Una vez más, regresamos; para regocijo de unos y desesperación de otros, supongo. En cuanto llaman a nuestra puerta los primeros rayos de sol de la esperada época estival, regresando como cada año para alegrarnos con sus variopintas posibilidades y agobiarnos con su calor asfixiante, no nos podemos resistir a abordar de nuevo otra de esas ridículas e imposibles clasificaciones musicales que constituyen un delicioso sinsentido en sí mismas y que entretienen nuestras inquietas mentes, infectadas hasta las trancas del asunto musical y sin redención posible.
Retornan una vez más las jornadas de sol, la playa, el calor, el sudor, los chiringuitos, la poca ropa, los días asfixiantes y las noches nebulosas. El atardecer frente a las olas del mar, con tus pies descalzos sobre la arena húmeda, degustando esa bebida fría que tanto te gusta y charlando de cualquier interesante banalidad con esa persona con la que te sientes tan a gusto y feliz.
Este año volvemos a acercarnos a la música y nos preguntamos una nueva cuestión tangencial, perpendicular a las antes abordadas en lo que ya debemos empezar a considerar como la sección veraniega de nuestro pequeño rincón virtual; puedes revisar las de años anteriores pinchando aquí. Este verano le toca el turno a los distintos perfiles de personas a las que les gusta/disgusta leer sobre música. Para todo el que disfrute leyendo letras juntas, tenga tiempo que perder y no se tome demasiado en serio lo que viene a continuación… o sí.
- Para estar informado.
Este es uno de los usos primordiales por excelencia de la lengua escrita, no solo para la cuestión musical, sino para cualquier ámbito de la vida. La información transmitida de manera escrita tiene la virtud de permanecer intacta, completa y a nuestra disposición cuando lo estimemos oportuno. En el terreno musical nos permite conocer todos los datos, noticias y detalles de nuestros grupos preferidos; es por esto que todo aquel seguidor de la música de los grupos por los que profesa amor incondicional gusta de repasar todos esos datos y detalles, por insustanciales e incluso ridículos que le puedan parecer al resto de sus semejantes, que le permiten estar a la última.
Antes esta noble labor la sostenía la prensa musical especializada, aunque a veces de especializada tenía bien poquito, y las incipientes biografías sobre los artistas y grupos que aparecían para alegrarnos la vida a los consumidores compulsivos de datos y anécdotas sobre los mismos. La periodicidad de dicha información en la mayoría de los casos era mensual y, por increíble que parezca, nos parecía bien a casi todos. Eran otros tiempos, no éramos consumidores compulsivos de mierda, no necesitábamos doscientos millones de estímulos visuales por segundo, no había iluminados grabando estupideces sin gracia ni gilipolleces para colgarlas de sus redes sociales y, en definitiva, éramos casi capaces de degustar las cosas con una cierta serenidad, dejándote empapar por ellas. Con la venida de la realidad virtual global llegaron las prisas, la sobreestimulación y los palurdos con móvil que se creen ocurrentes y/o graciosos. En este contexto actual la música tuvo que asumir esas expectativas y se empezó a generar también la sobreinformación que puebla nuestro planeta y nos va haciendo cada día un poco más idiotas.
Ahora tenemos muchos más canales de comunicación escrita y muchísima más variedad, pero con la contrapartida de que la morralla puebla a sus anchas. Seamos realistas: un artista no puede generar cientos de noticias de enjundia a cada segundo que pasa, por lo que se ven obligados a llenar esos nuevos canales con cuestiones banales… o si no que alguien me explique dónde está el interés informativo cuando el músico te dice que acaba de grabar las bases de batería de cuatro canciones de su nuevo disco o te cuenta que no le gustan los cereales… pero hay que dotar de contenido nuestra nueva realidad virtual diaria. Lo mejor de los casos, como siempre, es tener bien desarrollado el sentido crítico y de análisis de la realidad para seleccionar lo que resulte importante y te aporte.
- Les gusta leer.
Pues resulta que es así. Hay gente que pulula por ahí y que de veras disfruta cuando se le pone a tiro una sucesión de letras escritas… y si tienen un mínimo sentido ni te cuento… y si están unidas con cierta gracia y talento aquello ya es el acabose. Estos seres no necesitan impostar ninguna pose petulante ni cargante, es que simplemente disfrutan leyendo, disfrutan informándose, les llena la cuestión tanto de fondo como estética, les encanta dejar que su imaginación y su intelecto vuelen saltándose las tristes reglas sociales. Son seres de luz que hacen mejor todo lo que tocan y a la gente con la que se relacionan.
