Clube de Adictos a Deep Purple

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Púrpura Chess

This blog is basically a musical site. Here we talk about the music we like, using different angles. As dear and missed Jon Lord once said: “Music is the highest kind of Art that exists”. I think the same way too.

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miércoles, 26 de junio de 2024

Para qué lee la gente sobre música. XI.

Una vez más, regresamos; para regocijo de unos y desesperación de otros, supongo. En cuanto llaman a nuestra puerta los primeros rayos de sol de la esperada época estival, regresando como cada año para alegrarnos con sus variopintas posibilidades y agobiarnos con su calor asfixiante, no nos podemos resistir a abordar de nuevo otra de esas ridículas e imposibles clasificaciones musicales que constituyen un delicioso sinsentido en sí mismas y que entretienen nuestras inquietas mentes, infectadas hasta las trancas del asunto musical y sin redención posible.

Retornan una vez más las jornadas de sol, la playa, el calor, el sudor, los chiringuitos, la poca ropa, los días asfixiantes y las noches nebulosas. El atardecer frente a las olas del mar, con tus pies descalzos sobre la arena húmeda, degustando esa bebida fría que tanto te gusta y charlando de cualquier interesante banalidad con esa persona con la que te sientes tan a gusto y feliz.

Este año volvemos a acercarnos a la música y nos preguntamos una nueva cuestión tangencial, perpendicular a las antes abordadas en lo que ya debemos empezar a considerar como la sección veraniega de nuestro pequeño rincón virtual; puedes revisar las de años anteriores pinchando aquí. Este verano le toca el turno a los distintos perfiles de personas a las que les gusta/disgusta leer sobre música. Para todo el que disfrute leyendo letras juntas, tenga tiempo que perder y no se tome demasiado en serio lo que viene a continuación… o sí.


 

- Para estar informado.

Este es uno de los usos primordiales por excelencia de la lengua escrita, no solo para la cuestión musical, sino para cualquier ámbito de la vida. La información transmitida de manera escrita tiene la virtud de permanecer intacta, completa y a nuestra disposición cuando lo estimemos oportuno. En el terreno musical nos permite conocer todos los datos, noticias y detalles de nuestros grupos preferidos; es por esto que todo aquel seguidor de la música de los grupos por los que profesa amor incondicional gusta de repasar todos esos datos y detalles, por insustanciales e incluso ridículos que le puedan parecer al resto de sus semejantes, que le permiten estar a la última.

Antes esta noble labor la sostenía la prensa musical especializada, aunque a veces de especializada tenía bien poquito, y las incipientes biografías sobre los artistas y grupos que aparecían para alegrarnos la vida a los consumidores compulsivos de datos y anécdotas sobre los mismos. La periodicidad de dicha información en la mayoría de los casos era mensual y, por increíble que parezca, nos parecía bien a casi todos. Eran otros tiempos, no éramos consumidores compulsivos de mierda, no necesitábamos doscientos millones de estímulos visuales por segundo, no había iluminados grabando estupideces sin gracia ni gilipolleces para colgarlas de sus redes sociales y, en definitiva, éramos casi capaces de degustar las cosas con una cierta serenidad, dejándote empapar por ellas. Con la venida de la realidad virtual global llegaron las prisas, la sobreestimulación y los palurdos con móvil que se creen ocurrentes y/o graciosos. En este contexto actual la música tuvo que asumir esas expectativas y se empezó a generar también la sobreinformación que puebla nuestro planeta y nos va haciendo cada día un poco más idiotas.

Ahora tenemos muchos más canales de comunicación escrita y muchísima más variedad, pero con la contrapartida de que la morralla puebla a sus anchas. Seamos realistas: un artista no puede generar cientos de noticias de enjundia a cada segundo que pasa, por lo que se ven obligados a llenar esos nuevos canales con cuestiones banales… o si no que alguien me explique dónde está el interés informativo cuando el músico te dice que acaba de grabar las bases de batería de cuatro canciones de su nuevo disco o te cuenta que no le gustan los cereales… pero hay que dotar de contenido nuestra nueva realidad virtual diaria. Lo mejor de los casos, como siempre, es tener bien desarrollado el sentido crítico y de análisis de la realidad para seleccionar lo que resulte importante y te aporte. 


 

- Les gusta leer.

Pues resulta que es así. Hay gente que pulula por ahí y que de veras disfruta cuando se le pone a tiro una sucesión de letras escritas… y si tienen un mínimo sentido ni te cuento… y si están unidas con cierta gracia y talento aquello ya es el acabose. Estos seres no necesitan impostar ninguna pose petulante ni cargante, es que simplemente disfrutan leyendo, disfrutan informándose, les llena la cuestión tanto de fondo como estética, les encanta dejar que su imaginación y su intelecto vuelen saltándose las tristes reglas sociales. Son seres de luz que hacen mejor todo lo que tocan y a la gente con la que se relacionan.

En este contexto, los diversos textos escritos que tienen cualquier tipo de relación con la cuestión musical siempre vienen a completar y/o enseñar nuevas perspectivas para todo ávido oyente musical. Siempre es bienvenida cualquier nueva información, dato o aporte sobre esos grupos y artistas que tanto nos gustan, incluso si la información que se comparte no es positiva o agradable. El problema viene aquí cuando se vierten mentiras y bulos para desacreditar al objeto informativo y llenarlo de mierdas. Suele ser habitual que los que inician estas tristes informaciones falsas sean los que se dedican a criticar per se. Para ellos también tenemos un apartado que desarrollaremos a continuación

Por otro lado, no hay nada mejor que escuchar ese disco que tanto te gusta mientras lees con detalle y pasión todos los datos que te ofrece el libreto interior de dicha obra, sobre todo si el artista de turno tiene algo que decir con letras para complementar su creación. A este respecto me vienen a la cabeza casi de inmediato los discos de WASP titulados “The Crimson Idol” o “The Neon God”, obras conceptuales que, además de contener grandes composiciones y sonar que te cagas, van ligadas a una historia que el propio Blackie Lawless te narra de su puño y letra. 

 


- Para criticar.

Tan cierto y propio de nuestra condición humana como la vida misma. Que la persona es un ente que respira y critica es un axioma que no permite réplica… y si hablamos/leemos sobre música la cosa se acentúa todavía más. En este contexto el lenguaje escrito ofrece un perfecto soporte para dar rienda suelta a la necesidad innata que el ser humano tiene de mostrar su acuerdo/disconformidad con lo que sea que se le pase por su cabeza.

En este espinoso asunto de la crítica podemos observar dos vertientes: la constructiva y la contraria. Si nos centramos en la primera, puede ser de gran ayuda para todo aquel que disfrute de la música y tenga interés por descubrir nuevos grupos, artistas y discos con los que engordar las ya de seguro grandes estanterías que posea en alguno de los habitáculos de su morada. Para esto la crítica escrita puede ser uno de los medios más eficaces y desde luego de los más accesibles. Hoy en día podemos acceder de inmediato  a cualquier tipo de información escrita gracias a nuestros dispositivos móviles, a los que nos encontramos conectados día y noche sin descanso. Esa posibilidad inmediata y real de tener acceso a casi cualquier tipo de información de carácter artístico es una bendición para algunos de nosotros, melómanos sin remedio de la causa musical, aunque también puede ser un arma de doble filo si no sabes poner a tu servicio estas nuevas herramientas virtuales, ya que puedes acabar convertido en su esclavo.

Por otro lado, si nos referimos a la crítica destructiva, la cosa toma derroteros más peliagudos. Los seres más mediocres y retorcidos que uno pueda imaginar se sienten en su estado natural cuando poseen una plataforma desde la que verter toda su bilis y ponzoña corrosiva atacando a cualquiera que sea su objetivo de turno. Conviene observar, cualquier psicólogo de parvulario se puede dar cuenta, que por norma general estos irritantes y estreñidos personajillos actúan así debido a sus propias frustraciones, miedos o demonios.

Permíteme, estimado y sufrido lector, que finalice la explicación de este apartado deteniéndome un poco más en la anterior consideración. Como en todos los ámbitos de la vida podemos distinguir dos tipos de personas: las que se alimentan de sus propias experiencias y las que se nutren de las miserias de los demás. Dentro del primer grupo se encuentran todas esas personas cuyas experiencias vitales, tanto positivas como negativas, les llenan y colorean ese apasionante cuadro incompleto que es la vida. Suelen ser seres curiosos -nunca cotillas, ya que se encuentran completos con sus propias inquietudes- y se beben la vida a cada instante. Entienden cada día como un nuevo reto, cada amanecer como una nueva página en blanco deseosa de ser escrita, cada atardecer como un nuevo y apasionante estímulo y cada anochecer como el final y/o el principio de una nueva historia de la que se sienten parte íntegra. Por desgracia el segundo apartado está poblado por otros seres que, pese a pertenecer a la misma especie que los del primero, se encuentran en universos del todo diferentes. Estos personajes grises parecen adolecer de estímulos personales, no demuestran inquietudes, intereses, deseos de crecer o evolucionar; más bien lo contrario. Se pasan sus días elucubrando, metiendo sus narices en los asuntos de los otros, rebuscando en los cubos de basura de las vidas ajenas para ver qué miserias encuentran. No les suelen interesar las buenas noticias o las situaciones que a otros nos alegrarían, se nutren de lo negativo, engullen las desgracias aderezadas con su propia morbosidad para fagocitar una suerte de apestoso revuelto que por lo visto resulta que les da vida… o algo parecido. Pocos elogios saldrán de su boca, supongo que su propia mediocridad les impide alegrarse por la brillantez o genialidad de cualquiera de sus semejantes. Pero a la hora de comentar cualquier traspiés… ahí estarán los primeros de la fila, inasequibles al desaliento y ofreciendo todo lujo de detalles -ciertos o no, poco importa la verdad en estos casos- para emponzoñar la situación hasta el límite. Casi siempre estos comportamientos resultan ser una especie de válvula de escape a su triste condición. Seres vacíos de contenido y que probablemente jamás entenderán lo que se puede llegar a sentir contemplando un atardecer en ese lugar que tanto significa para ti acompañado de tu melodía favorita y/o de esa persona que hace que tu vida sea mejor.

