de todo era cuando la lid acababa en tablas y todos tan amigos. Luego, claro, vino internet y el puto Google a joderlo todo. Nuestro encantador cerebrín virtual vino a cargarse esas entrañables disputas de tugurios, con sus irritantes capturas y definiciones muchas veces sesgadas o incompletas, haciéndonos a todos sus usuarios de paso un poquito más analfabetos analógicos, dependientes y necios.


 

-. Para poner a parir a todo lo que se mueve.

Pues claro que sí, no podía faltar. Esto es España… de nuevo y, por supuesto, nunca faltará el entrañable sujeto al que no le llene el asunto de discutir por sí mismo. Lo que de verdad le pone a nuestro encantador amigo es denostar, descalificar e invalidar cualquier cosa que fluya a su alrededor y que no encaje en el particular universo que se encuadra dentro de su cabecita.

Y, una vez más, nuestro querido internet ha ayudado a esta especie a reproducirse. El triste anonimato de las redes proporciona a estos tristes sujetos el triste caldo de cultivo para generar sus tristes insultos y demás sarta de estupideces. En fin. Lo más cachondo es que esto de las redes sociales son como una gran declaración jurada escrita global. De este modo desde el mismo momento en el que escribes tu lúcido descalificativo, este queda grabado para la posteridad virtual. Y si en un inesperado arrebato de razón lo vuelves a leer, caes en la cuenta de la estupidez que has escrito y sientes que necesitas volver a restaurar tu paz interior borrándolo, no te preocupes: seguro que algún otro de similar condición a la tuya lo habrá grabado desde el mismo instante en el que decidiste publicarlo y lo volverá a cargar en la red buscando tu escarnio… y tu descalificación, claro.

 

 -. Para divertirse.

Claro que sí, no todo van a ser sesudas consideraciones y disertaciones enciclopédicas; aunque, bueno, también es verdad que éstas se pueden realizar por diversión. En este apartado incluimos a todo aquel para el que el hecho de escribir resulta entretenido y no alberga más pretensiones que las de pasar un rato agradable sin complicarse demasiado. No contamos aquí con nadie cuyos escritos revistan el más mínimo indicio de obligatoriedad o segundas intenciones. Aquí nos quedamos solo con aquellas personas que se sientan frente a una hoja/pantalla en blanco con la saludable y única intención de divertirse un rato llenándola de letras. Esto no está reñido con la calidad del texto resultante. Tu puedes ser un hábil e inspirado redactor o alguien que no fue bendecido con el talento de escribir, pero que simplemente escribes porque te apetece, sin ningún objetivo más allá del propio hecho de escribir. Si traspasamos esta idea a la música, aquí tendrían entrada artistas y grupos como Poison, Warrant o Vince Neil. Seguro que la motivación del bueno de Vince cada vez que se pone frente a un micro no es la de crear la obra maestra definitiva que remueva conciencias y muestre el camino a seguir; no. Más bien lo único que pueda que busque nuestro romántico vocalista sea pasar un buen rato sin más pretensiones en el más simple y amplio sentido de la palabra… y ya está...y, qué coño, ¿por qué no va a estar bien?

                                          Vince Neil preocupándose del sentido último de la vida.
 

 -. Para compartir inquietudes.

Gente positiva donde las haya, hablamos aquí de todas esas personas que cuando experimentan algo que les gusta se sienten en la necesidad de comunicárselo al resto de sus semejantes y, para compartirlo, usan el lenguaje escrito como uno de los múltiples canales de comunicación posibles. Si bien es cierto que se pueden incluir de manera transversal en otros apartados, quiero poner el énfasis en su deseo expreso de compartir con los demás sus descubrimientos musicales. Imagino que este sería el sentido último y principal de las redes sociales: compartir información e inquietudes. ¿Se usan para eso principalmente las redes sociales hoy en día? Me temo que no, pero de esto nos ocuparemos en el próximo apartado.

 

 -. No saben escribir.

Parece de Perogrullo, pero por algún extraño motivo nos encontramos a personas que no tienen reparo alguno en compartir con el resto de la humanidad sus carencias más básicas a la hora de escribir. Este es un boom que ha propiciado el acceso al mundo virtual y que se manifiesta fundamentalmente en las redes sociales y en los peculiares usos que se dan a las mismas. Ya ves, las distintas civilizaciones se han pasado siglos de investigaciones, estudios y esfuerzos para intentar perfeccionar un código oral y escrito de comunicación entre semejantes, han escrito libros, creado escuelas, didácticas y un sinfín de ocurrencias y en cuestión de segundos -hablando en perspectiva histórica- han llegado los putos teléfonos móviles y los irritantes mensajitos para tirar por tierra todos estos esfuerzos. Parece que estas nuevas ¿tecnologías? no han hecho más que empoderar a todos aquellos que no son capaces de hacer una letra “o” con un jodido canuto, nunca mejor dicho. Hasta tal punto llega este dislate que incluso los que pasan a ser considerados como raritos son los poquísimos que deciden seguir escribiendo los dichosos mensajitos respetando las reglas básicas de nuestro lenguaje escrito, en claro peligro ante el asalto del ejército de los dispositivos móviles prestos a facilitar que siga avanzando la deshumanización e idiotización  del género humano.

