Este es un artículo personal, supongo que todo el mundo cada vez que escribe algo deja su propia impronta en las letras que junta aunque no pretenda hablar de sí mismo. Siempre que escribo mi prioridad es la de poner exclusivamente al artista/grupo/noticia como protagonista de lo que cuento en mis sucesiones de letras y hablar del hecho o motivo que motive el artículo de turno referido a dicho protagonista, aunque alguna vez también me gusta meter algún pequeño apunte de mi punto de vista personal sobre el tema tratado; imagino que como casi todo el mundo. Sin embargo, esta vez no va a ser así. Me dirijo a todo el que quiera leer y tenga algo de tiempo que perder desde mi propio, exclusivo y desnudo punto de vista personal. Me apetece sobremanera narrar la experiencia que ha supuesto para mí este viaje de ensueño al corazón de un pequeño pueblecito del borde del Pacífico, justo donde acaba la tierra firme y comienza la inmensidad del océano, para celebrar el setenta y seis cumpleaños de uno de los mejores vocalistas que he escuchado en toda mi vida. Esto que estás leyendo no pretende ser una crónica de las actuaciones de Sammy Hagar ni nada por el estilo -te aconsejo, estimado lector, dejar de leer en este mismo momento si eso es lo que buscas aquí-, se trata de las anotaciones de una experiencia vital y mágica de este humilde escriba y de la consecución de algo que hace muchos años ya tenía catalogado como un sueño.
Otro año más se ha celebrado el Sammy Hagar Birthday Bash en el incomparable enclave de la cantina Cabo Wabo. Este recóndito y chulo garito se encuentra ubicado en el exótico Cabo San Lucas, península de la Baja California y dentro del estado mexicano. Esta zona se encuentra bañada por unas paradisíacas playas, bajo los dominios del majestuoso Océano Pacífico, con sus cristalinas aguas de azul terciopelo, su tórrido y asqueroso calor, su asfixiante humedad, su tequila y sus interesantísimos contrastes entre la zona híper turística y el interior del pueblo con sus chabolas, casas humildes y unos garitos tan cutres como excitantes; un cuadro propio y personal cuyo esbozo te trae a la cabeza cualquier peli de Tarantino de esas en las que el prota entra en un garito en medio de la nada, perdido entre la tierra seca y el calor, lleno de sudor y pide un whisky seco mientras los lugareños le escrutan con sus miradas. Definitivamente esto es otro mundo y una experiencia necesaria para todo aquel que sienta pasión por viajar y conocer otras cosas.
Cabo Wabo cantina. |
Este año por fin hemos conseguido hacer realidad lo que ya se me antojaba como un sueño de esos irrealizables. Desde aquellos lejanos finales de los ochenta y principios de los noventa esta idea se ha venido fraguando en mi desordenada cabeza. Recuerdo con cariño y nostalgia esas tardes de verano en la asfixiante Extremadura, siendo todavía un mocoso menor de edad y hojeando la revista Metal Hammer en mi habitación mientras mis progenitores dormían la siesta; imposible realizar cualquier otra actividad a esas horas de la tarde. Leía una y otra vez las entrevistas promocionales de los Van Halen presentando primero su disco "OU812", obra maestra publicada en el 88, y algún verano más tarde "F.U.C.K.", artefacto musical de similar calidad y enjundia. En el primero de estos dos discos había una canción titulada "Cabo Wabo" en la que Sammy Hagar nos narraba las delicias de un pueblo costero de la Baja California, con playas cristalinas, tragos de tequila y mezcal, chicas guapas y noches de Rock'n'Roll. Al abrigo de canciones como esa y bajo una base de Blues Rock de ese cañero y potente marca de la casa Van Halen me enamoré de este idílico lugar. De hecho aún conservo esas viejas publicaciones y cada verano las vuelvo a hojear los días de intenso calor, durante la siesta y con la música de Van Halen de fondo. Estupideces de fan descerebrado sin remedio. Pasaron los años y Sammy Hagar también siguió enamorado de Cabo. Cuando todavía no se había explotado de manera turística, se arriesgó a comprar un terreno, montar una cantina y dar forma a su visión mexicana del R'n'R. Un suicidio comercial en toda regla con una inversión millonaria en un lugar que estaba en el culo del mundo y sin infraestructura de transportes o alojamientos. Pero se salió con la suya y a día de hoy Cabo San Lucas es un destino turístico que poco a poco se va abriendo hasta la vieja Europa, los americanos lo tienen como uno de sus destinos fetiche y no es para menos. Por su parte, Cabo Wabo cantina es una máquina de hacer dinero perfectamente engrasada y preparada para hacer que te rasques el bolsillo con cualquier mínimo detalle o fetiche. Hagar siempre se ha definido como un avispado hombre de negocios además de ser músico y doy fe de que está en lo cierto.
