Encuentros HUSH.
Este es un sitio musical, no nos engañemos, pero en el que nos vamos a acercar a la música que nos gusta desde distintos ángulos, cual prisma. Como ya dijo el añorado Jon Lord: la música es la forma de arte más elevada que existe; afirmación que, pese a disfrutar de otras manifestaciones artísticas, sostengo plenamente.
Clube de Adictos a Deep Purple
Clube de Adictos a Deep Purple
Púrpura Chess
This blog is basically a musical site. Here we talk about the music we like, using different angles. As dear and missed Jon Lord once said: “Music is the highest kind of Art that exists”. I think the same way too.
Aquí estamos de vuelta. Al abrigo de uno de los inicios de Noviembre
más desapacibles y fríos que uno recuerda, Ian Gillan vuelve a ser el
máximo protagonista musical en la vida de muchos de nosotros. Inmerso en una
nueva gira mundial que le volverá a traer a nuestro bendito país al frente del
micro de los míticos Deep Purple el próximo verano, a sus setenta y ocho
años parece que nuestro adorable Garganta de Planta tiene cuerda
para rato.
El mes que cada año tiñe la Naturaleza con su preciosa gama de
colores otoñales nos vuelve a servir de excusa para abordar un nuevo capítulo
de la apasionante carrera musical de uno de los vocalistas definitivos del Hard
Rock. No me cansaré de repetirlo: la vida, la carrera y la figura de Ian
Gillan personifican a la perfección la idiosincrasia y el mito del Rock'
n' Roll. Un tipo que ha vivido mil vidas en una, ha marcado escuela en esto
de hacer Rock, ha triunfado, se ha arruinado y ha vuelto a triunfar unas
cuantas veces, se ha metido en miles de líos y ha acabado saliendo de ellos sin
renunciar a ninguno de sus principios. Nunca nada de cara a la galería o por la
publicidad, como muchos de sus coetáneos. Nada de imposturas o ridículos movimientos
guiados por equipos de management del tres al cuarto que al final no
tienen ni puta idea de RnR, de hecho ha tomado decisiones artísticas del
todo suicidas en su ya dilatada carrera musical. Alguien tan natural que jamás
se ha sometido a ninguna operación de estética, implante capilar ni nada de eso
que han hecho prácticamente todos los artistas de su generación y posteriores
que han tenido la pasta suficiente para permitírselo. En fin, lo que ves es lo
que hay. Muy poca gente, en la industria musical o en cualquier otro ámbito de
la vida, puede presumir de afirmar esto.
Fruto de este recorrido vital sucede que Gillan ha ido dejando
un buen número de proyectos musicales, sesiones de grabación y/o colaboraciones
que al final no han visto la luz o que lo hicieron de un modo muy limitado.
Desde estas humildes páginas hemos ido teniendo el placer durante cada mes de
Noviembre de los últimos años de ir repasando estas apasionantes grabaciones
que vienen a constituir algo así como una especie de carrera discográfica
paralela. Y el caso es que todavía sigue existiendo material para abordarla. Es
lo que tiene cantar tan bonito, tan único y tan potente... que todo Dios quiere
un pedazo de ti.
Hoy nos vanos a volver a detener en Episode Six. En este grupo
de mediados de los años sesenta se conocieron y tocaron juntos Ian Gillan
y Roger Glover, cantante y bajista respectivamente de Deep Purple.
Desde entonces se fraguó una fuerte y sincera amistad que ha superado
discusiones, expulsiones de grupos y demás peliagudas hierbas del turbio
negocio musical hasta llegar al día de hoy.
Episode Six era el proyecto de los hermanos Carter: Graham
a la guitarra y Shelia como vocalista. Un jovencito Ian Gillan
fue reclutado como segunda voz para el grupo y allí coincidió con el también
jovenzuelo Roger Glover, bajista y con unas inquietudes a nivel de
composición, producción y arreglos musicales que explotarían unos pocos años
después ayudando a llevar a Deep Purple al estrellato y reconocimiento
mundial.
En el seno de Episode Six grabaron unos cuantos singles y
tuvieron un moderado reconocimiento en el mercado británico, pero no pasaron de
ser un grupo de Pop -por entonces se llamaba Pop a lo que hoy
conocemos como Rock, pero eso es otra historia- como otros tantos con
apenas repercusión. Su música, amalgama entre Beach Boys, The Doors, la
psicodelia y el Rock cincuentas que tan en boga estaba en esos
años, pese a tener mucha calidad, no llegó a triunfar en ningún momento. Ya
hablamos en su día en esta especie de sección
del intento de registrar un disco completo, pero que al final no llegó a buen
puerto. De hecho en ese mismo artículo comentamos de manera somera el disco que
protagoniza lo que ahora estás leyendo.
Episode Six realizaron un buen número de grabaciones, muchas de
ellas han ido apareciendo a lo largo de estos años debido al interés que
suscita la figura de Ian Gillan. Otras están esperando todavía a ver la
luz del sol discográfico. Una de estas grabaciones fue el tema que acabó dentro
del score de una película de esas destinadas a acabar en el olvido. El
film titulado "Les Bicyclettes De Belsize" es una peli
inglesa de finales de los sesenta. Aparecida en el año 1968, contó con lo que
podríamos denominar como banda sonora con una de las grabaciones de Episode
Six. No se trataba de una BSO al uso como las que estamos
acostumbrados a consumir hoy en día. Se trataba más bien de la sucesión de
canciones que sonaban en la propia película y que acabaron recibiendo una
humilde publicación discográfica ese año. El disco salió junto con el score
de otra película igual de olvidable que esta que nos ocupa. Una pequeña, local
y limitadísima tirada hacen de este artefacto un delicado objeto de
coleccionismo una vez que muchos años después se descubrió que el famoso Ian
Gillan ponía su voz en uno de los temas.
