La música es un don preciado inherente a la propia condición humana y
que nos lleva acompañando como vehículo de expresión de nuestras sensaciones,
sentimientos e inquietudes desde tiempos inmemoriales. Esta manifestación
artística parece que ya estaba presente en los ritos religiosos y mágicos de
nuestros primitivos antepasados, conviviendo con las rudimentarias esculturas y
pinturas rupestres.
Resulta obvio que la música ha evolucionado a lo largo de todos estos
años, llegando a la actualidad como nuestra compañera más o menos necesitada y
fiel. Nuestro día a día está rodeado constantemente de música en sus más
variadas expresiones, casi la totalidad de las personas que convivimos en
nuestro colorido y ennegrecido mundo recibimos ondas sonoras que entran por
nuestra oreja a diario, desde el más
perfeccionista y engreído compositor hasta el último anacoreta que se encuentra
sometido a los ruidos de la naturaleza.
Otro asunto muy distinto es el fin que perseguimos a la hora de escuchar
esa música que se encuentra flotando en el éter universal esperando a ser
prendada en cualquier forma de melodía, no hay más que pararse a pensar en ello
durante más de quince segundos para observar que existen muchos tipos de
oyentes o receptores musicales. Si el pasado verano abordamos un tema tan enjundioso como las
motivaciones para asistir a los conciertos de música en directo, ahora que
aparecen de nuevo los calores estivales nos vamos a acercar de manera somera a
las inquietudes que mueven a nuestros semejantes, muchas veces solo en
apariencia externa, a permitir que entre por sus orejas esa pequeña, loca y
delicada cosa llamada música. Hemos delimitado veinticuatro perfiles distintos
de oyentes musicales. Esta clasificación es deliciosamente subjetiva por lo que
es seguro que no aparecerán ni coincidirán otros perfiles que tenga
en mente cualquiera que se acerque a leer este conjunto de letras mal juntadas.
Cada uno tendrá su propia clasificación, supongo que ahí reside la gracia del
asunto. Estos son los perfiles:
1.- El oyente que escucha música como sonido de fondo para hacer
cualquier cosa.
Curiosamente mucha gente piensa que la música vino al mundo solo para
acompañar. Este tipo de oyente no suele tener gran inquietud sobre la música
que escucha, simplemente quiere que esté ahí, presente mientras limpia la casa,
mientras habla por teléfono, mientras cena con los amigos, mientras cocina,
mientras escribe – incluso mientras lee -, mientras juega con su perro o mientras
compra en un macro centro comercial. No suele importar mucho el tipo de música,
ni su inspiración o calidad interpretativa, pero interesa que sea variada; las
emisoras de radio viven en parte de eso… y muchos grupos musicales también.
2.- El que escucha música para estudiar, leer, escribir...
Gente interesante. Aquí ya hay una cierta intencionalidad en la
selección musical, aunque la música va a seguir en un segundo plano porque
necesito que me expliquen cómo puede alguien ser capaz de leer o estudiar a la
vez que presta atención a lo que intenta que llegue hasta su oído; bueno,
siempre ha habido gente con una sobrenatural habilidad para hacer varias cosas
a la vez y realizarlas de manera perfecta.
En mi etapa de estudiante conocí a gente que, en los trabajos de la
Facultad, reseñaba el disco que había estado escuchando de fondo mientras los
realizaba. Es una lástima que todavía no
me haya topado con ningún alumno de esos en mi posterior etapa como docente,
sin duda le subiría la nota del trabajo en cuestión; claro está, siempre que la
música especificada fuese la adecuada.
3.- Para conducir.
Un clásico. Todos sabemos que a la gente no le gustan los coches, lo
que en realidad le llama la atención es conducirlos mientras sale por los
altavoces aquella música que le encanta. Dentro de este apartado tienen
cabida un importante abanico de posibilidades: los que van en el coche
acompañados, los que disfrutan conduciendo y escuchando su canción solos, los
que pueden intentar alargar o acortar el viaje según falten o sobren canciones
que les gustaría que sonasen o los que se someten a una estricta jerarquía a la
hora de opinar en la selección musical a escuchar. Dentro de este último subapartado
generalmente suele ser el conductor el que ostenta la primacía en el proceso de
selección musical, lo que nos lleva a otra posible y delicada situación: que,
por poner un ejemplo, te toque ir de acompañante durante seiscientos kilómetros
dentro de un coche en el que suene una y otra vez el primer disco de Alejandro Sanz - sí, el mismo que
empezó cantando Rock en un grupo con
el bajista de Bella Bestia aunque
ahora no lo diga -, sin posibilidad de salir de esa trampa de cuatro ruedas.