 

- Para cotillear.

Derivado del apartado anterior. Inquina y cutrerío que escupen determinados palurdos a los que el intelecto difícilmente les da para no cagar en la calle durante las procesiones. Uno de los males del ser humano como especie más extendido. En serio, el porcentaje de cotillas que nos rodea y acompaña resulta tan elevado como exasperante e inquietante. Es que le das una patada a una piedra y te salen veinte tipejos que, sin que nadie les haya preguntado, valoran los pros y los contras de la patada que acabas de dar, siempre saben cómo dar esa patada mejor que tú y le cuentan a sus tristes semejantes todo lo ocurrido con la patada exagerando e inventando cuantos detalles sean necesarios. Oscuros y lineales seres, apestados de tósigo gris, tan vacíos de todo que necesitan llenarse con las miserias de otros. Esto en el mundillo del artisteo, como por desgracia en otros ámbitos de la vida, está a la orden del día.


 

- Para aportar.

Hay seguidores del asunto este musical que tan locos nos vuelve a muchos de nosotros que disfrutan compartiendo y comentando sus gustos e inquietudes con sus semejantes. Les gusta la música, comprenden y son capaces de sentir el lenguaje musical en su piel, les hace sentir mejor el hecho de escuchar tal disco o visionar cual concierto y, en definitiva, esa sucesión de sonidos forma parte de su día a día. Si eres capaz de entender lo que estás leyendo en este momento y puedes posicionarte en estas coordenadas tan subjetivas como enriquecedoras, entonces te saldrá sola la necesidad de compartirlo con la gente capaz de sumergirse en este mismo estado mental y vital.

De este presupuesto igualmente se desprende el deseo de conocer más datos, curiosidades, cotilleos y demás entresijos de esos artistas que consiguen llegar a acariciar nuestra fibra más delicada. Compartir ideas, inquietudes, opiniones y todo lo que te sugiere esa creación musical que tanto te llena pasa a ser un ejercicio del todo reconfortante y saludable. Y qué mejor manera de hacerlo que en la barra de cualquier garito nocturno, frente a tu bebida favorita, arropado por la intimidad de la noche y con la compañía adecuada. Si eso no es la definición de felicidad, seguro que se acerca.

 

- Para conocer miles de datos.

Derivada de la anterior. Quedamos en que hay personas que disfrutan la música, la sienten de verdad -no todo el mundo está capacitado para sentir la música y hacerla parte propia- y se documentan porque les llama la atención, porque quieren conocer más cosas sobre eso que tanto le aporta. Hasta aquí todo correcto; como en cualquier ámbito de la vida, si algo atrae poderosamente tu atención, sientes la necesidad de saber más. Esto es una característica propia de la condición humana: la curiosidad bien entendida, nada que ver con el asqueroso y putrefacto cotilleo al que nos hemos referido en otro apartado anterior. Lo que no está del todo claro que sea saludable y/o normal es el deseo que determinadas personas sienten de conocer absolutamente todos los datos posibles sobre cualquier cuestión del ámbito musical. Estos sujetos tan peculiares como incomprensibles para el resto de sus supuestos semejantes y con los que este humilde escriba se siente tan identificado, resulta que sienten una pasión tan irrefrenable por determinadas manifestaciones musicales que no pueden sustraerse a su poder arrollador y necesitan todas las dosis posibles de eso que les hace alcanzar un estado de Nirvana espiritual. Es en ese momento cuando resuelves que ya no tienes solución y estás por completo enganchado al disco de tal artista, a la interpretación de cual grupo o al virtuosismo de no sé quién con su instrumento. Sí, ya sé que estas consideraciones serán consideradas poco menos que marcianadas para todos aquellos supuestos semejantes incapaces de emocionarse con una pieza musical o de permitir que toque su piel determinada interpretación de un músico. Pero esto es marginal.

Es en este momento en el que ya está todo perdido y no te queda más remedio que tomar decisiones drásticas en tu vida encaminadas a alcanzar el conocimiento más absoluto posible sobre el asunto musical del que se han quedado prendados tu corazón, cabeza, genitales y alma.

 

- Para así no tener que escuchar discos.

Afirmación que, por muy impensable que resulte a primera vista, se llega a producir en determinadas situaciones. Lo normal para poder opinar o charlar sobre una canción, disco, grupo o concierto es haberlo escuchado y/o visionado previamente. La lógica del presupuesto es tan sencilla como irrefutable. Sin embargo, el ser humano muchas veces -demasiadas, tal vez- se rige por presupuestos ilógicos e incomprensibles para el resto de sus semejantes. Pululan por los estrechos vericuetos musicales sujetos que opinan sobre asuntos musicales… sin haber escuchado la música de la que hablan en sí misma! Delirante, pero cierto. Tengo unos cuantos ejemplos atómicos que sostienen esta afirmación tan disparatada. Uno lleva media vida charlando de música con las gentes de Dios, a los que nos gusta hablar y mantener una buena conversación nos resulta imposible sustraernos a ella si se cruza en nuestro camino. El caso es que si hablas de música, o de cualquier otra cosa de la vida, en más de una ocasión te vas a topar con gente que no tiene ni puta idea de lo que dice; esto es algo que descubre el interlocutor que sí pilota sobre el tema de turno en cuanto lleva diez minutos de charla con el primero. En cuestiones musicales esto está más a la orden del día de lo que sería deseable. Hay bastante gente que habla sobre grupos musicales, artistas o discos sin siquiera haberlos escuchado o habiéndolo hecho de manera muy somera. Supongo que en el fondo no sienten demasiada pasión por la música, pero les mola todo el mundillo que genera a su alrededor. Imagino que se preparan el discurso previamente en sus guaridas, se fusilan la primera información que trincan por internet, generalmente incorrecta y sin cotejar, y sueltan su particular speech al primer pobre inocente que encuentran en su camino. Otras veces lo que buscan es aparentar o ser el centro de atención del grupo humano en el que han caído en suerte. Lo ideal en estos casos suele ser no entrar al trapo y encontrar algo de entretenimiento mientras les pones en aprietos al seguir su propia conversación sobre algo que en realidad desconocen. Y un dato inquietante: a veces los protagonistas de este apartado son los propios músicos.

 

- Para no enterarse de nada.

No podía ser de otro modo. No sabemos si se debe a tema genético, a la mierda de educación de nuestras supuestas sociedades avanzadas, al Reggaetón -o como coño se escriba- y sus ¿letras? imposibles, al uso pasado de vueltas de los celulares o a que sencillamente el ser humano es de condición estúpida; el caso es que, sin necesidad de rebuscar mucho, nos vamos a encontrar por estos mundos de Dios a sujetos que, pese a tener acceso a información escrita, no son capaces de enterarse de nada de lo que quiera que sea que hayan leído. Y en el asunto musical la cosa no iba a ser diferente. Confundir a artistas como Uli Jon Roth con David Lee Roth, por el hecho de que ambos nombres artísticos acaben igual, es solo la punta de iceberg. Me remito a este ejemplo rápido porque lo sufrí recientemente.

Tampoco ayuda mucho que los nuevos canales de comunicación escrita, esos que lo petan y de los que casi todo el mundo tiene dependencia de esa enfermiza, se caractericen por permitir y hasta alentar el uso desgarradoramente incorrecto de la noble lengua de Cervantes. En fin. ¿Será que de verdad el hombre es el único animal idiota?

                                Uli Jon Roth.                                                       David Lee Roth.
 

- No leen.

Pues sí, hay gente que no lee… ni va a leer jamás; y si lo miras con perspectiva, ni tan mal. Al menos son consecuentes: no me interesa leer y lo llevo por delante. No van por la vida dándoselas de cosas que no son, ni frivolizando, ni vacilando, ni dando la brasa sobre lo eruditos que pueden ser en lo que a la música que les gusta se refiere. Casi siempre lo primero que suelen decirte en cualquier conversación casual es que no se preocupan demasiado por seguir la actualidad de sus grupos preferidos. Salvo excepciones, gente de luz que no se complica demasiado la vida y con la que suele ser un placer enriquecedor charlar sobre gustos musicales y artistas diversos.

 

- Para completar la escucha de un disco.

Este apartado seguro que solo lo podrán entender los más viejos del lugar, esa subespecie rarísima de seguidores musicales que siguen consumiendo -algunos hasta comprando…con su propio dinero!- discos de música. Cierto, estimado y puede que imberbe lector. Hubo un tiempo lejano en el que no existía internet y le gente escuchaba la música que le gustaba adquiriendo, comprando, grabando o robando los discos de sus artistas preferidos. Tiempos muy lejanos, sí; pero esto es marginal.