En este contexto, los diversos textos escritos que tienen cualquier tipo de relación con la cuestión musical siempre vienen a completar y/o enseñar nuevas perspectivas para todo ávido oyente musical. Siempre es bienvenida cualquier nueva información, dato o aporte sobre esos grupos y artistas que tanto nos gustan, incluso si la información que se comparte no es positiva o agradable. El problema viene aquí cuando se vierten mentiras y bulos para desacreditar al objeto informativo y llenarlo de mierdas. Suele ser habitual que los que inician estas tristes informaciones falsas sean los que se dedican a criticar per se. Para ellos también tenemos un apartado que desarrollaremos a continuación
Por otro lado, no hay nada mejor que escuchar ese disco que tanto te gusta mientras lees con detalle y pasión todos los datos que te ofrece el libreto interior de dicha obra, sobre todo si el artista de turno tiene algo que decir con letras para complementar su creación. A este respecto me vienen a la cabeza casi de inmediato los discos de WASP titulados “The Crimson Idol” o “The Neon God”, obras conceptuales que, además de contener grandes composiciones y sonar que te cagas, van ligadas a una historia que el propio Blackie Lawless te narra de su puño y letra.
- Para criticar.
Tan cierto y propio de nuestra condición humana como la vida misma. Que la persona es un ente que respira y critica es un axioma que no permite réplica… y si hablamos/leemos sobre música la cosa se acentúa todavía más. En este contexto el lenguaje escrito ofrece un perfecto soporte para dar rienda suelta a la necesidad innata que el ser humano tiene de mostrar su acuerdo/disconformidad con lo que sea que se le pase por su cabeza.
En este espinoso asunto de la crítica podemos observar dos vertientes: la constructiva y la contraria. Si nos centramos en la primera, puede ser de gran ayuda para todo aquel que disfrute de la música y tenga interés por descubrir nuevos grupos, artistas y discos con los que engordar las ya de seguro grandes estanterías que posea en alguno de los habitáculos de su morada. Para esto la crítica escrita puede ser uno de los medios más eficaces y desde luego de los más accesibles. Hoy en día podemos acceder de inmediato a cualquier tipo de información escrita gracias a nuestros dispositivos móviles, a los que nos encontramos conectados día y noche sin descanso. Esa posibilidad inmediata y real de tener acceso a casi cualquier tipo de información de carácter artístico es una bendición para algunos de nosotros, melómanos sin remedio de la causa musical, aunque también puede ser un arma de doble filo si no sabes poner a tu servicio estas nuevas herramientas virtuales, ya que puedes acabar convertido en su esclavo.
Por otro lado, si nos referimos a la crítica destructiva, la cosa toma derroteros más peliagudos. Los seres más mediocres y retorcidos que uno pueda imaginar se sienten en su estado natural cuando poseen una plataforma desde la que verter toda su bilis y ponzoña corrosiva atacando a cualquiera que sea su objetivo de turno. Conviene observar, cualquier psicólogo de parvulario se puede dar cuenta, que por norma general estos irritantes y estreñidos personajillos actúan así debido a sus propias frustraciones, miedos o demonios.
