Encuentros HUSH.
Este es un sitio musical, no nos engañemos, pero en el que nos vamos a acercar a la música que nos gusta desde distintos ángulos, cual prisma. Como ya dijo el añorado Jon Lord: la música es la forma de arte más elevada que existe; afirmación que, pese a disfrutar de otras manifestaciones artísticas, sostengo plenamente.
Clube de Adictos a Deep Purple
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Púrpura Chess
This blog is basically a musical site. Here we talk about the music we like, using different angles. As dear and missed Jon Lord once said: “Music is the highest kind of Art that exists”. I think the same way too.
El cantante Stephen Pearcy, vocalista de los
americanos Ratt, ha lanzado en estos
días un nuevo single de lo que tiene previsto ser su próximo disco en estudio
con su grupo en solitario. Dicha obra lleva como título “View To A Thrill” y tiene prevista como fecha de publicación el
próximo mes de Noviembre. Este nuevo cd va a ser el segundo que publique para la
compañía Frontiers Records, que
últimamente es la principal referencia discográfica para los grupos de Hard Rock y Heavy Metal. Este nuevo disco de Pearcy viene precedido por el sorprendentemente bueno “Smash”, que salió a la venta el pasado
año.
La nueva canción presenta la
onda macarra y cruda habitual con la que Pearcy
nos tiene acostumbrados en sus discos en solitario. Acompañado por su fiel
guitarrista Erik Ferentinos nos
introduce en su particular mundo musical; algo así como cualquier canción de
los Ratt, pero con una producción
más básica y ruda. En la batería está Scot
Coogan, que ha tocado recientemente con George Lynch, mientras que al bajo y producción nos encontramos con
Matt Thorne, un viejo conocido de los
años anteriores a Ratt de Stephen Pearcy. Particularmente
prefiero mil veces los temas clásicos de Ratt,
pero debo reconocer que los discos en solitario del rebelde vocalista siempre
tienen cosas muy aprovechables.
La aparición de la nueva
canción de Stephen Pearcy en solitario
viene precedida del enésimo embrollo en el que se ven metidos los Ratt; otro más… y van unos cuantos.
Después de llevar ante los tribunales a la formación de Ratt compuesta solo por el batería original Bobby Blotzer, que salió a la carretera tras otro embrollo legal
con motivo de los derechos legales de la sociedad musical del grupo, y
conseguir parar su actividad en directo gracias a otro vericueto legal más
propio de una peli barata de ficción que de la propia realidad, nuestro
encantador cantante ha puesto en marcha una nueva formación de Ratt acompañado solo por el bajista Juan Croucier como músico de la
formación original y contratando a músicos semidesconocidos para completar la
formación. Mención aparte merece la situación del guitarrista original Warren DeMartini, que fue de la partida
al lado de Pearcy/Croucier en la
batalla legal para impedir que Blotzer
tocase en directo bajo la denominación Ratt,
pero que misteriosamente ya no aparece en la actual formación del grupo. Por lo
visto a principios de los noventa estructuraron la propiedad del grupo como una
sociedad de propietarios y durante todos estos años se han dedicado a
demandarse para quedarse con la propiedad del nombre incluso solo por joder a
las otras partes, aportando pruebas y argumentos la mayoría de las veces tan
surrealistas como cachondos. Desde luego que ellos solitos son capaces de dar
de comer a parte del sistema judicial californiano. Algunas de estas andanzas
se detallaron en estas páginas hace algún tiempo, pero es que con Ratt la realidad supera a la ficción y
las noticias crecen de manera exponencial a la inverosimilitud de las mismas.
Definitivamente este es el grupo más disfuncional que conozco y desde luego que
formar parte de este entramado tan desquiciante debe ser de todo menos
aburrido. Igual en otro momento ponemos al día todas sus andanzas desde el
lugar en el que las dejamos con el anterior artículo, por ahora vamos a
disfrutar del nuevo single de Pearcy
y a rezar para que se acerque por nuestros escenarios, sea con los músicos que
sea.
Anthem
es una de las mejores y más importantes
formaciones de Rock
duro que ha salido de Japón. Tal vez no sean tan reconocidos como
Loudness, uno de los
grupos bandera del país nipón en lo que a Hard
Rock se refiere, pero llevan publicando
buenos discos desde los años ochenta y todavía continúan de manera
activa en la actualidad.
