Clube de Adictos a Deep Purple

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Púrpura Chess

This blog is basically a musical site. Here we talk about the music we like, using different angles. As dear and missed Jon Lord once said: “Music is the highest kind of Art that exists”. I think the same way too.

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martes, 7 de noviembre de 2023

Ian Gillan. Episode Six: "Les Bicyclettes de Belsize". Los discos fantasmas.XIII.

Aquí estamos de vuelta. Al abrigo de uno de los inicios de Noviembre más desapacibles y fríos que uno recuerda, Ian Gillan vuelve a ser el máximo protagonista musical en la vida de muchos de nosotros. Inmerso en una nueva gira mundial que le volverá a traer a nuestro bendito país al frente del micro de los míticos Deep Purple el próximo verano, a sus setenta y ocho años parece que nuestro adorable Garganta de Planta tiene cuerda para rato.

El mes que cada año tiñe la Naturaleza con su preciosa gama de colores otoñales nos vuelve a servir de excusa para abordar un nuevo capítulo de la apasionante carrera musical de uno de los vocalistas definitivos del Hard Rock. No me cansaré de repetirlo: la vida, la carrera y la figura de Ian Gillan personifican a la perfección la idiosincrasia y el mito del Rock' n' Roll. Un tipo que ha vivido mil vidas en una, ha marcado escuela en esto de hacer Rock, ha triunfado, se ha arruinado y ha vuelto a triunfar unas cuantas veces, se ha metido en miles de líos y ha acabado saliendo de ellos sin renunciar a ninguno de sus principios. Nunca nada de cara a la galería o por la publicidad, como muchos de sus coetáneos. Nada de imposturas o ridículos movimientos guiados por equipos de management del tres al cuarto que al final no tienen ni puta idea de RnR, de hecho ha tomado decisiones artísticas del todo suicidas en su ya dilatada carrera musical. Alguien tan natural que jamás se ha sometido a ninguna operación de estética, implante capilar ni nada de eso que han hecho prácticamente todos los artistas de su generación y posteriores que han tenido la pasta suficiente para permitírselo. En fin, lo que ves es lo que hay. Muy poca gente, en la industria musical o en cualquier otro ámbito de la vida, puede presumir de afirmar esto.

Fruto de este recorrido vital sucede que Gillan ha ido dejando un buen número de proyectos musicales, sesiones de grabación y/o colaboraciones que al final no han visto la luz o que lo hicieron de un modo muy limitado. Desde estas humildes páginas hemos ido teniendo el placer durante cada mes de Noviembre de los últimos años de ir repasando estas apasionantes grabaciones que vienen a constituir algo así como una especie de carrera discográfica paralela. Y el caso es que todavía sigue existiendo material para abordarla. Es lo que tiene cantar tan bonito, tan único y tan potente... que todo Dios quiere un pedazo de ti.

Hoy nos vanos a volver a detener en Episode Six. En este grupo de mediados de los años sesenta se conocieron y tocaron juntos Ian Gillan y Roger Glover, cantante y bajista respectivamente de Deep Purple. Desde entonces se fraguó una fuerte y sincera amistad que ha superado discusiones, expulsiones de grupos y demás peliagudas hierbas del turbio negocio musical hasta llegar al día de hoy.

Episode Six era el proyecto de los hermanos Carter: Graham a la guitarra y Shelia como vocalista. Un jovencito Ian Gillan fue reclutado como segunda voz para el grupo y allí coincidió con el también jovenzuelo Roger Glover, bajista y con unas inquietudes a nivel de composición, producción y arreglos musicales que explotarían unos pocos años después ayudando a llevar a Deep Purple al estrellato y reconocimiento mundial.

En el seno de Episode Six grabaron unos cuantos singles y tuvieron un moderado reconocimiento en el mercado británico, pero no pasaron de ser un grupo de Pop -por entonces se llamaba Pop a lo que hoy conocemos como Rock, pero eso es otra historia- como otros tantos con apenas repercusión. Su música, amalgama entre Beach Boys, The Doors, la psicodelia y el Rock cincuentas que tan en boga estaba en esos años, pese a tener mucha calidad, no llegó a triunfar en ningún momento. Ya hablamos en su día en esta especie de sección del intento de registrar un disco completo, pero que al final no llegó a buen puerto. De hecho en ese mismo artículo comentamos de manera somera el disco que protagoniza lo que ahora estás leyendo.

Episode Six realizaron un buen número de grabaciones, muchas de ellas han ido apareciendo a lo largo de estos años debido al interés que suscita la figura de Ian Gillan. Otras están esperando todavía a ver la luz del sol discográfico. Una de estas grabaciones fue el tema que acabó dentro del score de una película de esas destinadas a acabar en el olvido. El film titulado "Les Bicyclettes De Belsize" es una peli inglesa de finales de los sesenta. Aparecida en el año 1968, contó con lo que podríamos denominar como banda sonora con una de las grabaciones de Episode Six. No se trataba de una BSO al uso como las que estamos acostumbrados a consumir hoy en día. Se trataba más bien de la sucesión de canciones que sonaban en la propia película y que acabaron recibiendo una humilde publicación discográfica ese año. El disco salió junto con el score de otra película igual de olvidable que esta que nos ocupa. Una pequeña, local y limitadísima tirada hacen de este artefacto un delicado objeto de coleccionismo una vez que muchos años después se descubrió que el famoso Ian Gillan ponía su voz en uno de los temas.

