Encuentros HUSH.
Este es un sitio musical, no nos engañemos, pero en el que nos vamos a acercar a la música que nos gusta desde distintos ángulos, cual prisma. Como ya dijo el añorado Jon Lord: la música es la forma de arte más elevada que existe; afirmación que, pese a disfrutar de otras manifestaciones artísticas, sostengo plenamente.
Clube de Adictos a Deep Purple
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Púrpura Chess
This blog is basically a musical site. Here we talk about the music we like, using different angles. As dear and missed Jon Lord once said: “Music is the highest kind of Art that exists”. I think the same way too.
Este mes nuestra Evocación Metálica está protagonizada por el grupo
madrileño Mazo. Un trío que ya atronaba por España con su Heavy Metal
cañero, cuasi Speed Metal por momentos, allá por los lejanos primeros
ochenta. Lástima que sólo nos dejasen un disco y un puñado de buenas canciones,
como la mítica ‘Balada cafre’.
Para hablar de los orígenes de Mazo hay que retrotraerse a
1981, año en el que Julio Díaz -bajista y voces- junto a José Miguel
Martínez -guitarra y voz- decidieron apostar por el batería Manolo Caño,
que acababa de dejar Obús, para incluirlo en su formación de forma
permanente.
En esos albores de los años ochenta el Heavy Metal olía a
música de vanguardia y era bastante atractiva para el negocio musical, lo que
hizo que a un grupo como Mazo apenas les costase encontrar discográfica.
Mercury, filial de Fonogram, se fijó en ellos para grabar un
disco -era abril de 1982- y de forma inmediata el combo entró en los estudios Doublewtronics
para editar su primer lp homónimo de la banda ‘Mazo’ en 1982. El
resultado fue un disco que combinaba un Heavy cañero con un Rock
más clásico, pero que se vio lastrado y mucho por contar con un sonido
paupérrimo y por adolecer de promoción. Por tanto, no fue muy de extrañar que
las ventas del vinilo fueran escasas, muy escasas. Quizás por ello, hoy en día
este ‘Mazo’ se ha convertido en un auténtico objeto de deseo para los
coleccionistas.
A pesar de la limitada repercusión del disco, el grupo continuó
pateándose los escenarios e incluso apareció en la pequeña pantalla en el
programa Pista libre de TVE interpretando en directo su ‘Balada
cafre’ en un concierto que ofreció para los presos enla cárcel Ocaña 2. Además, Mazo
se metió de lleno en la composición de las canciones para un segundo trabajo
que de hecho llegaron a presentar a la prensa con una pequeña actuación en la
que interpretaron cuatro temas nuevos: ‘Como lo ves’, ‘Dueños de la
eternidad’, ‘Utilizados’ y ‘Me encuentro bien así’.
Sin embargo, finalmente la compañía se echó para atrás y pegó la
patada al grupo, que intentó seguir un tiempo pero que terminó sucumbiendo y
disolviéndose entre finales de 1983 y comienzos de 1984.
Años después en 1989 se publicó un disco split que compartieron
con el grupo Júpiter, titulado ‘¡¡¡Con toda la fuerza!!!’. No hubo más oportunidades para un combo con cierto
potencial y que podía recordar a Mötorhead o a los primeros Saxon.
Tras Mazo, Julio Díaz tocó con Santa y alcanzó el
éxito con Sangre Azul. Manolo Caño, por su parte, fue batería de Triton.
En esta mañana de frío
invierno castellano leonés acabo de finalizar la apasionante lectura
de la autobiografía de Ronnie James Dio.
Sentado en la mesa de una anónima cafetería y frente a los restos
de una taza de buen, cargado y humeante café, de esos que tienes que
degustar sorbo a sorbo ya que está ardiendo y apenas puedes mojar
tus labios para que tu paladar disfrute con cuidado lo que viene a
ser un manjar de los dioses, llego al final de otro electrizante
viaje de esos que proporcionan un montón de letras juntas con
sentido. Sobre la mesa el libro de Dio,
el amanecer, la música adecuada de fondo en los cascos -en este caso
el maravilloso cassette"Sacred Heart",
infravaloradísimo tercer disco de Dio
y el que le abrió la puerta de la Magia a este humilde escriba en
aquel lejano ya 1987- y la inevitable taza de café. Un café
potente, negro, fuerte y cargado como Dios
manda, no esa mierda de agua sucia que algunos aprendices de camarero
te ponen en sus lujosos y horteras garitos sin tener ni puta idea de
lo que es un café largo y cargado ni de cómo se debe de hacer en
la máquina cuyo funcionamiento supuestamente deberían conocer; pero
eso es otra historia.