La banda
formada por Naoto Shibata
al bajo, Takamasa Ohuchi
a la batería y Aiko Shimizu
a las guitarras han hecho equipo con el vocalista Eizo
Sakamotodurante
muchos de esos años. Su línea musical nunca tuvo grandes secretos:
música bruta, pero de esa que está bien hecha y con criterio. Japón
es cuna de grandes instrumentistas que han escuchado mucha música,
por lo que el bagaje que llevan a sus espaldas es lo suficientemente
enjundioso para que a la hora de acercarse a un instrumento y crear
música tengan bastante claro el camino a seguir; vamos, caña de
categoría. Absténganse de acercarse a estos territorios todos los
pseudoflamenquitos,
cantautores, primaverasounders
y otras hierbas similares porque no van a entender nada; no íbamos a
sacar nada en claro. Imposible razonar contra paredes de petulancia
sujetas por dudosísimo talento.
El asunto
con Anthem es que su
vocalista siempre ha ido de Graham Bonnet
–cosa normal por otro lado, para qué tirar por otro lado si puedes
seguir la senda de uno de los mejores–, por lo que a finales del
anterior milenio le hicieron una oferta al bueno de Graham
para que cantase en una especie de álbum formado por nuevas
grabaciones de sus propios éxitos. En el año 1999 salió a la luz
el imponente “Heavy Metal Anthem”,
en el que el propio título ya dejaba claras las intenciones
musicales de estos tipos. Comandados por Graham
Bonnet a la voz, nuestros queridos japoneses
facturaron uno de los mejores discos de Heavy
Metal que un servidor haya escuchado en su
vida. Grandes canciones, poderosos arreglos, una base rítmica de
otro planeta y unas guitarras asesinas, gordas y potentes aunque nada
saturadas; todo ello coronado por la increíble voz de Bonnet,
dejándose literalmente la piel y la garganta en cada una de las
notas.
Hemos
escogido “Evil touch”,
aunque bien podíamos haber pensado en “Mr
genius”, “Hunting time”, “Gypsy ways”, “Hungry soul”,
el pedazo de cierre final con “Blinded
pain”… cualquier canción del disco puede
servir. Cada vez que llega el sofocante calor del estío necesito
recuperar durante una tarde esta bestialidad de álbum, ponerlo en el
coche durante esas horas de máximo calor tras la comida, acercarme a
la gasolinera y parar en el bar de al lado para tomarme un buen orujo
de café helado. Qué bella es la vida.
Últimamente estamos asistiendo a
la presencia de algunos destacados músicos de la escena heavy en programas de
televisión. Alguno incluso ha alcanzado cierto tirón mediático que le ha
convertido en el protagonista de más programas y tertulias televisivas.
Ante esta situación, por un
lado lógicamente podemos pensar que está en su perfecto derecho de participar
en la pequeña pantalla y en aparecer en cuantos más programas mejor. Así
aumenta bastante su cuenta bancaria y su popularidad general lo que seguramente
tenga un reflejo positivo en su grupo, que aumente su tirón y le abra a
sectores de público a los que no llegaba anteriormente.
Pero, por otro lado, también es
posible que nos resulte un poco chirriante ciertas actitudes o relaciones que
puedan aparecer inherentes a tanta presencia ante las cámaras en temas no
relacionados con la música que puedan llevar a una trivialización de lo
representa o llegó a representar el heavy metal en este país, si
represento algo, claro.
Realmente creo que hay que
superar estos chirridos un tanto irracionales. Si la o las personas en cuestión
tienen la oportunidad de intervenir en diferentes programas, adelante debe
explotarlo y si tiene éxito, mejor tanto para ellos, para sus bandas e incluso,
de rebote, para todos los seguidores de su música. Siempre, evidentemente, que
esas intervenciones televisivas no busquenintencionadamente una burla o un menosprecio hacia ese movimiento.
Hablar del verano es hablar
de Van Halen, eso es un hecho y
cualquier seguidor de este grupo opina similar; de hecho la idea de estos
artículos sobre la música ideal para esta época del año procede de unos
escritos sobre este tema que se colgaron con anterioridad y que tenían como
protagonistas a Van Halen, David Lee
Roth y Sammy Hagar. Es que la
idiosincrasia y la filosofía vital de tipos como Eddie Van Halen, The Red Rocker o el irrepetible Diamond Dave reflejan un personalísimo
estilo, tanto en la música como en los textos, que encaja como un guante con el
espíritu de este momento del año.