                                                                     La película.

Debido a la falta de éxito de Episode Six, la formación sufrió múltiples cambios de integrantes y hasta de denominaciones. Los músicos que grabaron este tema eran Sheila Carter e Ian Gillan a las voces, Graham Carter y Tony Lander en las guitarras, Roger Glover al bajo y Mick Underwood tras la batería. Underwood es otro de los músicos conocidos de la saga Purple, tocó en algunos de los grupos y proyectos en solitario de Ian Gillan y Ritchie Blackmore, además de contribuir con sus tambores en otras formaciones de esta gran familia que conforma Deep Purple.

La canción en particular que se usó en el film responde al título de "Gentleman in the park" y tiene como curiosidad que no se había publicado como single antes, por lo que no dejaba de ser un tema inédito del grupo. “Les Bicyclettes De Belsize” estaba dirigida por Douglas Hickox y protagonizada por Judy Huxtable y Anthony May. Como hemos comentado antes, se trataba de una película musical que duraba una escasa media hora y apenas tenía diálogos, usando las propias canciones que formaron después la banda sonora como el elemento sonoro de fondo que acompañaba a la trama. Esta especie de corto se estrenó en Reino Unido como apoyo a otro controvertido film de terror titulado "Twisted Nerve", también de ese mismo año. En 1969 la compañía discográfica Polydor publicó una banda sonora en vinilo de edición muy limitada que no era más que la recopilación de la música que aparecía en los dos metrajes, apareciendo en la cara A la de "Twisted Nerve" y en la segunda cara las canciones de "Les Bicyclettes De Belsize". Un disparatado artefacto, como podéis comprobar, casi tan atómico como los dos mini filmes musicales. Como curiosidad se puede decir que el tema título de la peli que nos ocupa acabó entrando en listas de éxito tanto en USA como en UK con sendas versiones de los artistas Engelbert Humperdinck y Mireille Mathieu. El éxito de Gillan & Glover tardó un poco más en llegar, pero cuando lo hizo con Deep Purple superó todas las espectativas con creces.

Esta peli y su banda sonora han estado descatalogadas y han sido dificilísimas de conseguir durante un montón de años. Sin embargo, gracias a la exitosa carrera musical posterior de Ian Gillan y al auge de internet, lleva tiempo disponible para todo aquel que conozca la existencia y la historia de esta grabación. Así mismo el film se puede visionar por canales como youtube, pero sigue siendo infumable de todas formas. Sin problema, otra grabación de esas escondidas de la discografía de Ian Gillan que tanto disfrutamos rebuscando muchos de nosotros. Eso sí, su portentoso chorro de voz está ahí, para todo paladar exquisito que lo quiera degustar.

 

 


 

 

 

sábado, 28 de octubre de 2023

Sammy Hagar Birthday Bash' 23. La fiesta de cumpleaños de Sammy Hagar en Cabo Wabo. Esta vez sí.

Este es un artículo personal, supongo que todo el mundo cada vez que escribe algo deja su propia impronta en las letras que junta aunque no pretenda hablar de sí mismo. Siempre que escribo mi prioridad es la de poner exclusivamente al artista/grupo/noticia como protagonista de lo que cuento en mis sucesiones de letras y hablar del hecho o motivo que motive el artículo de turno referido a dicho protagonista, aunque alguna vez también me gusta meter algún pequeño apunte de mi punto de vista personal sobre el tema tratado; imagino que como casi todo el mundo. Sin embargo, esta vez no va a ser así. Me dirijo a todo el que quiera leer y tenga algo de tiempo que perder desde mi propio, exclusivo y desnudo punto de vista personal. Me apetece sobremanera narrar la experiencia que ha supuesto para mí este viaje de ensueño al corazón de un pequeño pueblecito del borde del Pacífico, justo donde acaba la tierra firme y comienza la inmensidad del océano, para celebrar el setenta y seis cumpleaños de uno de los mejores vocalistas que he escuchado en toda mi vida. Esto que estás leyendo no pretende ser una crónica de las actuaciones de Sammy Hagar ni nada por el estilo -te aconsejo, estimado lector, dejar de leer en este mismo momento si eso es lo que buscas aquí-, se trata de las anotaciones de una experiencia vital y mágica de este humilde escriba y de la consecución de algo que hace muchos años ya tenía catalogado como un sueño.

Otro año más se ha celebrado el Sammy Hagar Birthday Bash en el incomparable enclave de la cantina Cabo Wabo. Este recóndito y chulo garito se encuentra ubicado en el exótico Cabo San Lucas, península de la Baja California y dentro del estado mexicano. Esta zona se encuentra bañada por unas paradisíacas playas, bajo los dominios del majestuoso Océano Pacífico, con sus cristalinas aguas de azul terciopelo, su tórrido y asqueroso calor, su asfixiante humedad, su tequila y sus interesantísimos contrastes entre la zona híper turística y el interior del pueblo con sus chabolas, casas humildes y unos garitos tan cutres como excitantes; un cuadro propio y personal cuyo esbozo te trae a la cabeza cualquier peli de Tarantino de esas en las que el prota entra en un garito en medio de la nada, perdido entre la tierra seca y el calor, lleno de sudor y pide un whisky seco mientras los lugareños le escrutan con sus miradas. Definitivamente esto es otro mundo y una experiencia necesaria para todo aquel que sienta pasión por viajar y conocer otras cosas.

