En un suspiro
cerramos el año del cincuenta aniversario de Scorpions. Nuestros queridos
Rudolf Schenker y Klaus Meine, con la compañía de Matthias Jabs desde hace casi
cuarenta años y las últimas incorporaciones del bajista Pawel Maciwoda primero
junto al batería Mickey Dee hace apenas unos meses, llevan todo este tiempo
haciéndonos felices con su música.
No se me ocurre
mejor manera de cerrar este año 2016 que con una tercera entrega de la visita a
esos lugares perdidos en el tiempo que han sido, de un modo u otro, testigos
mudos del devenir de esta excepcional banda a lo largo de todos estos días de
nuestras vidas. Tras revisar recientemente ese entrañable documental que nos
regalaba en forma de película la directora Katja Von Garnier dedicado a la historia
del grupo germano mientras les acompañaba con su cámara durante gran parte
del recorrido de la gira de despedida –alguien se lo puede creer– que
realizaron, al igual que otros grandes grupos coetáneos que también anunciaron
en su día que se retiraban aunque finalmente no lo llevasen a cabo, no podía
evitar por menos que entristecerme y permitir que alguna que otra lágrima
furtiva fruto de la nostalgia viera la luz del sol mientras en la pantalla
aparecían esas imágenes del grupo de principios de los setenta en formato
Super-8 que mis ojos no habían contemplado nunca antes y que pertenecen a ese
período primigenio de la banda tan escasamente documentado y que tanto me
subyuga.
Dentro de este
pequeño pero acogedor rinconcito de la red cerramos el año con los mismos
protagonistas que lo abrieron. Sirvan las líneas de este fan descerebrado de la
Música Rock en general y de Scorpions en particular como homenaje a esos
cincuenta años de vida que ha cumplido la visión de Rudolph Schenker. Brindemos
en su honor deseando que le queden, tanto a él como a sus camaradas de viaje,
otros tantos más.
Klaus Meine, su mujer Gabi y Katja Von Garnier.
Sporthalle.
Hildesheim. Richthofenstrasse 37.
De la mano del
encantador batería Wolfgand Dziony encontramos datos sobre este concierto,
parece ser que fue el segundo show que ofreció el grupo en su por entonces
corto espacio de vida en el año 1965; desgraciadamente no se conoce la fecha
exacta de su celebración. Hildesheim es una pequeña localidad cercana a
Hannover y allí se acercaron nuestros queridos escorpiones para realizar una
actuación como teloneros que constó de tres canciones únicamente. Uno de esos
tres temas fue “Dizzy miss Lizzy”, un clásico de Chuck Berry que más tarde
versionearon los Beatles. Recuerda Dziony que tuvieron que parar y volver a
reanudar la canción hasta tres veces por un problema con sus platillos; qué más
se puede decir… the good ol’ days. Dios mío, lo que daría por escuchar alguna
grabación de esos primerísimos conciertos. Es una lata que casi todos los
grandes grupos de Hard Rock tengan bien documentados sus más tiernos inicios,
con grabaciones que suenan como el culo e incluso vídeos, mientras que en
Scorpions parece que nadie dispusiese de una miserable grabadora que registrase
esas actuaciones para la posteridad.
Río Leine.
Hannover.
La orilla del
río Leine, en las cercanías de Hannover, sirvió de marco para la celebración de
un festival musical durante el verano de 1971. Scorpions fue uno de los grupos
que actuaron en este festival del que tampoco se tiene clara la fecha exacta.
Recuerda una vez más el entrañable batería Wolfgang Dziony algunas curiosidades
de dicho show. En palabras del propio Dziony asistieron varios cientos de
personas repartidos de una manera peculiar. El escenario estaba ubicado en una
de las orillas del río por lo que, a excepción de un puñado de personas que
pudieron colocarse junto en frente del escenario, casi la totalidad del público
se encontraba situado en el otro margen de sus aguas. Curiosamente esa orilla
se encontraba a más altitud que la del escenario, así que el respetable
disfrutó de las actuaciones situado a unos quince metros por encima del propio
escenario y de los músicos; de ahí la perspectiva de la foto que ilustra la
actuación de Scorpions en ese marco tan curioso e inusual y que podemos observar
más abajo –cortesía del propio Dziony–.