David Lee Roth.Sammy Hagar.
La verdad es que para el
propósito de este texto podríamos haber elegido cualquier canción o disco de
las discografías solistas de Hagar, Roth
o del grupo Van Halen –la banda
madre y nave nodriza en la que todos aspiran a viajar–. Curiosamente tan solo
sacaría de este apartado un par de discos del grupo de Eddie: “Fair Warning” y
“Women And Children First”. Por los motivos que sean ambas obras, sobre
todo la primera de ellas, me resultan ideales para el invierno; ya se sabe, en
los extremos está lo interesante. Hemos seleccionado un par de ejemplos de
entre los menos famosos del grupo, algo que cuando se juega en territorio Van Halen resulta muy difícil; tal es
la calidad de la música que la privilegiada mente de Eddie Van Halen nos ha brindado que hablar de canciones menores
resulta ridículo. El nivel compositivo es altísimo, no encontrará el oyente
relleno en los discos de Van Halen.
Tan solo nos hemos decantado por dos temas que no son de los más famosos del
grupo.
Eddie Van Halen.
“Drop dead legs” pertenece al archifamoso superventas
“1984”, un álbum que como curiosidad
se publicó a finales de 1983 y que ha resultado ser uno de los discos más
exitosos de la Historia. En su momento algún iluminado lo criticó por el uso Pop de los teclados de Eddie Van Halen en el single “Jump”, una de esas canciones más
grandes que la vida y que prácticamente todo el mundo reconoce aunque no sepa
ni de qué grupo es. Recuerdo como si fuese ayer a un músico aspirante a
estrellita americano cuando vino a tocar como miembro de la banda de una
cantante Rock/Punk en la conocida
sala madrileña El Sol hace un montón
de años. Tuve la ocasión de mantener una charla fugaz en el backstage y nuestro encantador elemento,
que apostaría el alma a que cambiaría sin pudor de ropa interior y lamería
cuantos culos fuesen menester con tal de afinarle las guitarras a EVH, comenzó a burlarse de “Jump”. En ese mismo instante pensé que
semejante sujeto –que, por otro lado, no tocaba nada mal; todo hay que decirlo–
debía de ser idiota, por lo que le dejé en la misma puerta de los camerinos con
su perolata insufrible. A estas
alturas de película Eddie Van Halen
es uno de los músicos más reconocidos, innovadores e influyentes que ha dado la
música y no necesita demostrarle nada a nadie. Hace lo que le apetece y así
está bien, pero hay un cierto sector de fans del grupo en Norteamérica que
piensa que Van Halen no debería
haber metido teclados en su música; no hay que olvidar que el grupo de Eddie Van Halen es muy grande en
América y es inevitable que tenga que convivir con la polémica.
Volviendo a “Drop dead legs”, no deja de ser un
buen Blues. Se trata de una canción
cadenciosa con unos acordes gordos y poderosos de la guitarra de Eddie que comandan todo el tema. La
melodía y la inteligente letra de David
Lee Roth ponen la guinda al pastel. Un tipo como Roth ha vivido tantas vidas en una sola que se puede pasar hasta el
final de los tiempos escribiendo textos ocurrentes. Tengo grabado a fuego en mi
retina el subidón que me dio cuando el grupo interpretó esta canción en directo
durante el show que ofrecieron en el Nikon
At Beach de New York en lo que ha sido hasta la fecha su última gira en
directo.
Van Halen: "Drop dead legs".
En lo que respecta a “Man on a misión”, es una canción
perteneciente a la también época dorada de Sammy
Hagar como cantante. Apareció en el imprescindible disco “For Unlawful Carnal Knoledge”, también
conocido como “FUCK”, un título que
supuso una vuelta de tuerca a la todopoderosa censura americana de esos años.
Este disco acabó siendo uno de los más reconocidos con Sammy Hagar, si no el que más, por
parte de prensa y público. De la gira americana de presentación salieron las
grabaciones para el que sería el primer doble álbum en vivo que nos regaló la
formación de los hermanos Van Halen,
bajo el título de “Van Halen Live: Right
Here, Right Now”; este título está tomado de una de las canciones más
exitosas y bonitas del propio “FUCK”.