Permíteme, estimado y sufrido lector, que finalice la explicación de este apartado deteniéndome un poco más en la anterior consideración. Como en todos los ámbitos de la vida podemos distinguir dos tipos de personas: las que se alimentan de sus propias experiencias y las que se nutren de las miserias de los demás. Dentro del primer grupo se encuentran todas esas personas cuyas experiencias vitales, tanto positivas como negativas, les llenan y colorean ese apasionante cuadro incompleto que es la vida. Suelen ser seres curiosos -nunca cotillas, ya que se encuentran completos con sus propias inquietudes- y se beben la vida a cada instante. Entienden cada día como un nuevo reto, cada amanecer como una nueva página en blanco deseosa de ser escrita, cada atardecer como un nuevo y apasionante estímulo y cada anochecer como el final y/o el principio de una nueva historia de la que se sienten parte íntegra. Por desgracia el segundo apartado está poblado por otros seres que, pese a pertenecer a la misma especie que los del primero, se encuentran en universos del todo diferentes. Estos personajes grises parecen adolecer de estímulos personales, no demuestran inquietudes, intereses, deseos de crecer o evolucionar; más bien lo contrario. Se pasan sus días elucubrando, metiendo sus narices en los asuntos de los otros, rebuscando en los cubos de basura de las vidas ajenas para ver qué miserias encuentran. No les suelen interesar las buenas noticias o las situaciones que a otros nos alegrarían, se nutren de lo negativo, engullen las desgracias aderezadas con su propia morbosidad para fagocitar una suerte de apestoso revuelto que por lo visto resulta que les da vida… o algo parecido. Pocos elogios saldrán de su boca, supongo que su propia mediocridad les impide alegrarse por la brillantez o genialidad de cualquiera de sus semejantes. Pero a la hora de comentar cualquier traspiés… ahí estarán los primeros de la fila, inasequibles al desaliento y ofreciendo todo lujo de detalles -ciertos o no, poco importa la verdad en estos casos- para emponzoñar la situación hasta el límite. Casi siempre estos comportamientos resultan ser una especie de válvula de escape a su triste condición. Seres vacíos de contenido y que probablemente jamás entenderán lo que se puede llegar a sentir contemplando un atardecer en ese lugar que tanto significa para ti acompañado de tu melodía favorita y/o de esa persona que hace que tu vida sea mejor.
- Para cotillear.
Derivado del apartado anterior. Inquina y cutrerío que escupen determinados palurdos a los que el intelecto difícilmente les da para no cagar en la calle durante las procesiones. Uno de los males del ser humano como especie más extendido. En serio, el porcentaje de cotillas que nos rodea y acompaña resulta tan elevado como exasperante e inquietante. Es que le das una patada a una piedra y te salen veinte tipejos que, sin que nadie les haya preguntado, valoran los pros y los contras de la patada que acabas de dar, siempre saben cómo dar esa patada mejor que tú y le cuentan a sus tristes semejantes todo lo ocurrido con la patada exagerando e inventando cuantos detalles sean necesarios. Oscuros y lineales seres, apestados de tósigo gris, tan vacíos de todo que necesitan llenarse con las miserias de otros. Esto en el mundillo del artisteo, como por desgracia en otros ámbitos de la vida, está a la orden del día.
- Para aportar.
Hay seguidores del asunto este musical que tan locos nos vuelve a muchos de nosotros que disfrutan compartiendo y comentando sus gustos e inquietudes con sus semejantes. Les gusta la música, comprenden y son capaces de sentir el lenguaje musical en su piel, les hace sentir mejor el hecho de escuchar tal disco o visionar cual concierto y, en definitiva, esa sucesión de sonidos forma parte de su día a día. Si eres capaz de entender lo que estás leyendo en este momento y puedes posicionarte en estas coordenadas tan subjetivas como enriquecedoras, entonces te saldrá sola la necesidad de compartirlo con la gente capaz de sumergirse en este mismo estado mental y vital.
De este presupuesto igualmente se desprende el deseo de conocer más datos, curiosidades, cotilleos y demás entresijos de esos artistas que consiguen llegar a acariciar nuestra fibra más delicada. Compartir ideas, inquietudes, opiniones y todo lo que te sugiere esa creación musical que tanto te llena pasa a ser un ejercicio del todo reconfortante y saludable. Y qué mejor manera de hacerlo que en la barra de cualquier garito nocturno, frente a tu bebida favorita, arropado por la intimidad de la noche y con la compañía adecuada. Si eso no es la definición de felicidad, seguro que se acerca.
- Para conocer miles de datos.
