El pasado sábado tuvo lugar un acontecimiento excepcional para todos
aquellos que amamos el Rock duro
español en general y a los Ñu en particular;
en la madrileña localidad de Pinto y con motivo de la inauguración de la sala Universo Rock, el grupo de Jose Carlos Molina interpretaba en
directo por primera vez en su historia el mítico primer disco de la formación. “Cuentos De Ayer Y De Hoy” se publicó
en el lejano 1978 y cuarenta y un años después parece ser que este pasado fin
de semana era el momento adecuado para revisarlo en su totalidad sobre un
escenario. Como el propio Jose Carlos
Molina comentó en cuanto el grupo finalizó las últimas notas del tema “Paraíso de flautas”, parecía que nunca
se iba a llevar a cabo, pero al final se hizo. Este primer disco de Ñu representa una de esas joyas de la Música de nuestro país. Puede que no
sea el disco más famoso de Ñu, ni el
que más copias haya vendido, pero la elaborada propuesta musical que presentaba
esta primera obra, más allá de algunas pequeñas limitaciones en cuanto a
producción o sonido propias de un presupuesto muy ajustado, supuso una
agradable sorpresa dentro de nuestro panorama musical. La versatilidad y
variedad estilística de las composiciones, así como la complejidad e
inspiración de muchos de sus pasajes han hecho de este disco una referencia
imprescindible para muchos de nosotros. Esta obra está escrita en clave de Rock, pero rezuma eclecticismo y
escuela musical por sus cuatro costados. En su escucha se pueden apreciar
matices y detalles del Progresivo,
Blues, Celta o Folk entre otros
estilos, pasándolos por el particular tamiz del ingenio de Jose Carlos Molina para ensamblar un álbum original y que para
muchos fue precursor del Folk Metal
español.
El concierto comenzaba con la actuación del grupo invitado Manhattan Rock Band, un combo de
versiones al que tengo muchas ganas de ver y en el que curiosamente toca Cristian Molina, hijo del propio Jose Carlos. El asunto fue que entramos
en la sala justo cuando estaba acabando el set de Manhattan Rock Band, por lo que no dispongo de elementos de juicio
para comentar su actuación; no obstante debo decir que al entrar creo que
estaban acabando de interpretar “Separate
ways” de Journey y cualquier
grupo de versiones que decida meter en su repertorio algo del grupo de Steve Perry y Neal Schon tiene todos mis respetos. Para la siguiente.
Todo se empezó a ultimar para el inicio de la actuación de Ñu. La sala estaba abarrotada; no es un
recinto grande, pero desde luego que tiene su mérito llenarlo de público que
paga por asistir a tu concierto. También cuenta con el añadido de que la
ubicación no es la mejor, ni mucho menos, si te tienes que desplazar en coche
con todo lo que ello conlleva a la hora de decidir si tomarte unas
cervezas/copas y tentar a la suerte de los controles de tráfico. De cualquier
modo no se me ocurre mejor publicidad que este concierto, por lo que le
deseamos a Universo Rock todo lo
mejor en su recién iniciada andadura.
Jose Carlos Molina, Vesko Kountchev y Manolo Arias.
Pasados escasos minutos de las once y
media de la noche los músicos que acompañan a Jose Carlos Molina subieron al escenario, se colocaron sus aperos
respectivos, unas últimas afinaciones y aquello comenzó. Manolo Arias y Luís Calzada
a las guitarras, César Sánchez al
bajo, Vesko Kountchev a la viola, Óscar Pérez en la batería y Juan Miguel Rodríguez haciéndose cargo de
los teclados. Sonó primero una pequeña intro en plan tenebroso que desembocó en
las primeras notas de “Profecía”. El
público se volcó desde el primer momento mientras el propio Jose Carlos subía al escenario.