4.- Solo y siempre el mismo estilo musical.
Nos encontramos aquí con el oyente que tiene muy claro lo que le gusta
y lo suele defender a capa y espada si es preciso. Estos tipos no se andan con
rodeos, disfrutan de un determinado género musical y se abandonan por completo
en sus brazos. No importa que existan cientos de estilos y subgéneros
musicales, para ellos básicamente hay dos: lo que les gusta y todo lo demás,
que normalmente no suele merecer mucho la pena. Todo lo que pueda entrar por su
oreja perteneciente a otros tipos de música sufre la férrea censura de su
dignidad como seguidor del estilo de música de turno que profese. No importa la
cantidad de obras de arte que puedan pulular por el mundo, solo se permiten
disfrutar dentro de sus parámetros musicales, todo lo demás llega a resultar
hasta blasfemo.
Dentro de este apartado nos podemos encontrar a las innumerables
tribus urbanas que pululaban con mayor o menor acierto durante los deliciosos
años ochenta. Todo era más fácil en aquellos años, no escuchabas música sino
que eras Punky, Mody, Rocker, Heavy o Pijo y, desde el mismo
instante en el que te bautizabas, no podías abandonar tu grupo de pertenencia
de por vida. Hablar de cualquier otra música que no estuviera en los decálogos
de cada movimiento podía castigarse con el ostracismo más absoluto por parte de
tus semejantes. Con el paso de los años nos hemos ido normalizando y ya casi
nos puede gustar lo que sea si nos parece bueno, aunque todavía resisten
algunos abanderados inasequibles al desaliento y a la ignominia de la mayoría.
5.- Solo y siempre el mismo grupo.
Variante del apartado anterior. Paladines aferrados a una opción personal
que les ha llevado a venerar a un solo grupo o músico ejerciendo el derecho a
radicalizar sus gustos en busca de la pureza definitiva. Colocan a un
determinado artista en un pedestal y le defienden a capa y espada, estableciendo
una especie de compromiso o vínculo de tal fuerza que no pueden romper porque
lo considerarían algo así como una traición. De nuevo uno de los músicos capaz
de despertar este tipo de pasiones es Yngwie
Malmsteen, el virtuoso guitarrista sueco ha conseguido atrapar con su
música a muchos fieles adeptos capaces de llegar por su causa a las manos si es
preciso. Malsmteen ha conseguido
crear un personalísimo estilo musical, lleno de escalas manieristas e imposibles
que no dejan indiferente a nadie.
6.- Solo y siempre los mismos discos o cds.
En este apartado el oyente no se centra en un determinado género o
artista, nuestros peculiares protagonistas se caracterizan por poseer una
colección musical que escuchan una y otra vez. Estas personas seguro que
durante un periodo de su vida acumularon un determinado material discográfico y
no se han preocupado por seguir escuchando o adquiriendo nuevas referencias
musicales. Los sujetos que se incluyen en este apartado no tienen un especial
interés por la música en sí, les gustan sus discos pero suelen pensar que todo
este asunto corresponde a su juventud y que las personas “serias y adultas” no pueden seguir por la vida acumulando cds.
Para ellos la música suele ser algo secundario, relacionado con la adolescencia
y que forma parte del pasado nostálgico; incluso se sorprenden cuando se
encuentran con tipos coetáneos suyos que siguen consumiendo música, realmente
no pueden comprender que sigas emocionándote con el nuevo disco de tal o cual
artista. Estos individuos son los que te suelen preguntar aquello de: “¿Todavía siguen tocando Deep Purple? si serán unos abuelos”.
No te lo dicen pero piensan con lástima que todavía no has madurado y tú no se
lo dices pero piensas que no tienen ni idea de lo que hablan mientras sientes
una especie de lástima por ellos.
7.- Solo y siempre el mismo programa o emisora.
Otro subapartado del primer y cuarto punto. Aquí el oyente se abandona
a las ondas y deja que otros escojan por él. Realmente conoce las canciones
pero no por los discos en las que aparecen sino por los programas en las que
suenan. Allá ellos.
8.- Solo y siempre música de You
tube o de cualquier otra plataforma informática.
Lo mismo del anterior pero trasladado a nuestros días. Internet ha
copado nuestros canales de comunicación, la gente cada vez compra menos prensa,
libros – esto realmente nunca se ha vendido mucho -, revistas, escucha menos
radio y ve menos televisión. Ahora todo te lo dices por Twitter, Facebook o guasap…
si hasta el email y el messenger están desfasados!
