Volvemos con los albores del nuevo verano. Una vez más llegan los calores, las playas, los chiringuitos, las cervezas bien frías o los cafés con hielo. Una calurosa noche de esas paradisíacas en la que los astros se alinean y te encuentras sentado frente al mar, libre de preocupaciones, con un vaso lleno de delicioso café solo con hielo, buena música y la compañía adecuada… los pocos afortunados que hemos sido capaces de experimentar esta sensación en toda su profundidad sabemos que pocas cosas hay mejores en la vida que esa. No se trata de tener acceso a realidades pomposas o exclusivas, sino de ser capaz de valorar y degustar eso que te gusta con unos ojos distintos a los que tenemos sobre nuestras narices… entonces se produce la transformación y lo trivial adquiere una dimensión nueva dando un salto cualitativo.
Estas mismas consideraciones las podemos trasladar al motivo de este texto, algo tan simple o mundano como el hablar sobre música puede adquirir diferentes consideraciones. Como hemos afirmado en numerosas ocasiones, el hecho artístico y musical es inherente al ser humano; es por esto que, nos guste o no y seamos capaces de percibirlo o ni nos demos cuenta de ello, es una realidad que convive con nuestro día a día. Todo el mundo opina sobre música y mucho más en estos asquerosos tiempos de realidad virtual guasapera en la que hasta el más idiota expone sus opiniones al mundo sobre cualquier tema, por ridículo y exasperante que este sea. Sin embargo esta vez nos vamos a alejar del lenguaje escrito -es un decir, con tanto mensajito de texto resulta que la gente cada vez escribe peor o directamente ya no sabe ni escribir- y nos vamos a centrar en la fuerza de la palabra; sí, eso que cada día parece estar más en desuso. Con tanto puto móvil parece que la gente ya no tiene tiempo de charlar cara a cara, incluso hay individuos que se juntan para tomar algo y cada uno se pone a escribir mensajitos con su celular ¿?… El ser humano, un abismo insondable en sí mismo.
Pero no nos enervemos. Esperamos que disfruten con esta alocada tipificación, tan humilde e irreverente como subjetiva e intrascendente, mientras nos preparamos para la estación del calor. Feliz verano 2022.
- Porque son fans.
El hecho social del ser humano implica necesariamente comunicación, eso es así y no permite discusión. Como ya hemos comentado en la introducción de este texto y de manera sorprendente, el lenguaje escrito parece estar ganándole la partida al lenguaje oral durante estos últimos años de servilismo e idiotización virtual que abanderan sin rubor una nutrida representación de nuestra especie, aunque a veces parece que estén más cercanos a los chimpancés que a los seres humanos.
Dentro de este curioso cambio de tornas todavía seguimos encontrando a personas que disfrutan charlando sobre sus grupos musicales favoritos. Es inevitable, cuando te gusta algo no puedes sustraerte al placer de publicarlo a los cuatro vientos; y está bien así, todo lo que sea positivo y salga de esa parte noble que tenemos todos en nuestro interior siempre va a sumar. No hay nada más saludable que compartir con todo el que quiera escuchar lo que te gusta y lo que sientes cuando escuchas los discos y las canciones de aquellos grupos cualesquiera que sean que tengan algo interesante que mostrar. Y si además consigues dar con el interlocutor adecuado, aquello puede convertirse en algo realmente educativo y enriquecedor.
Por otro lado, el hecho de que te guste mucho un determinado artista o disco no quiere decir que estés en posesión de la verdad absoluta. Seguro que hay por ahí otras muchas personas que jamás estarán de acuerdo con tus opiniones, incluso algunas de ellas puede que tengan más razones que tú para pensar justo lo contrario. No pasa nada. Sobre los gustos artísticos no hay base lógica y son deliciosamente subjetivos, por lo que si de verdad alguna canción ha conseguido tocarte en esa zona de difícil acceso y que te hace feliz seguro que es porque merece la pena.
- Para pasar el rato entre colegas.