Derivada de la anterior. Quedamos en que hay personas que disfrutan la música, la sienten de verdad -no todo el mundo está capacitado para sentir la música y hacerla parte propia- y se documentan porque les llama la atención, porque quieren conocer más cosas sobre eso que tanto le aporta. Hasta aquí todo correcto; como en cualquier ámbito de la vida, si algo atrae poderosamente tu atención, sientes la necesidad de saber más. Esto es una característica propia de la condición humana: la curiosidad bien entendida, nada que ver con el asqueroso y putrefacto cotilleo al que nos hemos referido en otro apartado anterior. Lo que no está del todo claro que sea saludable y/o normal es el deseo que determinadas personas sienten de conocer absolutamente todos los datos posibles sobre cualquier cuestión del ámbito musical. Estos sujetos tan peculiares como incomprensibles para el resto de sus supuestos semejantes y con los que este humilde escriba se siente tan identificado, resulta que sienten una pasión tan irrefrenable por determinadas manifestaciones musicales que no pueden sustraerse a su poder arrollador y necesitan todas las dosis posibles de eso que les hace alcanzar un estado de Nirvana espiritual. Es en ese momento cuando resuelves que ya no tienes solución y estás por completo enganchado al disco de tal artista, a la interpretación de cual grupo o al virtuosismo de no sé quién con su instrumento. Sí, ya sé que estas consideraciones serán consideradas poco menos que marcianadas para todos aquellos supuestos semejantes incapaces de emocionarse con una pieza musical o de permitir que toque su piel determinada interpretación de un músico. Pero esto es marginal.
Es en este momento en el que ya está todo perdido y no te queda más remedio que tomar decisiones drásticas en tu vida encaminadas a alcanzar el conocimiento más absoluto posible sobre el asunto musical del que se han quedado prendados tu corazón, cabeza, genitales y alma.
- Para así no tener que escuchar discos.
Afirmación que, por muy impensable que resulte a primera vista, se llega a producir en determinadas situaciones. Lo normal para poder opinar o charlar sobre una canción, disco, grupo o concierto es haberlo escuchado y/o visionado previamente. La lógica del presupuesto es tan sencilla como irrefutable. Sin embargo, el ser humano muchas veces -demasiadas, tal vez- se rige por presupuestos ilógicos e incomprensibles para el resto de sus semejantes. Pululan por los estrechos vericuetos musicales sujetos que opinan sobre asuntos musicales… sin haber escuchado la música de la que hablan en sí misma! Delirante, pero cierto. Tengo unos cuantos ejemplos atómicos que sostienen esta afirmación tan disparatada. Uno lleva media vida charlando de música con las gentes de Dios, a los que nos gusta hablar y mantener una buena conversación nos resulta imposible sustraernos a ella si se cruza en nuestro camino. El caso es que si hablas de música, o de cualquier otra cosa de la vida, en más de una ocasión te vas a topar con gente que no tiene ni puta idea de lo que dice; esto es algo que descubre el interlocutor que sí pilota sobre el tema de turno en cuanto lleva diez minutos de charla con el primero. En cuestiones musicales esto está más a la orden del día de lo que sería deseable. Hay bastante gente que habla sobre grupos musicales, artistas o discos sin siquiera haberlos escuchado o habiéndolo hecho de manera muy somera. Supongo que en el fondo no sienten demasiada pasión por la música, pero les mola todo el mundillo que genera a su alrededor. Imagino que se preparan el discurso previamente en sus guaridas, se fusilan la primera información que trincan por internet, generalmente incorrecta y sin cotejar, y sueltan su particular speech al primer pobre inocente que encuentran en su camino. Otras veces lo que buscan es aparentar o ser el centro de atención del grupo humano en el que han caído en suerte. Lo ideal en estos casos suele ser no entrar al trapo y encontrar algo de entretenimiento mientras les pones en aprietos al seguir su propia conversación sobre algo que en realidad desconocen. Y un dato inquietante: a veces los protagonistas de este apartado son los propios músicos.
- Para no enterarse de nada.
No podía ser de otro modo. No sabemos si se debe a tema genético, a la mierda de educación de nuestras supuestas sociedades avanzadas, al Reggaetón -o como coño se escriba- y sus ¿letras? imposibles, al uso pasado de vueltas de los celulares o a que sencillamente el ser humano es de condición estúpida; el caso es que, sin necesidad de rebuscar mucho, nos vamos a encontrar por estos mundos de Dios a sujetos que, pese a tener acceso a información escrita, no son capaces de enterarse de nada de lo que quiera que sea que hayan leído. Y en el asunto musical la cosa no iba a ser diferente. Confundir a artistas como Uli Jon Roth con David Lee Roth, por el hecho de que ambos nombres artísticos acaben igual, es solo la punta de iceberg. Me remito a este ejemplo rápido porque lo sufrí recientemente.