 

-. Para las redes sociales.

Consecuencia directa del apartado anterior. Con el auge de las comunicaciones, la telefonía movil y los dichosos mensajitos -a veces resulta tan agobiante que parece que uno ya no pueda comunicarse con sus semejantes de otro modo- se ha dado rienda suelta a una suerte de "todo vale" a la hora de plasmar por escrito los diferentes mensajes que cada cual tiene a bien enviar en cada momento. Y, como en cualquier otro ámbito en el que se generaliza el uso de algo, se acaba deteriorando. Se escriben las cosas de cualquier manera, se abrevian palabras, se sustituyen o mezclan con números y demás simbolitos a cuál más ridículo y, en definitiva, se desvirtúa del todo esto del escribir bien, que para algunos de nosotros es un delicado arte en sí mismo. Y así nos luce el pelo. No voy a perder el tiempo en mostrar ningún ejemplo. Todos sabemos que por desgracia no hay más que abrir cualquier página de red social y enseguida te vas a topar con cualquier entrañable garrulo que no tiene ni puta idea de escribir y que además lo luce orgulloso; imagino que se sentirá cool o especial por juntar varias veces los signos de las comas, exclamaciones o interrogaciones, escribir todo con mayúsculas o por juntar una perolata de palabras que pueden medio entenderse en un contexto de lenguaje oral, pero que al escribirse no alcanza más sentido que el del desconcierto absoluto. A este paso esto va a acabar de tal modo que cuando bajes a comprar el pan igual para comunicarte con el panadero tengas que escribir una ridícula sucesión de símbolos, letras mezcladas con números u otra ristra de chorradas a cuál más irritante y estúpida, todo esto para comprar un par de barras de pan. Llamadme romántico trasnochado, pero ¿dónde queda el placer de leer algo bonito, bien puntuado, con sentido en sí mismo y tan inspirado que te transporte de inmediato a otro lugar mejor?, ¿es este el futuro?

 

 -. Porque no lo pueden remediar.

A todos aquellos que son capaces de experimentar una emoción cuando escuchan determinadas canciones y/o a sus intérpretes sacándolas de la nada etérea para transformarlas en comunicación musical, en un lenguaje tan especial que no hace más que añadir nuevos significados y sensaciones al hecho artístico. Algunas personas se sienten tan interpeladas y removidas cuando escuchan según qué músicas que se ven abocadas inexorablemente a llevar al terreno de las letras ese insondable universo de sensaciones plasmando sin remedio todo lo que estos sonidos les evocan de manera sincera en un papel en blanco. Y todo lo que es sincero es bonito. Porque para algunos de nosotros sigue siendo todo un placer leer algo bonito, bien puntuado, con sentido en sí mismo y tan inspirado que te transporte de inmediato a otro lugar mejor.

 



jueves, 25 de junio de 2020

Para qué usa la gente la música en época de cuarentena. VII.


En estos tiempos inciertos y grises que estamos viviendo, en mitad de la pandemia mundial más asoladora, desconcertante y cruel que nos ha tocado vivir en los últimos cien años, en estos momentos en los que la naturaleza humana se nos descubre una vez más como algo frágil, soberbio e indefenso, también la música nos acompaña con inusitado protagonismo en nuestro viaje. Vuelve a demostrar su papel terapéutico ante el camino de incertidumbre, muerte y dolor que nos ha tocado recorrer, bajándole los humos a nuestra condición como especie y permitiendo que nos demos de frente con la realidad de nuestro limitado y egoísta sentido en el devenir de la vida.
Si lo consideramos desde una perspectiva histórica, seguro que nunca fue tan fácil luchar contra una pandemia como lo que le ha tocado hacer a nuestra generación. Ante una amenaza vírica global en una gran parte de nuestro “mundo civilizado” lo que habíamos de hacer era sencillo: quedarnos en nuestra casa, saliendo solo a adquirir la necesaria comida que estaba a nuestra total disposición en cualquier supermercado/tienda... y aun así hemos demostrado que somos muy capaces de cagarla. Aunque también es de justicia decir que igualmente hemos sido capaces de arbitrar canales extraoficiales para llevarle un bocado a casi todo aquel que estaba pasando necesidad. Pequeño rayo de esperanza que hace intuir que no está todo perdido. Hoy más que nunca sigue siendo imprescindible la capacidad de sentir y esbozar una sonrisa.