Este Octubre’23 finalmente nos hemos liado la manta a la cabeza, de manera literal, y nos hemos metido entre pecho y espalda un viaje que comenzó saliendo de nuestra humilde morada carabanchelera y finalizó en la puerta del Hotel Tesoro, alojamiento fetiche para la horda de fanáticos de Sammy Hagar que se encuentra a unos escasos metros de su mítica cantina Cabo Wabo, veinticuatro horas después. Hasta los huevos de viajes, aviones, escalas, aduanas, esperas, gente incompetente y demás hierbas. Pero se hizo.
Todo estaba en contra, como cada Octubre de estos últimos años: sin posibilidad de solicitar vacaciones en el trabajo, teniendo que pedir días sin empleo ni sueldo, sin tener las jodidas entradas que nunca te tocan en la mierda de sorteos que hacen por internet cuatro meses antes y que te obligan a la aventura de cruzarte medio planeta si quieres ver unos conciertos para los que ni siquiera tienes asegurados los malditos tickets, con huracanes y temperaturas tan elevadas a la vez que hacen que tu organismo se vuelva loco y con unas colas para lograr uno de los escasos boletos que ponen a la venta para cada uno de los tres conciertos exclusivos de nuestro genuino Red Rocker que te garantizan unas esperas de entre cinco a seis horas como mínimo… encima cruzando los dedos para que quede alguna entrada cuando por fin te toca el turno. Come hell or high water; Contra viento y marea, como dirían los Purple. Nada pudo con nosotros y al final cada uno de los tres días de actuaciones ahí estábamos, entre el privilegiado público que lograba acceder al dichoso recinto para disfrutar de cien minutos de magia. Todas las personas que sientan eso que millones de nosotros sentimos por la música del universo Van Halen entienden de lo que hablo.
Los conciertos se celebraron el lunes, miércoles y viernes de la segunda semana de Octubre, siendo el viernes 13 el natalicio de Hagar y la última actuación de su particular fiesta de cumpleaños.
Con todo el papel vendido en una especie de sorteo al que solo tienes acceso por internet a finales de Junio -la cosa es seria, solo puedes participar una vez en el sorteo y debes notificar tus datos bancarios y tu dirección; vamos, que en el universo Sammy Cabo Wabo no se andan con bromas-, todos los años ponen a la venta en taquilla cien boletos que puedes comprar solo allí mismo justo el día anterior a cada show. Son entradas que incluyen cena antes de la actuación en la propia cantina… y que por supuesto son el doble de caras; nada nuevo bajo el sol del universo Sammy Hagar Birthday Bash. Hay un máximo de dos billetes por persona y te debes acreditar con tu ID o pasaporte original para que te los vendan. Con este panorama, cuyos detalles desconocíamos, nos acercamos por el garito nada más dejar las cosas en el hotel. La sensación fue mágica. Toda la vida viéndolo en fotos y esa madrugada del sábado siete de Octubre al fin estábamos frente a la puerta.