Esta biografía de nuestro
pequeño gran hombre se lleva anunciando desde hace un buen puñado
de años. El propio Ronnie James Dio
comenzó a escribirla cuando todavía estaba en vida y su idea
original era que quedase con un final abierto, por desgracia su
prematura muerte le impidió finalizar el proyecto por sí mismo;
otro de tantos que una mente tan maravillosa como la suya dejó
huérfanos o inacabados. Entre lo que dejó escrito de su puño y
letra podemos leer lo que aconteció desde sus primeros años hasta
la etapa de Rainbow.
Luego llegó la enfermedad y el dolor.
Wendy Dio,
su mánager y pareja, para bien o para mal recibió el encargo del
propio Ronnie en su
lecho de muerte para manejar el impresionante legado musical del
artista y eso es exactamente lo que lleva haciendo esta mujer desde
entonces. Ya anunció en su día el deseo de concluir la biografía
y, con la ayuda del reputado periodista Mick
Wall, se puso manos a la obra a partir de los
manuscritos inconclusos que había dejado Ronnie.
Un Dio al que le
gustaba de escribir con papel y pluma, tan especial era para esto
como para el resto de las cosas. Que nadie puede escribir como Ronnie
James Dio es algo que no se le escapa a todo
aquel que haya seguido su trayectoria artística; fue un hombre
bendecido con un don para contar historias además de sus talentos
obvios, pero desde luego que la siguiente persona que mejor conocía la
vida y recorrido de Ronnie
es Wendy. Por otro
lado de Mick Wall casi
todo lo que se pueda decir es bueno, por lo que no se me ocurre mejor
manera de concluir lo inconcluso que la que se pergeñó en la cabeza
de la poderosa ex mujer de Ronnie.
Tras años de impaciente
espera, el libro finalmente vio la luz del sol el pasado 2021. La
propia Wendy comentó
que la idea original era la de publicar el libro cuanto antes, pero
que los recuerdos y el dolor por la pérdida todavía estaban muy
recientes y no estaba preparada para esta empresa. Ni que decir tiene
que un ejemplar llegó a mi casa el mismo minuto uno de su
publicación. Sin embargo no fue hasta ahora que me decidí a leerlo.
Entiendo que en nuestro día a día habitual lo lógico sería leer
un libro que te interese en cuanto pases a poseerlo. Lo que ocurre es
que cuando se trata de Ronnie James Dio
la lógica funciona de otra manera. Es básico que se den los
condicionantes adecuados para comenzar una lectura tan especial como
esta, siendo necesario rendir el homenaje que se merece a este
hombre que cambió con su arte la vida de muchos de nosotros. No
pretendo resultar petulante, pero tampoco sería honesto tirar de una
ridícula falsa modestia para ocultar el hecho de que prácticamente
ya conozco los avatares que se vayan a narrar sobre la vida y obra de
uno de mis ídolos de siempre, desde su primer single con Ronnie
& The Red Caps de 1958 en el que solo
tocaba el bajo hasta la última vez que le vi sobre un escenario meses antes de su triste fallecimiento; qué coño, si hasta
conozco datos sobre su vida que casi nadie sabe de manera pública y
de los que no sería nada elegante citar sus fuentes. Es por ello que
esta lectura para mí tenía sobre todo el sentido de homenajear su
figura y para esto necesitaba juntar un par de días en los que
sumergirme por completo en la fascinante aventura de sus memorias.
Ronnie James Dio. Dio & Wendy.
Al final la ocasión se cruzó en mi camino y durante estos últimos días me decidí a abrir la
puerta del libro. A poco que te guste el noble arte de la lectura te
lo puedes devorar en un día sin problemas, en lo que a mí respecta
lo estuve dosificando por momentos y partes siempre acompañándolo
de la inevitable música de fondo, por lo que ha sido un placer
volver a revisar -una vez más- su soberbia discografía... justo
hasta la mitad de su recorrido musical. Sí, a nuestra indómita
Wendy se le ocurrió
la irritante idea de publicar lo que viene a ser la primera parte de
las memorias de Ronnie James Dio
abarcando este primer libro hasta el año 1986 con el disco "Sacred
Heart" y su mastodóntica gira
promocional como protagonistas. En fin, mejor esto que nada. Como la
propia Wendy explica
parece que Dio y ella
llegaron a la conclusión de que este primer libro debería llegar
hasta el primer show que Ronnie James Dio
ofreció con su propio grupo en el mítico Madison
Square Garden neoyorquino. El bueno de Frank
Sinatra dijo una vez que si lograbas tocar en
el MSG como cabeza de
cartel, significaba que habías alcanzado el éxito y ya podías
actuar en cualquier arena del mundo... y si lo dice Frank,
habrá que hacerle caso.
