No damos mucho la brasa por aquí con los Uriah, pero el grupo de Mick Box es una de nuestras debilidades de siempre. Uriah Heep es una de esas formaciones más grandes que la vida, composiciones tan especiales como inspiradas, pletóricas de un aura mística a la vez que melódica, con un personalísimo y cuidado sonido y poseedora de una discografía al alcance de unos pocos escogidos.
Por sus filas han pasado muchos músicos, todos con unos estándares de calidad elevados -en Uriah Heep no toca cualquiera-, algo propio de los grupos buenos y longevos; siempre se le han buscado paralelismos con los Purple por motivos como este, además de por la calidad musical de ambos, claro. La familia Heep representa una abundante saga de músicos cuyas ramificaciones también dan para que muchos colgados del grupo sin remedio extendidos por este ancho mundo, entre los que se encuentra este humilde escriba, gasten su tiempo, energías y dineros en recopilar sus distintas grabaciones. Todavía recuerdo el surrealista fin de semana que pasé en la Andalucía profunda degustando una convención mundial de fans de Uriah Heep. Juntar en un pequeño pueblo de Granada a varios de los miembros de las distintas formaciones del grupo, seguidores venidos de los rincones más recónditos de nuestro planeta y el rollo este nuestro tan del sur español con las cañas, tapas y olé. Vamos, un artefacto tan imposible como atómico que sin duda repetiría hasta en la última coma. Abordamos superficialmente este finde tan descolocante en estas páginas.
Todo esto viene al hilo de la formación que los Heep presentaban en los dorados años ochenta. Comenzaban esa década rompiéndose en mil pedazos. El teclista, guitarra, cantante, compositor y genio Ken Hensley -D.E.P.- abandonaba definitivamente el grupo harto de que se le negase el éxito mundial al grupo, una de las grandes injusticias del negocio musical sin duda. Sin Hensley al timón el resto del grupo se acabó desmembrando. El guitarrista y fundador de la banda, Mick Box, recuerda que estuvo tres días borracho intentando asimilar la ruptura de su sueño musical de siempre. Pero el bueno de Mick consiguió resurgir de sus cenizas. Reclutó a una nueva formación, recuperó al batería Lee Kerslake -D.E.P-, sumó al reputado bajista Bob Daisley, al teclista John Sinclair, ofreció el puesto de vocalista a Pete Goalby, que curiosamente fue uno de los que en el pasado pretendía Hensley para el puesto sin llegar a ponerse de acuerdo, y grabaron un pedazo de disco que responde al nombre de "Abominog" y que pasa por ser uno de los mejores discos del grupo y del Hard Rock en general. La impronta de la voz de Goalby, otra de nuestras debilidades, le dio al grupo un empaque y una profundidad que casaban a la perfección con la melodías tanto vocales como corales marca de la casa. El disco y la gira fueron un éxito y volvieron a poner a Uriah Heep en el mapa; me pregunto la cara que seguro se le debió poner a Ken Hensley por entonces. Esta formación aguantó tres discos en total, pero con el incomprendido "Equator" Goalby decidió abandonar la nave. Los problemas de voz que arrastró tras la gira de 1985 imagino que tampoco ayudarían. Otra vez a la deriva.
Uriah Heep. Etapa "Abominog". |
Sin embargo, la tenacidad de Mick Box volvió a poner a flote al grupo madre. Hubo un casi desconocido, breve y fallido paso por el grupo del vocalista Steff Fontaine. La cosa no funcionó y la banda le mostró la puerta de salida tildándole de poco profesional, por lo visto llegó a olvidarse de una actuación que el grupo tenía ya contratada; Dios, qué entrevista tiene este tipo.
Reclutó al vocalista Bernie Shaw y con una sorpresiva gira por la entonces Unión Soviética hizo resurgir a la criatura de sus cenizas, de nuevo; de hecho Uriah fue la primera formación de Hard Rock que pisó tierras comunistas para actuar en directo.