La película.
Debido a la falta de éxito de Episode Six, la formación sufrió
múltiples cambios de integrantes y hasta de denominaciones. Los músicos que
grabaron este tema eran Sheila Carter e Ian Gillan a las voces, Graham
Carter y Tony Lander en las guitarras, Roger Glover al bajo y
Mick Underwood tras la batería. Underwood es otro de los músicos
conocidos de la saga Purple, tocó en algunos de los grupos y proyectos
en solitario de Ian Gillan y Ritchie Blackmore, además de
contribuir con sus tambores en otras formaciones de esta gran familia que
conforma Deep Purple.
La canción en particular que se usó en el film responde al título de "Gentleman
in the park" y tiene como curiosidad que no se había publicado como
single antes, por lo que no dejaba de ser un tema inédito del grupo. “Les
Bicyclettes De Belsize” estaba dirigida por Douglas Hickox y
protagonizada por Judy Huxtable y Anthony May. Como hemos
comentado antes, se trataba de una película musical que duraba una escasa media
hora y apenas tenía diálogos, usando las propias canciones que formaron después
la banda sonora como el elemento sonoro de fondo que acompañaba a la trama.
Esta especie de corto se estrenó en Reino Unido como apoyo a otro controvertido
film de terror titulado "Twisted Nerve", también de ese mismo
año. En 1969 la compañía discográfica Polydor publicó una banda sonora
en vinilo de edición muy limitada que no era más que la recopilación de la
música que aparecía en los dos metrajes, apareciendo en la cara A la de "Twisted
Nerve" y en la segunda cara las canciones de "Les Bicyclettes
De Belsize". Un disparatado artefacto, como podéis comprobar, casi tan
atómico como los dos mini filmes musicales. Como curiosidad se puede decir que
el tema título de la peli que nos ocupa acabó entrando en listas de
éxito tanto en USA como en UK con sendas versiones de los artistas Engelbert
Humperdinck y Mireille Mathieu. El éxito de Gillan & Glover
tardó un poco más en llegar, pero cuando lo hizo con Deep Purple superó
todas las espectativas con creces.
Esta peli y su banda sonora han estado descatalogadas y han
sido dificilísimas de conseguir durante un montón de años. Sin embargo, gracias
a la exitosa carrera musical posterior de Ian Gillan y al auge de
internet, lleva tiempo disponible para todo aquel que conozca la existencia y
la historia de esta grabación. Así mismo el film se puede visionar por canales
como youtube, pero sigue siendo infumable de todas formas. Sin problema,
otra grabación de esas escondidas de la discografía de Ian Gillan que
tanto disfrutamos rebuscando muchos de nosotros. Eso sí, su portentoso chorro
de voz está ahí, para todo paladar exquisito que lo quiera degustar.
Este es un artículo personal, supongo que todo el mundo cada vez que
escribe algo deja su propia impronta en las letras que junta aunque no pretenda
hablar de sí mismo. Siempre que escribo mi prioridad es la de poner
exclusivamente al artista/grupo/noticia como protagonista de lo que cuento en
mis sucesiones de letras y hablar del hecho o motivo que motive el artículo de
turno referido a dicho protagonista, aunque alguna vez también me gusta meter
algún pequeño apunte de mi punto de vista personal sobre el tema tratado;
imagino que como casi todo el mundo. Sin embargo, esta vez no va a ser así. Me
dirijo a todo el que quiera leer y tenga algo de tiempo que perder desde mi
propio, exclusivo y desnudo punto de vista personal. Me apetece sobremanera
narrar la experiencia que ha supuesto para mí este viaje de ensueño al corazón
de un pequeño pueblecito del borde del Pacífico, justo donde acaba la tierra
firme y comienza la inmensidad del océano, para celebrar el setenta y seis
cumpleaños de uno de los mejores vocalistas que he escuchado en toda mi vida.
Esto que estás leyendo no pretende ser una crónica de las actuaciones de Sammy Hagar ni nada por el estilo -te
aconsejo, estimado lector, dejar de leer en este mismo momento si eso es lo que
buscas aquí-, se trata de las anotaciones de una experiencia vital y mágica de
este humilde escriba y de la consecución de algo que hace muchos años ya tenía
catalogado como un sueño.
Otro año más se ha celebrado
el Sammy Hagar Birthday Bash en el incomparable enclave de la cantina Cabo
Wabo. Este recóndito y chulo garito se encuentra ubicado en el exótico Cabo
San Lucas, península de la Baja California y dentro del estado mexicano. Esta
zona se encuentra bañada por unas paradisíacas playas, bajo los dominios del
majestuoso Océano Pacífico, con sus cristalinas aguas de azul terciopelo, su
tórrido y asqueroso calor, su asfixiante humedad, su tequila y sus
interesantísimos contrastes entre la zona híper turística y el interior del
pueblo con sus chabolas, casas humildes y unos garitos tan cutres como
excitantes; un cuadro propio y personal cuyo esbozo te trae a la cabeza
cualquier peli de Tarantino de esas en las que el prota
entra en un garito en medio de la nada, perdido entre la tierra seca y el
calor, lleno de sudor y pide un whisky seco mientras los lugareños le escrutan
con sus miradas. Definitivamente esto es otro mundo y una experiencia necesaria
para todo aquel que sienta pasión por viajar y conocer otras cosas.