  
Cabo Wabo cantina. 


Este año por fin hemos conseguido hacer realidad lo que ya se me antojaba como un sueño de esos irrealizables. Desde aquellos lejanos finales de los ochenta y principios de los noventa esta idea se ha venido fraguando en mi desordenada cabeza. Recuerdo con cariño y nostalgia esas tardes de verano en la asfixiante Extremadura, siendo todavía un mocoso menor de edad y hojeando la revista Metal Hammer en mi habitación mientras mis progenitores dormían la siesta; imposible realizar cualquier otra actividad a esas horas de la tarde. Leía una y otra vez las entrevistas promocionales de los Van Halen presentando primero su disco "OU812", obra maestra publicada en el 88, y algún verano más tarde "F.U.C.K.", artefacto musical de similar calidad y enjundia. En el primero de estos dos discos había una canción titulada "Cabo Wabo" en la que Sammy Hagar nos narraba las delicias de un pueblo costero de la Baja California, con playas cristalinas, tragos de tequila y mezcal, chicas guapas y noches de Rock'n'Roll. Al abrigo de canciones como esa y bajo una base de Blues Rock de ese cañero y potente marca de la casa Van Halen me enamoré de este idílico lugar. De hecho aún conservo esas viejas publicaciones y cada verano las vuelvo a hojear los días de intenso calor, durante la siesta y con la música de Van Halen de fondo. Estupideces de fan descerebrado sin remedio. Pasaron los años y Sammy Hagar también siguió enamorado de Cabo. Cuando todavía no se había explotado de manera turística, se arriesgó a comprar un terreno, montar una cantina y dar forma a su visión mexicana del R'n'R. Un suicidio comercial en toda regla con una inversión millonaria en un lugar que estaba en el culo del mundo y sin infraestructura de transportes o alojamientos. Pero se salió con la suya y a día de hoy Cabo San Lucas es un destino turístico que poco a poco se va abriendo hasta la vieja Europa, los americanos lo tienen como uno de sus destinos fetiche y no es para menos. Por su parte, Cabo Wabo cantina es una máquina de hacer dinero perfectamente engrasada y preparada para hacer que te rasques el bolsillo con cualquier mínimo detalle o fetiche. Hagar siempre se ha definido como un avispado hombre de negocios además de ser músico y doy fe de que está en lo cierto.

Este Octubre’23 finalmente nos hemos liado la manta a la cabeza, de manera literal, y nos hemos metido entre pecho y espalda un viaje que comenzó saliendo de nuestra humilde morada carabanchelera y finalizó en la puerta del Hotel Tesoro, alojamiento fetiche para la horda de fanáticos de Sammy Hagar que se encuentra a unos escasos metros de su mítica cantina Cabo Wabo, veinticuatro horas después. Hasta los huevos de viajes, aviones, escalas, aduanas, esperas, gente incompetente y demás hierbas. Pero se hizo. 

Todo estaba en contra, como cada Octubre de estos últimos años: sin posibilidad de solicitar vacaciones en el trabajo, teniendo que pedir días sin empleo ni sueldo, sin tener las jodidas entradas que nunca te tocan en la mierda de sorteos que hacen por internet cuatro meses antes y que te obligan a la aventura de cruzarte medio planeta si quieres ver unos conciertos para los que ni siquiera tienes asegurados los malditos tickets, con huracanes y temperaturas tan elevadas a la vez que hacen que tu organismo se vuelva loco y con unas colas para lograr uno de los escasos boletos que ponen a la venta para cada uno de los tres conciertos exclusivos de nuestro genuino Red Rocker que te garantizan unas esperas de entre cinco a seis horas como mínimo… encima cruzando los dedos para que quede alguna entrada cuando por fin te toca el turno. Come hell or high water; Contra viento y marea, como dirían los Purple. Nada pudo con nosotros y al final cada uno de los tres días de actuaciones ahí estábamos, entre el privilegiado público que lograba acceder al dichoso recinto para disfrutar de cien minutos de magia. Todas las personas que sientan eso que millones de nosotros sentimos por la música del universo Van Halen entienden de lo que hablo.

Los conciertos se celebraron el lunes, miércoles y viernes de la segunda semana de Octubre, siendo el viernes 13 el natalicio de Hagar y la última actuación de su particular fiesta de cumpleaños.

Con todo el papel vendido en una especie de sorteo al que solo tienes acceso por internet a finales de Junio -la cosa es seria, solo puedes participar una vez en el sorteo y debes notificar tus datos bancarios y tu dirección; vamos, que en el universo Sammy Cabo Wabo no se andan con bromas-,  todos los años ponen a la venta en taquilla cien boletos que puedes comprar solo allí mismo justo el día anterior a cada show. Son entradas que incluyen cena antes de la actuación en la propia cantina… y que por supuesto son el doble de caras; nada nuevo bajo el sol del universo Sammy Hagar Birthday Bash. Hay un máximo de dos billetes por persona y te debes acreditar con tu ID o pasaporte original para que te los vendan. Con este panorama, cuyos detalles desconocíamos, nos acercamos por el garito nada más dejar las cosas en el hotel. La sensación fue mágica. Toda la vida viéndolo en fotos y esa madrugada del sábado siete de Octubre al fin estábamos frente a la puerta. 