Tampoco ayuda mucho que los nuevos canales de comunicación escrita, esos que lo petan y de los que casi todo el mundo tiene dependencia de esa enfermiza, se caractericen por permitir y hasta alentar el uso desgarradoramente incorrecto de la noble lengua de Cervantes. En fin. ¿Será que de verdad el hombre es el único animal idiota?
Uli Jon Roth. David Lee Roth.- No leen.
Pues sí, hay gente que no lee… ni va a leer jamás; y si lo miras con perspectiva, ni tan mal. Al menos son consecuentes: no me interesa leer y lo llevo por delante. No van por la vida dándoselas de cosas que no son, ni frivolizando, ni vacilando, ni dando la brasa sobre lo eruditos que pueden ser en lo que a la música que les gusta se refiere. Casi siempre lo primero que suelen decirte en cualquier conversación casual es que no se preocupan demasiado por seguir la actualidad de sus grupos preferidos. Salvo excepciones, gente de luz que no se complica demasiado la vida y con la que suele ser un placer enriquecedor charlar sobre gustos musicales y artistas diversos.
- Para completar la escucha de un disco.
Este apartado seguro que solo lo podrán entender los más viejos del lugar, esa subespecie rarísima de seguidores musicales que siguen consumiendo -algunos hasta comprando…con su propio dinero!- discos de música. Cierto, estimado y puede que imberbe lector. Hubo un tiempo lejano en el que no existía internet y le gente escuchaba la música que le gustaba adquiriendo, comprando, grabando o robando los discos de sus artistas preferidos. Tiempos muy lejanos, sí; pero esto es marginal.
Una canción es algo así como un prisma, algo multicultural que ofrece muchas lecturas. Un disco era y es una colección de canciones, pero con la característica de formar una obra artística en su conjunto además de contener la individualidad de cada tema musical. Esa sucesión de canciones está elaborada con minucioso y obsesivo cuidado por parte del artista, buscando una determinada intencionalidad y sentido en su conjunto. Todo habla cuando llega a tus manos un disco, no solo las canciones, sino también el orden, las secuencias, los diferentes momentos e intensidades, la portada, contraportada, libreto y, por supuesto, las letras de las canciones; algunos hasta contienen en su interior una propia historia o narrativa escrita al margen de las propias letras de cada uno de sus temas musicales, aspecto al que ya nos hemos referido en apartados anteriores. De hecho, hay discos que consiguen transmitir tanto como obras en su totalidad que las propias canciones cobran una vida propia y distinta a la que tienen por separado; no mejor ni peor necesariamente, solo distinta. Pocas cosas hay más reconfortantes, bellas y maravillosas que sentarte en el sofá de tu casa, ponerte un buen Rioja, atenuar la luz lo suficiente para poder ver, colocarte las gafas si ya peinas algunas canas, sacar el cassette del “Zenology” de Zeno de su cajetilla, encender tu reproductor y abandonarte durante la siguiente hora de tu vida en el insondable universo paralelo que la guitarra de Zeno Roth te ofrece mientras manoseas y relees una y mil veces el libreto con toda su información, sus atómicas fotos, dibujos y demás detalles que conforman esta obra de arte. Un disco es como un cuadro en su totalidad. En cuanto a las nuevas generaciones -y no tan nuevas- que solo consumen música de manera aleatoria en Spotify, Youtube o el canal de turno que sea, degustar un disco es como contemplar un cuadro en un museo: observas el lienzo en su totalidad, no solo un rincón o una parte del mismo. Con el disco pasa lo mismo, todas las canciones conforman en conjunto la obra completa, más allá de que cada canción en su singularidad también tenga vida propia. Aunque imagino que para estas gentes del nuevo mundo digital esto de leer las letras -en español, inglés o en otro idioma- mientras escuchas un disco les será del todo incomprensible.
- Para aprender o perfeccionar idiomas.
Variante del apartado anterior. Una de las mejores formas de aprender o afianzar la adquisición de un idioma es escuchando las letras de canciones en cualquiera que sea la lengua objeto de nuestro estudio. Si quieres familiarizarte con un idioma extranjero, no tienes más que leer libros escritos en esa lengua, escuchar música cantada en esa lengua o visionar pelis dobladas en esa lengua. Incluso yours truly, pese a haber sufrido la enseñanza de la lengua de Shakespeare de la manera menos pedagógica y más chapucera posible, puede moverse por el mundo con su inglés carabanchelero. Todo gracias a los libros y a la música, of course.