Cabo Wabo cantina.
Este año por fin hemos conseguido hacer realidad lo que ya se me
antojaba como un sueño de esos irrealizables. Desde aquellos lejanos finales de
los ochenta y principios de los noventa esta idea se ha venido fraguando en mi
desordenada cabeza. Recuerdo con cariño y nostalgia esas tardes de verano en la
asfixiante Extremadura, siendo todavía un mocoso menor de edad y hojeando la
revista Metal Hammer en mi
habitación mientras mis progenitores dormían la siesta; imposible realizar
cualquier otra actividad a esas horas de la tarde. Leía una y otra vez las
entrevistas promocionales de los Van
Halen presentando primero su disco "OU812",
obra maestra publicada en el 88, y algún verano más tarde "F.U.C.K.", artefacto musical de similar calidad y
enjundia. En el primero de estos dos discos había una canción titulada "Cabo Wabo" en la que Sammy Hagar nos narraba las delicias de
un pueblo costero de la Baja California, con playas cristalinas, tragos de
tequila y mezcal, chicas guapas y noches de Rock'n'Roll. Al abrigo de canciones como esa y bajo una base de Blues Rock de ese cañero y potente
marca de la casa Van Halen me
enamoré de este idílico lugar. De hecho aún conservo esas viejas publicaciones
y cada verano las vuelvo a hojear los días de intenso calor, durante la siesta
y con la música de Van Halen de
fondo. Estupideces de fan descerebrado sin remedio. Pasaron los años y Sammy Hagar también siguió enamorado de
Cabo. Cuando todavía no se había explotado de manera turística, se arriesgó a
comprar un terreno, montar una cantina y dar forma a su visión mexicana del R'n'R. Un suicidio comercial en toda
regla con una inversión millonaria en un lugar que estaba en el culo del mundo
y sin infraestructura de transportes o alojamientos. Pero se salió con la suya
y a día de hoy Cabo San Lucas es un destino turístico que poco a poco se va
abriendo hasta la vieja Europa, los americanos lo tienen como uno de sus
destinos fetiche y no es para menos. Por su parte, Cabo Wabo cantina es una máquina de hacer dinero perfectamente engrasada
y preparada para hacer que te rasques el bolsillo con cualquier mínimo detalle
o fetiche. Hagar siempre se ha
definido como un avispado hombre de negocios además de ser músico y doy fe de
que está en lo cierto.
Este Octubre’23 finalmente nos hemos liado la manta a la cabeza, de
manera literal, y nos hemos metido entre pecho y espalda un viaje que comenzó
saliendo de nuestra humilde morada carabanchelera
y finalizó en la puerta del Hotel Tesoro,
alojamiento fetiche para la horda de fanáticos de Sammy Hagar que se
encuentra a unos escasos metros de su mítica cantina Cabo Wabo,
veinticuatro horas después. Hasta los huevos de viajes, aviones, escalas,
aduanas, esperas, gente incompetente y demás hierbas. Pero se hizo.
Todo estaba en contra, como cada Octubre de estos últimos años: sin
posibilidad de solicitar vacaciones en el trabajo, teniendo que pedir días sin
empleo ni sueldo, sin tener las jodidas entradas que nunca te tocan en la
mierda de sorteos que hacen por internet cuatro meses antes y que te obligan a
la aventura de cruzarte medio planeta si quieres ver unos conciertos para los
que ni siquiera tienes asegurados los malditos tickets, con huracanes y
temperaturas tan elevadas a la vez que hacen que tu organismo se vuelva loco y
con unas colas para lograr uno de los escasos boletos que ponen a la venta
para cada uno de los tres conciertos exclusivos de nuestro genuino Red
Rocker que te garantizan unas esperas de entre cinco a seis horas como
mínimo… encima cruzando los dedos para que quede alguna entrada cuando por fin te
toca el turno. Come hell or high water; Contra viento y marea, como
dirían los Purple. Nada pudo con nosotros y al final cada uno de los
tres días de actuaciones ahí estábamos, entre el privilegiado público que
lograba acceder al dichoso recinto para disfrutar de cien minutos de magia.
Todas las personas que sientan eso que millones de nosotros sentimos por
la música del universo Van Halen entienden de lo que hablo.
Los conciertos se celebraron el lunes, miércoles y viernes de la segunda
semana de Octubre, siendo el viernes 13 el natalicio de Hagar y la
última actuación de su particular fiesta de cumpleaños.
Con todo el papel vendido en una especie de sorteo al que solo
tienes acceso por internet a finales de Junio -la cosa es seria, solo puedes
participar una vez en el sorteo y debes notificar tus datos bancarios y tu
dirección; vamos, que en el universo Sammy Cabo Wabo no se andan con
bromas-,todos los años ponen a la venta
en taquilla cien boletos que puedes comprar solo allí mismo justo
el día anterior a cada show. Son entradas que incluyen cena antes de la
actuación en la propia cantina… y que por supuesto son el doble de caras; nada
nuevo bajo el sol del universo Sammy Hagar Birthday Bash. Hay un máximo
de dos billetes por persona y te debes acreditar con tu ID o pasaporte original
para que te los vendan. Con este panorama, cuyos detalles desconocíamos, nos
acercamos por el garito nada más dejar las cosas en el hotel. La sensación fue
mágica. Toda la vida viéndolo en fotos y esa madrugada del sábado siete de
Octubre al fin estábamos frente a la puerta.