Estadio de
Vallecas. Campo de Fútbol del Rayo Vallecano. Calle Payaso Fofó.
También es justo
recordar el concierto que ofreció el grupo alemán en Madrid el día 16 de Agosto
de 1986. En aquellos momentos el grupo atravesaba uno de los mayores de
popularidad en España y en el resto del mundo, por lo que esta mini gira del
verano del 86 les llevó a recintos con capacidades de 20 a 40.000 personas. El concierto será
tristemente recordado porque durante la actuación del grupo de Michael Schenker
–MSG, que tocaba como telonero de su hermano– Miguel Ángel Rojas, un chico de
veintitrés años, fue asesinado de una puñalada tras una discusión. Ni que decir
tiene que este lamentable incidente sirvió a la mayoría de los medios de
comunicación de entonces –los mismos de ahora, solo que con más capas de
maquillaje– para demonizar una vez más al Rock duro en general y al movimiento
del Heavy Metal en particular. Desde aquí todas nuestras condolencias y
respetos a Miguel Ángel, familiares y seres queridos. D.E.P.
Pabellón de
Deportes de Madrid. Paseo de la Castellana 259.
El antiguo
recinto fue bautizado como Pabellón Raimundo Saporta en honor al fallecimiento
en 1997 del presidente del equipo de baloncesto de la capital y demolido en el
año 2004. En su lugar actualmente se encuentran ubicadas esas torres que tanto
permiten a algunos lugareños sacar pecho. Este edificio tiene el curioso honor
de ser el primer recinto español en el que actuó el grupo de Schenker y Meine.
Tras varios años en los que el grupo cimentó su popularidad en Europa, desde su
etapa con Uli Roth, finalmente Scorpions visitaron nuestro país en el año 1982.
Nuestro grupo preferido había publicado siete discos de estudio y un doble
disco en vivo antes de visitar nuestras soleadas tierras. Los germanos se
encontraban en plena gira de presentación de su inmortal álbum “Blackout”
cuando al fin un promotor los trajo en un excelente cartel que incluía a
Blackfoot de teloneros. Scorpions más la banda del incombustible Rick Medlocke;
eso es un cartel y lo demás son tonterías. Parece ser que la afluencia a esos
primeros shows del grupo en nuestro país registraron una escasa afluencia de
público, aunque afortunadamente ese aspecto se subsanó con creces en giras
posteriores y, desde entonces, los escorpiones suelen ser habituales de nuestro
país en sus giras mundiales.
Convento Do
Beato. Lisboa.
Este recogido
convento de la capital portuguesa fue el escogido por los alemanes para grabar
el que fuera primer directo en acústico de su carrera. Los muros del claustro
de esta construcción tan evocadora fueron testigos mudos de las actuaciones
exclusivas que ofrecieron Scorpions y que acabaron dando forma al disco
“Acoustica”.
La verdad es que
el convento se encuentra ubicado prácticamente a las afueras de la ciudad. Está
protegido por unos muros exteriores que difícilmente dejan adivinar la magia
que desprende el recinto en su interior. Conviene aclarar que para visitar
dicho convento hay que solicitar visita previa.
Palacio de
Deportes. Portimao.