Un placer absoluto. Muy pocas cosas se acercan a la sensación tan maravillosa y plena que representa escuchar una pieza musical o una interpretación por parte de un artista/banda de esas que te vuelven loco, pero está claro que una de ellas es seguro la posibilidad de poder comentarlo con los amigos; con los que sienten una pasión similar a la tuya y con los que hablas el mismo lenguaje, claro.
Dios bendiga esos momentos, horas, tardes y noches completas en las que se dan las condiciones adecuadas para que puedas pasar el rato charlando efusivamente sobre ese disco, canción, grupo, músico, actuación, concierto o lo que quiera que sea que te ha llamado la atención y te ha parecido lo suficientemente bueno como para pararte a disfrutarlo. Si encima lo haces degustando aquella bebida que tanto disfrutas y con la posibilidad de hacer sonar la música correcta o visionar el dvd adecuado… aquello se convierte en lo más parecido al paraíso que existe. Dios bendiga esos momentos, te llenan de vida y hacen que tu paso por este mundo loco sea un poco más bonito.
- Para transmitir informaciones vitales entre colegas.
Variante del apartado anterior. Además de charlar con tu gente de esas inquietudes tan triviales como esenciales que nos mantienen vivos, muchas veces la información que compartimos es de carácter vital. Todos aquellos que sentimos pasión por la música sabemos que cuando cae en tus manos o llega a tus oídos algún artefacto musical desconocido de esos que te alegran la tarde por su calidad intrínseca, lo siguiente más importante tras escucharlo es anunciar a tus amigos también descerebrados musicales la existencia del mismo. Imagínate que quedas con tu colega o con tu alma gemela para pasar un rato agradable de comunicación humana verbal y, cuando llegas al lugar de encuentro acordado, tu partenaire se presenta con el nuevo disco de ese grupo que tanto te gusta y del que desconocías que había publicado nuevo material; pocas cosas me parecen más importantes que esa. Esos pequeños momentos de felicidad instantánea… que por inesperados te hacen todavía más feliz.
- Para mantener conversaciones triviales.
No todo en esta vida van a ser intercambios de información esencial o vital para los interlocutores, también existe el hecho de hablar por el mero placer de hacerlo; el que esto firma trabaja en el mundo de la docencia, por lo que es capaz de hablar sobre casi cualquier cosa y el tiempo que sea necesario de la misma. Esto de ser capaz de hablar de cualquier tema, algo así como el small talk del que tanto gustan hablar los hablantes de lengua inglesa, no deja de ser un arte y no todo el mundo está capacitado para hacerlo. A veces se produce por el mero placer de charlar, sin más interés en sí mismo, mientras que en otras ocasiones se lleva a cabo para salir de algún momento de esos forzados o embarazosos. Imagínate que acabas/te acaban de pillar en medio de alguna situación de esas que podríamos denominar como incómodas; seguro que ahora mismo, estimado lector, se te está ocurriendo alguna. Sin problema, se aborda cualquier tema para salir del paso, ambos interlocutores sacáis a relucir vuestra educación, cubrís el asunto con un tupido velo y a seguir cada uno con su vida. Aunque en estos casos la música puede servir como excusa para romper el incómodo silencio, no siempre puede ser la mejor solución. Si has pillado sin querer a un conocido rascándose su trasera y santa parte -como bien dijo en su día David Lee Roth: sabes que has alcanzado el éxito cuando ya no puedes ni rascarte el culo a gusto, porque alguien te va a grabar sin que lo sepas y lo va a publicar; muy grande Diamond Dave- o incluso si ves entrar a una sala de conciertos justo cuando acaba la actuación al tipo que sabes que cobra por escribir una crónica sobre ese evento que supuestamente debería haber visto en su totalidad… y os veis abocados a saludaros, lo mejor es recurrir a esas charletas fáciles e intrascendentes para pasar ese momento tan incómodo como innecesario. No obstante, mucho cuidado con el tema a escoger. Si se te ocurre sacar a colación las “cualidades vocales” de Robert Plant y el destinatario de tus comentarios es fan a muerte de Led Zeppelin, aquello en lugar de arreglarse puede cobrar hasta tintes dramáticos. La palabra, todo un arte.
Diamond Dave. |
- Para criticar.
