Encuentros HUSH.
Este es un sitio musical, no nos engañemos, pero en el que nos vamos a acercar a la música que nos gusta desde distintos ángulos, cual prisma. Como ya dijo el añorado Jon Lord: la música es la forma de arte más elevada que existe; afirmación que, pese a disfrutar de otras manifestaciones artísticas, sostengo plenamente.
Clube de Adictos a Deep Purple
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This blog is basically a musical site. Here we talk about the music we like, using different angles. As dear and missed Jon Lord once said: “Music is the highest kind of Art that exists”. I think the same way too.
Acaba de salir a la venta el pasado mes la biografía del afamado
productor Ted Templeman. Escrita por
Greg Benoff y supervisada por el
mismísimo Ted, repasa en profundidad
la vida y el recorrido musical de uno de los productores más conocidos y
famosos de los años setenta, ochenta y noventa. En estos benditos tiempos en
los que todo Cristo se lanza a redactar sus memorias, la inesperada noticia
del libro de Templeman ha supuesto
una de las sorpresas del verano para algunos de nosotros. Ted Templeman ha producido durante su dilatada carrera a un buen
número de grupos, muchos de ellos superventas de platino como Aerosmith, Van Morrison, David Lee Roth, Montrose
o Sammy Hagar por citar algunos
ejemplos rápidos, pero sin duda pasará a la Historia como el descubridor de los
Doobie Brothers… y de Van Halen; por supuesto.
Doobie Brothers.
El libro es una bendición para los que disfrutamos con todos los datos
e informaciones relativas a los protagonistas, desde las cuestiones más
importantes y representativas hasta los detalles más insignificantes pero que
aportan datos en muchos casos desconocidos sobre los entresijos de nuestros
grupos preferidos. A pesar de su abultada información y número de letras
–imagino que nuestras nuevas generaciones palurdoguasaperas
no serían capaces ni de pasar del índice- está escrito de tal manera que
resulta de lectura amena y muy entretenida. El lenguaje está muy cuidado y
nuestro encantador Ted relata sus
avatares de una manera entretenida y respetuosa. Habla de los músicos a los que
ayudó a plasmar en disco algunas de sus mejores obras y para nada busca
carroña, trapos sucios ni cotilleos de segundas personas. Templeman asegura que lo que se narra en el libro lo presenció él
en primera persona. El tipo que ha estado tras los controles de los discos de Doobie Brothers, Van Morrison, Aerosmith
o Van Halen seguro que tiene unas
cuantas historias de primera mano que contar para hacer las delicias de los
seguidores de estos grupos. Y se agradece que las detalle y explique convenientemente.
Aerosmith.
Otra cosa que me ha gustado mucho es que en su biografía Templeman habla claro y sin falsas
modestias sobre las habilidades musicales de los músicos que han estado bajo su
supervisión. Es muy de agradecer que alguien con el oído y el talento innato
para diferenciar la música y las habilidades técnicas de los músicos que
escucha te hable de modo sencillo y con claridad de estos talentos y no de si
tal o cuál artista es lo más solo porque sea famoso; hablemos claro: hay mucha
gente que se queda en la parafernalia y lo superficial, desmereciendo a grandes
músicos porque no han alcanzado el éxito o lamiendo el culo de gente que
triunfa en las listas sin ni siquiera saber entonar o afinar una guitarra. Lo
normal es que cuando te cruzas con algún iluminado de estos en cualquier
conversación de bar te suelte su perolata
de necedades sacada de cualquier sitio menos de la escucha de los discos o los
directos de los grupos de los que habla escondiendo que la realidad es que no
suele tener ni puta idea sobre lo que afirma. Ted Templeman no tiene problemas en reconocer que se enamoró del
talento, la música y la cabeza de Eddie
Van Halen en cuanto lo vio en el Starwood
de Hollywood en 1977. También comenta al lector con total naturalidad que David Lee Roth tenía una voz tan
“difícil” que era casi imposible grabarle en condiciones. Nuestro inigualable Roth nunca se caracterizó por poseer un
vozarrón, eso desde luego, pero tiene una voz muy personal que encaja a la
perfección en cualquier Blues
elegante, sucio y sexy; de hecho creo que es de los pocos cantantes que canta
mejor ahora que cuando tenía veinte años. Y, aunque Templeman no tiene reparos en decir que en un principio pensó que
era necesario sustituir a David Lee
por Sammy Hagar… ¡antes incluso de
grabar el primer disco del grupo!, enseguida se dio cuenta de que nuestro
irrepetible Diamond Dave era
indispensable y tan artífice o más que el propio Eddie para que Van Halen
alcanzasen el mega estrellato.