Justo a las nueve de la mañana del día siguiente se abría la taquilla para vender los tickets del primer concierto del lunes. Esa misma noche nada más aterrizar en el hotel nos acercamos a ver cómo estaba el asunto y ya pudimos comprobar que había gente parapetada en la misma acera con colchones puestos en el suelo -isn’t Hollywood, this is Mexico- sobre los que iban a pasar una noche de esas que no se olvidan. No obstante, echando números veía que todavía podía pillar cacho y, en un movimiento descerebrado de esos que nos caracterizan a algunos de nosotros, decidí irme al hotel a dormir unas horas y a las cinco y media de la madrugada ya estaba en la cola, esta vez para quedarme hasta el final. Horas de espera con la tensión y el nerviosismo propios de alguien que se ha cruzado el charco para intentar ver un concierto y no sabe si logrará el ticket. Charlas con el resto del personal de la fila, fans igual de descerebrados e irredentos que el que esto escribe… en macarrónico inglés carabanchelero, por supuesto. Sale el sol a las seis y poco de la mañana, un café mejicano de los que no se olvidan y poco después son casi las nueve. De pronto la fila engorda hasta límites insospechados, todos los que habían formado la hilera colaban a sus colegas con los que supongo se turnarían para los siguientes días. Por momentos piensas que después de estar ahí clavado durante casi cuatro horas igual te quedas sin entrada.
Finalmente se abren las puertas del garito y… solo entramos unas cincuenta personas ¿? Nos llevan hasta un rincón de la sala y nos acomodan en una hilera de banquetas. Más esperas. Resulta que te van llamando de uno en uno, te toman tus datos personales, te cuentan una batalla sobre las normas de acceso y demás rollos y te tienen ahí un rato hasta que sueltas los trescientos dólares que te dan derecho al dichoso concierto y a una cena para dos personas en la propia cantina. Finalmente a las diez y veinte de la mañana salgo del garito con mi preciado par de entradas, la sensación que recorre mi piel es difícil de describir. Me vuelvo al hotel para intentar desayunar mientras miro a mi mano izquierda y a las anheladas entradas que sostiene. Pasan por mi cabeza los diferentes veranos que he pujado por ellas en la dichosa rifa esa de internet en las que nunca te toca el derecho a adquirirlas. Pienso en todo el cansancio acumulado de las horas de vuelo, las horas de cola, las horas de falta de sueño, pero nada consigue borrar de mi semblante la estúpida cara de felicidad que desprende todo mi ser. Es una estupidez, lo sé. Soy plenamente consciente de ello y no hay un solo argumento de persona seria, madura, adulta y cabal que lo pueda defender; pero también es un sueño, un sueño estúpido de chavalín descerebrado de quince añitos que me ha venido acompañando todos los meses de Octubre desde entonces. Y en esos instantes está al alcance de mis manos. Solo tengo que esperar treinta y seis horas más de este puto calor extremo y asfixiante humedad para poder disfrutarlo en toda su intensidad.
Lunes nueve de Octubre. Puntuales a las siete de la noche mejicana, en Cabo San Lucas anochece a las seis, nos acercamos a la entrada de Cabo Wabo para asistir a la cena/concierto. Hay tres colas distintas para acceder. Uno de los amigos que hice mientras esperaba el día anterior para comprar la entrada me dijo una verdad absoluta de esta ronda de conciertos de la fiesta de cumpleaños de Sammy Hagar. El tipo, que ya no cumplía los sesenta seguro, me espetó con una sonrisa tan cómplice como socarrona que la experiencia del Sammy Hagar Birthday Bash se podía resumir en tres palabras: wait, wait, wait -esperar, esperar, esperar-. Y no se equivocaba en absoluto, allí había gente haciendo cola a todas horas del día y la noche: para trincar la entrada, para acceder al recinto, para coger sitio, para ver a Sammy y a su cohorte llegar al garito, para pillar merchandising, para comer/beber... para todo.