No podía faltar en esta surrealista clasificación de perfiles humanos. Estamos sin duda ante una de las miserias más característica y extendida de nuestra especie; seamos claros, el ser humano se puede definir sin temor a error como ente capacitado para criticar. El motivo o justificación generalmente es lo de menos, el hecho de la crítica es lo que parece que la justifica en sí misma. Poco importa que estemos ante algo o alguien que raye la perfección en la empresa que acometa, poco importa que los condicionantes externos o internos se alineen en contra, poco importa que el propio universo confabule a nuestras espaldas, que siempre habrá alguien que encuentre necesario sacarle pegas a nuestras acciones por cualesquiera que sean los motivos o por el mero placer de poner a parir a todo lo que se mueve.
En el entorno musical no íbamos a ser distintos, uno no va a encontrar dificultad para toparse con cualquiera que se queje de tal disco, ese grupo que no lo hace bien, unas composiciones que son mediocres, el concierto que sonó mal -este es un clasicazo, no importa lo bien que haya sonado un show, que siempre encontrarás a alguien que te diga que aquello sonó mal- y un sinfín de situaciones en las que nuestro entrañable pedazo de escoria de turno tiene a bien sacar toda su bilis contra el enemigo que tenga en frente. Y ojo, que en este particular más veces de las deseadas son los propios músicos los peores.
- Porque son enciclopedias musicales.
Pues claro, hay gente que ha venido al mundo para ser escuchada y para mostrarnos el camino a los demás. Esas personas que todos conocemos y que vienen con un don de serie que les hace destacar, a veces casi sin proponérselo, en cualquiera que sea el campo que dominen. Seguro que todos conocemos a alguien que pilota sobre música lo que no está escrito, esas verdaderas enciclopedias del saber que conocen y recuerdan todos los datos, detalles, curiosidades y demás cuestiones de enjundia sobre nuestros artistas, grupos, canciones y discos preferidos. Ni que decir tiene que cuando pasas un rato de esos libre de agobios y preocupaciones en su compañía, departiendo -o mejor dicho, escuchando y aprendiendo- de su infinito pozo de sabiduría musical, es como instalarse por un leve momento en el paraíso.
Y encima estos tipos suelen ser de lo más naturales que existe, lejos de las petulancias y estupideces de otros perfiles de los que hablábamos en otros apartados y que por norma general no suelen tener ni puta idea.
- Para ligar.
Un clásico indispensable. Imagino que en estos tiempos que corren de realidad virtual paralela, el contacto verbal casual en cualquier garito nocturno habrá perdido terreno frente al irritante submundo gris de los jodidos mensajitos via celular o el mercado de carne de las citas por internet. El caso es que en según qué momento la música puede vehicular el noble fin de acercarse a alguien/se te acerquen a ti porque te llame/has llamado la atención. Ignoro qué harán las nuevas generaciones para esto de establecer un contacto más cercano con otros semejantes hacia los que se sientan atraídos, uno ya peina demasiadas canas para ni tan siquiera sentirse interesado por los nuevos códigos que ahora estén en el candelabro -Sofía Mazagatos dixit-, pero supongo que acabar en el peor tugurio de la ciudad a altas horas de la madrugada, con unas cuantas copas de más mientras intentas patéticamente estructurar más de dos palabras con un mínimo sentido y todas sus letras en el sitio correcto no será lo que hagan los jóvenes y menos jóvenes de modo habitual para iniciar el ritual del acercamiento. Grandes recuerdos de esas noches sin final en compañía de tus amigos, con la complicidad de nuestra música, más alcohol de la cuenta en nuestro interior y una inocencia que ya no volverá jamás cuando por el extraño motivo que fuese acababas hablando con esa persona desconocida que tanto te llamaba la atención... y si seguía la conversación, ya difícil de por sí debido a los obvios condicionantes antes citados, además tenías que seguir hablando... en esas condiciones, jaja. Dios, qué nostalgia de aquellos años jóvenes, inciertos, inocentes y alocados.
Deep Purple: "Talk about love". Extraído del directo "Come Hell Or High Water".
- No tienen ni puta idea.