Van Halen.
Así que cabe imaginarse que un libro en el que el productor de los
discos clásicos de Van Halen nos
cuenta todos los entresijos del proceso de creación y grabación de los mismos
pasa de inmediato a convertirse en lectura obligada del verano. No bromeo, me
he pasado mi semana enfermiza veraniega de cada año con la discografía Van
Halen & related mientras
degustaba la lectura de esta obra tomando un café helado en cualquier terraza
cutre, desierta y deliciosa frente al mar. Leer de las opiniones del propio Ted Templeman el relato sobre cómo Eddie Van Halen casi se volvió loco al
construir su propio estudio de grabación 5150
y su obsesión por encontrar el perfecto sonido para el afamado “1984” o enterarse de cómo David Lee Roth le dejó tirado a la hora
de producir su disco “Skyscraper”,
pese a que el propio Ted tuvo que
renunciar a producir el que sería el “Permanent
Vacation” de Aerosmith puesto
que en un principio Diamond Dave
requirió sus servicios para producir su “Rascacielos”, son solo un par de ejemplos
que hacen de su lectura algo imprescindible para todo aquel que sienta algo por
el universo Van Halen en particular
y por el Hard Rock americano en
general. Para todo el que quiera leerla está disponible la historia de Ted Templeman, un tipo con un oído e
intuición fuera de toda duda. El productor que consiguió que el mismísimo Steve Vai metiese en el disco la
primera toma que grabó de la guitarra solista del “Ladies’ nite in Buffalo” del explosivo “Eat’Em And Smile” de David
Lee Roth. Alguien tan perfeccionista como Vai quiso darle mil vueltas al solo de esa canción añadiendo un
buen número de efectos, pero Ted
grabó su primera toma en el estudio y se dio cuenta de que estaba ante la
buena, ¿Acaso se equivocaba?, desde luego que no.
El festival Starlite se viene celebrando como cada año durante los meses de Julio y Agosto en la
malagueña localidad de Marbella. Un elevado número de artistas de esos
carísimos de contratar y, a veces, también de primera categoría deleitan al
sofisticado a la par que petulante público marbellí amén del resto de fans y
curiosos que se acercan desde distintos puntos de la geografía hispana y
extranjera para presenciar sus actuaciones en vivo. El montaje es de
primerísima categoría, tanto a nivel de escenario como de restauración. El
sonido resulta espectacular y se encargan de cuidar hasta los mínimos detalles.
Se nota que ahí hay pasta invertida. En lo que respecta al aspecto
estrictamente musical es de agradecer que si pagas un elevado precio por la
entrada, lo que te ofrezcan a nivel de sonido y espectáculo esté a la altura; y
vaya si lo está. Este año como plato fuerte para algunos de nosotros estaba anunciada la actuación de Steven Tyler. Ironías de la vida, un montón de años esperando para
ver a Aerosmith en directo, puesto que en los
últimos treinta años apenas han venido a España unas tres veces, y en apenas un
año puedes ver al grupo de Boston en directo reinando en Madrid y a su
intrépido vocalista con su proyecto en solitario.
Steven Tyler.