Justo a las nueve de la mañana del día siguiente se abría la taquilla para vender los tickets del primer concierto del lunes. Esa misma noche nada más aterrizar en el hotel nos acercamos a ver cómo estaba el asunto y ya pudimos comprobar que había gente parapetada en la misma acera con colchones puestos en el suelo -isn’t Hollywood, this is Mexico- sobre los que iban a pasar una noche de esas que no se olvidan. No obstante, echando números veía que todavía podía pillar cacho y, en un movimiento descerebrado de esos que nos caracterizan a algunos de nosotros, decidí irme al hotel a dormir unas horas y a las cinco y media de la madrugada ya estaba en la cola, esta vez para quedarme hasta el final. Horas de espera con la tensión y el nerviosismo propios de alguien que se ha cruzado el charco para intentar ver un concierto y no sabe si logrará el ticket. Charlas con el resto del personal de la fila, fans igual de descerebrados e irredentos que el que esto escribe… en macarrónico inglés carabanchelero, por supuesto. Sale el sol a las seis y poco de la mañana, un café mejicano de los que no se olvidan y poco después son casi las nueve. De pronto la fila engorda hasta límites insospechados, todos los que habían formado la hilera colaban a sus colegas con los que supongo se turnarían para los siguientes días. Por momentos piensas que después de estar ahí clavado durante casi cuatro horas igual te quedas sin entrada. 

Finalmente se abren las puertas del garito y… solo entramos unas cincuenta personas ¿? Nos llevan hasta un rincón de la sala y nos acomodan en una hilera de banquetas. Más esperas. Resulta que te van llamando de uno en uno, te toman tus datos personales, te cuentan una batalla sobre las normas de acceso y demás rollos y te tienen ahí un rato hasta que sueltas los trescientos dólares que te dan derecho al dichoso concierto y a una cena para dos personas en la propia cantina. Finalmente a las diez y veinte de la mañana salgo del garito con mi preciado par de entradas, la sensación que recorre mi piel es difícil de describir. Me vuelvo al hotel para intentar desayunar mientras miro a mi mano izquierda y a las anheladas entradas que sostiene. Pasan por mi cabeza los diferentes veranos que he pujado por ellas en la dichosa rifa esa de internet en las que nunca te toca el derecho a adquirirlas. Pienso en todo el cansancio acumulado de las horas de vuelo, las horas de cola, las horas de falta de sueño, pero nada consigue borrar de mi semblante la estúpida cara de felicidad que desprende todo mi ser. Es una estupidez, lo sé. Soy plenamente consciente de ello y no hay un solo argumento de persona seria, madura, adulta y cabal que lo pueda defender; pero también es un sueño, un sueño estúpido de chavalín descerebrado de quince añitos que me ha venido acompañando todos los meses de Octubre desde entonces. Y en esos instantes está al alcance de mis manos. Solo tengo que esperar treinta y seis horas más de este puto calor extremo y asfixiante humedad para poder disfrutarlo en toda su intensidad.

Lunes nueve de Octubre. Puntuales a las siete de la noche mejicana, en Cabo San Lucas anochece a las seis, nos acercamos a la entrada de Cabo Wabo para asistir a la cena/concierto. Hay tres colas distintas para acceder. Uno de los amigos que hice mientras esperaba el día anterior para comprar la entrada me dijo una verdad absoluta de esta ronda de conciertos de la fiesta de cumpleaños de Sammy Hagar. El tipo, que ya no cumplía los sesenta seguro, me espetó con una sonrisa tan cómplice como socarrona que la experiencia del Sammy Hagar Birthday Bash se podía resumir en tres palabras: wait, wait, wait -esperar, esperar, esperar-. Y no se equivocaba en absoluto, allí había gente haciendo cola a todas horas del día y la noche: para trincar la entrada, para acceder al recinto, para coger sitio, para ver a Sammy y a su cohorte llegar al garito, para pillar merchandising, para comer/beber... para todo. 

Yours truly que, pese a mi fanatismo irredento y sin remedio, jamás me ha gustado agobiar a los músicos con fotos o autógrafos, me sentía pleno sin necesidad de esperar a ver a Hagar y a su esposa acceder al recinto en su coche privado. Es por esto que nos encaminamos a entrar para disfrutar de la cena. Pensaba yo, iluso de mí, que nos ubicarían en un lugar desde el que poder ver luego la actuación cómodamente sentados y con el vaso de tequila en la mano. Craso error, nada en el universo Cabo Wabo es sencillo. La cena, que por cierto estaba muy buena, la servían en una parte externa al escenario. De tal modo que para poder presenciar la actuación debías acceder al interior del recinto. Sin problema, primero cenas y luego a pelearse por pillar un buen sitio; lo de toda la vida de Dios en los conciertos de directo.