La discografía al completo de Van Halen
con Sammy Hagar –o Van
Hagar, como suelen llamarlos algunos de sus detractores– es perfecta:
cuatro discos de estudio y un directo excepcionales y cuatro canciones inéditas
en dos recopilatorios de primerísima calidad. Personalmente mi favorito es “OU812”, uno de los discos más
variados, inspirados y con más personalidad que he escuchado nunca, pero
recuerdo haber pasado varios veranos de mi adolescencia circulando en bicicleta
junto a los amigos bajo el sol de después de la comida mientras nos dirigíamos
a cualquier pantano de los alrededores –sin casco y para no bañarme– con la música de “FUCK” como banda sonora en mi walkman.
Recuerdos.
La canción es pegadiza a más
no poder. Tiene un riff de inicio
marca de la casa de EVH, además
empieza con la vacilada de meterlo en otro tono durante los primeros compases
para enseguida entrar todo el grupo a por todas.Es uno de esos temas que hacen que no puedas
dejar de moverte mientras lo escuchas, tiene eso que algunos llaman groove. Una canción con ritmo y con un
estribillo que se te mete en el cerebro para no salir. Sammy Hagar lo borda a la voz y demuestra una vez más por qué Eddie Van Halen lo fichó para sustituir
a Roth, este hombre le dio los mejores
años de su vida a Van Halen. Especialmente
interesante resulta la parte posterior al solo de guitarra, con un bonito juego
guitarra/voz para volver a recuperar el tema y acabar por todo lo alto. Para la
mayoría de los grupos un tema así sería estrella de su catálogo, para Van Halen no es más que otra canción de
su fondo de armario. Menudo armario.
El festival Starlite se viene celebrando como cada año durante los meses de Julio y Agosto en la
malagueña localidad de Marbella. Un elevado número de artistas de esos
carísimos de contratar y, a veces, también de primera categoría deleitan al
sofisticado a la par que petulante público marbellí amén del resto de fans y
curiosos que se acercan desde distintos puntos de la geografía hispana y
extranjera para presenciar sus actuaciones en vivo. El montaje es de
primerísima categoría, tanto a nivel de escenario como de restauración. El
sonido resulta espectacular y se encargan de cuidar hasta los mínimos detalles.
Se nota que ahí hay pasta invertida. En lo que respecta al aspecto
estrictamente musical es de agradecer que si pagas un elevado precio por la
entrada, lo que te ofrezcan a nivel de sonido y espectáculo esté a la altura; y
vaya si lo está. Este año como plato fuerte para algunos de nosotros estaba anunciada la actuación de Steven Tyler. Ironías de la vida, un montón de años esperando para
ver a Aerosmith en directo, puesto que en los
últimos treinta años apenas han venido a España unas tres veces, y en apenas un
año puedes ver al grupo de Boston en directo reinando en Madrid y a su
intrépido vocalista con su proyecto en solitario.
Steven Tyler.
Pese a que el festival tiene un marcado carácter tan alejado del Hard Rock, a veces suelen incluir en su
cartel la actuación de algún artista de esos que llevan el Rock por bandera y nos vuelven locos a muchos de nosotros; gente
como Michael Bolton, Tom Jones o el
propio Steven Tyler entre otros han
pisado sus escenarios. Por este motivo se hace imprescindible armarse de
paciencia y acercarse al festival para disfrutar del concierto de turno
mientras soportas con estoicismo e incredulidad algunos de los comportamientos
de esa ristra de personajes tan peculiares que pueblan las playas marbellíes
durante el verano. Imposible encontrar otro lugar en el que te encuentres a tan
escasos metros de algunos de tus semejantes y a la vez en galaxias tan
diferentes. En fin. Me lo suelo tomar como un extra más de la actuación que voy
a presenciar, un ejercicio de ostentación y de búsqueda de notoriedad que me
resulta tan cómico como descolocante. Total, que de nuevo me volvía a encontrar
cara a cara con Marbella y su festival.