Una canción es algo así como un prisma, algo multicultural que ofrece muchas lecturas. Un disco era y es una colección de canciones, pero con la característica de formar una obra artística en su conjunto además de contener la individualidad de cada tema musical. Esa sucesión de canciones está elaborada con minucioso y obsesivo cuidado por parte del artista, buscando una determinada intencionalidad y sentido en su conjunto. Todo habla cuando llega a tus manos un disco, no solo las canciones, sino también el orden, las secuencias, los diferentes momentos e intensidades, la portada, contraportada, libreto y, por supuesto, las letras de las canciones; algunos hasta contienen en su interior una propia historia o narrativa escrita al margen de las propias letras de cada uno de sus temas musicales, aspecto al que ya nos hemos referido en apartados anteriores. De hecho, hay discos que consiguen transmitir tanto como obras en su totalidad que las propias canciones cobran una vida propia y distinta a la que tienen por separado; no mejor ni peor necesariamente, solo distinta. Pocas cosas hay más reconfortantes, bellas y maravillosas que sentarte en el sofá de tu casa, ponerte un buen Rioja, atenuar la luz lo suficiente para poder ver, colocarte las gafas si ya peinas algunas canas, sacar el cassette del “Zenology” de Zeno de su cajetilla, encender tu reproductor y abandonarte durante la siguiente hora de tu vida en el insondable universo paralelo que la guitarra de Zeno Roth te ofrece mientras manoseas y relees una y mil veces el libreto con toda su información, sus atómicas fotos, dibujos y demás detalles que conforman esta obra de arte. Un disco es como un cuadro en su totalidad. En cuanto a las nuevas generaciones -y no tan nuevas- que solo consumen música de manera aleatoria en Spotify, Youtube o el canal de turno que sea, degustar un disco es como contemplar un cuadro en un museo: observas el lienzo en su totalidad, no solo un rincón o una parte del mismo. Con el disco pasa lo mismo, todas las canciones conforman en conjunto la obra completa, más allá de que cada canción en su singularidad también tenga vida propia. Aunque imagino que para estas gentes del nuevo mundo digital esto de leer las letras -en español, inglés o en otro idioma- mientras escuchas un disco les será del todo incomprensible.


 


- Para aprender o perfeccionar idiomas.

Variante del apartado anterior. Una de las mejores formas de aprender o afianzar la adquisición de un idioma es escuchando las letras de canciones en cualquiera que sea la lengua objeto de nuestro estudio. Si quieres familiarizarte con un idioma extranjero, no tienes más que leer libros escritos en esa lengua, escuchar música cantada en esa lengua o visionar pelis dobladas en esa lengua. Incluso yours truly, pese a haber sufrido la enseñanza de la lengua de Shakespeare de la manera menos pedagógica y más chapucera posible, puede moverse por el mundo con su inglés carabanchelero. Todo gracias a los libros y a la música, of course.

  

- Para vacilar.

Se ha sugerido en apartados anteriores. Existe un grupo más o menos nutrido de personas que aprovecha cualquier información musical para desplegar su particular arsenal dialéctico; ansiados de la necesidad de la palabra, en el momento en el que la consiguen, pasan a desarrollar su propia performance verbal con la que seguro acabarán agobiando a los sufridos adláteres que se hayan visto abocados a asumir ese rol en la conversación musical de turno. La mayoría de protagonistas de este apartado no suelen tener ni puta idea de lo que hablan, otros se documentan y empollan los datos con anterioridad para vomitarlos en cuanto encuentran la más mínima oportunidad. Lo que suele ser siempre común a todos ellos es que, en cuanto te encuentras metido en la conversación que casi siempre quieren monopolizar, te das cuenta casi a las primeras de cambio que lo que buscan es notoriedad; los motivos musicales, artistas, grupos, discos, canciones o conciertos pasan a un ridículo segundo plano arrollados por el ego desmedido de nuestro casual conversador. Hasta el peor psicólogo/sociólogo de la promoción puede ver las carencias afectivas e inseguridades de estos sujetos a los pocos minutos de empezar a escuchar su speech.

Pero no agobiarse cuando algún individuo de esta categoría se cruce en nuestro camino. Una vez detectados, puedes encontrar algo de diversión si la misteriosa causalidad del universo te conduce a compartir espacio vital con estos peculiares seres tan trístemente pagados de sí mismos. En lugar de pensar en el posible plomo que te acaba de tocar en la ruleta, uno puede divertirse en esta atómica situación. No tienes más que seguir su propia conversación hasta que nuestro querido protagonista la cague… y ten por seguro que la va a cagar, es cuestión de tiempo. Resulta interesante ser testigo de la incomodidad de cualquier charlatán cuando no sabe salir de la conversación que él mismo haya iniciado o intentado monopolizar. Siempre se coge antes a un vacilón que a un cojo.

 

- Por obligación.

Aquí nos encontramos con otro extremo. La lectura es un placer en sí mismo y su uso una experiencia íntima y enriquecedora cuando adquieres la soltura y criterio adecuados para degustarla, pero desgraciadamente hay personas que no han pasado por el recorrido vital adecuado para poder disfrutarla. En este mundo actual que el ser humano se empeña en teñir de gris cada día que pasa, lamentablemente abundan más de lo deseado este perfil de personas. Sujetos que te mirarán con cara de incredulidad si te ven agarrando cualquier artilugio lleno de hojas con letras y que pasarán a un estado de estupefacción si les animas a que ellos también lo manipulen. Esta gente difícilmente se informará por medios escritos; bueno, tal vez estarán al tanto de todos los cotilleos y miserias que se pasen por las aplicaciones de sus celulares.

Por otro lado podemos encontrarnos con gente que no tiene problemas con interpretar los códigos de la lengua escrita, pero que no siente pasión ninguna por usarla. Aquí el problema no es el lenguaje en sí mismo, sino más bien la información que se transmite. Por el motivo que sea, no les interesa lo más mínimo el asunto sobre el que tienen que leer o escribir, pero se ven abocados a hacerlo porque es o forma parte de su trabajo. Y en nuestra bendita prensa musical especializada no se iba a producir la excepción. El mundo al revés: miles de personas que desearían ganarse la vida escribiendo y leyendo sobre la música que les apasiona, mientras que dentro del elenco de escogidos que pueden hacerlo nos encontramos con personas que no sienten la más mínima pasión por lo que leen/escriben o directamente lo detestan. Por supuesto, si les preguntas jamás lo van a reconocer.

 

- Biografías de músicos y/o grupos.

Otro variante del anterior. Pues claro que sí, las biografías sobre grupos musicales y/o artistas es una bendición para muchos de nosotros. Entiendo que al oyente común le pueda bastar con tener a su disposición cualquier cutre canal virtual para poder acceder con la inmediatez que nos ha implementado nuestro mundo moderno a las canciones que le gusten, o simplemente para poder tener un hilo musical de fondo en su día a día. Imagino que para estas gentes inventos peregrinos como el Spotify les vengan al pelo. Nada que objetar, cuando la necesidad es peregrina suele servir un remedio peregrino. Sin embargo, para todos aquellos que leemos nuestra vida en términos musicales, algo tan inocuo, parcial, incompleto e impersonal como este tipo de plataformas se queda corto, muy corto. Es por esto, estimado lector, que te recomiendo que, si eres de esos defensores a ultranza del dichoso Spotify, dejes de perder tu tiempo leyendo este apartado y probablemente la totalidad del artículo, ya que no vas a entender nada de lo que aquí se cuente.

Pero volvamos al objeto de este apartado. Cuando la música forma parte íntegra y vital de tu propia vida, resulta casi imprescindible poseer las biografías de los creadores de eso que hace de tu caminar por este mundo loco una experiencia más plena y feliz; y si el libro está escrito por alguien que sepa escribir y no está autorizado por el propio músico, mejor. Muchos de estos libros te ofrecen una visión más completa de las interioridades y peculiaridades de esos genios que vinieron a este mundo con el don de crear buena música. De este modo la lectura de cualquiera de estos artefactos suele ser el complemento ideal para escuchar una vez más esa discografía de aquel grupo que te vuelve loco. Solo desde estas coordenadas podemos entender la necesidad de dedicar una semana de tu vida a sumergirte en el apasionante universo paralelo de alguien como David Lee Roth con la lectura de su última biografía publicada hace solo unos meses. Todo ello mientras escuchas de nuevo la impresionante discografía de Van Halen y su saga esperando la llegada de cualquier noche de verano sentado en el chiringuito más destartalado y rebuscado de tu playa favorita.

Ya se me pasaba. Solo un último y pequeño apunte con respecto a nuestro querido Spotify, la jodida Alexa y demás dispositivos y aplicaciones que elevan el mercadeo de la industria musical a la categoría de comida basura. Por lo visto a sus seguidores se les llena la boca diciéndote en cualquier discusión sobre ellas que dichas plataformas poseen toda la música que existe publicada y que quieras escuchar. La de cenas que he ganado apostando justamente lo contrario. Animo a cualquier incrédulo que todavía dude de lo que afirmo a que me lo plantee si por aquellas deliciosas coincidencias de la vida cruzamos nuestros caminos y surge esta conversación.



- Porque no pueden sustraerse a ello.

Lo necesitan. Si realmente te apasionan la música y la literatura, si de veras disfrutas leyendo sucesiones de letras mezcladas con estilo y talento tanto como escuchando esas notas musicales que solo unos pocos escogidos las hacen sonar con alma o si eres de esos pocos elegidos a los que se te eriza la piel, se te acelera el corazón, se te hace un nudo de pasión en el estómago y te estalla el cerebro al leer ese texto o escuchar esa canción que solo tú sabes puede abrir la compleja cerradura de tu emoción más escondida, entonces seguro que entenderás de lo que llevamos un buen rato hablando en este texto. Entiendo que estas consideraciones no sean para todo el mundo. Tal vez sea mejor así, tal vez.