En toda esta travesía nuestra querida música ha jugado un papel que se me antoja importante; nos ha ido acompañando en las alegrías, penas, aciertos, penurias, agobios, dudas, indecisiones, seguridades, incredulidades y toda la gama de estados anímicos. Su función rehabilitadora y vital se ha puesto de manifiesto más que nunca durante esta pandemia, circulando desde lo trivial y lo anecdótico hasta lo esencial. No hay más que echar un vistazo a sus manifestaciones en forma de cantos de ánimo y superación para darse cuenta de su importancia inherente al hecho humano, tanto individual como social.

Supongo que la vida es la capacidad para adquirir conocimiento a lo largo de un camino lleno de situaciones y circunstancias que nos causan desde la felicidad hasta el dolor. Resulta esencial ser capaz de asumir con tranquilidad todo lo que te viene, poniéndolo en perspectiva, asumiendo nuestras limitaciones y siendo capaces de hacer de todo una lectura positiva para sacar conclusiones que nos permitan seguir nuestro camino.
En todo este camino la sonrisa es un acompañante ideal y desde esa perspectiva nace este texto que, además de reconocer el dolor, solo busca oxigenar un poquito y detenerse en esa trivialidad que a veces es básica para escalar cualquier montaña de plata que se nos ponga por delante. Volvemos a fijarnos en la música para desmenuzar una serie de patrones que nos han acompañado durante estos meses de reclusión voluntaria para unos y forzada para otros. Son deliciosamente subjetivos e irreverentes, cualquiera puede discrepar y seguro considerar otros distintos; por supuesto. Os dejamos con esta imposible selección con el simple deseo de pasar un pequeño rato entretenido.



   -Para escucharla a todas horas.

A la gente que nos gusta la música, los que no podemos vivir sin ella y más que probablemente ya seamos enfermos de este asunto, la situación de confinamiento ha sido como la espoleta que nos ha dado la señal para escuchar música sin parar. Mucha gente entendemos la vida con música y el hecho de no tener que interrumpir su escucha –o limitar al mínimo las situaciones en las que no puedes hacerla sonar– ha abierto un abanico de posibilidades y situaciones. La posibilidad de pulsar el botón de On de tu equipo sin tener que preocuparte del momento en el que presionar el temido Off que significa el final presenta sin duda un nuevo paisaje en la realidad diaria de muchos de nosotros, algo cercano al paraíso me atrevería a subrayar.
Un oasis de júbilo, un estado de nirvana total que seguro no será compartido en el caso de que compartas tu existencia diaria con alguien que no sienta esa, digamos, pasión irrefrenable que llevas dentro de tu ser hacia esa sucesión de sonidos. En ese caso no habrá más remedio que negociar con duras cumbres y asambleas en las que se llevará el gato al agua el negociador más contumaz.
Y no quiero ni pensar en lo que pueda ser la convivencia con alguien hacia el que no sientas nada o directamente detestes, pero con el que la vida te haya llevado a la difícil situación de compartir casa. En ese caso seguro que debe ser entretenido contemplar el campo de batalla en el que se pueden convertir las estancias del otrora cálido hogar.


   -Para salir al balcón a dar palmas.

Pues sí. Si alguna canción ha alcanzado el reconocimiento masivo durante estos meses de confinamiento, esa ha sido sin duda el “Resistiré”. No, el de Barón Rojo no; sino el del infame Dúo Dinámico. Les presupongo en dura pugna con la “Macarena” de Los Del Río en cuanto llegue la nueva normalidad para ver qué canción de las dos es capaz de llevarnos al sufrimiento más exasperante en base al presupuesto de su sobreexposición absoluta como si de una tortura china se tratase. En fin, que, aunque a algunos no nos guste demasiado –por decirlo suave–, hay que reconocer que ha sido uno de los emblemas definitivos de estos duros meses.
Otra cosa es lo que ha llegado a degenerar el género humano a la hora de hacer partícipes al resto de sus semejantes de las ideas más atómicas para hacerla sonar desde sus respectivas viviendas. Era llegar las ocho de la tarde y aquellas mentes privilegiadas que seguro desconocen el significado de lo absurdo nos ofrecían sus particulares redefiniciones del concepto de arte; debo reconocer que con alguna de ellas me he tronchado hasta decir basta, por lo que su función de alegrarnos un poquito el día se cumplió con creces.
Tampoco es justo olvidarse de que el clásico inmortal de Barón Rojo que recibe el mismo título que la ya archiconocida melodía de nuestra entrañable pareja dinámica también tuvo su protagonismo, aunque en un terreno más cercano al Hard Rock. Se llevaron a cabo algunas versiones… incluso una de ellas promovida por el nuevo grupo que han montado Sherpa y Hermes Calabria. Se descolgaron con una versión acústica con un cuidado toque Country y una letra adaptada que tiene su aquel. También resultó curioso el abierto posicionamiento político que hizo público José Luís Campuzano. El siempre amigable Sherpa se desmarcó con unas declaraciones a un periódico cuya línea editorial también tiene su aquel en las que se despachó a gusto. Nada que objetar, cada cual puede tener y defender las ideas políticas que estime oportuno. Aunque supongo que su sentida y abrupta defensa de algunos de sus presupuestos se encuentre en las antípodas de muchos de sus seguidores y del que esto suscribe. Sus propios compañeros del grupo Los Barones hicieron público otro comunicado en el que se desmarcaron de dichas declaraciones, recordando la importancia de la libertad de expresión, pero manifestando claramente que no compartían las opiniones del bajista.
Por otro lado los hermanos De Castro quisieron dejar claro que no estaban de acuerdo con ninguna utilización de uno de sus temas estrella en medio de esta pandemia y mucho menos para favorecer promociones o intereses particulares o ideológicos. Postura que puedes compartir más o menos, pero que en mi opinión es más que coherente y les honra.