Justo a las nueve de la mañana del día siguiente se abría la taquilla
para vender los tickets del primer concierto del lunes. Esa misma noche nada
más aterrizar en el hotel nos acercamos a ver cómo estaba el asunto y ya
pudimos comprobar que había gente parapetada en la misma acera con colchones
puestos en el suelo -isn’t Hollywood, this is Mexico- sobre los que iban
a pasar una noche de esas que no se olvidan. No obstante, echando números veía
que todavía podía pillar cacho y, en un movimiento descerebrado de esos que nos
caracterizan a algunos de nosotros, decidí irme al hotel a dormir unas horas y
a las cinco y media de la madrugada ya estaba en la cola, esta vez para
quedarme hasta el final. Horas de espera con la tensión y el nerviosismo
propios de alguien que se ha cruzado el charco para intentar ver un concierto y
no sabe si logrará el ticket. Charlas con el resto del personal de la fila,
fans igual de descerebrados e irredentos que el que esto escribe… en
macarrónico inglés carabanchelero,
por supuesto. Sale el sol a las seis y poco de la mañana, un café mejicano de
los que no se olvidan y poco después son casi las nueve. De pronto la fila
engorda hasta límites insospechados, todos los que habían formado la hilera colaban a
sus colegas con los que supongo se turnarían para los siguientes días. Por
momentos piensas que después de estar ahí clavado durante casi cuatro horas
igual te quedas sin entrada.
Finalmente se abren las puertas del garito y… solo entramos unas
cincuenta personas ¿? Nos llevan hasta un rincón de la sala y nos acomodan en
una hilera de banquetas. Más esperas. Resulta que te van llamando de uno en
uno, te toman tus datos personales, te cuentan una batalla sobre las normas de
acceso y demás rollos y te tienen ahí un rato hasta que sueltas los trescientos
dólares que te dan derecho al dichoso concierto y a una cena para dos personas
en la propia cantina. Finalmente a las diez y veinte de la mañana salgo del
garito con mi preciado par de entradas, la sensación que recorre mi piel es
difícil de describir. Me vuelvo al hotel para intentar desayunar mientras miro
a mi mano izquierda y a las anheladas entradas que sostiene. Pasan por mi
cabeza los diferentes veranos que he pujado por ellas en la dichosa rifa esa de
internet en las que nunca te toca el derecho a adquirirlas. Pienso en todo el
cansancio acumulado de las horas de vuelo, las horas de cola, las horas de
falta de sueño, pero nada consigue borrar de mi semblante la estúpida cara de
felicidad que desprende todo mi ser. Es una estupidez, lo sé. Soy plenamente
consciente de ello y no hay un solo argumento de persona seria, madura, adulta
y cabal que lo pueda defender; pero también es un sueño, un sueño estúpido de
chavalín descerebrado de quince añitos que me ha venido acompañando todos los
meses de Octubre desde entonces. Y en esos instantes está al alcance de mis
manos. Solo tengo que esperar treinta y seis horas más de este puto calor
extremo y asfixiante humedad para poder disfrutarlo en toda su intensidad.
Lunes nueve de Octubre. Puntuales a las siete de la noche mejicana, en
Cabo San Lucas anochece a las seis, nos acercamos a la entrada de Cabo Wabo para asistir a la
cena/concierto. Hay tres colas distintas para acceder. Uno de los amigos que
hice mientras esperaba el día anterior para comprar la entrada me dijo una
verdad absoluta de esta ronda de conciertos de la fiesta de cumpleaños de Sammy Hagar. El tipo, que ya no cumplía
los sesenta seguro, me espetó con una sonrisa tan cómplice como socarrona que
la experiencia del Sammy Hagar Birthday
Bash se podía resumir en tres palabras: wait,
wait, wait -esperar, esperar, esperar-. Y no se equivocaba en absoluto,
allí había gente haciendo cola a todas horas del día y la noche: para trincar
la entrada, para acceder al recinto, para coger sitio, para ver a Sammy y a su cohorte llegar al garito,
para pillar merchandising, para
comer/beber... para todo.
Yours truly que, pese a mi
fanatismo irredento y sin remedio, jamás me ha gustado agobiar a los músicos
con fotos o autógrafos, me sentía pleno sin necesidad de esperar a ver a Hagar y a su esposa acceder al recinto
en su coche privado. Es por esto que nos encaminamos a entrar para disfrutar de
la cena. Pensaba yo, iluso de mí, que nos ubicarían en un lugar desde el que
poder ver luego la actuación cómodamente sentados y con el vaso de tequila en
la mano. Craso error, nada en el universo Cabo
Wabo es sencillo. La cena, que por cierto estaba muy buena, la servían en
una parte externa al escenario. De tal modo que para poder presenciar la
actuación debías acceder al interior del recinto. Sin problema, primero cenas y
luego a pelearse por pillar un buen sitio; lo de toda la vida de Dios en los conciertos de directo.
Nos ubican para la cena y nos informan de que al ser mesas para varios
comensales nos juntarán con otras personas para cenar. En fin. Tuvimos suerte,
ya que solo nos colocaron a un tipo que venía con otras dos parejas y le
relegaron a la mesa de los españolitos. Al tipo se le veía visiblemente
incómodo, le había tocado asumir el molesto rol de sujetavelas de toda la vida acompañando a las dos parejitas y para
colmo le aparcan en otra mesa. Brindamos con él por Sammy y, pese a estar frente a nosotros, nuestro agobiado y
estreñido nuevo amigo desaparece de nuestra realidad de inmediato. Nuevo
momento mágico al brindar con sendas waboritas,
cóctel inventado por el propio Sammy
haciendo honor a su garito y a su grupo en solitario de finales de los noventa.