En este recinto
se ha celebrado el único concierto con orquesta hasta la fecha dentro de toda
la Península Ibérica. A principios del nuevo milenio Scorpions anunciaron una
grabación conjunta con la prestigiosa Filarmónica de Berlín para conmemorar la
Expo de Hannover 2000, convirtiéndose así en otro grupo más que se sumó a esa
interesante moda de mezcla Hard Rock y Música Clásica. Lo curioso del asunto
fue que consiguieron sorprender a propios y extraños con el producto final, unos
impresionantes arreglos clásicos –cortesía del trabajo conjunto del director
Christian Kolonovits y el propio grupo– que engalanaron las composiciones
clásicas de los teutones para otorgarles una nueva perspectiva y una inusitada
intensidad; vamos, la mezcla perfecta entre la grandiosidad del clásico y las
melodías imbatibles Hard Rock de Scorpions. Debo reconocer que ha sido el disco
de grupo de Rock con Orquesta que más me ha impresionado de todos los que he
escuchado. La mayoría de ellos adolecen de arreglos de categoría, se enfoca la
presencia de la orquesta como un mero acompañamiento, como si de un añadido de
vientos se tratase, y ahí radica el error. Es fundamental desarrollar unos
arreglos originales que sean capaces de realzar la música hasta elevarla a una
categoría nueva y superior. No tenéis más que coger cualquiera de los discos de
estas características que han publicado la mayoría de los grandes grupos de
Rock o Pop en estos últimos años y escuchar con oídos imparciales para
comprobarlo.
Recuerdo a la
perfección mi primera escucha del disco “Moment Of Glory” que sacaron Scorpions
y la Berliner Philharmoniker. Me acerqué a la tienda de discos –sí, antes
existían tiendas de discos en las que podías adquirir la música que te
gustase–, compré el cassette original, lo introduje en el walkman mientras me
dirigía al metro y, desde los primeros compases, lo que empecé a escuchar me
voló la cabeza; las intros, melodías, los arreglos, la producción –ese sonido
de bajo tan contundente y tan integrado en la mezcla final de la versión de
“Dynamite”– o las composiciones específicas para el disco me hicieron
comprender que tenía entre mis manos algo especial… y cuando escuché más tarde
la canción nueva titulada “We don’t own the world” comprendí que debía ver en directo
ese concepto musical. El disco tiene una producción y un sonido de lujo, a la
altura de las dimensiones de un proyecto tan ambicioso como éste lo era; basta
con coger el tema “Deadly sting suite”, que no es más que una versión
instrumental del clásico “He's a woman she's a man”, para darte cuenta de ello.
Pocas veces me ha impresionado tanto una nueva adquisición musical, aunque
esperar que Schenker, Meine y compañía trajesen a España todo este montaje era
ridículo. La oportunidad llegó el verano del año siguiente: Scorpions actuaban
en la localidad portuguesa de Portimao a mediados de Agosto, en vacaciones y
relativamente cerca del hogar de mis progenitores; era perfecto. Lo organicé
todo y la tarde anterior me encontraba dispuesto a entrar en mi coche, con
cuatro cosas en la maleta y la discografía completa de Scorpions bajo el brazo
para escuchar durante el viaje. Me siento, ajusto el cinturón, introduzco la
llave en el contacto, la giro y… el coche no arranca. No me jodas. Tras
intentarlo todo resultó imposible solucionar el problema. No me lo puedo creer.
Así que, arrastrando esa cara de idiota que se te queda tras protagonizar un
incidente de semejante calibre, volví a casa, puse el disco “Lonesome Crow” en
el equipo del salón, bajé las luces, abrí una botella de vino de esas especiales y pasé las siguientes
horas asimilando todo el asunto sumergido en la más absoluta y necesaria
soledad. Finalmente el destino fue benévolo y justo un verano después me
encontré compartiendo asiento con la jet-set berlinesa más petulante, casposa e
irritante en la céntrica plaza de la capital alemana conocida como
Gendarmenmarkt mientras Scorpions ofrecían un show especial conmemorativo con
la Orquesta de los que no se olvidan. Brindemos por el nuevo año que se nos
viene mientras degustamos la versión para Clásica de “We'll burn the sky” que
se sacó de la manga el tándem Scorpions/Kolonovits; una gran canción que no tiene
nada pero que nació para ser interpretada con una orquesta y a la que esta
nueva revisión le otorgó esa dimensión tan especial.
Scorpions: "We'll burn the sky". Expo 2000.