   -Para otras performances.

Al hilo del apartado anterior. Lo de las mil y una maneras de hacer sonar “Resistiré” solo es la punta del iceberg de ese deseo parece ser innato que deben de tener algunos seres humanos de exhibirse dejando aparcado el sentido del ridículo. Nos ha permitido dar rienda suelta a las más variopintas locuras que alberga la mente de la evolución del primate. No me voy a detener en ninguna de ellas, puesto que todos tenemos en nuestra retina algunos de esos disfraces, actuaciones, representaciones y demás parafernalia tan estrambótica como impredecible que ha corrido como la pólvora por las redes sociales de un sinfín de personajes que podrían encajar sin problemas en cualquier Comedia de Figurón; bueno, igual adolecen en su mayoría de la calidad necesaria para aparecer dentro de uno de los subgéneros del teatro del Siglo de Oro. De cualquier modo uno no puede por menos que alucinar al comprobar en lo que puede degenerar el verte obligado a no salir de tu domicilio.
Pese a que en determinados momentos no he podido evitar haber pasado un rato entretenido con el casual visionado de los imposibles e hilarantes momentos de gloria de algunos de estos sujetos y sus necedades varias, reconozco que lo más incómodo del asunto ha sido cuando estos visionarios han hecho partícipes a sus hijos de semejante dislate. Una cosa es que tus progenitores saquen de los infiernos de su ser una reprimida vena artística y otra bien distinta es que los pobres infantes se vean abocados a convertirse en cómplices de su supuesto minuto de gloria. Por favor, que las heridas de la niñez se convierten en cicatrices que nos acompañan de por vida. Me imagino la cara que pondrán esos tiernos efebos cuando alcancen la madurez y chequeen el vídeo de las performances que realizaron sus padres… porque apuesto a que dichos progenitores se grabaron orgullosos en vídeo con la intención de conservarlo como prueba del crimen.


   -Para grabar vídeos y colgarlos de internet.

Aunque parezca que puede tener relación con lo anterior, abordamos un concepto distinto. Durante estos meses que hemos permanecido encerrados en nuestras respectivas residencias han proliferado las grabaciones realizadas por todo tipo de músicos, de variadísimo pelaje y similar enjundia. Todos estos artistas han compartido con el resto de la humanidad distintas canciones que han puesto en circulación registradas desde sus propias casas; en muchos casos el artista de turno ha usado su propio estudio de grabación. Puntualicemos que todo el que se lo puede permitir invierte su pasta en cuanto puede en construirse un estudio de grabación en sus propios dominios, cosa que por otro lado me parece una de las consecuencias lógicas del hecho de ser músico: qué mejor que disponer de la logística necesaria en tu propio hábitat para registrar la música que se te ocurra en el momento que te parezca más adecuado. Bueno, aunque para llegar a ese estatus debes disponer de unas finanzas boyantes; el resto del personal se debe conformar con grabar en su habitación con la puerta cerrada… y, oye, muchas veces sacando un sonido de excelente calidad.
La oferta ha sido tan abultada que casi acabamos antes enumerando a los artistas/grupos que no han colgado ninguna canción en internet bajo estas características. El nivel y calidades varían desde lo impresionante hasta lo mediocre, como en cada casa. Debo reconocer que uno de los que más gratamente me ha sorprendido ha sido The Circle. El grupo de Sammy Hagar, Michael Anthony, Jason Bonham y Vic Johnson se ha desmarcado con una serie de grabaciones bajo el adecuado título de The Lockdown Sessions. Bajo esta marca han compartido con todos los que les han querido escuchar un puñado de versiones de clásicos que te quitan el hipo; si es que donde hay clase se nota aunque no puedas ni salir de tu casa.