En este nuevo mundo tan inquietante los viejos medios de comunicación
se han debido reconvertir, los periódicos cuelgan tiradas digitales en la red,
las emisoras emiten por internet y los libros se editan digitalmente. You tube se ha convertido en una
herramienta global sustituyendo a las emisoras de radio. Para tener éxito hoy
en día no necesitas que una compañía de discos invierta millones en las
emisoras de radio para que emitan tu canción, no tienes más que grabar
cualquier chorrada graciosa y colgarla en You
tube; tranquilo, que como caiga en gracia te harás famoso. Recordemos al
infame PSY y su “Gangnam style”.
9.- Para escucharla a todo volumen.
Curiosa especie que cohabita entre nosotros y que tiene como fin
último en la vida poner a prueba la paciencia de sus semejantes ante la sobre
exposición auditiva de sonidos a un volumen brutal. No está del todo claro si
realmente llegan a disfrutar la música en sí misma, lo que ofrece pocas dudas
es que experimentan una sensación de nirvana espiritual cuando la reproducen a
un volumen extremo. No importa la calidad de la definición del cd, vinilo o
cassette – sí, algunos de ellos aún poseen pletinas reproductoras de cintas -,
ni las condiciones externas que se desarrollan mientras enchufan sus aparatos
reproductores, lo que de verdad importa es escuchar esa música a todo volumen. Cuando
estos individuos dejan que el sonido atronador y saturado invada sus vidas y la
de todos sus compañeros de vecindario experimentan una catarsis de sensaciones
que solo ellos mismos están capacitados para entender.
Es cierto que hay determinada música que nació para que sonase alta,
pero… ¿toda? Realmente resulta necesario escuchar de vez en cuando el
maravilloso y atemporal disco en directo de Michael Schenker titulado “One
Night At Budokan” a todo volumen, algunas versiones de ese doble como “Let
sleeping dogs lie” se transforman cuando giramos o apretamos el botón del
volumen pero, si andas escaso de horas de sueño porque tienes que dormir para dirigir una obra
teatral al día siguiente y tu querido vecino decide que es momento adecuado
para escuchar la guitarra solista de Schenker
a todo trapo, la situación puede acabar mal por mucho que nos guste el
genio alemán; y no quiero ni contarte lo que supone que el niñato de turno
rompa tu paz espiritual mientras decide poner a todo volumen en el reproductor
de su vehículo cualquier tema de Reggaeton
o Hip Hop, el resto del barrio
estará deseando que baje de una vez la novia de nuestro encantador primate para
que se vayan a disfrutar de su música a otro lado.
10.- Para salir de fiesta.
Variante del apartado anterior. Nuestro protagonista solo tiene tres o
cuatro discos, pero se sabe todas las canciones que ponen en sus bares
favoritos. En este caso la música está directamente ligada al ocio, a salir por
ahí, de fiesta con los amigos. No será un erudito musical aunque, sin embargo,
se le tiene mucho cariño… y suele ser ideal para animar la fiesta. Seguro que
todos conocemos a alguno.
11.- El oyente que suele escuchar lo que está de moda.
Muy relacionado con los apartados siete y ocho. No importa mucho el
género musical o la calidad interpretativa, al igual que la ropa que viste o
los lugares que frecuenta, lo importante es que esté de moda, que se lleve.
Nuestro encantador ejemplar no se caracteriza por tener una personalidad
arrolladora, eso seguro, pero está perfectamente enterado de todas las nuevas
tendencias y te lo hace saber en cuanto tiene la menor ocasión.
12.- El que escucha lo que le graban o le recomiendan los amigos.
No importa el género, la calidad del músico o de la grabación, si te
lo pasa un amigo hay que escucharlo. La mayoría de las veces nuestra evaluación
va a ser en positivo, es igual que no tengamos en nuestra colección ningún
disco de ese estilo musical o que el sonido de la grabación sea pésimo, siempre
le vamos a encontrar el lado bueno. ¡Ah! los amigos. ¿Qué haríamos sin
ellos? La cantidad de discos que han acabado en mi colección por motivos que
escapan a mi entendimiento. Lo curioso del asunto es que hay determinados
discos a los que jamás les hubieras dado una escucha, incluso cuando los oíste
aquella única vez porque te los pasaron y no te gustaron, pero que los has redescubierto con el paso de
los años y te han acabado aportando algo positivo en la vida. Otra de las grandes
virtudes de la música, abanderada artística capaz de hacer que tus inquietudes
evolucionen y te permitan estar en continua fase de descubrimiento.