Este preparado se realiza con un licor de naranja llamado Blue Curacao, un licor de hierbas exclusivo de Cabo San Lucas que
responde al nombre de Damiana,
hielos y el tequila Cabo Wabo que
produce en exclusividad nuestro querido Sammy
Hagar. No intentes localizar dicho tequila en Europa, que no se
comercializa en ningún lado. Lo digo con total conocimiento de causa, ni me
acuerdo la de veces que he intentado comprar el dichoso tequila para
elaborar mi propia waborita en verano
sin éxito alguno. Por supuesto tocó cargar con sendas botellas de aquellas
bebidas espirituosas tan exclusivas y pelearse con las aduanas respectivas
hasta que han acabado en el mueble bar del salón. Otro trofeo más de este
ridículo y excitante universo de fan descerebrado de la música de Van Halen. La verdad es que no
esperábamos nada de la cena, incluso cuando compré la entrada en su día llegué
a preguntar si el derecho a cenar conllevaba una cena propiamente dicha o era
solo el privilegio de poder entrar en el garito para las actuaciones teniendo que
pagar una vez dentro por la cena en sí. Y no, hasta el propio Hagar tiene sus límites. Nos ofrecieron
una cena estupenda, suficiente para llenar tu tripa sin necesidad de ingerir
más sólidos... y cambiando el menú cada una de las tres noches.
Acabado el ágape nos dispusimos a entrar en la sala de conciertos.
Como la había visto en fotos miles de veces: mágica. Una decoración muy lograda
que te recordaba en todo momento que estabas en México. Por buscar alguna
pequeña similitud, pero muy pequeña, con un cierto aire a La Riviera, aunque algo más pequeña que la conocida sala madrileña
y con muchísimo más gusto en la decoración.
Todo era perfecto, incluso habíamos logrado una buena ubicación en la
parte central de la sala, cerca del escenario y también de la mesa de sonido.
Nervios, ilusión, más nervios. A las nueve y media de la noche arranca la
actuación con el mítico Hello baby
del inicio del tema "Good
enough" que servía a su vez de comienzo del disco "5150", primero de Van
Halen con Sammy Hagar. Vaya
pedazo de inicio y… resulta que suena fatal. Bueno, no perder los estribos. La
noche anterior entramos al garito por dar una vuelta y estaba actuando un grupo
de versiones que sonaba fenomenal. La construcción y acústica del sitio
parecían muy buenas, por eso no entendía que sonase tan ridículamente saturado
todo. Vamos a esperar a que pase el primer tema, pensé, ya que muchas veces
ocurre en los directos que en esos momentos el técnico acaba de ajustar los
controles. Pero no, ya estábamos en el tercer tema y nuestro ínclito seguía
cubriendo de rojo todos los controles de su mesa de sonido. Decidí irme para
atrás, perdiendo la privilegiada posición para conseguir colocarme algo más
atrás del inútil que llevaba el sonido. Lo tengo muy claro en esto de los
conciertos: lo importante siempre es escuchar, ver es secundario; bueno, si
consigues las dos cosas pues perfecto. A partir de ese momento pude disfrutar
de la actuación, no sin cagarme mil veces en el jodido mandril que seguro
consiguió su título de técnico de sonido -en el improbable caso de que lo
posea- al encontrárselo en una rama cualquier día que subiese a un árbol a por
una banana.
Set list de la primera
noche:
-Intro
-Good enough
-Poundcake
-There's only one way to rock
-Three lock box
-Top of the world
-Rock candy
-Smoking in the boys room (con Vince Neil y Stevie Salas)
-Kickstart my heart (con Vince Neil y Stevie Salas)
-Finksh what you started
-Mas tequila
-Your love is driving me crazy
-Cross road Blues
-Ain'talkin' bout love
(Michael Anthony a la voz solista)
-Right now
-Why can't this be love
-Heavy metal
-I can't drive 55
-Three little birds
Demasiadas emociones mezcladas. Llevo toda mi vida escuchando esas
canciones, toda mi vida. Entre el descoloque de estar cenando en el puto
México, la falta de horas de sueño, la mierda de sonido del inútil de la mesa
de mezclas, visitar por fin el dichoso Cabo
Wabo y demás consideraciones estúpidas, tardé en asumir dónde estaba -de
hecho, todavía a día de hoy me encuentro asimilándolo-. Material de Van Halen del calibre de "Poundcake" o "Top of the world"
interpretado por el cincuenta por ciento de la formación original que lo
grabó... Esto ya hemos comentado que no es una crónica, pero conviene aclarar
que el bajista que llevaba Sammy
para estas actuaciones era Michael
Anthony, miembro original de Van
Halen. De hecho el grupo que tocó en los tres conciertos era The Circle, la última formación en la
que lleva actuando Hagar desde hace
unos años. Le acompañan el propio Anthony
al bajo y voces, que sigue manteniendo unos agudos que te llevan al mismísimo
infierno, el guitarrista Vic Johnson
y el batería Jason Bonham, hijo del mítico John Bonham; casi ná.
El concierto transcurría con mis ojos y orejas abiertos como platos.