La naturaleza humana tiene estas cosas, es capaz de lo mejor y de lo peor, por lo que resulta bastante plausible encontrarse por la vida con ejemplares de nuestra especie que no dudan en aportar su opinión ante cualquier asunto sin saber de qué coño están hablando. Esto es muy español, qué duda cabe, y aparece en cualquier ámbito de nuestro día a día; incluso gentes importantes, de esas que toman decisiones trascendentales casi a diario, a veces se descuelgan con comentarios y acciones que solo pueden ser explicables desde la lógica si presuponemos que no se han enterado de nada de lo que fuera que tuviesen entre manos. El asunto musical no iba a ser menos y tampoco se escapa de estos curiosos individuos que ni aportan nada, ni parece que sepan por dónde se andan e incluso da la sensación de que ni siquiera digan nada con un mínimo sentido sobre el tema de turno que estén tratando.
Esto no debería de sorprender demasiado, ya que no vas a saber de todo. La ignorancia es uno de los defectos más atrevidos y a veces a algunos les resulta irresistible la posibilidad de abrir la boca para quedar en completa evidencia si el interlocutor está mínimamente puesto en el tema de conversación. Hasta aquí todo esperable. La cuestión viene cuando además se supone que quién vierte comentarios que van desde lo estúpido hasta lo incierto resulta que debería conocer los temas en los que mete la pata o directamente se gana la vida hablando sobre ellos. En el terreno musical de nuestro bendito país nos encontramos con tristes ejemplo de una manera más habitual de lo que debiera. Confundir Rock Acústico con Rock Sinfónico puede hasta ser comprensible para alguien que no conozca a un grupo como Yes y lo más cercano al Rock para sus entendederas sea Alejandro Sanz, pero por desgracia uno puede escuchar de boca de locutores o presentadores meteduras de pata igual de flagrantes o más todavía. En ambos casos lo ideal es mantener tu boca cerrada… algo aún más difícil para este tipo de personas.
- Para no decir nada.
Variante del apartado anterior. Dentro de este singular grupo nos encontramos a gente que no aporta nada… pero es capaz de hablar de cualquier cosa. Nuestro singular elemento podrá meter baza en cualquier tipo de conversación, y si es musical con mayor ansia, aunque poco o nada aportará al desarrollo de la misma. No te creas, que tiene su mérito poder emitir sonidos en forma de palabras con un mínimo sentido sin nada de fondo que trasmitir; no todo el mundo está capacitado para hacerlo. Estos peculiares seres navegan por su anónima existencia sin pena ni gloria. Conceptos como análisis de la realidad, toma de conciencia, defensa de un ideal no son para ellos más que cuestiones peregrinas que no representan nada en su esfuerzo por llamar la atención o buscar notoriedad cuando se encuentran frente a algún otro de sus semejantes. Aparecen en todos los ámbitos de la vida y muchos de ellos acaban dedicándose al mundo de la política...
-Para hablar claro.
Una bendición. Y si además lo haces sin faltar al respeto -no confundir hablar claro con gruñir o faltar a tu interlocutor- se convierte casi en un don. La de veces que por convencionalismos sociales, buenismo, miedo a la confrontación o deseo de quedar bien por cualquiera que sea el interés oculto que se busque, dejamos que el caos verbal y las inexactitudes campen a sus anchas. Hacen falta más personas que hablen claro, llamen a las cosas por su nombre y pongan a la gente en el sitio que les corresponde.
Rickey Medlocke. Tan bueno haciendo Rock como hablando claro. |
- Para ganarse así la vida.
En este apartado nos encontramos con las personas que se ganan la vida usando el arte de la palabra hablada; ojo, no confundir con la palabra escrita, que presenta notables diferencias en cuanto a forma y fondo. La gente que se gana la vida hablando de música por norma general se dedica al mundo de la radio; sí, ese formato en vías de extinción dentro de según qué ámbitos y que por otro lado tan imprescindible le resulta a otro tipo de personas. Aunque reconozco que la radio no me dice absolutamente nada y la encuentro del todo trasnochada y prescindible, perdónenme todas esas gentes que piensan que sigue siendo importante, hoy en día siguen entre nosotros un buen número de comentaristas musicales que se ganan la vida con las ondas; muchos de ellos también teniendo que compaginar con publicaciones escritas y toda suerte de demás andanzas que les permitan subsistir en el nuevo mundo analfabetovirtual en el que estamos abocados a subsistir.