                                           The Circle: "Good enough". "The Lockdown Sessions".

                                            The Circle: "Right now". "The Lockdown Sessions".

Especial relevancia han tenido en estos días las composiciones con marchamo de himnos/clásicos que llevaban la lucha contra el COVID 19 (me resisto a considerar este sustantivo como género femenino) como bandera. Dentro del Hard Rock se han lanzado distintas grabaciones plagadas de colaboraciones. Se han sacado versiones del “Resistiré” de Barón Rojo, como antes hemos señalado, e incluso Ronnie James Dio ha tenido su merecido momento de gloria cuando varias agrupaciones de músicos han versionado la canción emblema de su clásico proyecto benéfico, conocida como “Stars”; incluso desde Córdoba varios músicos del panorama rockero nacional con el vocalista Manuel Escudero a la cabeza han llevado a cabo su personal rendición a dicho tema.

                                           Córdoba por el Heavy: "Grita". Versión del tema Stars".

Por supuesto las grabaciones de otros géneros musicales también han poblado las redes con composiciones, versiones y acústicos de lo más variopinto… hasta los insufribles cantautores se han metido su petulante e impostado pedigrí por donde les ha entrado y se han lanzado al barro con tonadillas grabadas desde el sillón de su casa destinadas a arruinarle el día al más pintado. También para el recuerdo quedará la sentida reflexión/canción que entonó Madonna desde su bañera de rosas en plena pandemia (sic). Y, por supuesto, mención aparte merece nuestra imprescindible Paulina Rubio. La querida Paulina no ha necesitado cantar nada frente a la webcam de su ordenador. Ella está por encima de todo eso. Un buen día que se levantó flex decidió compartir con el resto del mundo unas inconexas palabras mientras parecía hacer uso de algún tipo de sustancia sospechosa cuánto menos. Impagable y surrealista momento que una vez visualizas va a resultar difícil que salga de tu cabeza.



   -Para usar en redes sociales.

Aquí no hablamos de artistas que se graban, sino del uso por parte de la gente de la música que le gusta para compartir, adornar o encabezar el ingente número de diferentes mensajes que seguro habrán surcado las redes a millones durante estos meses de encierro. Gracias a Dios todavía usamos el lenguaje verbal por teléfono cuando tenemos que transmitir alguna información relevante. Por eso mismo presuponemos que el contenido de la mayoría abrumadora de dichos mensajes habrá versado entre lo banal y lo estúpido, pero solo lo presuponemos.


   -Para que suene de fondo.

Pero no solo la música ha sido protagonista en determinados momentos y situaciones de nuestro día a día en estos últimos meses, también ha habido mucha gente que la ha usado como hilo de fondo en sus distintos quehaceres diarios. Habida cuenta de todo el tiempo que nos hemos visto obligados a pasar confinados en nuestras casas a buen seguro que el reproductor del cd, mp3 o diversas emisiones radiofónicas han hecho sonar una y otra vez de manera aleatoria –Dios, jamás entenderé que alguien decida escuchar canciones al azar como si de una suerte de lotería musical se tratase- los distintos cortes musicales que nos han servido de acompañantes sonoros. Cuanto menos curioso resulta imaginar al personal cocinando platos, todo tipo de panes o repostería variada a la par que el artista o grupo más insospechado dejaba en el aire la impronta de su sonido. Y todavía resultará más curioso el hecho de presenciar los avatares de algunos de esos improvisados cocineros que a buen seguro nunca antes habían pisado o se habían detenido en esa parte de la casa en la que se encuentran algunos electrodomésticos que probablemente ni siquiera saben poner en marcha.

  
   -Para descubrir nueva música.

Estar obligado a permanecer en tu hogar, sin salir… y al lado de un ordenador con conexión a internet. Las posibilidades de acceder al mundo virtual exterior se multiplican exponencialmente y la música no iba a permanecer ajena a este hecho. Es el momento ideal para adquirir y/o descargar nueva música. La mayoría de las veces el factor tiempo es la dura barrera de realidad que nos impide escuchar al grupo tal o cual que acaba de salir o a otros que llevan años en esto, pero de los que todavía no se habían dado las circunstancias para degustar nada de su producción discográfica. Así que encontrarse de pronto ante esta nueva realidad del confinamiento ha proporcionado una plataforma perfecta para pegarle unas cuantas escuchar a nuevos discos y grupos que en otras condiciones tal vez habrían tardado más tiempo en llegar a nuestros oídos o directamente nunca hubiésemos escuchado. Y eso siempre es una deliciosa sorpresa.
Tal vez nuestras queridas nuevas generaciones de consumo musical basura que invierten su tiempo en descargar montañas de archivos musicales en mp3 que seguro no escucharán jamás y a las que intentar convencer de que el entretenimiento musical no debe ser gratuito resulta un esfuerzo estéril, no entiendan nada de lo que aquí se escribe. No importa. Apartémonos a un lado y dejémosles con su pobre ilusión de colorines mientras nos dejamos seducir por el secreto placer de llevarte a la boca un nuevo disco de esos que te sorprenden y convierten de inmediato tu día en algo mucho más bonito y vital.