Sin embargo de pronto se vio empañado por un cutre rapero al que también Hagar invitó a escena, uno de esos que
se cree lo más cool del mundo por
hablar deprisa y que no es más que otro típico amorfo con gorra y unos cuantos
kilos de más que no hace más que dar la plasta en cuanto abre la boca. Nuestro
entrañable nigga -el mismo parece describirse así- que responde al
ridículo nombre artístico de Champtown se las apañó el solito para joder
el tema "Rock Candy”, clásicazo
que apareció en el primer disco de Montrose
en el lejano 1973 y primera grabación de estudio de un jovencito Hagar, pero
por lo visto el respetable se lo estaba pasando bien con sus patochadas de chulo-cutre-hortera-palurdo. En fin. El
problema será mío, supongo. Tras el
momento de gloria de nuestro intrépido rapero de pronto sube a escena el cantante
de Motley Crue, Vince Neil. Sammy Hagar gusta de llevar invitados a sus fiestas de
cumpleaños y esta vez le tocó al bueno de Neil.
Con su prominente barriga y esa actitud de estar de vuelta de todo que le lleva
caracterizando en estos últimos años, el vocalista de los Motley se subió a la tarima de Cabo
Wabo para pasárselo bien y de paso irritar a todos sus detractores
mostrando su gran estado vocal. Le acompañaba a la guitarra Stevie Salas, por lo que la cosa era
seria. Ya ves, toda la vida queriendo ver a Stevie Salas en directo y de pronto me lo encuentro tocando temas
de los Motley en el México profundo.
Seguía la actuación y más emociones encontradas. Entre el público nos topamos con el
típico patán americano cebado a base de grasas saturadas, agobiando a nuestro alrededor mientras daba paseítos de acá
para allá buscando bebida, charlando con los colegas, al baño y haciendo de
todo menos escuchar el concierto. Lo de siempre, gente que acaba en conciertos
-algunos de ellos tan exclusivos como este, por los que muchos de los que se
han quedado sin la entrada matarían por estar dentro- y lo último que les
interesa es prestar atención a la actuación. Esto es una realidad universal que
ocurre en todas y cada una de las salas de conciertos del mundo entero.
La actuación seguía su curso y de pronto el bajista Michael Anthony, amigo íntimo de Sammy Hagar y con una química entre
ellos que salta a la vista desde el primer momento, tiene su momento como
cantante solista. Tras un pequeño guiño al clásico Robert Johnson y su “Cross
road Blues”, The Circle se arrancan
con el inicio de “Ain’t talkin’ bout
love”. Este mítico tema pertenece al primer disco de Van Halen, uno de los pocos discos de la industria discográfica que
ha alcanzado la certificación de Diamante
en ventas. ¿Comorl?, ¿algo de David
Lee Roth que suena en el universo Cabo
Wabo de Sammy Hagar? Roth es el vocalista original de Van Halen y Hagar fue su sustituto cuando dejó la nave en 1985. Siempre se han
detestado tanto públicamente como en privado, de hecho jamás se han subido
juntos a cantar a un escenario, por lo que resulta curioso que alguna de sus
canciones clásicas suene en este evento. Este gesto seguro se hizo como
deferencia hacia Michael Anthony,
que no olvidemos también grabó esos míticos discos de los años de Roth en el combo de los hermanos Van Halen.
Acabó el tema y nuestro encantador orangután de entre el público fue un rato al baño Dios sabe a qué dejándonos un rato tranquilos,
tanto a la que parecía ser su novia como a los que estábamos a su alrededor
sufriendo sus estúpidas evoluciones. En ese momento sonaron los primeros
compases del teclado de "Right
now"' otro de los temas míticos que salieron de la cabeza y del genio
del tristemente fallecido Eddie Van
Halen y casi sin darme cuenta me eché a llorar, como un crio al que le
regalan los Reyes Magos eso que
tanto desea. Lágrimas de emoción, de alegría, de tristeza, de nostalgia, de
incredulidad, de vivencias de un último año difícil en lo personal y de
agradecimiento por todas las lecciones que me ha ofrecido la vida en estos
últimos meses. Tras 'Right now” le
toca el turno a "Why can't this be
love", el primer single que sacó Van
Halen con Sammy Hagar en el ya
lejano 1986 y que fue su primer número uno en las listas americanas. Otra
canción especial para el que esto escribe, de esas pocas que tienen la
particularidad de transportarte a un momento pasado concreto en cuanto la
escuchas. Primera vez que la escuchaba en directo y por el cantante original
que la cantó. Pero esto es marginal.
El primer concierto entraba en su recta final. Un par de temas
clásicos de la discografía en solitario de Sammy:
“Heavy metal” y su famoso “I can't
drive 55”. Ambos sonarían las tres noches de conciertos.Fin de la actuación con el clásico "Three Litle birds" cuya
versión apareció en el disco que The
Circle sacaron durante el confinamiento, titulado "Lockdown Sessions", y hasta el siguiente concierto.
Birthday Bash. Noche 1 capturas.
El sueño estaba cumplido. Ya me daba por satisfecho habiendo logrado
los tickets para al menos una actuación y ahora se trataba de relativizar la
situación. Íbamos a estar el resto de la semana de vacaciones en Cabo San Lucas
y tenía la intención de seguir probando suerte en la taquilla de los dos
siguientes conciertos. Para el segundo día decidí levantarme algo menos
temprano, pensando que si no pillaba
cacho echaría el resto en el último concierto... pero logramos de nuevo las
entradas. Esta vez las pillé en el último suspiro, solo quedaban tickets para
las ocho personas que pasaron detrás de mí. Estábamos dentro. Nos dieron como
hora para entrar a cenar las nueve de la noche -normal, éramos los últimos que
habíamos pasado la cola para las entradas- y, si consideramos que la actuación
comenzaba a las nueve y media, pues no nos iba a dar tiempo ni a bebernos la waborita de cortesía del ágape. Como
buenos españoles decidimos pasarnos las normas por el forro de los cojones y
nos presentamos para cenar a las ocho menos cuarto de la noche. No hubo ningún
problema y pasamos una velada pre concierto mejor aún que la primera. Brindis y
a pasar a la sala para presenciar la segunda actuación de la fiesta de
cumpleaños de Sammy.