Solo se me ocurre algo mejor y más gratificante que un texto sublime o una composición musical extraordinaria: que ese texto sublime sea la letra de esa canción extraordinaria. Nada puede superarlo. Magia en estado puro.

Es en este momento en el que quiero recordar y reivindicar la figura del más grande: Ronnie James Dio. Sí, el tristemente fallecido vocalista consiguió aunar como nadie estos dos mundos artísticos y vitales, mostrando un nuevo y apasionante camino de vida para millones de nosotros. Alzo mi copa por él. Otra vez en mi recuerdo. Una vez más.

 

It’s only been an hour

Since he locked her in the tower

The time has come

He must be undone

By the morning

 

Many times before

The tyrant’s opened up the door

Then someone cries

Still we close our eyes

Not again

 

Meet me when the sun is in the western skies

The fighting must begin before another someone dies

Cross bows in the fire light

Green sleeves waving

Madmen raving

Through the shattered night

 

Flames are getting higher

Make it leap unto the spire

Draw bridge down

Cut it to the ground

We shall dance around the fire

 

No more night

We have seen the light

Let it shine on bright

 

Hang him higher

Put the man on the fire

 

Draw bridge down

Cut it to the ground

We shall dance around the fire

Fire, fire, fire, fire, fire.

 


 


 

 


 

 

viernes, 23 de junio de 2023

Para qué usa la gente la música. X.

El verano nos saluda de nuevo, con su festiva presencia y su calor insoportable vuelve una vez más como las olas del mar mientras nos prepara para todas esas cosas que tanto disfrutamos algunos de nosotros y que tan propias son del periodo estival. Imposible rivalizar con un atardecer de cualquier día del mes de Julio, sentado en el chiringuito playero más destartalado y con menos humanos de esos megaguays agobiando con sus banales estupideces, contemplando la playa ya casi vacía mientras dejas que tu vista se pierda en la inmensidad del océano, degustando tu bebida favorita y con la compañía adecuada. La felicidad no deja de ser una pequeña sucesión de delicados momentos como ese.

Y por supuesto aquí estamos de nuevo en estas páginas virtuales, fieles a lo que ya se ha convertido en una especie de cita ineludible con todos vosotros cuando la Naturaleza decide que el verano reine en su ciclo vital. Una vez más. No sabemos hasta cuando disfrutaremos de esto antes de que la especie humana, en su infinita estupidez, se lo cargue todo... o la propia Naturaleza se canse definitivamente de nosotros y nos de la merecida lección que nos estamos ganando a pulso.

El caso es que volvemos un año más con nuestras ridículas clasificaciones musicales, más propias de amantes descerebrados del asunto musical que de personas adultas y serias. La Música con mayúscula y la pasión irremediable que provoca en algunos de nosotros protagonizan este intento de juntar letras con un mínimo de sentido. En esta ocasión nos vamos a centrar en algo tan obvio a primera vista como es la consideración de los usos que el ser humano le da a ese pequeño y loco invento llamado música. Ya abordamos este tema desde la perspectiva de la pandemia que sufrimos todos con el Covid 19, que pese a todo debemos reconocer que dio un juego que te cagas y que cualquiera puede volver a leer aquí. Sin embargo, ahora nos vamos a referir a sus usos en general. Uno no tiene más que pensarlo durante unos segundos para darse cuenta de que son mucho más amplios de lo que se podría considerar a simple vista.

Casi sin pensarlo mucho hemos recopilado unos veinte usos que van desde lo más obvio hasta lo solo planteable por mentes que ya no tienen arreglo posible. Por supuesto, muchos de los sospechosos habituales vuelven a aparecer por aquí; es inevitable y propio de nuestra condición humana. Iremos desgranando los distintos perfiles con toda la irreverencia de la que seamos capaces de hacer gala y siempre desde un delicioso enfoque subjetivo... lo que supongo irritará todavía más a aquellos que no consigan entender nada de lo que aquí se escriba... aunque lo vayan a leer de todos modos, aspecto que todavía me sorprende más. Volvemos a dejar en el tintero la segunda parte del capítulo "Para qué va la gente a los festivales" que, para mi sorpresa, lleva tiempo siendo demandado. Seguro que para otro verano.

Espero disfruten o disculpen estas letras que no tienen más objeto que hacer pasar un rato entretenido a todo aquel que tenga paciencia, tiempo que perder y que hable nuestro mismo lenguaje cuando nos referimos a la música. 

 


 

-Para inspirarse.

La música es una fuente de inspiración en sí misma, eso no lo pone en duda ni el que asó la manteca. Causa y efecto, protagonista clara del proceso creativo. Una de las formas de arte más elevadas que existe, como dijo en su día el irrepetible maestro Jon Lord; afirmación con la que estamos tan de acuerdo que preside la portada de presentación de este humilde y pasado de moda blog. El tristemente fallecido pianista/teclista/compositor/genio que mostró el camino a seguir para el teclado en el Rock a finales de los sesenta a golpe de Hammond y uno de los músicos más finos y completos que ha poblado este loco mundo no pudo ser más certero con su afirmación. Un músico que era capaz de escribir en su cabeza nota por nota todo lo que entraba por su oreja a tiempo real y que ha escrito algunas de las páginas más importantes dentro de la música de los últimos sesenta años.

Pero la música, además de ser fruto de la inspiración, puede ser también fuente de la misma. Hay gente que entra en fase creativa en cuanto comienza a sonar tal o cual canción que le evoca o predispone a ese maravilloso e insondable estado mental. Habrá personas que no entiendan esta afirmación, puede que necesiten silencio para concentrarse o un estado de quietud que les ayude a desarrollar sus asuntos creativos. Y está bien, todo vale si te vale. Pero para todos aquellos que solo concebimos la vida si fluye a través del hilo musical adecuado, tu mente y tu alma se predisponen a abrir sus delicadas e inescrutables puertas cuando se dejan atrapar por esos compases e instrumentaciones tan especiales que nos tocan de esa manera única a cada uno de nosotros.

Jon Lord.
 

-De fondo para hacer cosas.

Inevitable. Por el incomprensible motivo que sea hay gente que no siente nada especial por la música -sí, esos extraños seres existen y pululan entre nosotros-, pero les gusta su presencia de fondo mientras realizan cualesquiera que sean sus quehaceres diarios. Ni siquiera es necesario que conozca lo que suene o le guste, eso es secundario, lo importante es que suene. Imagino que será algo así como un acompañante desconocido, pero que está ahí haciendo bulto. En el apartado extremo tenemos a aquellas personas que, lejos de avergonzarse de ello, te espetan sin rubor alguno que lo que quieren es que haya ruido... ¿ruido? ¿para qué coño puede alguien necesitar ruido? Se me escapa del todo. Puede ser que esta gente le tenga miedo al silencio. Pocas cosas pueden ser más reconfortantes que la inmensidad del silencio, pero esto es marginal.

De cualquier modo no nos pongamos demasiado trascendentes. También en este apartado nos podemos encontrar a gente sin taras mentales y que tan solo gustan de que el hilo musical de turno les acompañe mientras emprenden cualquier empresa por mundana e intrascendente que sea. Incluso hay algunos que realmente sienten pasión por la música que escuchan y se la ponen para limpiar la casa. El problema vendrá cuando estés pasando la fregona por una superficie delicada mientras suena el solo final de guitarra del "I believe in you" incluido en el disco en directo "Open Fire Live" de Y&T. Que sepas que vas a inundar de agua esa zona delicada sin remedio gracias al poder letal de la guitarra de Dave Meniketti.

Dave Meniketti.


-Para ligar.

Desde que el hombre se topó con la música uno de los usos que le ha dado ha sido el de llamar la atención de sus semejantes. Esto es tan trivial y mundano como que es así, no se discute. Que las personas ejercemos/sentimos atracción hacia nuestros semejantes también es así y que algunas de esas atracciones tienen carácter afectivo/sexual es tan cierto que estéril es negarlo. En este contexto algo tan inocente pero tan poderoso como una canción estaba destinado a ser utilizado por la siempre desconcertante mente humana.

Se puede decir que dentro del asunto este, para algunos todo un arte, del ligoteo conviven dos tipos de enfoques: el más afectivo o trascendental que busca encontrar ese alma gemela con quién recorrer la aventura de la vida en comunión perfecta y el que no busca más que una atracción física sin complicaciones. Por supuesto esta afirmación es una generalización tan peligrosa como inexacta, pero la vamos a considerar de todas formas ya que todo este tocho que de manera sorprendente estás leyendo no pretende ser peligroso aunque sí inexacto.

Para el primer enfoque no hay receta posible, te topas con esa persona con la que haces un encaje perfecto y pleno a todos los niveles vitales o no; incluso dos seres destinados a ser felices juntos podéis llegar a cruzar vuestros caminos y que no pase nada por las variopintas limitaciones del estúpido comportamiento humano. Sin embargo, dentro del segundo enfoque, deliciosamente superfluo e intrascendente, podemos detenernos sin reparos para comentar unas cuantas cositas sobre esto del arte del acercamiento entre personas.

