La verdad es que aunque casi cualquiera de los discos que han venido
sacando los Rolling Stones desde
finales de los setenta tiene ese cierto componente sensual que lo hace ideal
para la época estival, la canción que preside el título de este escrito encaja
a la perfección en mitad de cualquier tórrida y liberada noche de verano de
gran ciudad. Este tema apareció en el estupendo disco que sacaron los Stones a finales de los ochenta bajo el
título de “Steel Wheels”. Dicho
álbum es en sí mismo de enjundia, lleno de composiciones bastante acertadas y
tocando los diversos palos estilísticos que han hecho de los Rolling Stones el grupo famoso que es a
día de hoy. Desde las directas “Sad sad
sad” o “Hold on to your heart”,
las stonianas marca de la casa como “Hearts for sale” o “Rock and a hard place”, las
ambientales “Terrifying”, “Almost hear
your sight” o la étnica “Continental
drift” –que pasa por ser de lo mejorcito de todo el disco–, el Blues crudo de “Break the spell”, la delicadeza de “Blinded by love” o la ternura desnuda de “Slipping away”; incluso el single principal del disco “Mixed emotions” atesora la calidad
necesaria. En fin, que otro día nos detendremos más en profundidad con este
disco.
El caso es que por el motivo que sea, cada verano siento la necesidad
de dedicarle una noche de esas de calor asfixiante a pinchar una vez más este
disco y, en particular, el tema “Slipping
away”. Es esta una canción ideal para ponerte un buen licor de café helado
–de esos que tienen bastantes grados– y sentarte en compañía de la calurosa
penumbra de una noche de Julio apoyado en la terraza o frente a la ventana para
dedicarte al sencillo y necesario ejercicio de ver la vida pasar. No bromeo,
nuestra vida es muchas veces tan caótica y tan llena de responsabilidades,
horarios, objetivos, obligaciones –muchas veces escogidos libremente y otras de
serie– y un sinfín de cuestiones más
que a veces es saludable parar, quedarte en el sitio y dedicarte a contemplar. “Slipping away” y su lenta melodía son
ideales para llevar a cabo este ejercicio, mientras su inusitada dulzura se te
impregna a la vez que cada sorbo te ayuda a buscar un efímero resguardo frente
al calor veraniego y la complicidad de la noche te atrapa con su invisible
manto.
Keith Richards.
No voy a negar que Rolling
Stones no es grupo de mi cabecera ni mucho menos. Nadie discute que tiene
una discografía sólida como una roca y numerosas canciones imperecederas que se
han enroscado en el subconsciente de las distintas generaciones que las han ido
escuchando, eso tiene su mérito y es ridículo negarlo; de hecho en mis
estanterías se encuentran prácticamente todos sus discos oficiales. El asunto
se complica cuando se aborda la difícil cuestión de la calidad de sus músicos.
Aquí la cosa se puede volver compleja puesto que he visto a pocos grupos con
fans tan intransigentes en este sentido como los de los Rolling. Cierto es que el binomio Jagger/Richards firman casi la totalidad de su discografía, pero de
ahí a ser grandes músicos media un abismo. Y esto es algo que no muchos
seguidores del grupo parecen tener en cuenta.
Que Mick Jagger y Keith Richards se llevan detestando
media vida no es ningún secreto, lo que pasa es que les interesa seguir juntos
si hablamos en términos de popularidad. No son la primera pareja musical famosa
que no se soporta ni será la última, por ahí está todo claro y no hay mayor
problema al respecto. De hecho antes de sacar este disco del que hoy hablamos
tanto Mick como Keith lo intentaron cada uno en solitario, lo que pasa es que se
dieron cuenta rápidamente de que las ventas de platino y los estadios
abarrotados solo se conseguían bajo el maridaje de Rolling Stones. De este modo, tanto la flema de Jagger como el punto de sobrado que
pasea con desdén Richards decidieron
meterse sus rabos entre las piernas, apretaron sus respectivos rectos y a
grabar el siguiente de los Stones. Y
así hasta el día de hoy.
The Glimmer Twins.
Y si hablamos del asunto de sus habilidades como músicos e intérpretes
ahí también hay mucha tela que cortar. Invitaría a todo aquel escéptico a que
tuviese una charla al respecto –si fuese posible, claro– con el tristemente
fallecido Brian Jones (D.E.P.) o con
Mick Taylor, ambos guitarristas de
los Stones en los sesenta y primeros
setenta respectivamente y que eran los encargados de sacar las castañas del
fuego a nuestra entrañable pareja. Seguro que tenían unas cuantas cuestiones
que comentar al respecto de la composición y la interpretación de la música de
los Rolling. Si hasta cuando se tuvo
que buscar sustituto a Taylor
sonaron los nombres de ilustres como Rory
Gallagher o Jeff Beck para
acompañar al amigo Keith Richards.
Imagino la cara que debió poner el líder y fundador de la Jeff Beck Band cuando le informaron de que debía estar a la sombra
de Keith Richards. Un tipo con el
recorrido y carisma de Jeff Beck,
que es uno de los principales referentes de la guitarra de toda la vida y ha
influenciado a las siguientes generaciones de músicos que se han acercado al
preciado instrumento de las seis cuerdas, lidiando con una situación tan
atómica e imposible. Finalmente el puesto se lo llevó Ron Wood, un tipo que no olvidemos que venía de ser el guitarra
rítmico del propio Beck en la Jeff Beck Band y al que poco después el
creador de “Blues De Luxe” le puso a
tocar el bajo en su grupo. Poco más que añadir. De este modo los niveles en el
mítico grupo del “(I can’t get no) Satisfaction”
o del “Gimme shelter” quedaban algo
más equiparados. De hecho, si hablamos de calidad a la hora de acercarse a su
instrumento, el que siempre me ha gustado más ha sido Charlie Watts y su toque jazzy
tan interesante.
The Jeff Beck Group: Aynsley Dunbar, Jeff Beck, Ron Wood y Rod Stewart.
Jeff Beck & Ron Wood.
De cualquier manera, tienen en su haber discos que son verdaderas
obras de arte. Por cierto, menuda versión se marcó el bueno de Meat Loaf del clásico “Gimme shelter” de los Rolling en su directo “3 Bats Live”. Aquello sí que es harina
de otro costal. Nuestro encantador vocalista adornó la canción con toda la
intensidad y parafernalia que acostumbra para darle otro color a un tema que ya
de por sí es mítico.
Pero no me quiero desviar demasiado, ahora toca seguir degustando el calor de la noche y tomando otro trago del oro negro mientras la vida pasa ante los ojos con la música de los Stones como banda sonora.
Pero no me quiero desviar demasiado, ahora toca seguir degustando el calor de la noche y tomando otro trago del oro negro mientras la vida pasa ante los ojos con la música de los Stones como banda sonora.