Set list segunda noche:
-Intro: Cabo Wabo (Grabación de
fondo)
-Bad motor scooter
-Make it last
-Rocking tonight
-I’ve done everything for you
-Love or money
-My baby’s on fire
-Red
-Fight for your rights (To
party)
-Runaround
-Top of the world
-Best of both worlds
-Running with the devil
(Michael Anthony a la voz solista)
-Where the levee breaks
-Good times bad times
-Rock’ n’ Roll
-Mas tequila
-Heavy metal
-I can’t drive 55
Pedazo repertorio, lleno de
joyitas de las que hace mucho tiempo que Sammy
Hagar no toca en directo. La primera parte de la actuación estuvo
interpretada por la nueva reunión del grupo Los Tres Gusanos, que no es más que Sammy Hagar a la guitarra solista y voces, Michael Anthony al bajo y voces y el batería Jorge Palacios. Esto de Los
Tres Gusanos es un trío a modo de diversión que alguna vez han juntado Hagar & Anthony para tocar temas de
Van Halen y versiones de clásicos de
Rock. De hecho tengo entre mis
estanterías un vídeo directo –pirata, of
course- de hace un montón de años, por lo que la sorpresa fue inesperada.
Al lorito cómo sonaban y qué caña metían a trío estos tres tipos, Sammy Hagar también es un buen guitarra
solista y lo demostró con creces durante esta semana de conciertos. El sonido
fue algo mejor que el primer día, debe de ser que el mandril de la mesa habría
cenado su banana o lo que fuese. Por nuestra parte aprendimos la lección y nos
ubicamos desde un primer momento en el lugar donde la acústica era la más
adecuada. Los Tres Gusanos repartieron leña a lo largo de los siete
primeros temas de la actuación, finalizando su mini concierto con la canción “Red”,
tema perteneciente al segundo disco solista de Sammy Hagar. Esta canción
abría el Lp de Hagar que data del año 1977 y es otra de esas canciones
que tienes claro que jamás podrás escuchar en directo interpretada por su
vocalista original. De hecho no la suele tocar en vivo. Otra pequeña y
sorprendente delicatessen más que nos regalaba el amigo Sammy en
su ronda de conciertos.
Seguía la actuación con el
rapero plasta del primer día ganando el escenario y volviendo a ofrecernos su
trasnochada e insufrible perorata. La manera perfecta de estropear esta
vez el tema “Fight for your rights (To party)”, original de los Beastie
Boys y que Sammy grabó para su disco “Cosmic Universal Fashion”
del año 2008. Al fin nos deja el elemento de la gorra y las voces desafinadas y
prosigue la actuación. Este segundo día presentó un repertorio más arriesgado.
Compaginó algunos temas más oscuros del catálogo en solitario de Sammy
con tres temas de Montrose y otros tantos de Led Zeppelin,
incluyendo el mítico “Rock’ n’ Roll” que sonó como un cañón con una base
rítmica asesina por parte de Jason Bohnam; desde luego que sacó los
genes de su padre tras los tambores. El momento solista Van Halen
clásico de Michael Anthony llegó esta vez de la mano de “Running with
the devil”, también del primer disco del grupo. Todo un placer escuchar
esta canción en Cabo Wabo. Será imposible, pero estaría fabuloso que Sammy
Hagar y David Lee Roth aparcasen en algún momento sus gigantescos
egos, hiciesen las paces aunque solo fuese por un ratito y nos brindasen a
todos el deseado concierto homenaje conjunto que se merece Eddie Van Halen
de una puñetera vez. Sin embargo, me temo que no disfrutarán de esa hipotética
actuación nuestros ojos y orejas. Tanto Wofgang como Alex Van Halen,
hijo y hermano del añorado Eddie a la par que miembros del ya extinto
grupo, ya han comentado públicamente que no creen que se pueda llevar a cabo
ese concierto homenaje con los miembros que han pasado por la mítica formación
debido a la negativa de algunos de esos miembros a compartir escenario; dejando
entrever que el principal escollo es la negativa de David Lee Roth a
subirse al mismo escenario que Sammy Hagar. En fin. Fin del segundo
concierto y a intentar pillar la entrada del último. Toca volver a madrugar al
día siguiente.
Birthday Bash. Noche 2 capturas.
Esa madrugada más de lo
mismo, madrugón, charletas in english con los ya nuevos amigos de
los días anteriores y la procesión de los chavalines mejicanos con altas
dosis de alcohol en su interior que buscan dar descanso a sus huesos tras una
dura noche de fiesta. Aunque nos dijeron que los garitos cerraban a la una de
la madrugada, esto de salir de fiesta es igual en casi cualquier parte del
mundo: si tienes ganas de acción siempre vas a encontrar algún garito abierto,
por muy cutre que sea, en el que te sirvan alcohol… y Cabo San Lucas no iba a
ser distinto. Nuevo amanecer a las seis de la mañana en Cabo, con otro
maravilloso y humeante café mientras te guardan por unos minutos el sitio en la
cola, entradas en el bolsillo y ya casi le acabas cogiendo el gustillo a
eso de esperar en la banqueta de turno dentro de la cantina a que te toque
charlar con el tipo que te ficha y vende la entrada, le sientes ya casi como a
un conocido con el que platicar sobre los conciertos.