El concierto de Steven Tyler
estaba programado en el Auditorio
del Starlite. Dicho auditorio estaba
emplazado en lo alto de una montaña a la que debías acceder en un autobús que
fletaba la propia organización del evento. Debías dejar tu coche en un
aparcamiento que se encontraba a las afueras del complejo Starlite y esperar para ser transportado –si se te olvida algo en
el coche estás muerto–. Aunque resulta un poco tostón todo este asunto de
acceder hasta el recino, debo decir que la profesionalidad de la gente de la
organización fue en todo momento exquisita, nada de esperar colas ni de tener
que lidiar con gente incompetente que no hace más que convertir lo fácil y de
sentido común en enrevesado y difícil; un diez en ese sentido. Tras llegar al
complejo Starlite, más de la
ostentación y estupidez de la que he hablado antes. Nada más acceder al recinto
te encontrabas con una especie de lounge
exclusivo/cutre más propio de una discoteca que de un recinto de conciertos.
Tiendas de joyas y relojes a los lados –será que en Marbella cuando vas a un
concierto te surge el apretón y necesitas comprarte unos pendientes o un Rolex– y un photocall para que puedas inmortalizar el momento, pero no os
penséis que se trataba de un cartel de fondo para que te hagas la foto y ya está;
no. Aquí todo se hace a lo grande y, además del cartel de turno, se había
colocado un sofá para añadir más glamour al asunto. Lo cachondo de todo este
embrollo es que los distintos especímenes humanos, presos de su propia
condición, se agolpaban para intentar sentarse en el sofá de marras e
inmortalizar su momento. Resultaba del todo entretenido observar a esas
señoritas tan exclusivas, con sus taconazos de otro planeta, sus tetas
perfectamente operadas y sus caros vestidos de diseño intentando aprovechar el
momento para zafarse de sus improvisados contrincantes y conseguir sentarse en
el dichoso sofá cual viejete que
intenta colarse en el mercadillo del barrio para comprar unos tomates. En cuanto habías conseguido tu momento de gloria fotográfico te podías subir a uno de los exclusivos restaurantes para engullir percebes, cigalas y todo tipo de marisco o acomodarte en uno de los reservados con portero incluido para tomarte un cóctel mientras observabas un curioso espectáculo de bailarines que perfectamente podría haber salido del programa estrella de cualquier plató de Tv. Para los bolsillos menos agraciados también tenías unas cuantas barras para pedir comida y bebida a precios tan módicos como diez euros por un tercio de cerveza... de la marca Heineken, para más inri; me acuerdo de que hace cuatro días nos estábamos quejando del desorbitado precio que nos parecía la cantidad de once/trece euros por un mini de cerveza en casi cualquier concierto de la capital. Definitivamente esto es otra liga. No me
voy a detener mucho más en detallar la fauna de variadísimo pelaje que se
encontraba en esa improvisada selva artificial de exclusivos árboles de oro,
pero desde luego que daría para largo y tendido.
Poco antes de las 22,30 horas pudimos acceder al recinto de la
actuación propiamente dicho. Hay que reconocer que la organización lo tenía
preparado a la perfección. Unas gradas con capacidad para varios miles de
personas, un escenario amplio, bonito, ubicado en lo alto de la montaña y con
la cima al fondo, con una visibilidad plena desde cualquier sitio e iluminado en
tonos azules con mucho estilo; en definitiva: mágico. Se bajaron las luces y
comenzó a sonar una intro formada por
fragmentos de canciones de Aerosmith
y del disco en solitario de Steven Tyler
acompañada por un montaje visual de fotos de diversos momentos de la vida del
cantante al que todos los que prácticamente llenábamos el recinto habíamos ido
a ver. A las once menos cuarto de la moche malagueña y bajo una gran luna llena
salía a escena la Loving Mary Band
de Nashville, un combo formado por seis músicos que desde el primer momento nos
demostraron que tenían muy claro de qué iba el asunto que se llevaban entre
manos. Comenzaron a interpretar las notas introductorias del clásico “Sweet emotion”, el inicio perfecto.