Yours truly que, pese a mi fanatismo irredento y sin remedio, jamás me ha gustado agobiar a los músicos con fotos o autógrafos, me sentía pleno sin necesidad de esperar a ver a Hagar y a su esposa acceder al recinto en su coche privado. Es por esto que nos encaminamos a entrar para disfrutar de la cena. Pensaba yo, iluso de mí, que nos ubicarían en un lugar desde el que poder ver luego la actuación cómodamente sentados y con el vaso de tequila en la mano. Craso error, nada en el universo Cabo Wabo es sencillo. La cena, que por cierto estaba muy buena, la servían en una parte externa al escenario. De tal modo que para poder presenciar la actuación debías acceder al interior del recinto. Sin problema, primero cenas y luego a pelearse por pillar un buen sitio; lo de toda la vida de Dios en los conciertos de directo.
Nos ubican para la cena y nos informan de que al ser mesas para varios comensales nos juntarán con otras personas para cenar. En fin. Tuvimos suerte, ya que solo nos colocaron a un tipo que venía con otras dos parejas y le relegaron a la mesa de los españolitos. Al tipo se le veía visiblemente incómodo, le había tocado asumir el molesto rol de sujetavelas de toda la vida acompañando a las dos parejitas y para colmo le aparcan en otra mesa. Brindamos con él por Sammy y, pese a estar frente a nosotros, nuestro agobiado y estreñido nuevo amigo desaparece de nuestra realidad de inmediato. Nuevo momento mágico al brindar con sendas waboritas, cóctel inventado por el propio Sammy haciendo honor a su garito y a su grupo en solitario de finales de los noventa. Este preparado se realiza con un licor de naranja llamado Blue Curacao, un licor de hierbas exclusivo de Cabo San Lucas que responde al nombre de Damiana, hielos y el tequila Cabo Wabo que produce en exclusividad nuestro querido Sammy Hagar. No intentes localizar dicho tequila en Europa, que no se comercializa en ningún lado. Lo digo con total conocimiento de causa, ni me acuerdo la de veces que he intentado comprar el dichoso tequila para elaborar mi propia waborita en verano sin éxito alguno. Por supuesto tocó cargar con sendas botellas de aquellas bebidas espirituosas tan exclusivas y pelearse con las aduanas respectivas hasta que han acabado en el mueble bar del salón. Otro trofeo más de este ridículo y excitante universo de fan descerebrado de la música de Van Halen. La verdad es que no esperábamos nada de la cena, incluso cuando compré la entrada en su día llegué a preguntar si el derecho a cenar conllevaba una cena propiamente dicha o era solo el privilegio de poder entrar en el garito para las actuaciones teniendo que pagar una vez dentro por la cena en sí. Y no, hasta el propio Hagar tiene sus límites. Nos ofrecieron una cena estupenda, suficiente para llenar tu tripa sin necesidad de ingerir más sólidos... y cambiando el menú cada una de las tres noches.
Acabado el ágape nos dispusimos a entrar en la sala de conciertos. Como la había visto en fotos miles de veces: mágica. Una decoración muy lograda que te recordaba en todo momento que estabas en México. Por buscar alguna pequeña similitud, pero muy pequeña, con un cierto aire a La Riviera, aunque algo más pequeña que la conocida sala madrileña y con muchísimo más gusto en la decoración.
Todo era perfecto, incluso habíamos logrado una buena ubicación en la parte central de la sala, cerca del escenario y también de la mesa de sonido. Nervios, ilusión, más nervios. A las nueve y media de la noche arranca la actuación con el mítico Hello baby del inicio del tema "Good enough" que servía a su vez de comienzo del disco "5150", primero de Van Halen con Sammy Hagar. Vaya pedazo de inicio y… resulta que suena fatal. Bueno, no perder los estribos. La noche anterior entramos al garito por dar una vuelta y estaba actuando un grupo de versiones que sonaba fenomenal. La construcción y acústica del sitio parecían muy buenas, por eso no entendía que sonase tan ridículamente saturado todo. Vamos a esperar a que pase el primer tema, pensé, ya que muchas veces ocurre en los directos que en esos momentos el técnico acaba de ajustar los controles. Pero no, ya estábamos en el tercer tema y nuestro ínclito seguía cubriendo de rojo todos los controles de su mesa de sonido. Decidí irme para atrás, perdiendo la privilegiada posición para conseguir colocarme algo más atrás del inútil que llevaba el sonido. Lo tengo muy claro en esto de los conciertos: lo importante siempre es escuchar, ver es secundario; bueno, si consigues las dos cosas pues perfecto. A partir de ese momento pude disfrutar de la actuación, no sin cagarme mil veces en el jodido mandril que seguro consiguió su título de técnico de sonido -en el improbable caso de que lo posea- al encontrárselo en una rama cualquier día que subiese a un árbol a por una banana.