- Para vacilar.
Se ha sugerido en apartados anteriores. Existe un grupo más o menos nutrido de personas que aprovecha cualquier información musical para desplegar su particular arsenal dialéctico; ansiados de la necesidad de la palabra, en el momento en el que la consiguen, pasan a desarrollar su propia performance verbal con la que seguro acabarán agobiando a los sufridos adláteres que se hayan visto abocados a asumir ese rol en la conversación musical de turno. La mayoría de protagonistas de este apartado no suelen tener ni puta idea de lo que hablan, otros se documentan y empollan los datos con anterioridad para vomitarlos en cuanto encuentran la más mínima oportunidad. Lo que suele ser siempre común a todos ellos es que, en cuanto te encuentras metido en la conversación que casi siempre quieren monopolizar, te das cuenta casi a las primeras de cambio que lo que buscan es notoriedad; los motivos musicales, artistas, grupos, discos, canciones o conciertos pasan a un ridículo segundo plano arrollados por el ego desmedido de nuestro casual conversador. Hasta el peor psicólogo/sociólogo de la promoción puede ver las carencias afectivas e inseguridades de estos sujetos a los pocos minutos de empezar a escuchar su speech.
Pero no agobiarse cuando algún individuo de esta categoría se cruce en nuestro camino. Una vez detectados, puedes encontrar algo de diversión si la misteriosa causalidad del universo te conduce a compartir espacio vital con estos peculiares seres tan trístemente pagados de sí mismos. En lugar de pensar en el posible plomo que te acaba de tocar en la ruleta, uno puede divertirse en esta atómica situación. No tienes más que seguir su propia conversación hasta que nuestro querido protagonista la cague… y ten por seguro que la va a cagar, es cuestión de tiempo. Resulta interesante ser testigo de la incomodidad de cualquier charlatán cuando no sabe salir de la conversación que él mismo haya iniciado o intentado monopolizar. Siempre se coge antes a un vacilón que a un cojo.
- Por obligación.
Aquí nos encontramos con otro extremo. La lectura es un placer en sí mismo y su uso una experiencia íntima y enriquecedora cuando adquieres la soltura y criterio adecuados para degustarla, pero desgraciadamente hay personas que no han pasado por el recorrido vital adecuado para poder disfrutarla. En este mundo actual que el ser humano se empeña en teñir de gris cada día que pasa, lamentablemente abundan más de lo deseado este perfil de personas. Sujetos que te mirarán con cara de incredulidad si te ven agarrando cualquier artilugio lleno de hojas con letras y que pasarán a un estado de estupefacción si les animas a que ellos también lo manipulen. Esta gente difícilmente se informará por medios escritos; bueno, tal vez estarán al tanto de todos los cotilleos y miserias que se pasen por las aplicaciones de sus celulares.
Por otro lado podemos encontrarnos con gente que no tiene problemas con interpretar los códigos de la lengua escrita, pero que no siente pasión ninguna por usarla. Aquí el problema no es el lenguaje en sí mismo, sino más bien la información que se transmite. Por el motivo que sea, no les interesa lo más mínimo el asunto sobre el que tienen que leer o escribir, pero se ven abocados a hacerlo porque es o forma parte de su trabajo. Y en nuestra bendita prensa musical especializada no se iba a producir la excepción. El mundo al revés: miles de personas que desearían ganarse la vida escribiendo y leyendo sobre la música que les apasiona, mientras que dentro del elenco de escogidos que pueden hacerlo nos encontramos con personas que no sienten la más mínima pasión por lo que leen/escriben o directamente lo detestan. Por supuesto, si les preguntas jamás lo van a reconocer.
- Biografías de músicos y/o grupos.
