Una
sección de nuestro colaborador “Acid Ni3”.
La teoría del gusto.
Discutimos ansiosamente, acaloradamente, sin escuchar al otro, sin dejar que termine, sin esperar que sorprenda, sin intención de que nos afecte, sin sopesar su intención, dando por hecho que dirá, tensos, nerviosos, impacientes, deseando que acabe para expresar nuestra opinión, estresándonos porque se alarga su diatriba y se nos olvida nuestro comentario aclarador, rebatidor, ganador, nuestro zasca fulminante que sepulte su última esperanza de razonamiento lógico, concluyente, definitivo. Somos campeones del mundo en discutir contra nosotros mismos, a veces sentimos esa punzada de dolor que es nuestro orgullo, que le decía Butch Coolidge a Marsellus Wallace en “Pulp Fiction”; de ahí esa sensación de vacío al ver al otro, que piensa distinto, que opina distinto, que tiene un gusto distinto y lo razona de manera tan elaborada o sagaz como pudiera ser la nuestra.
Nuestro esfuerzo dialéctico, nuestro prodigio memorístico, nuestra recopilación de fechas y carrera, nuestro recordatorio de artículos de revistas, de documentales, de blogs y libretos de discos choca frontalmente con esa misma melomanía de un aficionado al reguetón, por poner el caso. O con un opinador inspiradísimo, un irónico ocurrente hasta provocarnos el ridículo, un manipulador impenitente y así ad nauseam….Nada ha cambiado en nosotros, ni en él salvo la sensación de esfuerzo baldío, de gol anulado, de impotencia, de frustración, que ahora pasa a dominarnos. La competitividad, la futbolización de la vida, lo infantil, lo emocional, los repulsivos zascas, la violencia verbal, la crueldad brutal disfrazada de rapidez mental, la supervivencia del más fuerte, la deformación del concepto de fortaleza; se confunde vigor con resistencia, crueldad con poder, sensibilidad con fragilidad, o insensibilidad con indestructibilidad. Tiempos de narcisistas y psicópatas, pero eso lo veremos en otro artículo.
Toteking: "Mentiras".
De todo esto surge el Heavy vs Hípster, de ahí el Raper vs Folky, el rockero vs rapero, el Flamenco vs Punk; por eso es burgués el mito del Club de los 27 y popular todos los demás artistas de estos géneros, por eso erróneamente se identifica como elitista la música clásica. Los gustos… ¿se puede discutir de gustos? ¿Quién lleva razón si a ti te gustan los Beatles y a mi los Stones? ¿Cómo demostrar quién es mejor? A mi me puede parecer la mejor banda de la historia los malagueños 713avo Amor y a otro Deep Purple o Bach. ¿Me puede gustar según que artista, cuando ya uno se enorgullece de llevar varias décadas conformando opinión, conocimiento -algo sectario, como la mayoría- de determinados géneros, estilos y sobre todo una cantidad de prejuicios que no tienen fin ni límite?
Más que la discusión yo defiendo el debate, porque se aprende, uno expone argumentario y criterio y de la otra parte tres cuartos de lo mismo. ¿Y si los grupos sin ser clásicos venden mucho? La semilla de la duda germina… Revistas especializadas, webs, blogs, listas de lo mejor del año, década o la historia, consejos de amigos, del periodista de marras; son sin duda mejores aconsejadores e influyentes en nuestro acercamiento a un nuevo grupo, pero sobre todo algo tan amplio y difícil de estructurar como el gusto -el propio-, claro. En la música, en mi opinión hay solo algo más importante que el gusto propio, que es buscar lo común, el placer de escuchar música. Decía Frank Lebowicz en la recomendable serie “Supongamos Que Es Una ciudad” que la música tiene todo lo bueno de la droga sin el síndrome de abstinencia. Una droga sana. ¿Qué hubiera sido de nosotros sin ella en estos tiempos duros, tiempos salvajes?
Disfrutemos de esta pasión común. ¿No es acaso más triste un viejo amigo que nos dice que ya no escucha música, que ya pasa, que eso tuvo su tiempo, que los conciertos le aburren… y más si es un ex melómano, un desencantado? Rápidamente en nuestro imaginario se convierte en un desertor. Y, como muestra, una cremallera. Un rapero al que le gusta el Heavy y la literatura -amigo personal de Vila Matas-, gran lector. Recientemente ha escrito su autobiografía en Blackie Books, amante del baloncesto y que, aparte de testosterona y confianza, expresa miedos, incertidumbres, se atreve a decir cual es su peor disco en una canción y de reconocer sus errores sin rubor. Y dudas, muchas dudas. Quien solo tenga certidumbres, ya se le caerán o no pertenece a este mundo…
Toteking: "Carne picá".