Nos ubican para la cena y nos informan de que al ser mesas para varios comensales nos juntarán con otras personas para cenar. En fin. Tuvimos suerte, ya que solo nos colocaron a un tipo que venía con otras dos parejas y le relegaron a la mesa de los españolitos. Al tipo se le veía visiblemente incómodo, le había tocado asumir el molesto rol de sujetavelas de toda la vida acompañando a las dos parejitas y para colmo le aparcan en otra mesa. Brindamos con él por Sammy y, pese a estar frente a nosotros, nuestro agobiado y estreñido nuevo amigo desaparece de nuestra realidad de inmediato. Nuevo momento mágico al brindar con sendas waboritas, cóctel inventado por el propio Sammy haciendo honor a su garito y a su grupo en solitario de finales de los noventa. Este preparado se realiza con un licor de naranja llamado Blue Curacao, un licor de hierbas exclusivo de Cabo San Lucas que responde al nombre de Damiana, hielos y el tequila Cabo Wabo que produce en exclusividad nuestro querido Sammy Hagar. No intentes localizar dicho tequila en Europa, que no se comercializa en ningún lado. Lo digo con total conocimiento de causa, ni me acuerdo la de veces que he intentado comprar el dichoso tequila para elaborar mi propia waborita en verano sin éxito alguno. Por supuesto tocó cargar con sendas botellas de aquellas bebidas espirituosas tan exclusivas y pelearse con las aduanas respectivas hasta que han acabado en el mueble bar del salón. Otro trofeo más de este ridículo y excitante universo de fan descerebrado de la música de Van Halen. La verdad es que no esperábamos nada de la cena, incluso cuando compré la entrada en su día llegué a preguntar si el derecho a cenar conllevaba una cena propiamente dicha o era solo el privilegio de poder entrar en el garito para las actuaciones teniendo que pagar una vez dentro por la cena en sí. Y no, hasta el propio Hagar tiene sus límites. Nos ofrecieron una cena estupenda, suficiente para llenar tu tripa sin necesidad de ingerir más sólidos... y cambiando el menú cada una de las tres noches.

 

Acabado el ágape nos dispusimos a entrar en la sala de conciertos. Como la había visto en fotos miles de veces: mágica. Una decoración muy lograda que te recordaba en todo momento que estabas en México. Por buscar alguna pequeña similitud, pero muy pequeña, con un cierto aire a La Riviera, aunque algo más pequeña que la conocida sala madrileña y con muchísimo más gusto en la decoración.

Todo era perfecto, incluso habíamos logrado una buena ubicación en la parte central de la sala, cerca del escenario y también de la mesa de sonido. Nervios, ilusión, más nervios. A las nueve y media de la noche arranca la actuación con el mítico Hello baby del inicio del tema "Good enough" que servía a su vez de comienzo del disco "5150", primero de Van Halen con Sammy Hagar. Vaya pedazo de inicio y… resulta que suena fatal. Bueno, no perder los estribos. La noche anterior entramos al garito por dar una vuelta y estaba actuando un grupo de versiones que sonaba fenomenal. La construcción y acústica del sitio parecían muy buenas, por eso no entendía que sonase tan ridículamente saturado todo. Vamos a esperar a que pase el primer tema, pensé, ya que muchas veces ocurre en los directos que en esos momentos el técnico acaba de ajustar los controles. Pero no, ya estábamos en el tercer tema y nuestro ínclito seguía cubriendo de rojo todos los controles de su mesa de sonido. Decidí irme para atrás, perdiendo la privilegiada posición para conseguir colocarme algo más atrás del inútil que llevaba el sonido. Lo tengo muy claro en esto de los conciertos: lo importante siempre es escuchar, ver es secundario; bueno, si consigues las dos cosas pues perfecto. A partir de ese momento pude disfrutar de la actuación, no sin cagarme mil veces en el jodido mandril que seguro consiguió su título de técnico de sonido -en el improbable caso de que lo posea- al encontrárselo en una rama cualquier día que subiese a un árbol a por una banana.

Set list de la primera noche:

-Intro

-Good enough

-Poundcake

-There's only one way to rock

-Three lock box

-Top of the world

-Rock candy

-Smoking in the boys room (con Vince Neil y Stevie Salas)

-Kickstart my heart (con Vince Neil y Stevie Salas)

-Finksh what you started

-Mas tequila

-Your love is driving me crazy

-Cross road Blues

-Ain'talkin' bout love (Michael Anthony a la voz solista)

-Right now

-Why can't this be love

-Heavy metal

-I can't drive 55

-Three little birds

Demasiadas emociones mezcladas. Llevo toda mi vida escuchando esas canciones, toda mi vida. Entre el descoloque de estar cenando en el puto México, la falta de horas de sueño, la mierda de sonido del inútil de la mesa de mezclas, visitar por fin el dichoso Cabo Wabo y demás consideraciones estúpidas, tardé en asumir dónde estaba -de hecho, todavía a día de hoy me encuentro asimilándolo-. Material de Van Halen del calibre de "Poundcake" o "Top of the world" interpretado por el cincuenta por ciento de la formación original que lo grabó... Esto ya hemos comentado que no es una crónica, pero conviene aclarar que el bajista que llevaba Sammy para estas actuaciones era Michael Anthony, miembro original de Van Halen. De hecho el grupo que tocó en los tres conciertos era The Circle, la última formación en la que lleva actuando Hagar desde hace unos años. Le acompañan el propio Anthony al bajo y voces, que sigue manteniendo unos agudos que te llevan al mismísimo infierno, el guitarrista Vic Johnson y el batería Jason Bonham, hijo del mítico John Bonham; casi ná.