Otro variante del anterior. Pues claro que sí, las biografías sobre grupos musicales y/o artistas es una bendición para muchos de nosotros. Entiendo que al oyente común le pueda bastar con tener a su disposición cualquier cutre canal virtual para poder acceder con la inmediatez que nos ha implementado nuestro mundo moderno a las canciones que le gusten, o simplemente para poder tener un hilo musical de fondo en su día a día. Imagino que para estas gentes inventos peregrinos como el Spotify les vengan al pelo. Nada que objetar, cuando la necesidad es peregrina suele servir un remedio peregrino. Sin embargo, para todos aquellos que leemos nuestra vida en términos musicales, algo tan inocuo, parcial, incompleto e impersonal como este tipo de plataformas se queda corto, muy corto. Es por esto, estimado lector, que te recomiendo que, si eres de esos defensores a ultranza del dichoso Spotify, dejes de perder tu tiempo leyendo este apartado y probablemente la totalidad del artículo, ya que no vas a entender nada de lo que aquí se cuente.
Pero volvamos al objeto de este apartado. Cuando la música forma parte íntegra y vital de tu propia vida, resulta casi imprescindible poseer las biografías de los creadores de eso que hace de tu caminar por este mundo loco una experiencia más plena y feliz; y si el libro está escrito por alguien que sepa escribir y no está autorizado por el propio músico, mejor. Muchos de estos libros te ofrecen una visión más completa de las interioridades y peculiaridades de esos genios que vinieron a este mundo con el don de crear buena música. De este modo la lectura de cualquiera de estos artefactos suele ser el complemento ideal para escuchar una vez más esa discografía de aquel grupo que te vuelve loco. Solo desde estas coordenadas podemos entender la necesidad de dedicar una semana de tu vida a sumergirte en el apasionante universo paralelo de alguien como David Lee Roth con la lectura de su última biografía publicada hace solo unos meses. Todo ello mientras escuchas de nuevo la impresionante discografía de Van Halen y su saga esperando la llegada de cualquier noche de verano sentado en el chiringuito más destartalado y rebuscado de tu playa favorita.
Ya se me pasaba. Solo un último y pequeño apunte con respecto a nuestro querido Spotify, la jodida Alexa y demás dispositivos y aplicaciones que elevan el mercadeo de la industria musical a la categoría de comida basura. Por lo visto a sus seguidores se les llena la boca diciéndote en cualquier discusión sobre ellas que dichas plataformas poseen toda la música que existe publicada y que quieras escuchar. La de cenas que he ganado apostando justamente lo contrario. Animo a cualquier incrédulo que todavía dude de lo que afirmo a que me lo plantee si por aquellas deliciosas coincidencias de la vida cruzamos nuestros caminos y surge esta conversación.
- Porque no pueden sustraerse a ello.
Lo necesitan. Si realmente te apasionan la música y la literatura, si de veras disfrutas leyendo sucesiones de letras mezcladas con estilo y talento tanto como escuchando esas notas musicales que solo unos pocos escogidos las hacen sonar con alma o si eres de esos pocos elegidos a los que se te eriza la piel, se te acelera el corazón, se te hace un nudo de pasión en el estómago y te estalla el cerebro al leer ese texto o escuchar esa canción que solo tú sabes puede abrir la compleja cerradura de tu emoción más escondida, entonces seguro que entenderás de lo que llevamos un buen rato hablando en este texto. Entiendo que estas consideraciones no sean para todo el mundo. Tal vez sea mejor así, tal vez.
Solo se me ocurre algo mejor y más gratificante que un texto sublime o una composición musical extraordinaria: que ese texto sublime sea la letra de esa canción extraordinaria. Nada puede superarlo. Magia en estado puro.
Es en este momento en el que quiero recordar y reivindicar la figura del más grande: Ronnie James Dio. Sí, el tristemente fallecido vocalista consiguió aunar como nadie estos dos mundos artísticos y vitales, mostrando un nuevo y apasionante camino de vida para millones de nosotros. Alzo mi copa por él. Otra vez en mi recuerdo. Una vez más.
It’s only been an hour
Since he locked her in the tower
The time has come
He must be undone
By the morning
Many times before
The tyrant’s opened up the door
Then someone cries
Still we close our eyes
Not again
Meet me when the sun is in the western skies
The fighting must begin before another someone dies
Cross bows in the fire light
Green sleeves waving
Madmen raving
Through the shattered night
Flames are getting higher
Make it leap unto the spire
Draw bridge down
Cut it to the ground
We shall dance around the fire
No more night
We have seen the light
Let it shine on bright
Hang him higher
Put the man on the fire
Draw bridge down
Cut it to the ground
We shall dance around the fire
Fire, fire, fire, fire, fire.