   -Para ampliar nuestra discografía.

En este apartado queremos referirnos a todos esos oyentes que realmente disfrutan de la música, sienten pasión por ella y tienen el comprensible deseo de expandir sus conocimientos al respecto. Rogamos se abstengan de seguir leyendo todos los acumuladores de discografías comprimidas en datos de ordenador y ejemplares similares, porque no entenderán nada de lo que aquí se relate y corren el riesgo de que les explote la cabeza ante una sucesión de letras sin comprimir. Hablamos de los que escuchan música de verdad, los que necesitan que suenen en toda su integridad las diversas canciones y discos por los que tienen curiosidad o que les han despertado algún indicio de que aquello pueda ser algo que merezca la pena pasar por la oreja.
Para todas estas personas que necesitan degustar el arte en su totalidad y con una necesaria tranquilidad, que presupongo cada vez se encuentran en un mayor peligro de extinción ante el empuje de la estupidez humana, estos meses de aislamiento han debido ser el caldo de cultivo ideal para detenerse un poco más en profundidad en aquellos grupos y artistas que significan algo para ellos, pero de los que todavía no conocen al completo su producción discográfica. Pocas cosas hay en la vida tan apasionantes como zambullirte sin protección en una vieja obra que desconocías de tal o cual músico y que resulta que te vuela la cabeza. Y aunque no todo lo nuevo que escuches te tiene que gustar, de hecho mucho no te dice gran cosa, por el placer de encontrar algo bueno y sumar un título más a tu colección merece la pena todo el proceso. Ya ves, tonterías que degustamos los lunáticos que disfrutamos dándole a cada creación artística el tiempo que se merece.



   -Para darle otra oportunidad a grupos que no conocíamos.

Subapartado del anterior. No solo se trata de bucear en los artistas que más nos gustan; cuanto más te guste una determinada manifestación artística, más la disfrutarás si consigues eliminar los estúpidos prejuicios que puedas tener o te hayan introducido sobre la misma. De este modo es un ejercicio saludable el de acercarse a algunos de esos grupos que no conocemos. Muchas veces el procedimiento es arduo y lento, porque también se puede dar la situación de que te encuentres con morralla de dudosa enjundia, lo que pasa es que cuando descubres algo que te resulta realmente bueno aparece esa sonrisa en tu rostro que no hay manera de borrar. Para estos menesteres, como para otros muchos ámbitos de la vida, lo ideal es dejarte aconsejar por los amigos que compartan tus mismas pasiones musicales –que no necesariamente tus mismos gustos, aunque también valen estos últimos–. Impagables han sido los ratos de cuarentena que seguro algunos hemos pasado charlando por teléfono –o por las dichosas redes- aconsejando este grupo o el otro y, a su vez, dejándonos aconsejar de cosas a las que casi con seguridad no nos hubiéramos ni acercado.


   -Porque te obligan.

No solo de fanáticos musicales sin remedio se puebla este bendito mundo. También nos encontramos con gente que no siente una pasión especial por el hecho musical, pero que disfruta de la escucha eventual de su hilo sónico. Hasta aquí todo correcto, te pones la radio mientras realizas cualquiera de los quehaceres de tu rutina diaria y listo. El problema puede venir cuando te toca convivir con alguien que siente una irrefrenable pasión musical... que no tiene que coincidir necesariamente con el hilo radiofónico de los sujetos a los que nos referimos. Entonces se puede generar un cúmulo de situaciones tan disparatadas como peligrosas. Imagina que no te gusta un determinado estilo musical, pero a tu compañero/a le encanta. Supongo que te ves abocado a degustar, quieras o no, las bondades del género musical de turno.
Aquí hay que ponerse en el pellejo de las partes implicadas. Está claro que si no te gusta un determinado tipo de música y te ves abocado a oírla de fondo no debe de ser un plato de gusto. Aunque no es menos cierto que tampoco es de recibo que el que sienta una pasión vital por dicha música se vea lastrado de su escucha ya que al primero no le asiente bien.
Imagino que, como en todas las parejas, se tratará de un toma y daca en el que uno valore todos los aspectos positivos y negativos del otro, pudiendo compensar entre las virtudes y los defectos de ambos hasta llegar a conclusiones. Algo así como que determinadas virtudes pueden hacer más llevaderos los posibles defectos o diferencias. Desde aquí agradezco públicamente a todas las parejas que puede que no disfruten los gustos musicales de sus cónyuges, pero que de alguna manera entienden o empatizan con la pasión que les puede conducir a escuchar música sin parar.
Lo que desde luego no alcanzo a imaginar es la convivencia con alguien fanático del temible, insondable y desconocido submundo gris de los cantautores. Eso sí que es la prueba definitiva del amor verdadero.