Set list de la primera noche:
-Intro
-Good enough
-Poundcake
-There's only one way to rock
-Three lock box
-Top of the world
-Rock candy
-Smoking in the boys room (con Vince Neil y Stevie Salas)
-Kickstart my heart (con Vince Neil y Stevie Salas)
-Finksh what you started
-Mas tequila
-Your love is driving me crazy
-Cross road Blues
-Ain'talkin' bout love (Michael Anthony a la voz solista)
-Right now
-Why can't this be love
-Heavy metal
-I can't drive 55
-Three little birds
Demasiadas emociones mezcladas. Llevo toda mi vida escuchando esas canciones, toda mi vida. Entre el descoloque de estar cenando en el puto México, la falta de horas de sueño, la mierda de sonido del inútil de la mesa de mezclas, visitar por fin el dichoso Cabo Wabo y demás consideraciones estúpidas, tardé en asumir dónde estaba -de hecho, todavía a día de hoy me encuentro asimilándolo-. Material de Van Halen del calibre de "Poundcake" o "Top of the world" interpretado por el cincuenta por ciento de la formación original que lo grabó... Esto ya hemos comentado que no es una crónica, pero conviene aclarar que el bajista que llevaba Sammy para estas actuaciones era Michael Anthony, miembro original de Van Halen. De hecho el grupo que tocó en los tres conciertos era The Circle, la última formación en la que lleva actuando Hagar desde hace unos años. Le acompañan el propio Anthony al bajo y voces, que sigue manteniendo unos agudos que te llevan al mismísimo infierno, el guitarrista Vic Johnson y el batería Jason Bonham, hijo del mítico John Bonham; casi ná.
El concierto transcurría con mis ojos y orejas abiertos como platos. Sin embargo de pronto se vio empañado por un cutre rapero al que también Hagar invitó a escena, uno de esos que se cree lo más cool del mundo por hablar deprisa y que no es más que otro típico amorfo con gorra y unos cuantos kilos de más que no hace más que dar la plasta en cuanto abre la boca. Nuestro entrañable nigga -el mismo parece describirse así- que responde al ridículo nombre artístico de Champtown se las apañó el solito para joder el tema "Rock Candy”, clásicazo que apareció en el primer disco de Montrose en el lejano 1973 y primera grabación de estudio de un jovencito Hagar, pero por lo visto el respetable se lo estaba pasando bien con sus patochadas de chulo-cutre-hortera-palurdo. En fin. El problema será mío, supongo. Tras el momento de gloria de nuestro intrépido rapero de pronto sube a escena el cantante de Motley Crue, Vince Neil. Sammy Hagar gusta de llevar invitados a sus fiestas de cumpleaños y esta vez le tocó al bueno de Neil. Con su prominente barriga y esa actitud de estar de vuelta de todo que le lleva caracterizando en estos últimos años, el vocalista de los Motley se subió a la tarima de Cabo Wabo para pasárselo bien y de paso irritar a todos sus detractores mostrando su gran estado vocal. Le acompañaba a la guitarra Stevie Salas, por lo que la cosa era seria. Ya ves, toda la vida queriendo ver a Stevie Salas en directo y de pronto me lo encuentro tocando temas de los Motley en el México profundo.