Pese a que el festival tiene un marcado carácter tan alejado del Hard Rock, a veces suelen incluir en su
cartel la actuación de algún artista de esos que llevan el Rock por bandera y nos vuelven locos a muchos de nosotros; gente
como Michael Bolton, Tom Jones o el
propio Steven Tyler entre otros han
pisado sus escenarios. Por este motivo se hace imprescindible armarse de
paciencia y acercarse al festival para disfrutar del concierto de turno
mientras soportas con estoicismo e incredulidad algunos de los comportamientos
de esa ristra de personajes tan peculiares que pueblan las playas marbellíes
durante el verano. Imposible encontrar otro lugar en el que te encuentres a tan
escasos metros de algunos de tus semejantes y a la vez en galaxias tan
diferentes. En fin. Me lo suelo tomar como un extra más de la actuación que voy
a presenciar, un ejercicio de ostentación y de búsqueda de notoriedad que me
resulta tan cómico como descolocante. Total, que de nuevo me volvía a encontrar
cara a cara con Marbella y su festival.
El concierto de Steven Tyler
estaba programado en el Auditorio
del Starlite. Dicho auditorio estaba
emplazado en lo alto de una montaña a la que debías acceder en un autobús que
fletaba la propia organización del evento. Debías dejar tu coche en un
aparcamiento que se encontraba a las afueras del complejo Starlite y esperar para ser transportado –si se te olvida algo en
el coche estás muerto–. Aunque resulta un poco tostón todo este asunto de
acceder hasta el recino, debo decir que la profesionalidad de la gente de la
organización fue en todo momento exquisita, nada de esperar colas ni de tener
que lidiar con gente incompetente que no hace más que convertir lo fácil y de
sentido común en enrevesado y difícil; un diez en ese sentido. Tras llegar al
complejo Starlite, más de la
ostentación y estupidez de la que he hablado antes. Nada más acceder al recinto
te encontrabas con una especie de lounge
exclusivo/cutre más propio de una discoteca que de un recinto de conciertos.
Tiendas de joyas y relojes a los lados –será que en Marbella cuando vas a un
concierto te surge el apretón y necesitas comprarte unos pendientes o un Rolex– y un photocall para que puedas inmortalizar el momento, pero no os
penséis que se trataba de un cartel de fondo para que te hagas la foto y ya está;
no. Aquí todo se hace a lo grande y, además del cartel de turno, se había
colocado un sofá para añadir más glamour al asunto. Lo cachondo de todo este
embrollo es que los distintos especímenes humanos, presos de su propia
condición, se agolpaban para intentar sentarse en el sofá de marras e
inmortalizar su momento. Resultaba del todo entretenido observar a esas
señoritas tan exclusivas, con sus taconazos de otro planeta, sus tetas
perfectamente operadas y sus caros vestidos de diseño intentando aprovechar el
momento para zafarse de sus improvisados contrincantes y conseguir sentarse en
el dichoso sofá cual viejete que
intenta colarse en el mercadillo del barrio para comprar unos tomates. En cuanto habías conseguido tu momento de gloria fotográfico te podías subir a uno de los exclusivos restaurantes para engullir percebes, cigalas y todo tipo de marisco o acomodarte en uno de los reservados con portero incluido para tomarte un cóctel mientras observabas un curioso espectáculo de bailarines que perfectamente podría haber salido del programa estrella de cualquier plató de Tv. Para los bolsillos menos agraciados también tenías unas cuantas barras para pedir comida y bebida a precios tan módicos como diez euros por un tercio de cerveza... de la marca Heineken, para más inri; me acuerdo de que hace cuatro días nos estábamos quejando del desorbitado precio que nos parecía la cantidad de once/trece euros por un mini de cerveza en casi cualquier concierto de la capital. Definitivamente esto es otra liga. No me
voy a detener mucho más en detallar la fauna de variadísimo pelaje que se
encontraba en esa improvisada selva artificial de exclusivos árboles de oro,
pero desde luego que daría para largo y tendido.