En este libro de ágil y
amena lectura Ronnie aprovecha
para aclarar con su punto de vista algunos affaires
que le han acompañado a lo largo de su recorrido musical.
Interesantes resultan sus palabras y las de Wendy
al respecto de la abrupta salida del grupo que tuvo Vivian
Campbell y de la que tantos ríos de tinta se
han vertido desde entonces. Por supuesto que tengo consolidada mi
opinión desde hace tiempo, ya que es una de las trifulcas sobre las
que más datos y mierdas se han aireado públicamente durante todo
este tiempo. Para el que esto escribe Campbell
es un gran guitarrista, pero un miserable desagradecido para con
aquel que hizo de mentor suyo y le puso en el tablero de ajedrez
musical del éxito. Igual que hizo Ritchie
Blackmore con el propio Ronnie
cuando le dio la oportunidad en Rainbow.
Con la pequeña diferencia de que pese a que Ritchie
le trató a él mil veces peor que Dio
a Campbell, nuestro
añorado Ronnie jamás
tuvo una mala palabra hacia Blackmore;
y eso que The Man In Black
se portó con él como solía hacer con todo Dios,
así lo relata en el libro. Y mientras, el pesetero de Campbell
pidiendo más pasta y llorando cuando le largaron. Por cierto, solo
unas palabras que aclara Wendy
a este respecto y que desconocía, resulta que al acabar la primera
parte de la gira de “Sacred Heart” Vivian
contrató a un abogado que le dio un ultimátum a Wendy
& Dio: o le subían el sueldo y además
le daban una parte de TODOS los beneficios que generaba Dio
como grupo en cinco días o abandonaba la banda. Quede claro que
recibía su salario acordado por ambas partes y todos los royalties
correspondientes por los créditos como compositor. A los cinco días
el abogado volvió a contactar con Wendy,
que le informó de que ya le habían buscado sustituto en el grupo.
Enuff said.
Por supuesto que si
tuviera la oportunidad de entrevistar a Vivian
Campbell aceptaría al instante, pero imagino
que la entrevista se acabaría a la segunda pregunta. Tengo muy clara
esa charla. Primero le preguntaría por su opinión sobre Ronnie
James Dio como artista y persona. La segunda
pregunta sería si piensa que actuó con él como un pesetero
desagradecido y miserable; imagino que la charla acabaría en ese
mismo instante… y solo Dios
sabe que pocas veces he tenido más claro lo que le preguntaría a un
músico si se presentase la oportunidad.
Así que aquí nos
quedamos, esperando que se confirme la segunda parte de la biografía
de una vida tan intensa y pletórica como apasionante. Ronnie
James Dio, un tipo de esos irrepetibles al
que todavía se le sigue echando mucho de menos. Un tipo que se
dejaba la piel, la garganta y el alma en cada concierto; daba igual
ante veinte que ante veinte mil personas. Un tipo que transmitía con
su profunda mirada y su enorme carisma que se metía dentro de la
canción en cuanto se ponía frente a un micrófono. Un tipo que
forzaba su voz al máximo una y otra vez en cada canción para
deleite de sus seguidores, vaciándose del todo en cada actuación.
Un pequeño y doloroso agujero que se nos ha quedado en el corazón a
muchos de nosotros desde aquel triste 16 de Mayo de 2010.
Como el latido de un corazón.
Dio: "Like the beat of a heart". Super Rock Japan Fest 1985.
Una
sección de nuestro colaborador Paul Martín Simón.
¿Pudo
ser David Coverdale cantante de Uriah Heep?
En el verano de 1976 dos de las más grandes bandas británicas de la década
pasan por momentos de crisis que ponen incluso en duda su continuidad.
Uriah Heep desde sus
comienzos en 1970 tuvieron varios cambios de bajistas y baterías, siendo el
guitarrista Mick Box, el teclista Ken Hensley y el vocalista David Byron los tres pilares sobre los
que se sontenía el grupo.