El concierto transcurría con mis ojos y orejas abiertos como platos. Sin embargo de pronto se vio empañado por un cutre rapero al que también Hagar invitó a escena, uno de esos que se cree lo más cool del mundo por hablar deprisa y que no es más que otro típico amorfo con gorra y unos cuantos kilos de más que no hace más que dar la plasta en cuanto abre la boca. Nuestro entrañable nigga -el mismo parece describirse así- que responde al ridículo nombre artístico de Champtown se las apañó el solito para joder el tema "Rock Candy”, clásicazo que apareció en el primer disco de Montrose en el lejano 1973 y primera grabación de estudio de un jovencito Hagar, pero por lo visto el respetable se lo estaba pasando bien con sus patochadas de chulo-cutre-hortera-palurdo. En fin. El problema será mío, supongo. Tras el momento de gloria de nuestro intrépido rapero de pronto sube a escena el cantante de Motley Crue, Vince Neil. Sammy Hagar gusta de llevar invitados a sus fiestas de cumpleaños y esta vez le tocó al bueno de Neil. Con su prominente barriga y esa actitud de estar de vuelta de todo que le lleva caracterizando en estos últimos años, el vocalista de los Motley se subió a la tarima de Cabo Wabo para pasárselo bien y de paso irritar a todos sus detractores mostrando su gran estado vocal. Le acompañaba a la guitarra Stevie Salas, por lo que la cosa era seria. Ya ves, toda la vida queriendo ver a Stevie Salas en directo y de pronto me lo encuentro tocando temas de los Motley en el México profundo.

Seguía la actuación y más emociones encontradas. Entre el público nos topamos con el típico patán americano cebado a base de grasas saturadas, agobiando a nuestro alrededor mientras daba paseítos de acá para allá buscando bebida, charlando con los colegas, al baño y haciendo de todo menos escuchar el concierto. Lo de siempre, gente que acaba en conciertos -algunos de ellos tan exclusivos como este, por los que muchos de los que se han quedado sin la entrada matarían por estar dentro- y lo último que les interesa es prestar atención a la actuación. Esto es una realidad universal que ocurre en todas y cada una de las salas de conciertos del mundo entero.

La actuación seguía su curso y de pronto el bajista Michael Anthony, amigo íntimo de Sammy Hagar y con una química entre ellos que salta a la vista desde el primer momento, tiene su momento como cantante solista. Tras un pequeño guiño al clásico Robert Johnson y su “Cross road Blues”, The Circle se arrancan con el inicio de “Ain’t talkin’ bout love”. Este mítico tema pertenece al primer disco de Van Halen, uno de los pocos discos de la industria discográfica que ha alcanzado la certificación de Diamante en ventas. ¿Comorl?, ¿algo de David Lee Roth que suena en el universo Cabo Wabo de Sammy Hagar? Roth es el vocalista original de Van Halen y Hagar fue su sustituto cuando dejó la nave en 1985. Siempre se han detestado tanto públicamente como en privado, de hecho jamás se han subido juntos a cantar a un escenario, por lo que resulta curioso que alguna de sus canciones clásicas suene en este evento. Este gesto seguro se hizo como deferencia hacia Michael Anthony, que no olvidemos también grabó esos míticos discos de los años de Roth en el combo de los hermanos Van Halen.

Acabó el tema y nuestro encantador orangután de entre el público fue un rato al baño Dios sabe a qué dejándonos un rato tranquilos, tanto a la que parecía ser su novia como a los que estábamos a su alrededor sufriendo sus estúpidas evoluciones. En ese momento sonaron los primeros compases del teclado de "Right now"' otro de los temas míticos que salieron de la cabeza y del genio del tristemente fallecido Eddie Van Halen y casi sin darme cuenta me eché a llorar, como un crio al que le regalan los Reyes Magos eso que tanto desea. Lágrimas de emoción, de alegría, de tristeza, de nostalgia, de incredulidad, de vivencias de un último año difícil en lo personal y de agradecimiento por todas las lecciones que me ha ofrecido la vida en estos últimos meses. Tras 'Right now” le toca el turno a "Why can't this be love", el primer single que sacó Van Halen con Sammy Hagar en el ya lejano 1986 y que fue su primer número uno en las listas americanas. Otra canción especial para el que esto escribe, de esas pocas que tienen la particularidad de transportarte a un momento pasado concreto en cuanto la escuchas. Primera vez que la escuchaba en directo y por el cantante original que la cantó. Pero esto es marginal.

El primer concierto entraba en su recta final. Un par de temas clásicos de la discografía en solitario de Sammy: “Heavy metal” y su famoso “I can't drive 55”. Ambos sonarían las tres noches de conciertos. Fin de la actuación con el clásico "Three Litle birds" cuya versión apareció en el disco que The Circle sacaron durante el confinamiento, titulado "Lockdown Sessions", y hasta el siguiente concierto.

                                                      Birthday Bash. Noche 1 capturas.

 

El sueño estaba cumplido. Ya me daba por satisfecho habiendo logrado los tickets para al menos una actuación y ahora se trataba de relativizar la situación. Íbamos a estar el resto de la semana de vacaciones en Cabo San Lucas y tenía la intención de seguir probando suerte en la taquilla de los dos siguientes conciertos. Para el segundo día decidí levantarme algo menos temprano, pensando que si no pillaba cacho echaría el resto en el último concierto... pero logramos de nuevo las entradas. Esta vez las pillé en el último suspiro, solo quedaban tickets para las ocho personas que pasaron detrás de mí. Estábamos dentro. Nos dieron como hora para entrar a cenar las nueve de la noche -normal, éramos los últimos que habíamos pasado la cola para las entradas- y, si consideramos que la actuación comenzaba a las nueve y media, pues no nos iba a dar tiempo ni a bebernos la waborita de cortesía del ágape. Como buenos españoles decidimos pasarnos las normas por el forro de los cojones y nos presentamos para cenar a las ocho menos cuarto de la noche. No hubo ningún problema y pasamos una velada pre concierto mejor aún que la primera. Brindis y a pasar a la sala para presenciar la segunda actuación de la fiesta de cumpleaños de Sammy.