Poco antes de las 22,30 horas pudimos acceder al recinto de la
actuación propiamente dicho. Hay que reconocer que la organización lo tenía
preparado a la perfección. Unas gradas con capacidad para varios miles de
personas, un escenario amplio, bonito, ubicado en lo alto de la montaña y con
la cima al fondo, con una visibilidad plena desde cualquier sitio e iluminado en
tonos azules con mucho estilo; en definitiva: mágico. Se bajaron las luces y
comenzó a sonar una intro formada por
fragmentos de canciones de Aerosmith
y del disco en solitario de Steven Tyler
acompañada por un montaje visual de fotos de diversos momentos de la vida del
cantante al que todos los que prácticamente llenábamos el recinto habíamos ido
a ver. A las once menos cuarto de la moche malagueña y bajo una gran luna llena
salía a escena la Loving Mary Band
de Nashville, un combo formado por seis músicos que desde el primer momento nos
demostraron que tenían muy claro de qué iba el asunto que se llevaban entre
manos. Comenzaron a interpretar las notas introductorias del clásico “Sweet emotion”, el inicio perfecto.
Unos instantes después salía a escena Steven
Tyler, pertrechado con una bolsa en una mano y una mochila a la espalda. Inmediatamente
saludó al personal lanzando la bolsa y la mochila al público, resulta que por
lo visto estaban llenas de una línea de productos que patrocina el cantante; en
fin, una vez más la imagen del bueno de Steven
aúna su personalísimo y agraciado talento artístico con todo el cutrerío
chabacano de un negocio en el que hay gente que vendería hasta a su madre con
tal de lograr unos cuantos billetes más. No sabía nada de lo que me esperaba en
esta actuación en solitario del famoso cantante de Aerosmith. En cuanto nuestro protagonista salió ante los focos nos
demostró a todos las tablas, la capacidad y la clase tan personal e innata que
posee para dominar cualquier escenario al que se suba. Se metió a todos los
allí presentes en el bolsillo de sus pantalones blancos de campana desde el
primer momento, demostrando un control absoluto del escenario y de todo lo que
allí ocurría. Consiguió que hasta las últimas gradas de arriba nos pusiéramos
en pie desde los compases de la primera canción, algo que por lo visto no suele
ser habitual en conciertos tan exclusivos como los del Starlite; si algo sabe hacer a la perfección nuestro adorable Toxic
twin es saltarse las normas y ofrecer al público espectáculo más allá
de formalismos.
Tras un “Sweet emotion”
soberbio enlazaron con “Crying”. Esa
entrada tan poderosa que tiene la canción hizo que la gente se volviese loca.
No bromeo, podías sentir la electricidad en el ambiente. La Loving Mary Band sonaba que te cagas,
con su batería, bajo, armónica, guitarras y banjo; en ningún momento pensé que
un banjo me iba a dar tan buen rollo dentro de un concierto de Rock, pero así era. Comandando todo
estaba un Steven Tyler que era capaz
de salirse del tiesto sin apenas esforzarse, es como si le saliese natural del
interior de su ser. La tercera canción la comenzó a cappella, resultando ser “I’m
down”, un tema que no suele interpretar en vivo con la banda de Boston. Por motivos como este hago todo lo
posible por no ver el repertorio que va a realizar un artista antes de su
actuación, lo que antes era lo más normal del mundo hoy en día es un ejercicio
de difícil despiste debido a la inmediatez y la globalidad que nos ofrece
internet. El subidón que te llevas si sin previo aviso vas a un concierto de Steven Tyler y la tercera canción que
interpreta es “I’m down” solo puede
ser superado si tras el primer solo de guitarra la enlaza con “Darling”, otra de los Beatles. Una sorpresa tan inesperada
como refrescante. El cadencioso ritmo de los Beatles al que Tyler
homenajea con este tema fue una de las primeras cosas que escuché de los Aerosmith a mediados de aquel lejano
1988. Entró de manera fulminante en mi cabeza junto a “Rag doll” y me vi abocado a hacerme con toda su discografía al
completo; esas pequeñas y delicadas cosas que tiene esto de la música. Ahora,
más de treinta años después me encontraba entre los miles de afortunados que
estaba presenciando una soberbia interpretación en vivo por parte del músico al
que se le ocurrió incluir este pedazo de versión en el disco “Permanent Vacation”. Y lo de unirlo a
“Darling” –una canción que siempre
me traerá a la cabeza la salvaje interpretación que hizo de ella Graham Bonnet en el estupendo disco “The Day I Went Mad” –, es una
genialidad. En lo que a mí respecta el concierto ya podía acabarse. He asistido
a actuaciones de más de dos horas de duración que me han dejado tibio, mientras
que Tyler consiguió desarmarnos a
los quince minutos. Impresionante.