De ahí salió un estupendo disco en directo, otro éxito que salió en 1988 y recibía el nombre de “Live In Moscow ”, pero la primera obra en estudio con Bernie a la voz no se publicó hasta 1989. Bajo el título de "Raging Silence" presentaron sus esperadas nuevas canciones. Una de las más destacadas, si no la mejor directamente, era "Blood red roses". Si obviamos la chapucera producción de todo el disco que nos regala un sonido agudo chirriante general, este tema lo tenía todo para ser un hit single: potente riff, bonitas melodías y teclados, unos estribillos y coros de otra galaxia y la guitarra con el pedal mítico de Mick Box comandándolo todo. Un subidón del quince en cuanto empezabas a escuchar su agresivo pero accesible inicio. El estribillo mezclado con la guitarra solista de Box es toda una delicia, de esas cositas que te ponen firme y con ganas de más. Y el final con ese mismo estribillo mientras la guitarra juguetea te vuelve loco hasta que acaba en el asqueroso fade out, irritante práctica en las grabaciones de estudio que consiste en acabar la canción bajándola el sonido en lugar de dejar su final natural. Esto del fade out daría para un largo artículo en sí mismo. Cuando te gusta una canción, te gustaría escuchar cómo acaba la susodicha, cómo ha ideado el compositor la finalización de su obra y no una ridícula bajada de sonido que lo único que hace es encabronarte mientras la escuchas. Hay muchos ejemplos de estos asesinatos musicales: "Hunger in the night" de UFO, "I'll fight hell to hold you" de Kiss, "Fire wind" de Electric Sun y podemos seguir así todo el día. En fin, para otro momento.
Pete Goalby. |
Volvamos a la canción. El tema llegó a salir como single y se publicó a su vez una versión alargada para el formato maxi single que casi te irrita tanto como el final en fade-out al que nos acabamos de referir. Una canción con tanto potencial en su parte final se presta a que, si sacas una versión extendida, nos ofrezcas eso que se quedó cortado en la última parte de su minutaje. Pero no, el productor, el propio grupo o el chimpancé que tomase la decisión final no decidió revisar las cintas de grabación y añadir ese supuesto final extra, ni siquiera consideró volver a reunir a la formación para recrear el final extendido. No. Cogió unas cuantas tomas, las montó, las volvió a mezclar y sacó un engendro que cuando lo escuchas es que se te suben unos humos negros por tu cabeza que ni te cuento. Con la canción cabalgando hacia su éxtasis final tras el solo decide volver a meter, con calzador y mal mezclado, otra vez las primeras estrofas, rompiendo así el momento de crescendo al que te aboca la propia composición. Vamos, una chapuza.
Pues resulta que “Blood red roses” es una composición firmada en solitario por Pete Goalby. Suponemos que pertenecería a alguna primeriza sesión que llevó a cabo el grupo y se acabarían poniendo de acuerdo para publicarla con los consiguientes créditos compositivos. Como curiosidad podemos decir que Goalby no guarda un recuerdo especialmente bueno de esos años pasados en el seno de Uriah Heep y por lo visto ni siquiera le gusta abordarlos en las entrevistas. Habrá que esperar a que algún día se decida a publicar alguna autobiografía para enterarnos de su versión del asunto. El caso es que para disfrutar de su acertado olfato melódico y rockero no tienes más que pinchar el segundo tema de “Raging Silence”, no la versión maxi, y dejarte llevar.
Además, hasta la letra es elegante. Ya se sabe que hablar de amor y florecitas suele acabar en moñada estúpida total. No es este el caso.
I’m sending roses
I’m sending blood red roses
This burning in my heart
Is tearing me apart
You’ve got to understand
That’s my heart in your hand.
Estoy mandando rosas
Mandando rosas rojas de sangre
Mi corazón está ardiendo
Me está destrozando
Debes entender
Que mi corazón está en tu mano.