Siempre he desconocido del todo lo que hay que hacer para ligar. Desde mi perspectiva tan heterosexual como masculina y, por extensión, torpe nunca he sabido leer los supuestos mensajes o comportamientos del sexo opuesto en esto del ritual de acercamiento entre dos personas que se puedan sentir atraídas entre sí y ya peino demasiadas canas para tan siquiera contemplar la posibilidad de reinserción. Pero no preocuparse, todos tenemos algún amigo supuestamente experto en estos menesteres que se prestará de modo diligente a resolver todas nuestras dudas al respecto cuando aparezca la ocasión. Nuestro entrañable Casanova de turno te explicará todo lo necesario para que triunfes en tu noble empresa con esa persona que te ha llamado la atención, incluso te aconsejará de manera torpe el papel de la música en todo este tinglado que, casi sin darte cuenta, se habrá montado a tu alrededor. Los amigos, ¿qué haríamos sin ellos?

La música tiene un importante poder en esto de las relaciones humanas, todos los que somos capaces de apasionarnos con ella lo sabemos. Entre dos personas que comparten pasión por las mismas músicas se genera de inmediato una conexión espiritual que jamás comprenderán los del apartado de usar como fondo para hacer cualquier cosa y que te puede llevar a un plano vital del que hemos hablado antes en el primer enfoque de este apartado. No obstante, su poder letal también puede dificultar las cosas en esto del ritual de acercamiento. Recuerdo una anécdota bastante cachonda que me aconteció hace tiempo a este respecto. Una noche estaba tomándola en un garito con unos amigos -sí, hay gente a la que nos gusta conocer a otras gentes en bares por la noche y con alcohol de por medio antes que en una jodida página de citas virtual- y, de pronto, sucedió. Casi sin querer crucé mi mirada con la de unos insondables ojos negros que estaban justo a mi lado. Minutos después y de manera inexplicable para mis limitadas entendederas, la mujer poseedora de esos ojazos y este humilde escriba nos encontrábamos intercambiando un conjunto de letras agrupadas de manera inconexa, sobre todo por mi parte. Las conversaciones en los bares a altas horas de la madrugada, al abrigo de unas copas y con buena música de fondo: un delicioso dislate en sí mismo.

Todo tenía muy buena pinta hasta que salieron a relucir los gustos musicales. A mi hasta ese momento atractiva interlocutora se le ocurrió mencionar como uno de sus artistas favoritos a Coque Malla; sí, el de los irritantes The Ronaldos. Vamos, no me jodas. De pronto mi semblante cambió. Habría soportado hasta el infame Reggaeton, o como coño se escriba, pero el amigo Coque fue demasiado para mi. Por más que ella se esforzara en convencerme de las bondades de la música de nuestro ínclito, empresa imposible si pretendes cambiar el parecer de este humilde servidor, cada vez que volvía a mirar a la mujer poseedora de esos profundos ojazos ya solo podía vislumbrar la cara del petardo de Coque Malla, su agobiante "adiós papá, adiós mamá" y su estúpido sombrerito con el que intenta parecer cool aunque lo único que sacas de ahí es la estampa de un irritante amorfo jugando a querer aparentar ser un rockero. La cosa no acabó bien, como os podéis imaginar. La música y las relaciones humanas: un abismo insondable.

Coque Malla intentando hacerse el interesante.

-Para alardear/vacilar.

El arte de la música, el talento e inspiración para dar forma a algo único que desborde tus sentidos e ilumine tu alma, además de sus nobles e intrínsecos propósitos suele llevar a veces adherido a su culo a palurdos de la más variada enjundia que solo buscan chupar sangre cual sanguijuelas rastreras. Estos individuos, que suelen estar en todos los ámbitos de la vida demostrando su mediocridad en cuanto abren la boca, abundan más de lo que uno desearía. Obviamente no se han enterado de nada, pero poco importa. Ellos aprovecharán cualquier disco, canción, grupo o noticia relacionada para desplegar su peculiar arsenal al respecto. Si no los conoces los descubrirás a los cinco minutos en el desaconsejable caso de que decidas entablar una mínima conversación sobre el tema que ellos mismos hayan abierto. Resulta que no tienen ni puta idea de lo que hablan y lo único que buscan es notoriedad en la conversación, sentirse algo así como el centro del grupo humano en el que vierten sus comentarios. Insisto, esto sucede en todos los ámbitos de la vida. Siempre nos vamos a encontrar al típico listillo estreñido de turno que escupe con desdén y condescendencia cualquier afirmación y si tiene un punto sensacionalista, mejor.

Tampoco nos podemos olvidar de los que buscan llamar la atención de aquella persona que les haya llamado la atención a ellos mismos. Ya lo hemos hablado en el anterior apartado del asunto de ligar. Todo vale para hacerse notar y/o darse un cierto aire importante. En estos casos resulta especialmente entretenido contemplar desde la barrera y en un segundo plano las evoluciones de nuestro Romeo de turno; no falla, en el momento menos pensado nuestro ardiente lover la va a cagar y la cosa va a quedar cachonda. A veces incluso ese pequeño diablillo que todos tenemos entra en escena y hace que entremos en la conversación que nuestro querido elemento intenta monopolizar, solo para ponerle en un aprieto y encontrar entretenimiento mientras el intrépido interlocutor trata de salir del paso sin tener ni idea de lo que decir para hacerlo de manera digna. Es lo que tiene pretender departir sobre un tema musical sin saber del mismo. Ah! las relaciones humanas, tan complejas como sencillas, imprevisibles y apasionantes.

 

-Para hacer política.

Uso detestable como pocos, una violación asquerosa la que pretende apropiarse de algo tan inocente, delicado, bello y puro como una canción para favorecer los oscuros, interesados y falsos fines que salen de la boca de casi cualquier político. No soy contrario a la política, ojo, considero imprescindible una organización a base de acuerdos, principios y normas para hacer viable la convivencia humana; y si la manera de escoger a los encargados de gestionar esto es democrática, mejor. El problema viene cuando los ejecutores de dichas cuestiones demuestran estar tan envenenados como el propio sistema, preocupándose de sus propios intereses, engañando al resto para intentar convencerlos de que se preocupan por el bien común siendo esto del todo falso, tergiversando la realidad o mintiendo descaradamente si es preciso para debilitar a su rival, haciendo de la pose y las apariencias su nueva piel y vendiendo a sus propias madres si es preciso para trincar o pillar cacho donde puedan meter sus corrompidos hocicos. Y esto por desgracia suele ser así con todos los colores, cada día y con cada nuevo escándalo que por supuesto nunca reconoce ninguno de los implicados de turno siguen demostrando su verdadera condición. Supongo que es consecuencia directa de nuestra mierda de condición humana. La solución es que no hay solución. Si lo piensas durante más de un minuto solo pasan por tu cabeza barbaridades para revertir esa situación tan frustrante en la que ya estamos instalados. Sin embargo, insisto, este humilde escriba no es apolítico ni anarca. Se trata de hacer auténticos malabarismos para que cuando cada cuatro años te lamen un poco el culo para que les votes, ejecutes tu derecho buscando la opción menos mala; aspecto cada vez más complicado, pero imprescindible según entendemos algunos de nosotros que buscamos mejorar las cosas en las urnas y no en las conversaciones testosterónicas de las barras de los bares con aquellos que en cuanto salen de dichos antros esconden la cabeza dentro del suelo cual avestruz. En fin, divago por momentos.

Que los partidos políticos llevan toda la vida usando canciones famosas para sus campañas electorales es tan cierto como la vida misma. Ellos, que pagan a carísimos equipos de asesores para entender la psique del colectivo humano, saben mejor que nadie de la fuerza y el poder que atesora la música. Aquí también hay un curioso posicionamiento entre el compositor y el hecho político. Hay músicos que no se quieren ver envueltos en cuestiones políticas, los hay que se la sudan y que si les pagan derechos también venden a su madre por un puñado de monedas y en el otro extremo están los seguidores de tal o cuál corriente política que no dudan en ayudar al candidato de turno cediéndole el uso de sus canciones. Ante estas cuestiones tan sensibles posicionarse no deja de ser complejo y arriesgado... pero lo vamos a hacer, claro. Fuera de corrientes políticas de pensamiento lo que más se puede valorar es que al menos tengas una opinión formada y seas consecuente con ella a lo largo del tiempo, aunque eso suponga que palmes pasta o prestigio. Esos músicos que alcanzan tal estado merecen toda mi admiración, aunque su música no me importe un pimiento.

 

-Para tomar decisiones.

Todos los que somos capaces de amar la música y dejarnos apasionar por ella sabemos de su inmenso poder. Está presente en todos los momentos de nuestra vida y nos acompaña en nuestro devenir por este loco mundo. En lo que a este plumilla respecta, puedo aseverar de manera rotunda que mi vida se escribe con música. Es tan grande su sombra que me acompaña en cada uno de los momentos de mi día a día, de manera directa o indirecta en mi cabeza y desde luego en mi corazón. Siempre está ahí, presente para celebrar los grandes momentos y para consolar, apaciguar o ayudar a comprender y aceptar la tempestad cuando llega el dolor, la enfermedad o la pérdida. Esas cosas que colorean, adornan o tiñen esta aventura que es vivir. Y esto para nada es cuestión baladí. Aunque no mucha gente comprenda esto, te ayuda e ilumina cuando llegan los duros momentos de escoger caminos y tomar decisiones. Hay gente que piensa que lo bueno en la vida es saber tomar las mejores decisiones. Discrepo. Lo importante es ser capaz de tomar TUS propias decisiones y si además aciertas, pues mucho mejor; claro. Solo pienso que haya algo peor que haber escogido el camino equivocado y sufrir las consecuencias negativas que ello reporte: haber llegado hasta ahí sin siquiera haber sido capaz de haber tomado tu propia decisión. La experiencia me ha enseñado, por supuesto a base de golpes, que es mucho mejor equivocarse habiendo tomado tu propia decisión final que habiendo hecho algo que no tenías claro por cualesquiera que fuesen los motivos subyacentes. Eso no quiere decir que no escuches ni te dejes aconsejar, no confundir con ser cabezón y/o estúpido. Ser dueño de tus decisiones es liberador y, aunque te hayas equivocado, al final de todo en tu intimidad queda un poso de tranquilidad que no se paga con todo el dinero que pueda haber escondido y desfalcado el más despreciable de los políticos.