The Loving Mary Band.
El show continuó con más Beatles
de la mano de “Come together” y con
otra versión de Fleetwood Mac, el
clásico “Rattlesnake shake”; de
veras muy interesante la selección de versiones con las que nos deleitó Steven. Nuestro encantador cantante
seguía derrochando carisma mientras interpretó “Jaded”, una de las canciones más famosas de la última etapa
discográfica de Aerosmith. El sonido
era un cañón y podías escuchar con nitidez la base rítmica, las hasta cuatro
guitarras que a veces adornaban los diferentes arreglos de algunas de las
canciones, la armónica, los coros y, sí, hasta el dichoso banjo. Por su parte Steven Tyler se sentía como pez en el
agua manejando todo el cotarro y en todo momento se notaba la química y buen
rollo con los miembros de la Loving Mary
Band.
Steven Tyler & The Loving Mary Band.
El concierto se adentró en las canciones del disco en solitario que Steven Tyler venía a promocionar: “We’re All Somebody From Somewhere”.
Curiosamente en el merchandising del
artista no había ni rastro del disco y por lo tanto no se podía adquirir ¿? El
disco lleva publicado un par de años y lo cierto es que me gustó bastante
cuando lo adquirí. La realidad es que musicalmente Tyler ha dado signos de estar bastante perdido en estos últimos
años, concretamente desde el súper éxito del pasteloso “I don’t want to miss a thing” que tanto detestamos algunos de
nosotros. La sensación es que el bueno de Steven
está últimamente dispuesto a vender su culo al diablo con tal de sonar en las
listas de éxitos, lo dice hasta su propio compañero Joe Perry, y este anunciado disco en solitario olía desde el primer
momento a temas en esa onda. La realidad es que hay que agradecer que el disco sea
sobrio y con mucha calidad, con un inicio cautivador de la mano de “My own worst enemy” y con grandes
canciones en su interior; todo bajo un interesante tamiz Country Rock que le aporta colorido y le permite a Tyler incluir todos los extraños
instrumentos con los que siempre le ha gustado experimentar. En esta parte de
la actuación interpretó “Only
heaven”,“We’re all somebody from
somewhere”, la versión de su propia canción “Janie’s got a gun” –en lo que puede ser de lo más pobre de dicho
disco- y un emotivo “Piece of my heart”.
Esta última vino precedida de una escalofriante introducción vocal del tema “Mercedes benz” de Janis Joplin. Un Steven
Tyler en un perfecto estado vocal anunció dicho tema como uno de los
preferidos de su adolescencia y se marcó un dueto a cappella con la bajista/cantante Rebecca Lynn Howard de esos que te caen los cojones al suelo. Tyler rayó a gran nivel, pero es que en
cuanto la bajista abrió la boca nos dejó a todos los allí asistentes con nuestras
bocas abiertas. Para tirarse al suelo.
Rebecca Lynn Howard & Steven Tyler.
S.Tyler & R.Lynn Howard: "Mercedes benz/Piece of my heart". Trieste. 18.7.18.
S.Tyler & R.Lynn Howard: "Mercedes benz/Piece of my heart". Boston 4.9.16.
A partir de ahí a piñón fijo con “Living
on the edge” y su bonito arreglo final para la ocasión o “Janie’s got a gun”, una canción tan
buena que aunque perpetres una pésima versión como la que nos ofrece Tyler en su disco sigue brillando con
luz propia. En ese momento llegaba el turno del piano de cola blanco que
comandaba el lateral del escenario desde el inicio del show. Todos abandonaron
el escenario y Steven Tyler se sentó
en él para interpretar una de las canciones con más personalidad que haya
escuchado nunca. En cuanto sonaron las primeras notas de “Dream on” el Starlite
se vino abajo para rendirle pleitesía como se merece a semejante obra de arte. A
modo de anécdota comentar que cuando Tyler
se sentó al piano alguien debía traerle un papel que no aparecía por allí,
por lo visto el encargado de hacerlo se debió despistar y salió a escena
apresuradamente ante los incómodos gestos del vocalista; poco importa esto a un
tipo con tantas tablas como Steven,
capaz de realizar una actuación memorable aunque entre bambalinas todo esté
saliendo al revés. La última canción fue el clásico “Train keep a rolling” interpretado de manera frenética, con el
tipo del banjo dándolo todo.