Dentro de este apartado, igual que casi todas las demás realidades de nuestro día a día, nos encontramos con dos subtipos; léase, los que saben y los que no saben. De los primeros poco más podemos aportar con respecto a lo que hemos comentado en uno de los apartados anteriores; cuando un tipo bendecido con el don del conocimiento enciclopédico musical toma la palabra, el resto de pobres mortales lo único que podemos hacer es tomar nota y aprender lo que nuestro imperfecto intelecto sea capaz de aprovechar de sus lecciones musicales. Por desgracia conviene comentar que este primer tipo no abunda precisamente. Y si nos referimos a los que no saben -o no tienen ni puta idea, por ser más explícitos y políticamente incorrectos-, pues lo que hemos comentado en el anterior apartado. La ignorancia suele ser muy atrevida y si algo hay peor que no saber de lo que hablas, es creerte en posesión de la verdad y además hacer el ridículo retransmitido para todo aquel que te quiera escuchar. Seguro que todos tenemos en mente algún que otro ejemplo.
- No hablan.
Aunque no abundan es justo que dentro de esta clasificación nos acordemos de este perfil tan interesante. En este mundo nuestro en el que estamos tan sobresaturados de información -la mayor parte de ella inútil, incompleta o falsa; todo sea dicho- y en el que cualquier cantamañanas del tres al cuarto puede acaparar focos mediáticos mundiales solo por decir alguna gilipollez que resulte graciosa, ofensiva o las dos cosas, nos encontramos a gente que se caracteriza por hablar solo cuando considera que es necesario hacerlo. Estos sujetos tan peculiares solo recurren a la palabra cuando lo consideran imprescindible. Seguro que no los verás contestando gracietas en redes sociales, ni cotilleando en redes sociales, ni poniendo a parir a nadie en redes sociales, ni prácticamente nada de nada en redes sociales. Muchas veces ni siquiera se dignarán a contestarte en una conversación oral y la mayor parte de las veces será porque no consideren necesario entrar al trapo sobre la discusión que sea de turno. Admitámoslo: pertenecen a una raza superior que no malgasta energías ni saliva en perder un tiempo que seguramente prefieran aprovechar en cualquier otra cuestión que consideren más satisfactoria.
-Los que tiene una opinión sobre todo.
Aquí nos vamos al extremo contrario; no se trata tanto de personas que no tengan interés alguno en emitir sonidos en forma de palabras, sino que son capaces de exponer una opinión, por peregrina que sea, sobre cualquier asunto que salga a la palestra. Se encuentra íntimamente ligado a apartados anteriores, solo que las opiniones vertidas pueden ir desde la enjundia hasta la estupidez. Aquí nos encontramos desde sujetos que pueden llenarse la boca de letras y más letras sin nada de sustancia que aportar a la conversación de turno hasta tipos geniales e irrepetibles que tienen la rara capacidad de estar informados de prácticamente todos los asuntos y además con un peso específico de ese a tener en cuenta. A lo largo de mi vida me he topado con estos representantes de esta especie tan poco habitual y debo decir que desgraciadamente gana por goleada el que en resumen ganaría más si permaneciese calladito… lo que pasa es lo que comentamos antes: para este tipo de personas eso es algo casi imposible.
-Para competir.
Para echar carreras, no podía faltar. No debemos subestimar la capacidad inherente al ser humano de convertir todo lo que toca en una suerte de competición o apuesta; seguro que todos conocemos a alguna de esas personas que parece que estructuran su cabeza en función de convertir en un juego o carrera cualquier situación o circunstancia de su vida diaria. No tiene otra explicación que nuestra vida esté trufada de maquinitas o jueguecitos para competir a cuál más estúpido… y ojo, que triunfan. Todo está rodeado de ridículos juegos: los móviles, las consolas, los bares, los deportes… es que lo piensas durante diez segundos seguidos y te vuelves loco. Pero esto es marginal.