Tras unas actuaciones en españa en Junio de 1976 fue despedido por su
conflictivo comportamiento dentro y fuera del escenario, abandonando la formación
el bajista John Wetton poco después.
Esto dejó a los Heep en una situación
difícil que les hizo plantearse su disolución.
Por otro lado Deep Purple
en Julio del mismo año anunciaban la disolución del Mark IV, formado por Coverdale,
Bolin, Hughes, Lord y Paice.
Desde que nacieron en 1968 Purple
habían tenido varios cambios de bajista y cantante, pero cuando en 1975 el
guitarrista Ritchie Blackmore se
marchó para montar Rainbow su
sustitución por el norteamericano Tommy
Bolin no fue capaz de mantener a la banda unida. Agotados, dan por
finalizada la carrera del grupo.
Mientras tanto Uriah Heep
deciden continuar buscando un sustituo para Byron. Contactan con el ex Deep
Purple David Coverdale, con el que comparten ensayo; y unas copas, también.
Tras la audición, David Coverdale
decide iniciar su carrera en solitario, que daría paso a la formación de Whitesnake. El sustituto de Byron sería el británico John Lawton, vocalista del grupo alemán
Lucifer’s Friend. A la par entró el
bajista Trevor Bolder, que venía de
tocar con Spiders Of Mars. Ambos
debutaron con Uriah Heep en directo
en Diciembre del 76 en Norteamérica.
Tristemente Bolin moriría
en esas mismas fechas por sobredosis.
Sin duda la unión de Coverdale
con Uriah Heep habría supuesto la
unión de dos de las más grandes sagas del Rock
de todos los tiempo. Solo podemos soñar como habrían sonado los clásicos “Easy livin”, “The wizard” o “July morning” con la profunda y
jadeante voz de David Coverdale.
Este es un momentos perfecto para reivindicar a este pedazo de grupo. La formación que puso en marcha a finales de los años sesenta el batería Jim Fox y que, tras varios cambios de formación, se acabó consolidando junto al bajista Tom Kriss y al formidable guitarrista y cantante Joe Walsh; sí, ese que estuvo en Eagles, pero del que no mucha gente conoce su pasado musical. Pese a que los discos con Walsh son del todo recomendables, como practicamente todo lo que ha tocado este señor, nos vamos a detener en una canción perteneciente a uno de los discos que publicaron una vez el bueno de Joe abandonó la nave. Este grupo que mucha gente piensa que es el proyecto de un tipo que se llama James Gang y que lleva a otros músicos de acompañamiento contó en sus filas con el malogrado Tommy Bolin.
El bueno de Tommy es una de las debilidades del que esto escribe y puso su personalísimo sello en dos de los discos del grupo. Sustituyó al guitarrista Domenic Troiano, pilotando con su desbordante carisma y talento a James Gang en los discos "Bang" y "Miami". Dos obras maestras de esas escondidas al gran público y solo para paladares exquisitos.
El tema escogido pertenece a "Bang", uno de esos discos cuya portada es políticamente incorrecta del todo y que en estos días extraños de puritanismo retrógrado supino enlarbolado por una sarta de mediocres con coeficiente sub cero sería pasto de los tiburones y de la justicia de La Ley de su Amo en cuanto se hubiese puesto a la venta. Es una canción sobria que te atrapa con su sobrecogedora sencillez y dulzura, poseedora de una melodía y unos arreglos de otro planeta que demuestran sin problemas a todo aquel que quiera abrir sus oidos el genio que atesoraba Tommy Bolin. Recomendable para todos aquellos estúpidos que critican a Bolin habiendo escuchado tan solo el directo póstumo de Purple "Last Concert In Japan", seguro que ni siquiera al completo, y que se creen en posición de escupir su mierda desde la más irritante ignorancia. Llenaré mi copa de vino de ese del bueno, escucharé esta canción una vez más en la penumbra de una noche de Febrero mientras contemplo su cachonda portada sin complejos y brindaré por el bueno de Tommy. Una vez más.
Ya que el otro día hablamos de refilón de Fastway, ahora es un momento perfecto para escuchar de nuevo estas dos canciones del pedazo de grupo que se montó el tristemente fallecido "Fast" Eddie Clarke. Fastway puede que sea una de las formaciones más injustamente escondidas que conozco. Poseen una sólida discografía compuesta por ocho discos de estudio, a cuál mejor, y un directo para hacer las delicias de todos aquellos que disfrutamos cada vez que suena una guitarra eléctrica acompañando a una melodía bonita y con enjundia. Lo cierto es que podíamos haber escogido casi cualquier tema de su repertorio ya que el nivel es altísimo, tienen sobre todo un par de discos que son los más conocidos y a los que se suelen referir casi siempre que les citan, pero nos hemos decidido a abandonar esa zona de confort que casi nunca pisamos y nos hemos metido en el garito menos salubre y aconsejable de todos. Como siempre.