Unos instantes después salía a escena Steven
Tyler, pertrechado con una bolsa en una mano y una mochila a la espalda. Inmediatamente
saludó al personal lanzando la bolsa y la mochila al público, resulta que por
lo visto estaban llenas de una línea de productos que patrocina el cantante; en
fin, una vez más la imagen del bueno de Steven
aúna su personalísimo y agraciado talento artístico con todo el cutrerío
chabacano de un negocio en el que hay gente que vendería hasta a su madre con
tal de lograr unos cuantos billetes más. No sabía nada de lo que me esperaba en
esta actuación en solitario del famoso cantante de Aerosmith. En cuanto nuestro protagonista salió ante los focos nos
demostró a todos las tablas, la capacidad y la clase tan personal e innata que
posee para dominar cualquier escenario al que se suba. Se metió a todos los
allí presentes en el bolsillo de sus pantalones blancos de campana desde el
primer momento, demostrando un control absoluto del escenario y de todo lo que
allí ocurría. Consiguió que hasta las últimas gradas de arriba nos pusiéramos
en pie desde los compases de la primera canción, algo que por lo visto no suele
ser habitual en conciertos tan exclusivos como los del Starlite; si algo sabe hacer a la perfección nuestro adorable Toxic
twin es saltarse las normas y ofrecer al público espectáculo más allá
de formalismos.
Tras un “Sweet emotion”
soberbio enlazaron con “Crying”. Esa
entrada tan poderosa que tiene la canción hizo que la gente se volviese loca.
No bromeo, podías sentir la electricidad en el ambiente. La Loving Mary Band sonaba que te cagas,
con su batería, bajo, armónica, guitarras y banjo; en ningún momento pensé que
un banjo me iba a dar tan buen rollo dentro de un concierto de Rock, pero así era. Comandando todo
estaba un Steven Tyler que era capaz
de salirse del tiesto sin apenas esforzarse, es como si le saliese natural del
interior de su ser. La tercera canción la comenzó a cappella, resultando ser “I’m
down”, un tema que no suele interpretar en vivo con la banda de Boston. Por motivos como este hago todo lo
posible por no ver el repertorio que va a realizar un artista antes de su
actuación, lo que antes era lo más normal del mundo hoy en día es un ejercicio
de difícil despiste debido a la inmediatez y la globalidad que nos ofrece
internet. El subidón que te llevas si sin previo aviso vas a un concierto de Steven Tyler y la tercera canción que
interpreta es “I’m down” solo puede
ser superado si tras el primer solo de guitarra la enlaza con “Darling”, otra de los Beatles. Una sorpresa tan inesperada
como refrescante. El cadencioso ritmo de los Beatles al que Tyler
homenajea con este tema fue una de las primeras cosas que escuché de los Aerosmith a mediados de aquel lejano
1988. Entró de manera fulminante en mi cabeza junto a “Rag doll” y me vi abocado a hacerme con toda su discografía al
completo; esas pequeñas y delicadas cosas que tiene esto de la música. Ahora,
más de treinta años después me encontraba entre los miles de afortunados que
estaba presenciando una soberbia interpretación en vivo por parte del músico al
que se le ocurrió incluir este pedazo de versión en el disco “Permanent Vacation”. Y lo de unirlo a
“Darling” –una canción que siempre
me traerá a la cabeza la salvaje interpretación que hizo de ella Graham Bonnet en el estupendo disco “The Day I Went Mad” –, es una
genialidad. En lo que a mí respecta el concierto ya podía acabarse. He asistido
a actuaciones de más de dos horas de duración que me han dejado tibio, mientras
que Tyler consiguió desarmarnos a
los quince minutos. Impresionante.
The Loving Mary Band.
El show continuó con más Beatles
de la mano de “Come together” y con
otra versión de Fleetwood Mac, el
clásico “Rattlesnake shake”; de
veras muy interesante la selección de versiones con las que nos deleitó Steven. Nuestro encantador cantante
seguía derrochando carisma mientras interpretó “Jaded”, una de las canciones más famosas de la última etapa
discográfica de Aerosmith. El sonido
era un cañón y podías escuchar con nitidez la base rítmica, las hasta cuatro
guitarras que a veces adornaban los diferentes arreglos de algunas de las
canciones, la armónica, los coros y, sí, hasta el dichoso banjo. Por su parte Steven Tyler se sentía como pez en el
agua manejando todo el cotarro y en todo momento se notaba la química y buen
rollo con los miembros de la Loving Mary
Band.
Steven Tyler & The Loving Mary Band.
El concierto se adentró en las canciones del disco en solitario que Steven Tyler venía a promocionar: “We’re All Somebody From Somewhere”.