Entiendo que mucha gente no entienda esto, pero así están las cosas para algunos descerebrados con cabeza de nosotros, dejando que la música que nos alegra el alma esté presente de manera activa en nuestras decisiones y en nuestra propia vida. Me quedo con una reflexión de Uli Jon Roth, un tipo con mucho talento y con cosas muy interesantes que decir sobre la vida misma: “veo música en cualquier lugar, en un árbol, plantas, en la gente, animales u objetos. Veo el mundo con ojos musicales en términos de armonía, ritmo y energía musical. Y esa es la misma energía que usamos para vivir”.

Uli Jon Roth.
 

-Para crear arte.

Un puñado de afortunados resulta que son capaces de usar la música para darle una forma genial y única que hace que sus oyentes sean más felices al escucharla y sentirla. Esos seres de luz tocados con el dedo divino, inalcanzables para el resto, han venido a este mundo con la bendición y capacidad de crear una música y/o capacidad interpretativa destinada a deslumbrar al resto de sus semejantes.

Estos artistas creadores de algo personal, irrepetible, resultón, maravilloso y que no estaba en la cabeza de ningún otro mortal, suelen venir con su don de serie. Por supuesto, ese talento hay que cultivarlo. Lo que ocurre en la mayoría de los casos es que ese interés por descubrir, estudiar, practicar y avanzar en su talento les suele salir de manera natural. Están en otro nivel y de hecho son los únicos que alcanzan un listón de excelencia en lo suyo que es inalcanzable para otros. Hay gente que también estudia, se trabaja la técnica del instrumento musical que sea, se esfuerza y es capaz de hacerlo sonar bonito. No hablamos aquí de ellos. Esas personas, por mucho que dediquen toda su vida a estudiar y practicar, jamás podrán alcanzar los niveles de los genios a los que nos referimos en este apartado. Todo mi respeto hacia ellos, claro, pero el salto cualitativo del que hablamos es otra cosa.

Esto es un club de fans de Deep Purple. Aquí nos gusta el Rock y en estos menesteres la guitarra eléctrica tiene un protagonismo especial. Sin desmerecer a todo lo demás es ridículo entenderlo de otro modo. En esta tesitura es inevitable que aparezca en nuestra retina la figura de Ritchie Blackmore, uno de los tipos que marcó el camino a seguir aunque hoy en día ya solo sea una sombra de lo que fue. Me atrevo a decir que el Rock n Roll no sería lo mismo sin él. Desde aquí todo nuestro reconocimiento y respeto hacia su figura.

Y, por supuesto, si hablamos de genios y guitarras eléctricas no puede faltar una mención a Steve Vai. Uno de los últimos revolucionarios de este instrumento musical y de la manera de concebir el Hard Rock.

Ritchie Blackmore. Palabras mayores.

Steve Vai. Palabras mayores.

-Para estudiar.

En este apartado es en uno de los que mejor se aprecian las sutiles pero esenciales diferencias entre las personas contagiadas sin remedio por la pasión hacia la música y las que jamás podrán sentir nada por ella. Es fácil, si de verdad la música es algo importante para ti, si te emocionas cuando escuchas esa canción o a ese artista que te apasiona y no necesitas fingirlo ni impostar nada de cara a la galería ya que es un sentimiento tan sencillo e inocente que no lo puedes remediar, entonces no tendrás problema alguno en permitir que te acompañe mientras ejecutas el noble acto de realizar cualquier trabajo de investigación o estudiar cualquiera que sea el asunto de turno objeto de erudición... y, si no lo haces por obligación -esto es, por lo que lo hace el total de las personas de menos de treinta y muchos de edad superior-, pues será todavía más gratificante. Por otro lado, para todos aquellos que no fueron bendecidos con la capacidad de emocionarse con la música, hacer sonar de fondo el reproductor musical mientras pretendes empollarte los cuarenta temas, doscientas hojas por dos caras, para el examen de esa asignatura de la facultad que tanto detestas lo considerarás poco menos que una distracción/estupidez.

Qué grandes recuerdos de los años de instituto y facultad. Sí, los que vivimos la dorada época de la EGB, el Bachillerato, el COU, la Selectividad y la carrera universitaria pudimos disfrutar de unos años maravillosos que seguro asentaron las bases de nuestro carácter, principios y actitud ante la vida. Si lo comparas con la mierda con la que tienen que convivir los niños de hoy en día es que te echas a llorar: nuestra añorada infancia merendando el bocata de Nocilla, haciendo deberes algo menos de una hora al día, viendo una serie en la tele para niños, bajando... a la calle!... a jugar con otros niños!... a pegarse, por supuesto. Frente a esto hoy en día tenemos los video juegos, el jodido móvil, internet, solos en casa toda la puta tarde, sin límites, sin control, sin cariño, sin poder bajar a la calle a jugar, las actividades extraescolares con las que te agobian a todas horas... sin que al menos uno de tus progenitores te de un beso cada tarde y te prepare tu bocata de Nocilla. Padres estúpidos que piensan que solo tienen derechos, que no entienden de involucrar esfuerzo y límites a sus infantes, que todo lo solucionan con denuncias y consintiendo todo a sus críos para compensar su falta de preocupación y desvelo por ellos. En fin, una sociedad que produce niños consentidos que involucionan a adultos idiotizados.

De los años de instituto nos ocuparemos en otro momento, ya que daría para un amplio artículo en sí mismo. Finalizo con el recuerdo de un compañero de insti, tenía la costumbre de señalar en cada trabajo que nos mandaban los profes el disco que había sonado en su habitación mientras lo elaboraba. Un dato esencial para algunos de nosotros, por supuesto.


-Para estudiarla.

Solo un selecto puñado de entrañables descerebrados podrá entender el sentido de este uso de nuestro querido asunto musical, tan innecesario e incomprensible para el resto de la mayoría... como ocurre en tantos otros ámbitos de la vida. Estamos de acuerdo en que para la gran parte de oyentes la música es algo que está ahi, es bonito, entretiene y poco más. Este apartado no es para ellos, seguro. Tenemos a los que la disfrutan de veras, forma parte de su día a día, les aporta buen rollo y felicidad, pero les vale con conocer y acumular aquellos discos o canciones que les permiten vehicular esos nobles propósitos; ni entra en sus planes ni les pide el cuerpo ponerse a conocer o investigar más allá. Tampoco les dirá nada este apartado. Podemos hasta encontrarnos con profesionales de la comunicación cuyo trabajo sea precisamente el de documentarse sobre tal o cual canción/disco/músico/grupo y que lo hagan por obligación, sin que ningún cosquilleo les atraviese el estómago cuando tengan que ponerse a investigar y profundizar en el objetivo que les haya planteado su jefe. Es más, puede que incluso les estomague el hecho de tener que hacerlo. Sin problema, tiran de la casi siempre inexacta wikipedia y quedan en ridículo cuando publican sus textos. Rogamos a estos irritantes seres que se abstengan de meter sus zarpas en este apartado. Incluso podemos toparnos con muchos músicos, algunos de ellos con verdadero talento, que no sientan el más mínimo interés por profundizar en aquello a lo que han decidido dedicar su vida y/o les da de comer. Por increíble que parezca, ellos tampoco entenderán la razón de ser de este apartado que ahora abordamos; aunque casi nunca tengan los cojones de reconocértelo, claro.

Sin embargo, existe gente que, en cuanto recibe la sutil caricia de la música y queda prendada para siempre de su poder infinito, no puede menos que sentir el irrefrenable deseo de saber más sobre la misma. Comienza entonces un excitante camino de conocimiento al que resulta imposible sustraerse y que no hace más que dibujar un nuevo recorrido vital que te hace crecer y te permite contemplar la vida con unos ojos distintos.

Comenzar en esto de la música siempre debería ser algo tan desconocido como emocionante. Llega a tus vírgenes oídos una canción o interpretación que te remueve por dentro y pone tu mundo del revés. De inmediato sientes la imperiosa necesidad de escuchar más de eso que te ha vuelto loco y ya no tienes solución: te has enganchado. Las figuras de los hermanos mayores y/o esos amigos que te han hablado de tal artista o te han puesto el disco de turno que te parece una maravilla también juegan un papel importante en ese camino hacia el conocimiento. Antes era casi obligatorio escuchar y conocer a todos los grupos posibles que tocasen esa música que tanto te gustaba. Y si tenías la suerte de poder llamar amigo a algunas de esas personas con conocimientos musicales absolutos, mejor. Esos seres privilegiados, auténticas enciclopedias andantes capaces de retener datos tan esenciales como el número de guitarristas que han tocado en Lynryrd Skynyrd o los discos de directo de UFO, representan la universidad ideal en la que desarrollar tus conocimientos musicales y convertirte en un adulto de provecho musical. Además, en la totalidad de las ocasiones el deseo de profundizar en esos artistas que te apasionan siempre va ligado a la capacidad de no dejar de emocionarte jamás. Aunque claro, estas consideraciones serán estupideces para cualquier trepa cuyo principal objetivo sea meter sus zarpas en el mundo de la política.