Milagrosamente encontramos una ubicación cojonuda que nos permitía observar con
total nitidez lo que allí estaba empezando a suceder. Todo el grupo se veía muy
entregado al asunto desde el primer momento y, salvo unos primeros acoples con
la viola, el sonido acompañó a este inicio tan inquietante a la vez que
intenso. Acto seguido comenzó la canción “Preparan”,
con el público volcado de pleno ante uno de los temas más significativos del
grupo y una de las canciones preferidas de la dicografía de Jose Carlos Molina para este humilde
escriba; no bromeo, la gente cantaba literalmente las distintas estrofas de la
canción tapando por momentos incluso la voz del líder. Un total subidón que te
trasladaba en un instante a aquel mítico inicio del directo “No Hay Ningún Loco”, otro de los
discos emblemáticos de nuestra cultura rockera. La canción sonó como un tiro,
ganando exponencialmente con la atmósfera que iba recreando el teclista Juan Miguel y sobre todo Vesko con su viola, otorgándole ese
aire siniestro y asfixiante que sin duda posee. Cabe comentar que además
presenta una de las letras más inspiradas y personales de Molina, una especie de sello para letras posteriores abordando esa
temática de los pobres y desheredados que con tanto tino ha sabido presentar
durante todos estos años. La parte final de “Preparan” y su jugueteo con guitarra/bajo dio paso al buen Rock n’ Roll de “Algunos músicos fueron nosotros” junto a su letra no exenta del
vacile y el doble sentido del que muchas veces hace gala Jose Carlos Molina. Todo un lujo escuchar este tema en el contexto
de este concierto. Cabe reseñar que se reprodujo el disco y sus canciones en
orden idéntico al trabajo original, sin apenas comentarios ni parones entre los
temas. Esto permitió acentuar la particular atmósfera que se iba creando según
el grupo desgranaba las canciones; en definitiva: algo mágico. Los guitarristas
Luís Calzada y Manolo Árias se fueron repartiendo las labores rítmicas y solistas
durante los distintos temas, aportando su toque personal respectivo, ambos
haciendo gala de una fina ejecución en sus partes y con mucho criterio,
adornando las canciones y haciendo que sumase enteros el resultado final. El
espectáculo continuó con “Cuentos de
ayer y de hoy”. El tema título sonó especialmente bien y me llegó de un
modo especial. Es una canción que tiene una estructura en la composición
repleta de cambios y que nunca había tenido el gusto de escucharla en directo
al completo. Esta noche el sonido, que fue impecable durante toda la actuación
de Ñu, acompañó y permitió degustar
los diferentes matices e instrumentaciones que ofrecen tanto la canción como el
resto del disco. El incio sonó poderoso y reivindicativo, mientras que la parte
intermedia más suave resultó toda una delicia para los oídos del respetable. Jose Carlos Molina lideró, como durante
el resto del concierto, la interpetación. Me gustó mucho a la voz durante toda
la actuación, tanto en el delicado lirismo de las partes más lentas como
echando el resto en los momentos más altos. Comandaba a la perfección el
escenario, se nota que lleva en esto toda la vida y por momentos nos hizo
sentir como sus invitados bajo la chimenea de su casa mientras mostraba una
total complicidad con el resto del grupo.
Tocaba comenzar la cara b
del disco y comenzaron a sonar las primeras notas de “El juglar”. Uno de los dos temas más largos en minutaje del disco
y toda una delicatessen que degustar
de principio a fin. En la parte final del tema intercalaron unos fragmentos del
clásico “House of the rising sun”
que no hicieron más que resaltar un tema ya sobresaliente de por sí, se intercambiaban
momentos solistas las guitarras, teclados, viola y la flauta de Jose Carlos. Molina se acompañó de un par de flautas para esta primera parte del
espectáculo que fue intercambiando según estimaba oportuno en cada canción; la
música de Ñu está enraizada en el Rock, pero la flauta juega un papel
importante en sus composiciones y eso se notó a lo largo y ancho de la
interpretación de este primer disco en estudio del grupo. Esta parte del
concierto tocaba a su fin precisamente con el tema “Paraíso de flautas”, que comenzó con una bonita parte solista a
cargo del propio Jose Carlos y ese
instrumento tan característico en el grupo. Si hasta ahora todo el concierto
estaba resultando especial, la interpretación de esta última canción resultó
mágica. No sé si alguna vez Ñu ha
tocado esta canción en vivo, pero sospecho que esta era una de esas veces casi
únicas. El público estaba volcado con Molina
y su grupo, disfrutando de la puesta en escena de un tema por momentos sosegado
y por momentos furioso. Tras cerca de diez minutos la canción llegó a su final,
desapareciendo tan tenuemente como había comenzado. El colofón perfecto a una
interpretación me atrevería a decir histórica y que seguro guardaremos en
alguna recóndita parte de nuestro ser los afortunados asistentes que allí nos
congregamos. Tras finalizar, el propio Jose
Carlos nos agradeció a los presentes... por el silencio, silencio
ensimismado que le habíamos brindado al grupo para poder interpretar una
música, elaborada, compleja y tan llena de matices que en esa necesaria
sinergia entre los músicos y el público adquirió sin duda una dimensión
superior.