   -Los que no escuchan música ni confinados.

Ejemplares poco frecuentes, pero existentes a fin de cuentas. Da igual que te tengas que confinar en tu domicilio sin salir durante tres meses o que de repente amanezcas confinado en una isla desierta solo con un cepillo de dientes, un reproductor  y una maleta de cds, que ni en esas circunstancias te dignarás a hacer sonar música; puede que tal vez uses los cds para hacer fuego enfocando al sol y así poder asar los peces que caces en la orilla. Eso sí, seguro que con tu reproductor intentarás de todas las maneras imaginables sintonizar alguna emisora… para escuchar la radio; no música, solo a tipos hablando.
Esto de solo la radio es algo inquietante. Puede que hace veinte años los canales para informarte fuesen más escasos –que para acceder a la información seguimos teniendo los mismos tristes filtros a día de hoy–, pero es que en la actualidad, con todas las diferentes posibilidades que tenemos para acceder a la información, ahí siguen los defensores de la radio, cuál secreta agrupación masónica que se siente en la posesión de la verdad mientras nos mira a los pobres plebeyos revolcándonos en la ignorancia.
Reconozco sin pudor alguno que perdí mi interés por completo hacia las ondas a una edad muy temprana. Esos supuestos gurús del micrófono, la inmensa mayoría tan esbirros de la voz de su amo como los que salen por las TVs o en muchos sitios de la red, no hacen más que vender el mismo papel mojado de siempre solo que con diferentes envoltorios. En fin.


   -Para no volvernos locos.

Si algo han puesto a prueba estos meses de reclusión ha sido nuestra capacidad para no volvernos locos. Que nuestra vida, hábitos y costumbres han dado un vuelco radical es un hecho. La obligación de permanecer recluidos en nuestros lechos con la única licencia de abandonarlos solo por motivos de salud, para comprar comida o para deberes de obligado cumplimiento –incluido lo de sacar a pasear al perro, claro- seguro que ha llevado a muchos hasta el límite de sus cabales. Una cosa es que decidas o te apetezca quedarte en tu casa y otra muy distinta es que la ley te obligue a hacerlo… y con fecha límite indeterminada.
Frente al estrés, al aburrimiento, al agobio, a la desidia o al monocolor en el que en muchos momentos seguro nos hemos instalado durante estos meses cada uno habrá buscado las válvulas de escape a su alcance para sobrellevar el asunto con la mayor dignidad posible. Por supuesto la música ha sido un recurso muy a mano dentro de esta peculiar situación de paréntesis y ni que decir tiene que todos los que nos hemos abrazado a ella una vez más frente a la adversidad nos hemos sentido reconfortados de algún modo en medio de tanta incertidumbre. Ya se puede torcer todo en tu día a día, que no hay nada como volver a amanecer y hacer sonar en tu equipo nada más levantarte el estupendo “Pictured Within” de Jon Lord. Su inigualable sensación de tranquilidad te inunda casi de inmediato y te permite volver a echar un vistazo a tu mochila con una nueva perspectiva.

                                          Jon Lord: "Pictured Within" y detalle del libreto interior.


   -Para ponerla a todo trapo.

Claro que sí, no solo de tranquilidad vive el hombre. A veces resulta necesario dar rienda suelta a toda la adrenalina que llevamos dentro y no se me ocurre mejor manera que escogiendo algunas de esas canciones y discos que sin concesiones te vuelan la cabeza. Aquí no hay sitio para las medias tintas, las ambigüedades o los quiero y no puedo que pueblan nuestro singular universo musical. Te puede gustar o no, lo puedes tolerar o detestar, pero en momentos así nada se acerca a la fuerza que desprende una batería salvaje, un bajo contundente y hambriento, una guitarra amplificada retumbando orgullosa y una voz entregada en cuerpo y alma a una misión. Son las herramientas perfectas para que sobre ellas cabalgue una composición musical de esas que sacan tu instinto a flor de piel. Cada estilo y forma musical tiene sus peculiaridades, sus virtudes y defectos, pero si quieres sacar toda la rabia acumulada de lo más profundo de tu ser difícilmente lo conseguirás rebuscando en la discografía de Art Garfunkel. Seguro que cada uno tiene sus propios discos de cabecera para esta empresa de hacer sonar el volumen al once.



   -Para crear ambiente de garito mientras charlamos por redes sociales.