Seguía la actuación y más emociones encontradas. Entre el público nos topamos con el
típico patán americano cebado a base de grasas saturadas, agobiando a nuestro alrededor mientras daba paseítos de acá
para allá buscando bebida, charlando con los colegas, al baño y haciendo de
todo menos escuchar el concierto. Lo de siempre, gente que acaba en conciertos
-algunos de ellos tan exclusivos como este, por los que muchos de los que se
han quedado sin la entrada matarían por estar dentro- y lo último que les
interesa es prestar atención a la actuación. Esto es una realidad universal que
ocurre en todas y cada una de las salas de conciertos del mundo entero.
La actuación seguía su curso y de pronto el bajista Michael Anthony, amigo íntimo de Sammy Hagar y con una química entre ellos que salta a la vista desde el primer momento, tiene su momento como cantante solista. Tras un pequeño guiño al clásico Robert Johnson y su “Cross road Blues”, The Circle se arrancan con el inicio de “Ain’t talkin’ bout love”. Este mítico tema pertenece al primer disco de Van Halen, uno de los pocos discos de la industria discográfica que ha alcanzado la certificación de Diamante en ventas. ¿Comorl?, ¿algo de David Lee Roth que suena en el universo Cabo Wabo de Sammy Hagar? Roth es el vocalista original de Van Halen y Hagar fue su sustituto cuando dejó la nave en 1985. Siempre se han detestado tanto públicamente como en privado, de hecho jamás se han subido juntos a cantar a un escenario, por lo que resulta curioso que alguna de sus canciones clásicas suene en este evento. Este gesto seguro se hizo como deferencia hacia Michael Anthony, que no olvidemos también grabó esos míticos discos de los años de Roth en el combo de los hermanos Van Halen.
Acabó el tema y nuestro encantador orangután de entre el público fue un rato al baño Dios sabe a qué dejándonos un rato tranquilos, tanto a la que parecía ser su novia como a los que estábamos a su alrededor sufriendo sus estúpidas evoluciones. En ese momento sonaron los primeros compases del teclado de "Right now"' otro de los temas míticos que salieron de la cabeza y del genio del tristemente fallecido Eddie Van Halen y casi sin darme cuenta me eché a llorar, como un crio al que le regalan los Reyes Magos eso que tanto desea. Lágrimas de emoción, de alegría, de tristeza, de nostalgia, de incredulidad, de vivencias de un último año difícil en lo personal y de agradecimiento por todas las lecciones que me ha ofrecido la vida en estos últimos meses. Tras 'Right now” le toca el turno a "Why can't this be love", el primer single que sacó Van Halen con Sammy Hagar en el ya lejano 1986 y que fue su primer número uno en las listas americanas. Otra canción especial para el que esto escribe, de esas pocas que tienen la particularidad de transportarte a un momento pasado concreto en cuanto la escuchas. Primera vez que la escuchaba en directo y por el cantante original que la cantó. Pero esto es marginal.
El primer concierto entraba en su recta final. Un par de temas clásicos de la discografía en solitario de Sammy: “Heavy metal” y su famoso “I can't drive 55”. Ambos sonarían las tres noches de conciertos. Fin de la actuación con el clásico "Three Litle birds" cuya versión apareció en el disco que The Circle sacaron durante el confinamiento, titulado "Lockdown Sessions", y hasta el siguiente concierto.