Curiosamente en el merchandising del
artista no había ni rastro del disco y por lo tanto no se podía adquirir ¿? El
disco lleva publicado un par de años y lo cierto es que me gustó bastante
cuando lo adquirí. La realidad es que musicalmente Tyler ha dado signos de estar bastante perdido en estos últimos
años, concretamente desde el súper éxito del pasteloso “I don’t want to miss a thing” que tanto detestamos algunos de
nosotros. La sensación es que el bueno de Steven
está últimamente dispuesto a vender su culo al diablo con tal de sonar en las
listas de éxitos, lo dice hasta su propio compañero Joe Perry, y este anunciado disco en solitario olía desde el primer
momento a temas en esa onda. La realidad es que hay que agradecer que el disco sea
sobrio y con mucha calidad, con un inicio cautivador de la mano de “My own worst enemy” y con grandes
canciones en su interior; todo bajo un interesante tamiz Country Rock que le aporta colorido y le permite a Tyler incluir todos los extraños
instrumentos con los que siempre le ha gustado experimentar. En esta parte de
la actuación interpretó “Only
heaven”,“We’re all somebody from
somewhere”, la versión de su propia canción “Janie’s got a gun” –en lo que puede ser de lo más pobre de dicho
disco- y un emotivo “Piece of my heart”.
Esta última vino precedida de una escalofriante introducción vocal del tema “Mercedes benz” de Janis Joplin. Un Steven
Tyler en un perfecto estado vocal anunció dicho tema como uno de los
preferidos de su adolescencia y se marcó un dueto a cappella con la bajista/cantante Rebecca Lynn Howard de esos que te caen los cojones al suelo. Tyler rayó a gran nivel, pero es que en
cuanto la bajista abrió la boca nos dejó a todos los allí asistentes con nuestras
bocas abiertas. Para tirarse al suelo.
Rebecca Lynn Howard & Steven Tyler.
S.Tyler & R.Lynn Howard: "Mercedes benz/Piece of my heart". Trieste. 18.7.18.
S.Tyler & R.Lynn Howard: "Mercedes benz/Piece of my heart". Boston 4.9.16.
A partir de ahí a piñón fijo con “Living
on the edge” y su bonito arreglo final para la ocasión o “Janie’s got a gun”, una canción tan
buena que aunque perpetres una pésima versión como la que nos ofrece Tyler en su disco sigue brillando con
luz propia. En ese momento llegaba el turno del piano de cola blanco que
comandaba el lateral del escenario desde el inicio del show. Todos abandonaron
el escenario y Steven Tyler se sentó
en él para interpretar una de las canciones con más personalidad que haya
escuchado nunca. En cuanto sonaron las primeras notas de “Dream on” el Starlite
se vino abajo para rendirle pleitesía como se merece a semejante obra de arte. A
modo de anécdota comentar que cuando Tyler
se sentó al piano alguien debía traerle un papel que no aparecía por allí,
por lo visto el encargado de hacerlo se debió despistar y salió a escena
apresuradamente ante los incómodos gestos del vocalista; poco importa esto a un
tipo con tantas tablas como Steven,
capaz de realizar una actuación memorable aunque entre bambalinas todo esté
saliendo al revés. La última canción fue el clásico “Train keep a rolling” interpretado de manera frenética, con el
tipo del banjo dándolo todo.
Los músicos abandonan el escenario, pero Marbella quería más. El
respetable empezó a dar golpes y patadas en la estructura de metal que soportan
las gradas hasta que la batería y Steven
salieron a escena. Ambos se marcaron un entretenido solo batería/congas
–conviene recordar que Tyler empezó
tocando la batería– que desembocó en el clásico de Aerosmith que lleva por título “Walk
this way”. Tras esto unpequeño
fragmento de “Whole lotta love” y se
acabó todo. Tocaba correr para pillar uno de los primeros autocares que te
sacasen del paraíso artificial hasta el improvisado parking en la ladera de la
montaña; las dichosas prisas que no nos abandonan ni en plenas vacaciones.
Mientras ganábamos el autobús una pareja detrás hacía una certera crítica de lo
allí ocurrido: "espectacular Tyler,
el grupo, el repertorio y sonido cañón". Totalmente de acuerdo.