Cuando fuimos a cenar ese
tercer y último día ya estábamos como en el bar del barrio, te conocen los
camareros -que eran un encanto todos, la verdad, y al hablar el mismo idioma se
generó una especie de complicidad con ellos- y todo resulta más relajado. De
hecho para este último día ya nos pusieron en una mesa muy cuca a nosotros
solos. Cenita exótica y llena de complicidad antes de asistir al
concierto de despedida de una semana mágica. El paraíso para este humilde
escriba.
Set list del último show:
-Intro
-Big foot
-Sexy little thing
-Poundcake
.Three lock box
-Top of the world
-You’re love is driving me
crazy
-Little white lie
-Can’t hang
-Finish what you started
-There’s only one way to
rock
-Ain’t talkin’ bout love (Michael Anthony a la voz solista)
-When it’s love
-Affirmation
-Right now
-Why can’t this be love
-Heavy metal
-I can’t drive 55
-Father time
Esta fue la actuación con
mejor sonido de las tres, cosa que fue muy de agradecer. Una lástima que una
sala con tan buena acústica a priori, se estropee porque el elemento a
los controles no sepa realizar correctamente su trabajo. Comenzaron con un
recordatorio al proyecto Chickenfoot que montó Hagar con el guitarrista
Joe Satriani al inicio de la segunda década del nuevo milenio. También
tuvierontiempo de reivindicar las obras
en estudio de su actual grupo, The Circle, tocando en esta última
actuación dos temas del infravalorado “Space Between” y el entrañable “Father
time” de su nueva propuesta discográfica, titulada “Crazy Times”.
Incluso nuestro querido e insoportable rapero estaba ya preparado para
agobiarnos de nuevo con otra de sus estelares apariciones, pero cuando ya
estaba justo frente al escenario Sammy Hagar debió entrar en razón y le
pidió que se volviese para atrás y no saliese a estropear la canción de turno.
Nuestro orondo amigo se quedó con un palmo de narices y se volvió a subir a la
escalera de los invitados vip; amigo, ahí manda Sammy y si te dice
que te pires, lo haces
El concierto volvió a
desplegar una interesante selección de canciones. Entre ellas le tocó el turno
a “When It’s Love”, otra de las joyas de Van Halen y que no había
sonado ninguno de los días anteriores. Aquí Hagar echó el resto y nos
ofreció una de las mejores interpretaciones vocales de la semana. Pese a que ha
perdido parte del rasgado agudo con el que rompía la voz cuando tiraba y que
enamoró a millones de seguidores hace años, sigue manteniendo una voz bastante
digna y te puede hacer disfrutar como un enano mientras canta a sus setenta y
seis años. Pocos cantantes a su edad mantienen su nivel, muy pocos. Siguiendo
con lo de la selección de temas, uno es muy amigo de estadísticas y gráficas,
por lo que podemos comentar que en el global de los tres conciertos de este año
en el Birthday Bash, Sammy tocó la friolera de cincuenta y cuatro
canciones. Este sería el desglose:
Van Halen: Diez canciones.
Sammy Hagar en solitario: Once
canciones.
Montrose: Cinco canciones.
Chickenfoot: Dos canciones.
The
Circle: Cuatro canciones.
Led
Zeppelin: Tres canciones.
Algunos de los temas los
repitió en dos y tres noches, mientras que otros los hizo solo uno de los días.
Curiosamente esta vez las páginas de internet dedicadas a plasmar los
repertorios de los artistas no la cagaron demasiado en los setl ist
publicados a posteriori de estos tres conciertos; suele ser bastante
habitual que metan gazapos, omisiones o se inventen canciones no tocadas de los
conciertos que describen, cometiendo en este caso solo algún pequeño error en
el orden de presentación de alguna de las canciones. Personalmente solo eché de
menos dos temas que en mi opinión debían haber sonado en alguna de las noches
por derecho propio y no lo hicieron: “Mexico”, una canción aparecida en
el que pasa por ser uno de los mejores discos en solitario de Sammy titulado
“Livin’It Up” y aquella maravilla que apareció en “5150” de Van
Halen bajo el nombre de “Dreams”. Esta última puede que sea una de
las canciones más bellas y emblemáticas de toda la discografía de los Van
Halen. Lleva una increíble línea vocal dificilísima de reproducir en
directo, con la voz de Hagar rompiendo arriba casi desde el inicio del
tema; normal que en la actualidad no la interprete en vivo, ya que no creo que
pudiese llegar a los tonos requeridos. Sin embargo desde hace unos años ha
estado tocando una adaptación en acústico que conserva toda la magia que una
composición tan superlativa como esta atesora y que habría sido el broche de
oro perfecto para una semana de ensueño en el paraíso Cabo Wabo… pero no
la tocó. De hecho lleva bastante tiempo sin tocarla en vivo y es una pérdida.
Quizá el próximo año…
The Circle: Jason Bonham, Michael Anthony, Sammy Hagar y Vic Johnson.
Casi al final de la actuación
interrumpen el tema “I can´t drive 55” y sale Kari, la mujer de Sammy
que se encontraba entre los invitados vip presenciando los tres
conciertos, con una tarta y le felicita por su natalicio con un beso. Poco
después tocan “Father time” y el concierto se acaba. El idílico lugar y
el particular sueño al que Sammy Hagar ha dado forma durante todos estos
años y con cuyas fotografías se viste la portada de este humilde y trasnochado
blog nos despiden. La experiencia Cabo Wabo se acaba. México y Cabo San
Lucas se acaban. El sueño se acaba y en mi semblante se queda una ridícula
expresión de felicidad que a día de hoy todavía no se ha borrado. La magia de
la música. La magia de Van Halen.