La música no iba a sustraerse de esta necesidad intrínseca de la persona por discutir y echar carreras. Qué grupo o artista es mejor, qué canciones nos gustan más o tienen más enjundia, qué directos merecen más la pena, qué discos son los esenciales o la competición definitiva: quién toca mejor su instrumento musical. Ríos de tinta y montones de horas dejadas en las barras de los bares discutiendo el eterno dilema. El eterno dilema. Ni siquiera los propios músicos son capaces de sustraerse a estas conversaciones, muchas veces incluso son los que con más fruición las abordan, pero eso es otro tema.
Aquí nos volvemos a acordar de un músico clásico en estas secciones con las que ya nos hemos acostumbrado a saludar la llegada del verano. Yngwie Malmsteen, claro que sí. Poco importa que haya intérpretes como Steve Vai, Billy Sheehan, Marco Minneman, Paul Gilbert, Jon Lord, Dino Jelusick u otros tantos que son tan insultántemente superiores en lo suyo que casi con solo enchufar sus amplis ya te vuelves loco. No pasa nada, nuestro querido guitarrista sueco sigue despertando las mismas pasiones y odios que el primer día. Todo menos la indiferencia para el bueno de Yngwie.
- Son los músicos los que hablan.
Interesante y a veces espinoso apartado, de esto de opinar no se libra nadie y los músicos no iban a ser una excepción. Lo normal es que a la hora de hablar sobre un tema en particular tengan una opinión más formada todos aquellos que se dediquen profesionalmente al asunto en cuestión. En este caso, para hablar de música las voces más entendidas deberían de ser los propios músicos y es cierto que la mayoría de las ocasiones es así. Es normal, o debería serlo, que alguien cuya pasión le lleve a intentar dedicarse de manera profesional a esto de la música se haya pasado media vida empapándose e investigando sobre el asunto musical, sus géneros, grupos, artistas, canciones, actuaciones y mil curiosidades más; de hecho este paso previo de investigación debería ser casi obligatorio para alguien que decida empuñar un instrumento musical para hacerlo sonar. Luego está la cuestión nada baladí de aprender a tocarlo, claro. Cuando esto ocurre nos encontramos con tipos que además de saber hacer sonar dicho instrumento, tienen un bagaje interior y una cabeza tan bien amueblada en términos musicales que invariablemente la única música que va a salir de ellos será buena. Y luego están los superclase, esos elegidos que juegan en otra liga o que directamente han venido de otro planeta.
Así debería de ser. No obstante hay veces que uno se topa con otro tipo de músicos, algunos incluso tocan bien, pero que con los que tras unos minutos de conversación te das cuenta de que tienen un bagaje más bien escaso, por decirlo suave. Han escuchado a sus cuatro grupos de siempre o simplemente es que no tienen ni puta idea; vamos, que de pasión y conocimiento musical la cosa va justita.
En el mundo real se debe comprender que algunos de los de este segundo perfil puedan llegar a ser conocidos y hasta famosos, pero lo que resulta imperdonable es comprobar con impotencia y dolor cómo músicos tan buenos como eruditos de esos del primer perfil injustamente se quedan sin probar las mieles del éxito mientras conviven con esos otros que no están capacitados ni para limpiarles las botas que calzan. Sin perdón de Dios.
- Porque es su pasión y no pueden remediarlo.
Pese a que, como hemos comentado en el apartado dedicado a ellos, algunos de los músicos que más admiramos nos dan lecciones magistrales tanto al enchufar su instrumento como cuando abren la boca, esto de sentir el picotazo de la pasión inexplicable por la música le puede pasar a cualquiera. Los que no lo sienten difícilmente podrán comprenderlo, pero esa sensación que en algunos de nosotros provoca el hecho musical es tan desbordante y tan plena que ni siquiera se puede explicar con palabras.
Habrá gente que no lo entienda. Está bien. Estamos acostumbrados y convivimos con eso. Pero para todos aquellos que puedan llegar a entender y apreciar el verdadero poder y majestuosidad que contiene, una canción puede llevarte a ese lugar en el que nunca has estado… pero al que siempre anhelaste ir.