Cierto es que si alguien nos habla a finales de 2019 sobre la pandemia que nos está tocando vivir muy pocos lo habríamos creído. Y tampoco es menos cierto que si con anterioridad al confinamiento nos cuentan algunos de los comportamientos que algunos de nuestros queridos semejantes iban a legarnos para la posteridad, puede que todavía menos de nosotros hubiésemos dado crédito.
Si nos movemos dentro de esa clave de ocurrencias atómicas en las que se ha contado en todo o en parte con la música, en uno de los primeros lugares de este singular ranking solo apto para unas pocas mentes privilegiadas tendríamos que colocar sin remedio a la idea sobre la que versa este apartado y que eleva a la potencia la sensación de desconcierto que representa.
Resulta que ante la imposibilidad de socializar en cualquier bar/pub/antro que nuestros intrépidos lectores podrán denominar como gusten, un singular grupo de sujetos tuvo la imposible idea de crear un propio espacio festivo de reunión con los colegas en su propio domicilio. Que no puedes salir de casa, es finde por la noche y tu cuerpo te pide acción… no hay problema: te montas tu propio garito virtual en tu propio domicilio. No está del todo claro, pero la idea parece sigue unas determinadas pautas. Enciendes el ordenador, te conectas por videoconferencia o similares –con la vertiginosa velocidad con la que las nuevas tecnologías nos engullen ya no sé ni siquiera qué nuevos sistemas están a nuestro alcance para hablar con el prójimo-, pones tu música, acomodas las luces y… ya está, ya estas con los parroquianos como si la estuvieses tomándola en cualquier garito que suelas frecuentar. Por supuesto, también hay alcohol; como no. No hay reunión social que se precie sin alguna que otra copa, aunque la realidad sea que te la estés tomando solo en tu casa. Poco importa eso una vez que vendes tu alma al diablo de la ventana virtual.
Me imagino la escena en tu habitáculo. Te preparas con tus mejores galas… para no salir de casa; pero es que, claro, te ven y tú ves por la gran pantalla virtual, así que hay que estar aparente. Sacas la cerveza fría o los hielos para mezclar cualquier cosa, que tal y como está el patio será alguna de esas ginebras súper exclusivas que necesitan de una licenciatura cum laude para saber servirla como supuestamente se debe servir. Los más convencidos por la noble causa que nos ocupa hasta habrán montado un pseudo sistema de luces que haga las veces de cutre-discoteca en la misma habitación, salón o cualquier otra zona recóndita que se encuentre en tus dominios. Te pondrás estupendo e interesante y al lío con el garito virtual. Y quién sabe, igual se da bien la noche y hasta acabas conectando con otro alma gemela, practicando sexo virtual –si es que eso es posible- o simplemente encontrando lo que buscabas cuando decidiste embarcarte en esta peculiar empresa. O tal vez acabes tumbado en tu cama, con una castaña considerable mientras llenas de arrugas esa camisa que reservas para salir y que tanto te gusta.
Visto de este modo, si la velada no está siendo de tu agrado, no hay que esperar a nadie para irte a casa. No tienes más que desconectar la corriente y al sobre. Igual es que estos individuos son unos visionarios que acaban de sentar las bases de la nueva socialización. Quién sabe.
Si vives solo o con algún iluminado más como tú, nadie más podrá presenciar en vivo y en directo tus evoluciones sobre lo que antes era el simple y sencillo hogar dulce hogar. El asunto sin embargo se pondrá interesante si resulta que convives con tus padres o con cualquier otro sujeto que, digamos, no conecta como tú con todo este rollo de la nueva realidad virtual. Debe ser entretenido que en un renuncio en el que vayas a la nevera a por más hielo o a por cualquier estúpido artefacto con el que creas que se mezclará mejor tu jodida ginebra te tropieces con tu progenitor en gayumbos que va a por esa lata de cerveza que te pide el cuerpo cuando te mueres de calor. Dos personas compartiendo los mismos escasos metros cuadrados, coincidiendo ambas en el noble oficio de prestarse a ingerir una bebida, pero que difícilmente pueden estar en universos más separados. Impagable escena e igual de inquietante lo que se pasará por las respectivas cabezas de ambos seres. Imagino que esa debe de ser la nueva normalidad.


   -Porque no podemos vivir sin ella.

Nada cambia. Ya puede salir mal todo lo que pueda salir mal, ya pueden cercarte de manera asfixiante los peores augurios y presagios o confluir los astros para generar la carambola vital perfecta que te llene de felicidad, que, para todos aquellos que amamos la música y no podemos sustraernos a su poder tan delicado como aplastante, esa estremecedora sucesión de sonidos va a seguir caminando a nuestro lado y coloreando nuestra existencia con su desbordante gama de tonalidades. Como de manera muy acertada ya proclamó en su día Alfalto: es algo más que una intención.