Los músicos abandonan el escenario, pero Marbella quería más. El
respetable empezó a dar golpes y patadas en la estructura de metal que soportan
las gradas hasta que la batería y Steven
salieron a escena. Ambos se marcaron un entretenido solo batería/congas
–conviene recordar que Tyler empezó
tocando la batería– que desembocó en el clásico de Aerosmith que lleva por título “Walk
this way”. Tras esto unpequeño
fragmento de “Whole lotta love” y se
acabó todo. Tocaba correr para pillar uno de los primeros autocares que te
sacasen del paraíso artificial hasta el improvisado parking en la ladera de la
montaña; las dichosas prisas que no nos abandonan ni en plenas vacaciones.
Mientras ganábamos el autobús una pareja detrás hacía una certera crítica de lo
allí ocurrido: "espectacular Tyler,
el grupo, el repertorio y sonido cañón". Totalmente de acuerdo.
En estos días se produce una
curiosa coincidencia para todos los que residimos en Madrid. Hace apenas unos
días nos visitaban en el Nuevo Apolo los Beach
Boys –o la banda de acompañamiento de Mike
Love y Bruce Johnston que, de
cualquier modo y pese a todo lo que el caradura de Love se ha aprovechado de Brian
Wilson, suena que te cagas– y justo una semana más tarde pisarán otro
escenario madrileño Aerosmith, el
grupo de Joe Perry y Steven Tyler; los Toxic Twins. El final del
mes de Junio ideal para algunos de nosotros. A priori no parece que salga a la
primera una posible relación entre estos dos grandes grupos –si obviamos el
hecho de que ambos tienen excepcionales compositores y grandes canciones que
han acompañados a distintas generaciones de personas–, pero si nos salimos un
poco de los clásicos y manidos clichés nos encontramos con que ambos grupos
decidieron, en un determinado momento de sus respectivas carreras, que era
necesario realizar una versión de la canción “Remember (Walking in the sand)”.
Steven Tyler & Joe Perry.
El tema “Remember” fue compuesto por George
Morton y grabado originalmente por el conocido grupo femenino de los años
sesenta llamado The Shangri-Las.
Sacaron la canción en formato single allá por el año sesenta y cuatro
obteniendo un nada desdeñable Top cinco en las listas de éxitos de la época.
Normal, es un pedazo de canción con unos arreglos sobrecogedores que te
desarman y paralizan mientras te sumergen en esa tristeza contenida que respira
todo el tema. Qué tiempos aquellos en los que este grupo o The Ronettes, bajo la tutela de Phil Spector, llenaban los oídos del público de grandes canciones,
brillantes melodías e increíbles juegos de voces.
The Shangri-Las: "Remenber (Walking in the sand)".
El combo de Steven Tyler y Joe Perry decidió versionar este tema para su álbum “Night In The Ruts” del año 1979. Si
por algo se caracteriza esta pareja –uno de los mejores equipos compositivos de
la Historia de la Música, sin duda– es por su bagaje musical y su olfato para
rescatar grandes canciones pasándolas por el particular y genuino tamiz de su
estilo musical. La versión que nos ofrecen en este disco respeta completamente
al tema original, manteniendo ese toque intenso y melancólico –casi se podría
hablar de dolor mientras escuchas la desgarradora voz de Tyler en las estrofas finales del tema–. Aerosmith mantuvieron los arreglos originales de la canción y le
añadieron sus guitarras eléctricas. Merece la pena adquirir cualquier disco
solo por el hecho de contener una canción así.
Aerosmith: "Remember (Walking in the sand)".