 

-No la usa.

Pues sí, sufridos lectores, por increíble que parezca existe un extraño tipo de personas para las que la música no significa nada. No es que les guste poco, les parezca trivial o vean a los músicos como unos vagos engreídos con mucho morro -que seguro también-, es que directamente ni la consideran ni les dice nada; mucho menos la van a usar para algo, claro. Aquí no tienen cabida esos impostores que dicen que pasan de tal o cual artista, pero disfrutan de sus canciones cuando se encuentran escondidos en el último rincón de su habitación. No hablamos de ellos. Se trata de seres rarunos, por lo general grises y/o estreñidos, que afirman no sentir nada cuando escuchan cualquier pieza musical. Y por lo visto es que es cierto. Lo que para otros de nosotros puede ser hasta el timón que guíe nuestro devenir por la vida, para ellos resulta algo que no les suscita ninguna emoción. Podemos afirmar casi sin miedo a equivocarnos que estos sujetos deben de tener alguna conexión cerebral floja. Entablar conversación con ellos a algunos de nosotros nos puede parecer hasta inquietante. Aunque una cosa está clara: siempre mejor verte abocado a compartir unos minutos casuales de tu vida con ellos que con cualquier otro estirado y petulante palurdo de los del apartado del vacile.

 

-Para consumir como comida basura.

Pues mira, al menos los del apartado anterior son incluso respetuosos con la música y coherentes con sus actos en relación a la misma. No te gusta, no te emociona, no postureo, no nuthin’. Inquietante, pero tan respetable como coherente. Todo lo contrario que los protagonistas de este apartado. Aquí nos topamos con el rebaño que va detrás del que mande, que no se cuestiona nada y que sin duda vendería a su progenitora con tal de estar en el candelabro -término canchondísimo que en su día acuñó la entrañable Sofía Mazagatos, redefiniendo la lengua castellana cada vez que abría la boca-. Estos seres tan particulares como vacíos de contenido no solo escucharán la música que esté de moda, suene en las ondas/redes o lo que sea que lo pete, también vestirán solo y exclusivamente lo que se lleve este verano, visionarán las nuevas pelis/series que les metan por los ojos, adquirirán el último libro líder en ventas aunque no está claro que se lo lean, frecuentarán los restaurantes/garitos nocturnos a los que vaya toda la gente, irán de vacaciones a los sitios más in que les recomiende Tripadvisor. Y así podemos seguir hasta casi el infinito. De opiniones propias, escalas de valores y análisis críticos de la realidad, poquito; pero ¿y a quién le pueden importar esas minucias si te acaba de llevar a tu casa ese par de zapatos tan exclusivos cualquier lacayo de Amazon? La vida entendida como un autoservicio gigante de comida basura que eleva tus niveles de idiotización y borreguismo hasta el infinito.

Incluso dentro de su servil manera de entender la realidad, se juntarán con sus semejantes y te tildarán de tipo raro; siempre a tus espaldas y sin decírtelo a la cara, por supuesto.

Sofía Mazagatos.

-Para uso terapéutico.

Una vez más, uno puede no caer en la cuenta de esto a primera vista, pero es innegable que la música tiene la capacidad de ayudarte a cruzar los difíciles puentes que de manera inevitable tenemos que abordar a lo largo de nuestra vida. No me voy a detener mucho en este apartado, ya que se ha tratado transversalmente cuando hemos hablado de ella en el apartado de tomar decisiones. La persona no deja de ser una dualidad formada por cuerpo y mente. Si te partes un hueso no necesitas terapia, sino una escayola bien puesta. No obstante, las cosas de la cabeza circulan en otras direcciones y, cuando hay problemas cuya naturaleza no es física, las soluciones pasan por otro tipo de tratamientos cuya comprensión resulta difícil para los que por fortuna no los hemos tenido nunca. Es en estos casos en los que la música puede ayudar y mucho. Para todos los que somos capaces de emocionarnos con una pieza musical y/o con su interpretación -no me cansaré de repetirlo: no todo el mundo está capacitado para entender y dejarse emocionar por el lenguaje musical-, este maravilloso invento sonoro nos puede ayudar a solucionar cualquier problema que afecte a nuestra psique o al menos a hacerlo más llevadero y comprensible. Sin ir más lejos, es un reconfortante consuelo al irremisible desconsuelo que supone la pérdida de un ser querido. Sin duda te ayuda a buscar algo de paz y sosiego en esos momentos convulsos.

 

-Para rezar.

Uno de los usos en los que tal vez uno pueda reparar menos, pero que es tan cierto como la vida misma. El poder universal y transversal de la música llega a todas partes y esta realidad no iba a ser menos. En estos tiempos tan secularizados que vivimos en nuestras putrefactas sociedades occidentales, tan hediondas como cualquiera de las otras que vivan bajo la opresión de cualquier tipo de fanatismo, podemos pensar que el asunto religioso puede haber perdido fuerza y peso específico. Nada más lejos de la realidad. Vivimos rodeados de dioses de la más variada enjundia a los que rendimos culto y pleitesía, desde los más obvios a los más ridículos y materiales; seguro que mientras estás leyendo esto, estimado lector, estás pensando en alguno de esos dioses de pacotilla que por suerte o desgracia influyen en tu día a día.

Pero no vamos a seguir por este camino, dejamos el debate abierto sobre las motivaciones que rigen nuestros comportamientos y decisiones como individuos y como especie para otro momento. Nos vamos a detener en las religiones propiamente dichas y en la impronta que tiene la música sobre ellas. Para todo aquel que tenga unas nociones mínimas sobre el asunto, no hace falta ser Obispo católico o Lama budista, le será fácil caer en la cuenta del papel que juega el asunto musical en el aspecto celebrativo y de oración de prácticamente la totalidad de los cultos que el ser humano reconoce y practica. Las liturgias tienen un apoyo significativo en el apartado musical. Incluso algo tan íntimo como una oración personal, de esas sinceras e inspiradoras, puede verse apoyada por un hilo musical que sirva de motivación. Supongo que en este supuesto las músicas de bandas como Motorhead o Slayer no sean las más adecuadas, qué duda cabe, pero el abanico musical es tan amplio y variado que siempre puedes encontrar esa melodía que te ponga en la sintonía adecuada para la empresa religiosa a realizar. Conviene tener en cuenta que los grandes compositores de Música Clásica que todos conocemos y los que no también, no habrían podido cultivar su talento y crear sus imperecederas obras sin el mecenazgo religioso de aquellos tiempos. Otra cosa es que la manera que tenían de entender la religión cristiana aquellos altos cargos de la Iglesia tuviese algo que ver con el Mensaje de Jesucristo; casi como lo que pasa en nuestros días, pero esto es marginal.

Y si volvemos a nuestros días hasta podemos encontrarnos con música tradicionalmente religiosa que hasta acabó triunfando en las listas de éxitos. Sí, los dichosos remixes de los Cantos Gregorianos de los dichosos Enigma, que nos agobiaron a defensores y detractores por igual en aquellos ya lejanos y locos años noventa.

Slayer, música para la meditación.


-Para acumularla.

Otro uso cuanto menos peculiar que algunos aficionados al hecho musical pueden otorgar a este maravilloso invento. Hay gente que por el motivo que sea tiene la necesidad de acumular entre sus posesiones las canciones y discos de sus artistas preferidos... incluso hasta de los que no conoce de nada. Sí, por extraño que parezca hay personas que se esfuerzan en poseer catálogos musicales que ni les interesan ni escucharán jamás, pero así de inescrutable es el ser humano.

Vamos a diferenciar dos tipos dentro de este apartado. Por un lado tenemos a las personas que sí escuchan y disfrutan toda la música que de un modo u otro llega a sus manos y orejas. Para esta gente la música es importante, la disfrutan, sienten y por tanto necesitan tenerla entre sus paredes para poder escucharla. Puedes ser poco, mucho o enfermizamente excesivo en tu afán de acumular, pero si lo que adquieres lo escuchas, conoces y haces tuyo no veo el problema por ningún lado. Bueno, tomarás decisiones drásticas en tu vida que no entenderán el resto de tus semejantes como liberar una de las habitaciones de tu guarida de aperos inútiles como mesas, sillas, sofás, armarios, camas y toda suerte de zarrios innecesarios para llenar el habitáculo escogido de estanterías en las que colocar con cariño, cuidado y esmero todos esos discos, singles, cds, cassettes -por supuesto-, libros, merchandising variado y demás memorabilia estúpida que te llena de ilusión. Este subgrupo de incomprensibles seres con los que me siento tan identificado está íntimamente ligado a los del grupo que estudia la música y del que hemos hablado con anterioridad. Cuando te apasiona algo es inevitable sumergirte hasta los pies en todo lo relacionado con el asunto en cuestión y conocer cualquier dato al respecto, por estúpido que pueda parecer, pasa a ser tan reconfortante como vital... y el asunto musical no iba a ser menos que cualquier otro.