Estos dos temas son los que abren su tercer disco, titulado "Waiting For The Roar". No se me ocurre mejor ejemplo para explicar el concepto de Hard Rock melódico que este estupendo binomio. Muy criticado e incluso valupeado en su día por sus fans más obtusos al contener teclados; ya ves tu qué gilipollez. Sus dos primeros discos apuntaban a un Hard de corte más clásico, por lo que un puñado de entrañables cenutrios metaleros de los ochenta no perdonaron que añadiesen teclas a su sonido -o lo comercializasen, como se decía por entonces-... es que en aquellos maravillosos años estas altas traiciones al espíritu del Metal no se perdonaban jamás. Hemos escogido estas dos canciones porque son muy buenas, suenan que te cagas, te proporcionan un buen rollo inmediato en cuanto las escuchas y de paso para irritar a cualquier representante de esa caterva de entrañables garrulos anteriomente citados. El primer corte incluso sirvió de single de presentación, acompañado del vídeo clip que se adjunta. Fastway: caviar del bueno y sin un solo disco mediocre.
Este mes nuestra Evocación Metálica está dedicada al grupo
tarraconense Números Rojos, una banda de Rock urbano que nos dejó
tres estupendos discos y un buen puñado de magníficas canciones. Tuvo su
momento en la década de los 90 con una gran relevancia sobre todo en un ámbito
más local y con un importante número de seguidores.
Sin embargo, la historia del combo arrancó algo antes, a finales de
los 80 cuando después de probar con varios nombres como Thao, Thako, Tako y
diferentes componentes -también pasaron por el grupo Hugo J. Encuentra y
Manolo ‘Elvis’-, la banda se asentó como Números Rojos con el
siguiente line up: Teo Díaz y Berni Sancha en las
guitarras y voces, Fede Díaz a la batería y Paco Benítez en el
bajo y voz.
Con esta formación registraron en 1990 su debut en el mercado
discográfico con ‘Nariz Contra Nariz’, editado por PDI y con la
producción del ex Leño Tony Urbano. El trabajo, que incluía temazos
como el que da nombre al lp u ‘Horas lentas’, recibió muy buenas
críticas desde los medios especializados, siendo elegido Números Rojos
como el grupo revelación de 1990 para la revista Heavy Rock. Este éxito
les permitió tocar por todo el país y telonear a los Ramones en su gira
española, fueron once conciertos ante miles de espectadores.
Intentando aprovechar el tirón, Números Rojos volvió a los
estudios de grabación para publicar su segundo disco ‘...Del Mundo’, de
nuevo editado por PDI y con Tony Urbano en la producción. Este lp
también cosechó buenas críticas y les posibilitó abrir como grupo invitado en
los conciertos de Iron Maiden en San Sebastián y Barcelona.
En 1993, con la salida del grupo de Paco Benítez y hasta la
incorporación de Ramiro Beá, el grupo atravesó porproblemas con el puesto de bajista; Pepe
Sáez e incluso Tony Urbano tocaron el instrumento de las cuatro
cuerdas en algunos directos.
Ya con la nueva formación bien asentada en 1997, la banda decidió
grabar un tercer trabajo titulado ‘Tiempo Muerto’, auto gestionado,
publicado en el sello independiente Soviet Records y distribuido por Surco.
En este lp se reflejó la evolución que había experimentado el combo, abriéndose
a nuevos ritmos. El grupo continuó tocando en directo pero el número de
conciertos se fue reduciendo poco a poco hasta que se produjo su disolución.
Unos cuantos años después, alrededor de 2016, Números Rojos se
reunió para participar en un par de actuaciones solidarias. Volvieron Berni,
Fede y Teo junto al hijo de éste, Andoni Díaz, al bajo.
También se juntaron el ventiocho de Octubre de 2017 para homenajear a su ex
bajista Ramiro Beá -fallecido de un infarto a los cincuenta años en
2015-.
El 31 de agosto de 2017 también nos dejó Berni Sancha a los
cincuenta y cuatro años.