Set list segunda noche:

-Intro: Cabo Wabo (Grabación de fondo)

-Bad motor scooter

-Make it last

-Rocking tonight

-I’ve done everything for you

-Love or money

-My baby’s on fire

-Red

-Fight for your rights (To party)

-Runaround

-Top of the world

-Best of both worlds

-Running with the devil (Michael Anthony a la voz solista)

-Where the levee breaks

-Good times bad times

-Rock’ n’ Roll

-Mas tequila

-Heavy metal

-I can’t drive 55

Pedazo repertorio, lleno de joyitas de las que hace mucho tiempo que Sammy Hagar no toca en directo. La primera parte de la actuación estuvo interpretada por la nueva reunión del grupo Los Tres Gusanos, que no es más que Sammy Hagar a la guitarra solista y voces, Michael Anthony al bajo y voces y el batería Jorge Palacios. Esto de Los Tres Gusanos es un trío a modo de diversión que alguna vez han juntado Hagar & Anthony para tocar temas de Van Halen y versiones de clásicos de Rock. De hecho tengo entre mis estanterías un vídeo directo –pirata, of course- de hace un montón de años, por lo que la sorpresa fue inesperada. Al lorito cómo sonaban y qué caña metían a trío estos tres tipos, Sammy Hagar también es un buen guitarra solista y lo demostró con creces durante esta semana de conciertos. El sonido fue algo mejor que el primer día, debe de ser que el mandril de la mesa habría cenado su banana o lo que fuese. Por nuestra parte aprendimos la lección y nos ubicamos desde un primer momento en el lugar donde la acústica era la más adecuada. Los Tres Gusanos repartieron leña a lo largo de los siete primeros temas de la actuación, finalizando su mini concierto con la canción “Red”, tema perteneciente al segundo disco solista de Sammy Hagar. Esta canción abría el Lp de Hagar que data del año 1977 y es otra de esas canciones que tienes claro que jamás podrás escuchar en directo interpretada por su vocalista original. De hecho no la suele tocar en vivo. Otra pequeña y sorprendente delicatessen más que nos regalaba el amigo Sammy en su ronda de conciertos.

Seguía la actuación con el rapero plasta del primer día ganando el escenario y volviendo a ofrecernos su trasnochada e insufrible perorata. La manera perfecta de estropear esta vez el tema “Fight for your rights (To party)”, original de los Beastie Boys y que Sammy grabó para su disco “Cosmic Universal Fashion” del año 2008. Al fin nos deja el elemento de la gorra y las voces desafinadas y prosigue la actuación. Este segundo día presentó un repertorio más arriesgado. Compaginó algunos temas más oscuros del catálogo en solitario de Sammy con tres temas de Montrose y otros tantos de Led Zeppelin, incluyendo el mítico “Rock’ n’ Roll” que sonó como un cañón con una base rítmica asesina por parte de Jason Bohnam; desde luego que sacó los genes de su padre tras los tambores. El momento solista Van Halen clásico de Michael Anthony llegó esta vez de la mano de “Running with the devil”, también del primer disco del grupo. Todo un placer escuchar esta canción en Cabo Wabo. Será imposible, pero estaría fabuloso que Sammy Hagar y David Lee Roth aparcasen en algún momento sus gigantescos egos, hiciesen las paces aunque solo fuese por un ratito y nos brindasen a todos el deseado concierto homenaje conjunto que se merece Eddie Van Halen de una puñetera vez. Sin embargo, me temo que no disfrutarán de esa hipotética actuación nuestros ojos y orejas. Tanto Wofgang como Alex Van Halen, hijo y hermano del añorado Eddie a la par que miembros del ya extinto grupo, ya han comentado públicamente que no creen que se pueda llevar a cabo ese concierto homenaje con los miembros que han pasado por la mítica formación debido a la negativa de algunos de esos miembros a compartir escenario; dejando entrever que el principal escollo es la negativa de David Lee Roth a subirse al mismo escenario que Sammy Hagar. En fin. Fin del segundo concierto y a intentar pillar la entrada del último. Toca volver a madrugar al día siguiente.

                                                    Birthday Bash. Noche 2 capturas.

Esa madrugada más de lo mismo, madrugón, charletas in english con los ya nuevos amigos de los días anteriores y la procesión de los chavalines mejicanos con altas dosis de alcohol en su interior que buscan dar descanso a sus huesos tras una dura noche de fiesta. Aunque nos dijeron que los garitos cerraban a la una de la madrugada, esto de salir de fiesta es igual en casi cualquier parte del mundo: si tienes ganas de acción siempre vas a encontrar algún garito abierto, por muy cutre que sea, en el que te sirvan alcohol… y Cabo San Lucas no iba a ser distinto. Nuevo amanecer a las seis de la mañana en Cabo, con otro maravilloso y humeante café mientras te guardan por unos minutos el sitio en la cola, entradas en el bolsillo y ya casi le acabas cogiendo el gustillo a eso de esperar en la banqueta de turno dentro de la cantina a que te toque charlar con el tipo que te ficha y vende la entrada, le sientes ya casi como a un conocido con el que platicar sobre los conciertos.