Steven Tyler.
Por su parte los Beach Boys –o mejor dicho, el grupo que
montó Mike Love junto a su escudero Bruce Johnston cuando finalmente logró
hacerse con los derechos del nombre–, tras el sorprendente aunque merecido
éxito comercial y en las listas de su tema “Kokomo”,
se aventuraron a grabar lo que para el propio Love sería el disco que representase la quintaesencia del verano. El resultado fue el tibio “Summer In Paradise”, fue el primer
disco de Beach Boys que no contó con
ningún aporte de Brian Wilson y eso
se nota. Pese a todo es un álbum que siempre me ha atraído mucho y que contiene
algunos grandes temas. La crítica se cebó con el pobre Mike Love, aunque tampoco me parece un cd tan malo como muchos
críticos lo pintan. De todos modos, si partimos de la premisa de que muchos
críticos ni siquiera se escuchan completos los discos que comentan, todo se
puede entender. Fue un álbum muy polémico por todas las circunstancias que
rodearon al grupo, ya bastante disfuncional de por sí, y sin duda merecerá que
lo abordemos en profundidad en otro momento. Tal vez el verano que viene.
Brian Wilson. Mike Love.
El caso es que este disco
contiene la particular versión del clásico tema de las Shangri-Las. La canción está completamente beachboyzada, modifican los arreglos añadiendo una estructura
diferente a la original y añaden un juego de voces de otro planeta. Es cierto
que The Shangri-Las era un grupo
coral, pero lo de los Beach Boys con
las líneas melódicas de sus canciones es para estudio de doctorado. Hay grupos
que trabajan los coros en sus canciones, doblan voces y demás para ofrecer un
resultado final más cuidado y al detalle. El asunto es que Beach Boys, de la mano del genio Brian Wilson, entienden las líneas vocales como un todo en sí
mismo. A sus ya de por sí intrincadas composiciones, el mayor de los Wilson siempre buscó añadir distintos
juegos vocales. No hablamos solo de coros -que los tienen, muchos y cuidados
hasta la asfixia-, sino que el bueno de Brian
además se dejaba la vida buscando rebuscadas líneas vocales, distintas y
superpuestas unas con otras hasta lograr ese todo mágico final en forma de
canción. No conozco a ningún –repito: ningún– grupo que te meta en una misma
canción hasta cuatro líneas vocales distintas y superpuestas, amén de los coros
que van a parte, claro. Un finísimo ejemplo de estas complicadas estructuras
musicales que entran en tu cabeza para no abandonarte jamás en la vida con esa
suavidad y facilidad tan pasmosa, sería el tema “You’re so good to me”. Cualquier compositor que se digne de serlo
debería estudiar canciones como esta para darse cuenta realmente de lo que
diferencia a esos escasos genios tocados con el dedo de Dios del resto de los
humildes mortales. Pero no quiero desviarme. La versión de “Remember” de Beach Boys
nos presenta unos interesantísimos arreglos y un sencillo pero bonito solo de saxo
que cierra el tema de manera redonda. Aunque el culmen llega con la
interpretación vocal del tristemente fallecido Carl Wilson. El del medio de los hermanos nos vuelve a demostrar
que fue bendecido con una voz preciosa y especial –ese I wanna know tras el solo de saxo en el tema que nos ocupa es de
otra galaxia–. Todo este universo musical abarca este grupo tan característico,
sin olvidar que –en palabras textuales del propio Carl– Beach Boys no deja
de ser un grupo de Rock.
Beach Boys: "Remember (Walking in the sand)".
Carl Wilson. D.E.P.
Y para finalizar un apunte
completamente gratuito sobre esta última consideración de Beach Boys como una gran banda de Rock que ha sabido crear un sonido propio y reconocible. No veo
mejor forma de acabar este escrito que con la canción “It’s about time”, composición de Beach Boys a cargo de Dennis
Wilson y Al Jardine. Dedicada a
todo el que duda de la valía de Beach
Boys como grupo de Rock. Una
canción para tapar unas cuantas bocas y por el simple placer del P.
Rock n’Roll.