13.- El que escucha la música del grupo en el que tocan sus amigos.
Variante del apartado anterior. Aquí tenemos un problema importante,
puesto que es tu propio amigo el que ha compuesto o tocado la música que vas a
degustar. Se trata de acometer un encargo de difícil ejecución. Uno siempre va
a enfrentarse al disco en cuestión con la mejor de las predisposiciones y, si
disfrutas lo que escuchas, todo resultará más sencillo y gratificante; las
críticas serán positivas y renovareis esa conexión especial que os une. El
problema aparecerá si no te gusta lo que escuchas, en ese caso el asunto se
torna complejo, sobre todo si en lugar de un amigo se trata del disco de un
conocido. Con un buen amigo nunca habrá problemas de comunicación, la base de
la amistad es la confianza y entre amigos se puede decir cualquier cosa porque
saldrá del cariño, pero con los conocidos el asunto se torna distinto. No se trata
de mentir a un conocido diciéndole que te ha gustado su disco, eso no se le
hace a un camarada, pero si te sinceras con él y le dices que su música apesta
puedes dar por seguro que nada volverá a ser lo mismo. La relación entre un
artista y su obra es delicada e incomprensible a ojos externos, es algo así
como un amor de pareja y si te metes en medio acabarás mal, de hecho hay
músicos que se sienten más unidos a su música que a la persona con la que comparten sus vidas. Lo ideal es
que el artista ejecute una máxima que debería enseñarse en todas las escuelas
de arte y similares: un creador nunca debe preguntarle al oyente qué le ha
parecido su obra.
14.- Acumula música que no escuchará jamás.
Especie bastante actual. Antes pasaba con las grabaciones de los
discos y hoy día, en mayor medida, con las descargas de internet. Todos hemos
tenido al típico amigo, conocido o completo desconocido con el que entablas una
conversación casual y que, en cuanto puede, te pide que le grabes tal o cual
disco; su objetivo final es pedirte toda tu discografía completa. El estilo y
género de los artistas o los discos que poseas resulta una cuestión secundaria,
porque no los va a escuchar, lo que le importa a este tipo de sujetos es
acumular la mayor cantidad de material discográfico posible.
Aunque la esencia es la misma, en la actualidad los métodos de
adquisición de discos han variado. Con la irrupción de internet en nuestras
vidas, nuestros protagonistas no se ven obligados a pedir ingentes cantidades
de discos a sus improvisados mecenas, les basta con tener encendido durante
toda la vida el ordenador y Emule.
De escuchar lo que descargan, nada de nada; bastante tienen con colocarlo,
estructurarlo y archivarlo.
15.- Siempre escucha el disco completo desde el inicio hasta el final.
Especie muy poco habitual aunque existente y en continuo peligro de
extinción. En algún momento determinado de su día a día deciden escuchar algo
de música, seleccionan un disco y lo empiezan a escuchar. Si hay que pararlo
por el motivo que sea, vuelven a ponerlo desde el principio. Suele pasar cuando
vas en el coche. Desde luego que están perfectamente capacitados para comentar
dicho disco porque lo conocen con exactitud matemática.
16.- Los que escuchan música por obligación.
Increíble pero cierto, hay gente que se encuentra obligada a escuchar
música por motivos laborales. A la cabeza de este apartado nos encontramos con
aquellos que trabajan como ejecutivos discográficos o los que se dedican a las
cuestiones técnicas de grabación, como pueden ser los productores, ingenieros
de sonido, etc. En algunos casos la obligación contractual es una bendición,
porque algunos parten de la base de su amor a la música, aunque en otras es un castigo, ya que jamás sintieron
el más mínimo aprecio por la música y su relación con ella es asquerosamente
comercial.
Un subgrupo sería el de los críticos y periodistas de variado pelaje
y, a veces, de dudosa enjundia. Algunos de ellos desprenden pasión por los
poros de sus palabras y escritos, pero desgraciadamente nos encontramos con otros que ni
siquiera está del todo claro que lleguen a escuchar al completo los discos que
tienen que comentar, pese a recibirlos gratis.
17.- Los que escuchan música para diseccionarla.