El sueño estaba cumplido. Ya me daba por satisfecho habiendo logrado los tickets para al menos una actuación y ahora se trataba de relativizar la situación. Íbamos a estar el resto de la semana de vacaciones en Cabo San Lucas y tenía la intención de seguir probando suerte en la taquilla de los dos siguientes conciertos. Para el segundo día decidí levantarme algo menos temprano, pensando que si no pillaba cacho echaría el resto en el último concierto... pero logramos de nuevo las entradas. Esta vez las pillé en el último suspiro, solo quedaban tickets para las ocho personas que pasaron detrás de mí. Estábamos dentro. Nos dieron como hora para entrar a cenar las nueve de la noche -normal, éramos los últimos que habíamos pasado la cola para las entradas- y, si consideramos que la actuación comenzaba a las nueve y media, pues no nos iba a dar tiempo ni a bebernos la waborita de cortesía del ágape. Como buenos españoles decidimos pasarnos las normas por el forro de los cojones y nos presentamos para cenar a las ocho menos cuarto de la noche. No hubo ningún problema y pasamos una velada pre concierto mejor aún que la primera. Brindis y a pasar a la sala para presenciar la segunda actuación de la fiesta de cumpleaños de Sammy.
Set list segunda noche:
-Intro: Cabo Wabo (Grabación de fondo)
-Bad motor scooter
-Make it last
-Rocking tonight
-I’ve done everything for you
-Love or money
-My baby’s on fire
-Red
-Fight for your rights (To party)
-Runaround
-Top of the world
-Best of both worlds
-Running with the devil (Michael Anthony a la voz solista)
-Where the levee breaks
-Good times bad times
-Rock’ n’ Roll
-Mas tequila
-Heavy metal
-I can’t drive 55
Pedazo repertorio, lleno de joyitas de las que hace mucho tiempo que Sammy Hagar no toca en directo. La primera parte de la actuación estuvo interpretada por la nueva reunión del grupo Los Tres Gusanos, que no es más que Sammy Hagar a la guitarra solista y voces, Michael Anthony al bajo y voces y el batería Jorge Palacios. Esto de Los Tres Gusanos es un trío a modo de diversión que alguna vez han juntado Hagar & Anthony para tocar temas de Van Halen y versiones de clásicos de Rock. De hecho tengo entre mis estanterías un vídeo directo –pirata, of course- de hace un montón de años, por lo que la sorpresa fue inesperada. Al lorito cómo sonaban y qué caña metían a trío estos tres tipos, Sammy Hagar también es un buen guitarra solista y lo demostró con creces durante esta semana de conciertos. El sonido fue algo mejor que el primer día, debe de ser que el mandril de la mesa habría cenado su banana o lo que fuese. Por nuestra parte aprendimos la lección y nos ubicamos desde un primer momento en el lugar donde la acústica era la más adecuada. Los Tres Gusanos repartieron leña a lo largo de los siete primeros temas de la actuación, finalizando su mini concierto con la canción “Red”, tema perteneciente al segundo disco solista de Sammy Hagar. Esta canción abría el Lp de Hagar que data del año 1977 y es otra de esas canciones que tienes claro que jamás podrás escuchar en directo interpretada por su vocalista original. De hecho no la suele tocar en vivo. Otra pequeña y sorprendente delicatessen más que nos regalaba el amigo Sammy en su ronda de conciertos.
Seguía la actuación con el rapero plasta del primer día ganando el escenario y volviendo a ofrecernos su trasnochada e insufrible perorata. La manera perfecta de estropear esta vez el tema “Fight for your rights (To party)”, original de los Beastie Boys y que Sammy grabó para su disco “Cosmic Universal Fashion” del año 2008. Al fin nos deja el elemento de la gorra y las voces desafinadas y prosigue la actuación. Este segundo día presentó un repertorio más arriesgado. Compaginó algunos temas más oscuros del catálogo en solitario de Sammy con tres temas de Montrose y otros tantos de Led Zeppelin, incluyendo el mítico “Rock’ n’ Roll” que sonó como un cañón con una base rítmica asesina por parte de Jason Bohnam; desde luego que sacó los genes de su padre tras los tambores. El momento solista Van Halen clásico de Michael Anthony llegó esta vez de la mano de “Running with the devil”, también del primer disco del grupo. Todo un placer escuchar esta canción en Cabo Wabo. Será imposible, pero estaría fabuloso que Sammy Hagar y David Lee Roth aparcasen en algún momento sus gigantescos egos, hiciesen las paces aunque solo fuese por un ratito y nos brindasen a todos el deseado concierto homenaje conjunto que se merece Eddie Van Halen de una puñetera vez. Sin embargo, me temo que no disfrutarán de esa hipotética actuación nuestros ojos y orejas. Tanto Wofgang como Alex Van Halen, hijo y hermano del añorado Eddie a la par que miembros del ya extinto grupo, ya han comentado públicamente que no creen que se pueda llevar a cabo ese concierto homenaje con los miembros que han pasado por la mítica formación debido a la negativa de algunos de esos miembros a compartir escenario; dejando entrever que el principal escollo es la negativa de David Lee Roth a subirse al mismo escenario que Sammy Hagar. En fin. Fin del segundo concierto y a intentar pillar la entrada del último. Toca volver a madrugar al día siguiente.