Foto del concierto. Por Juan Amores, del facebook de Universo Rock.
Finalizó la interpretación del primer disco de Ñu y comenzó la segunda parte del concierto. Jose Carlos Molina abandona el escenario durante unos minutos y el
grupo se embarca en la interpretación de un instrumental que sirve para enlazar
esa segunda parte de la actuación, la de los temas clásicos del grupo. Enlazan con
el conocido “No hay ningún loco” y
acto seguido suena “La granja del loco”,
dos canciones ideales para meterse en el bolsillo a un público que ya llevaba
casi una hora en las alforjas de nuestro trovador preferido. Después
presentaron “Cruz de hierro” en la
que creo que fue una de las mejores versiones que he escuchado de este tema en
los últimos años. Debo reconocer que, desde el concierto aniversario del grupo
en la conocida Joy Eslava en 2016,
he visto unas cuantas veces a Ñu y
siempre me han ofrecido algo especial más allá de lo que esperaba –que
normalmente suele ser bueno-. Guardo ese aniversario como uno de los mejores
conciertos que haya visto nunca de Ñu,
esa interpretación de “Hada” con su
instrumentación y puesta en escena fue algo sublime. La grabación del último
directo también fue algo fuera de lo normal; el directo de las pasadas
navidades, con su primera parte acústica y su segunda parte eléctrica, también
fue algo a recordar… Pero sigamos, que me pierdo. “Cruz de hierro” pudo ser de lo mejorcito de la segunda parte de la
actuación del pasado sábado en Universo
Rock, una introducción del tema muy bonita y sugerente, una parte
intermedia que me llegó especialmente y un final que sonó con matices distintos
a los de otras ocasiones. Bromeó después Molina
presentando “Más duro que nunca”
como una de esas canciones que tocan muy pocas veces, volvió a escoger esta
canción para jugar con el público, haciéndole cantar el estribillo. Siguieron, tras
una introducción que recordaba mucho al inicio de “A golpe de látigo”, con “Sé
quién” y las guitarras a piñón fijo liderando el tema. Tras esta canción
alguien del público pidió que tocasen “Fuego”,
con el gesto bromista y cómplice de Molina
hacia Manolo Arias. Sonó “Tocaba correr”, tan íntima y
entrañable como de costumbre, esta vez con un interesante arreglo que suprimía
la flauta solista tras el estribillo. Esa misma flauta comenzó en solitario a
simular el sonido de la marcha de un tren y, en efecto, la famosa canción que
lleva por título “El tren” fue la siguiente
en sonar. Otro tema que retumbó en la sala con una interpretación brillante.
Llegaba el concierto a su fin con el clásico “El flautista” y su melodía imbatible, una de las mejores melodías
y letra que haya escuchado nunca y que sirvió de cierre perfecto a la
actuación. Parecía que aquello ya había acabado, pero no. El grupo volvió a
subirse a escena para interpretar dos canciones más. Primero sonó “Manicomio” y acto seguido Jose Carlos Molina dejó el escenario
para que tomara las riendas de la actuación un Manolo Arias que parece que se encontró ante la situación de
entretener a la gente mientras Molina
estaba fuera de escena. No sé si estaba preparado o no, pero Manolo tiene las tablas suficientes
para ponerse a tocar aunque no esté en el guion y ofrecer algo de sobrada
calidad. Nos sorprendió a los allí presentes recreando un fragmento de “Strange kind of woman” en directo de Deep Purple, precisamente la parte del
mítico pique Gillan/Blackmore en la
que Arias invitó a cantar al público
y que quedó bastante chulo. Enlazaron con un pletórico “Imperio de paletos”, que supuso la finalización del concierto. El
fin de una fiesta que duró unos ciento diez minutos, algo menos de dos horas en
las que vibramos al son de uno de los genios que ha dado la música Rock en España.