Por otro lado tenemos al otro subtipo de este apartado. Gentes que pululan por estos mundos de Dios sin el menor interés ni la menor capacidad para emocionarse cuando escuchan a un músico interpretar su creación, pero que por un cúmulo de circunstancias y/o situaciones disfrutan acumulando material musical. Este fenómeno ha aumentado exponencialmente con la irrupción de internet y las descargas musicales gratis e ilegales. Seres que descargan todas las discografías comprimidas en mp3 de la mayor cantidad de grupos posibles, que se bajan de la red todo lo que se pone a tiro del dedo que manipula su ratón y que aglutinan en carpetas con las que llenarán sus discos duros y pendrives sin tan siquiera pestañear. Nunca van a escuchar una sola nota de toda la música que atesoran, pero les da igual; seguro que muchos de ellos ni siquiera se lo plantean. Es el universo de la comida basura musical de la que hablamos antes. Muchos de los elementos de los que hablamos en el apartado de la gente que usa la música para vacilar también se encuentran en este apartado. Tienen cientos de gigas con discografías de miles de bandas de las que no tienen ni puta idea y en cuanto entablas con ellos alguna conversación al respecto apenas tardan minutos en demostrar su triste condición.

 

-Para no escucharla.

Directamente relacionada con el apartado anterior. No me voy a detener aquí, ya que los que se dedican a acumular música porque sí en la mayoría de los casos no tienen el menor interés en escucharla; de dejarse apasionar por ella ni siquiera hablamos. Hago hincapié en señalar este apartado porque desde la irrupción de internet cada vez es mayor el número de seres que se pueden incluir aquí sin problemas. Años atrás de la irrupción de la conexión mundial también había personas interesadas solo en recopilar material discográfico, pero todo era como más inocente y artesanal. El tipo de turno que todos conocíamos, cada vez que se acercaba a hablar contigo de música era para acabar pidiéndote un disco o una cinta. Se la acababas pasando sin saber nunca a ciencia cierta si volverías a recuperar tu preciado tesoro. No te la podías volver a descargar doscientas veces si te quedabas sin ella. Qué tiempos aquellos, tan bisoños como excitantes. Hoy en día todo ha cambiado. Esos tipos ya no te necesitan; bueno, tal vez para que les recomiendes la siguiente discografía a descargar. Claro, como ellos no se la van a escuchar a veces no saben por dónde tirar. Y ahora, con el auge extremo de los dichosos celulares hasta ellos se están reconvirtiendo en una nueva especie que ya ni siquiera necesita acumular carpetas de mp3 con música. Solo necesitan Youtube, Spotify o cualquier otro invento y su mundo vuelve a andar.


 

-Para hacer negocio.

Vampiros carroñeros que seguro no sienten nada por la música y jamás podrán emocionarse cuando suene una canción, pero que viven del aspecto mercantil del asunto. Aquí no incluimos deliberadamente a la mayoría de esas buenas gentes que se ganan la vida de manera directa o indirecta con la música: artistas, productores, arreglistas, compositores, dueños de salas de conciertos, promotores, personal que trabaja en las casas discográficas, locutores, montadores de escenarios, tramoyistas, camareros y un sinfín de personas que van desde el mejor y más importante músico hasta el que vende camisetas piratas en la puerta de los conciertos. No, no habla de ellos este apartado; aunque también tienen cabida en el mismo.

Aquí nos apetece señalar a todos esos asquerosos trepas que contemplan la música únicamente como un negocio. Ese tipo de escoria humana que pulula entre nosotros sin ningún tipo de principios y que no dudará un segundo en vender las bragas de su madre por un puñado de monedas. De manera instantánea aparecen en la mente esos altos ejecutivos musicales de antaño que no tenían ni puta idea de música, alguno incluso se jactaba en público de ello. Seguro que hasta despreciaban a los artistas que contrataban, pero como vendían discos y hacían caja... pues eso, amigos del alma. Hoy en día, como ya no se venden discos, esa figura parece haberse difuminado. Sin embargo, todos conocemos en mayor o menor escala a elementos de este pelaje dispuestos a lo que sea con tal de hacer negocio. Mi más profundo desprecio e indiferencia a todos ellos.

 

-Para discutir.

La música es pasión y cuando algo te apasiona tarde o temprano acabas discutiendo sobre ello con cualquiera que se cruce en el camino de esa pasión. Esto de discutir no tiene que ser malo, de hecho discutir con criterio siempre es enriquecedor para ambas partes; por no decir que el arte de usar la palabra es un reclamo en sí mismo y algunos de nosotros no solemos dejar escapar la ocasión cuando una buena discusión, de esas que molan y aportan, se cruza en nuestro camino. Si tienes la suerte de dar con alguien que disfrute usando la fuerza de la palabra y además tenga cosas que aportar sobre cualquiera que sea el asunto musical que os traigáis entre manos, seguro que ambos pasaréis un rato agradable o directamente perderéis la noción del tiempo enfrascados en lo bien que canta tal tipo en cuál concierto, cómo está de lograda la producción de ese disco, lo salvaje que suena aquel batería o vaya arreglos que lleva esta canción. Se pueden producir en cualquier contexto, pero las que más nos ponen suelen darse en las barras de los bares. Benditos antros en los que he pasado horas de disfrute inolvidables y he aprendido innumerables lecciones que han hecho de mi vida algo un poco más bonito y acertado.

Por supuesto el desastre de internet y el recalcitrante mundo virtual paralelo vino a joder en parte esas deliciosas discusiones analógicas. La de veces que he escuchado o he dicho aquello de "míralo en el móvil, a ver si es así o no". Ya ves tú, como si internet y la jodida wikipedia tuviesen todas las respuestas; de hecho la nueva enciclopedia virtual está trufada de incorrecciones... y la española mucho más, claro. Pero no está todo perdido, siempre puedes iniciar una nueva conversación sobre los errores de la red. Si tu interlocutor merece la pena y tú estás a la altura de las circunstancias, de ahí solo puede salir algo enriquecedor.

 

-Para motivarse.

Uso relacionado con el terapéutico al que nos hemos referido con anterioridad, aunque ofrezca un espectro más amplio. La música activa tu cerebro y tus emociones, determinada música puede hacer que suban tus pulsaciones y tu adrenalina. No tienes que hacer más que la siguiente prueba: justo antes de acostarte cualquier noche que estés muerto de sueño coge esa canción que tanto te pone, ajusta los cascos del reproductor que tengas a mano y dale al play. La vas a disfrutar y lo sabes, aunque estés cansado. El problema es que, tras su escucha, igual más que irte a la cama tu cerebro puede que te pida acción. La magia de la música. Bueno, si te gusta cualquier cantautor de esos que rasgan con tanta petulancia como pobres resultados las cuerdas de sus instrumentos que la mayoría de las veces ni siquiera son capaces de afinar por sí mismos, seguro que te quedas dormido igualmente, aunque ni siquiera tengas sueño.

La música es tan poderosa que te puede llevar a un estado mental en el que te ofrezca la seguridad necesaria para llevar a cabo cualquier empresa que te propongas. Es otro más de sus poderes. Recuerdo que en mi época de estudiante tenía dos o tres temas musicales que me subían arriba cada vez que hacía un examen. Y, pese a no interesarme en absoluto los estudios reglados y sus pruebas escritas, debo decir que he hecho cientos de ellas; supongo que por sentido práctico de la vida laboral. Mucho mejor con algunas carreras y oposiciones aprobadas para no tener que lamer el culo a ningún jefecillo insoportable y gilipollas.

En muchos ámbitos se recurre a la música para motivar al personal. En el mundo del deporte de alta competición es algo que está a la orden del día, pero esto es solo la punta del iceberg. En el ámbito laboral, religioso o político, por citar unos pocos ejemplos rápidos, también nos encontramos con su uso para encontrar ese empujón que se busca, sea el que fuere. Lo que está claro es que la música te puede llegar a motivar de tal modo que llegues a ese estado de trance o nirvana espiritual que te potencie exponencialmente.

 

-Para entrar en trance.

Consecuencia del apartado anterior. A algunos de nosotros no solo nos motivan los sonidos elaborados en forma de canciones que entran por nuestra oreja, sino que podemos llegar a experimentar situaciones de éxtasis total cuando determinada canción tiene la llave de esa difícil e inexplicable cerradura que hay en algunos de los rincones más recónditos de nuestro interior.

Pero para experimentar esta sensación no es necesario alcanzar el nivel de meditación trascendental de los monjes budistas del Tíbet. Ahora ya lleva años cerrado, pero cuando tenía abiertas sus puertas no tenías más que dejarte caer una noche de fin de semana por el Excálibur. Este entrañable garito ubicado en Vallecas albergaba en su interior a seres vitales que en cuanto sonaba aquella canción por la que llevaban toda la noche esperando, ganaban el centro de la pista y entraban en un trance completo inexplicable para el resto de mortales. Esas noches de Excálibur, entrabas a las tantas de la madrugada y cuando salías los rayos de sol cegaban tus ojos y descolocaban todavía más tus ya nublados sentidos. Aquellos maravillosos años.

Detalle del interior de la añorada sala Excálibur.

 

-Para ser feliz.

No pueden evitarlo. Todas esas personas capacitadas para disfrutar de la música, emocionarse con una melodía o volverse locas con una interpretación no pueden sustraerse al poder que atesora una canción. Esos temas musicales que te alcanzan colorean tu vida, aportan buenas vibraciones, glosan todos y cada uno de tus recuerdos, celebran contigo en los buenos momentos y te consuelan en los malos. Cuando una canción entra por tu oreja y te apasiona, sabes que ha llegado para quedarse. Pasa a formar parte de tu piel, latido de tu corazón, impulso de tu cerebro y agua de tu lágrima. Sabes que cualquier cosa que desees, cualquier cosa que el mundo te pueda ofrecer se la puedes pedir si la abrazas. Todo lo que incluso un beso no te pueda dar, ella te lo brindará si dejas que te acompañe. Es entonces cuando comprendes que la anhelada felicidad descansa en los brazos de una canción.