Cuando fuimos a cenar ese tercer y último día ya estábamos como en el bar del barrio, te conocen los camareros -que eran un encanto todos, la verdad, y al hablar el mismo idioma se generó una especie de complicidad con ellos- y todo resulta más relajado. De hecho para este último día ya nos pusieron en una mesa muy cuca a nosotros solos. Cenita exótica y llena de complicidad antes de asistir al concierto de despedida de una semana mágica. El paraíso para este humilde escriba. 

Set list del último show:

-Intro

-Big foot

-Sexy little thing

-Poundcake

.Three lock box

-Top of the world

-You’re love is driving me crazy

-Little white lie

-Can’t hang

-Finish what you started

-There’s only one way to rock

-Ain’t talkin’ bout love (Michael Anthony a la voz solista)

-When it’s love

-Affirmation

-Right now

-Why can’t this be love

-Heavy metal

-I can’t drive 55

-Father time

Esta fue la actuación con mejor sonido de las tres, cosa que fue muy de agradecer. Una lástima que una sala con tan buena acústica a priori, se estropee porque el elemento a los controles no sepa realizar correctamente su trabajo. Comenzaron con un recordatorio al proyecto Chickenfoot que montó Hagar con el guitarrista Joe Satriani al inicio de la segunda década del nuevo milenio. También tuvieron  tiempo de reivindicar las obras en estudio de su actual grupo, The Circle, tocando en esta última actuación dos temas del infravalorado “Space Between” y el entrañable “Father time” de su nueva propuesta discográfica, titulada “Crazy Times”. Incluso nuestro querido e insoportable rapero estaba ya preparado para agobiarnos de nuevo con otra de sus estelares apariciones, pero cuando ya estaba justo frente al escenario Sammy Hagar debió entrar en razón y le pidió que se volviese para atrás y no saliese a estropear la canción de turno. Nuestro orondo amigo se quedó con un palmo de narices y se volvió a subir a la escalera de los invitados vip; amigo, ahí manda Sammy y si te dice que te pires, lo haces

El concierto volvió a desplegar una interesante selección de canciones. Entre ellas le tocó el turno a “When It’s Love”, otra de las joyas de Van Halen y que no había sonado ninguno de los días anteriores. Aquí Hagar echó el resto y nos ofreció una de las mejores interpretaciones vocales de la semana. Pese a que ha perdido parte del rasgado agudo con el que rompía la voz cuando tiraba y que enamoró a millones de seguidores hace años, sigue manteniendo una voz bastante digna y te puede hacer disfrutar como un enano mientras canta a sus setenta y seis años. Pocos cantantes a su edad mantienen su nivel, muy pocos. Siguiendo con lo de la selección de temas, uno es muy amigo de estadísticas y gráficas, por lo que podemos comentar que en el global de los tres conciertos de este año en el Birthday Bash, Sammy tocó la friolera de cincuenta y cuatro canciones. Este sería el desglose:

   Van Halen: Diez canciones.

   Sammy Hagar en solitario: Once canciones.

   Montrose: Cinco canciones.

   Chickenfoot: Dos canciones.

   The Circle: Cuatro canciones.

   Led Zeppelin: Tres canciones.

Algunos de los temas los repitió en dos y tres noches, mientras que otros los hizo solo uno de los días. Curiosamente esta vez las páginas de internet dedicadas a plasmar los repertorios de los artistas no la cagaron demasiado en los setl ist publicados a posteriori de estos tres conciertos; suele ser bastante habitual que metan gazapos, omisiones o se inventen canciones no tocadas de los conciertos que describen, cometiendo en este caso solo algún pequeño error en el orden de presentación de alguna de las canciones. Personalmente solo eché de menos dos temas que en mi opinión debían haber sonado en alguna de las noches por derecho propio y no lo hicieron: “Mexico”, una canción aparecida en el que pasa por ser uno de los mejores discos en solitario de Sammy titulado “Livin’It Up” y aquella maravilla que apareció en “5150” de Van Halen bajo el nombre de “Dreams”. Esta última puede que sea una de las canciones más bellas y emblemáticas de toda la discografía de los Van Halen. Lleva una increíble línea vocal dificilísima de reproducir en directo, con la voz de Hagar rompiendo arriba casi desde el inicio del tema; normal que en la actualidad no la interprete en vivo, ya que no creo que pudiese llegar a los tonos requeridos. Sin embargo desde hace unos años ha estado tocando una adaptación en acústico que conserva toda la magia que una composición tan superlativa como esta atesora y que habría sido el broche de oro perfecto para una semana de ensueño en el paraíso Cabo Wabo… pero no la tocó. De hecho lleva bastante tiempo sin tocarla en vivo y es una pérdida. Quizá el próximo año…

The Circle: Jason Bonham, Michael Anthony, Sammy Hagar y Vic Johnson.

Casi al final de la actuación interrumpen el tema “I can´t drive 55” y sale Kari, la mujer de Sammy que se encontraba entre los invitados vip presenciando los tres conciertos, con una tarta y le felicita por su natalicio con un beso. Poco después tocan “Father time” y el concierto se acaba. El idílico lugar y el particular sueño al que Sammy Hagar ha dado forma durante todos estos años y con cuyas fotografías se viste la portada de este humilde y trasnochado blog nos despiden. La experiencia Cabo Wabo se acaba. México y Cabo San Lucas se acaban. El sueño se acaba y en mi semblante se queda una ridícula expresión de felicidad que a día de hoy todavía no se ha borrado. La magia de la música. La magia de Van Halen.