Los puristas en su estado puro. Tienen la extraña habilidad de
diseccionar todo lo que llega a su oído. No lo hacen como una pose, realmente
tienen esa capacidad grabada a fuego en su ADN y se sienten en constante
búsqueda de la perfección absoluta. Se trata de discernir la manera de realizar
el solo de guitarra, la intro rítmica o la entonación del cantante. Este grupo
lo constituyen un elenco de privilegiados que han sido tocados por el dedo
divino y que son poco más que verdaderas enciclopedias andantes llenas de sabiduría
que alegran la vida y el espíritu del resto de mortales que tenemos la inmensa
fortuna de poder acompañarles en su camino hacia la perfección. Imprescindibles
para cualquier amante profano de la música, tener a un amigo así es como poseer
un tesoro.
18.- Los que no les gusta nada de lo que escuchan.
Especie poblada por algunos privilegiados individuos del apartado
anterior y por otros que carecen de eso
que los diferencia del resto pero que se han trabajado bien la pose. No sabemos
hasta qué punto están capacitados para disfrutar de la vida, porque tienen
pegas para todo lo que les rodea. Poco
importa que el más técnico, creativo e inspirado de los músicos alcance su
clímax cósmico y consiga grabar su obra definitiva, siempre encontrarán un fallo,
por minúsculo que sea.
19.- Porque lo pide el momento o la época del año.
Muchas veces parece que determinada música solo tiene razón de ser en
función del momento o época del año en la que nos encontremos. La Navidad puede
ser un ejemplo bastante ilustrativo, en esta época del año todos los centros
comerciales radian villancicos día y noche sin descanso ni desfallecimiento.
Más ejemplos: El verano y su dichosa canción agobiando al personal en todos
los chiringuitos de playa. Exacto, a todos se nos ocurre algún tipo de perrería
con Georgie Dann como protagonista.
20.- Solo la música de los conciertos en directo.
En este grupo se incluye un perfil bastante característico, el de
aquellos que disfrutan la exposición en vivo de la música de sus artistas
favoritos. Pueden tener tres o cuatro cassettes, discos o cds en sus casas - generalmente
de Iron Maiden o Barricada -, pero cuando sus grupos pasan por sus zonas de
residencia no tendrán reparos en exponerse una vez más al encanto de
experimentar su música en vivo.
21.- Solo música cantada en castellano.
Otra peculiar especie que pulula por nuestro suelo patrio. Poco
importa la impresionante paleta de posibilidades que nos ofrece el vasto y
complejo universo musical y sus infinitas gamas cromáticas posibles. Para estas
personas conocer la letra es lo único que importa. Herederos directos de los
cantautores, la música es un mero vehículo, con importancia nula, para adornar
sesudos planteamientos lingüísticos que van desde lo elevado hasta lo
vergonzosamente ridículo.
22.- El que escucha música para relajarse, para dormir.
Todos conocemos a esa persona que suele usar la música para dejarse
atrapar por los brazos de Morfeo. Algo
de mágico debe tener todo esto de la música, que hasta para dormir nos sirve.
Los individuos que usan el hilo musical para la noble y delicada tarea de
conciliar el sueño deben elegir sabiamente, porque no todos los artistas nos
pueden ayudar a lograr el ansiado objetivo; uno de los favoritos son Vangelis, su abismo musical insondable
e incomprensible para oídos profanos puede ser el idóneo para sumergirte en el delicado pozo de la quietud. No hay un prototipo de grupo claro para estos menesteres,
puede que incluso exista alguien que use las melodías de Slayer y de su incombustible Dave
Lombardo; nunca se sabe. Ideal el apartado anterior de los cantautores.
23.- El oyente que escucha música para motivarse.
Intrigante objetivo. Hay gente que activa su adrenalina mientras
escucha determinados fragmentos musicales, es otro de los poderes místicos de
este gran descubrimiento humano. Algunos se llevan música en sus ipods mientras
realizan deporte, otros se intentan motivar para llevar a cabo cualquier
empresa refugiándose en su música preferida momentos antes de intentar
realizarla. Especialmente peculiares resultaron las declaraciones hace años de Sammy Hagar, el entonces cantante de Van Halen se sentía orgulloso de los
comentarios realizados por algunos pilotos de cazas del ejército americano que
afirmaban motivarse con su música a la hora de actuar en la guerra del Golfo o
de Iraq. Inquietante.
24.- El oyente que tiene la necesidad de escuchar música como forma de
realizarse y de entender la vida.
Los que la consideran arte y no pueden sustraerse a su impresionante
poder. La necesitan tanto como el respirar, su día a día se encuentra
impregnado de esas melodías, acordes y progresiones que les acompañan en todos
los momentos de su vida, los buenos y los malos. Pueden afirmar, sin miedo a
equivocarse, que el mundo es un poquito mejor gracias a este invento.