Esa madrugada más de lo mismo, madrugón, charletas in english con los ya nuevos amigos de los días anteriores y la procesión de los chavalines mejicanos con altas dosis de alcohol en su interior que buscan dar descanso a sus huesos tras una dura noche de fiesta. Aunque nos dijeron que los garitos cerraban a la una de la madrugada, esto de salir de fiesta es igual en casi cualquier parte del mundo: si tienes ganas de acción siempre vas a encontrar algún garito abierto, por muy cutre que sea, en el que te sirvan alcohol… y Cabo San Lucas no iba a ser distinto. Nuevo amanecer a las seis de la mañana en Cabo, con otro maravilloso y humeante café mientras te guardan por unos minutos el sitio en la cola, entradas en el bolsillo y ya casi le acabas cogiendo el gustillo a eso de esperar en la banqueta de turno dentro de la cantina a que te toque charlar con el tipo que te ficha y vende la entrada, le sientes ya casi como a un conocido con el que platicar sobre los conciertos.
Cuando fuimos a cenar ese tercer y último día ya estábamos como en el bar del barrio, te conocen los camareros -que eran un encanto todos, la verdad, y al hablar el mismo idioma se generó una especie de complicidad con ellos- y todo resulta más relajado. De hecho para este último día ya nos pusieron en una mesa muy cuca a nosotros solos. Cenita exótica y llena de complicidad antes de asistir al concierto de despedida de una semana mágica. El paraíso para este humilde escriba.
Set list del último show:
-Intro
-Big foot
-Sexy little thing
-Poundcake
.Three lock box
-Top of the world
-You’re love is driving me crazy
-Little white lie
-Can’t hang
-Finish what you started
-There’s only one way to rock
-Ain’t talkin’ bout love (Michael Anthony a la voz solista)
-When it’s love
-Affirmation
-Right now
-Why can’t this be love
-Heavy metal
-I can’t drive 55
-Father time
Esta fue la actuación con mejor sonido de las tres, cosa que fue muy de agradecer. Una lástima que una sala con tan buena acústica a priori, se estropee porque el elemento a los controles no sepa realizar correctamente su trabajo. Comenzaron con un recordatorio al proyecto Chickenfoot que montó Hagar con el guitarrista Joe Satriani al inicio de la segunda década del nuevo milenio. También tuvieron tiempo de reivindicar las obras en estudio de su actual grupo, The Circle, tocando en esta última actuación dos temas del infravalorado “Space Between” y el entrañable “Father time” de su nueva propuesta discográfica, titulada “Crazy Times”. Incluso nuestro querido e insoportable rapero estaba ya preparado para agobiarnos de nuevo con otra de sus estelares apariciones, pero cuando ya estaba justo frente al escenario Sammy Hagar debió entrar en razón y le pidió que se volviese para atrás y no saliese a estropear la canción de turno. Nuestro orondo amigo se quedó con un palmo de narices y se volvió a subir a la escalera de los invitados vip; amigo, ahí manda Sammy y si te dice que te pires, lo haces
El concierto volvió a desplegar una interesante selección de canciones. Entre ellas le tocó el turno a “When It’s Love”, otra de las joyas de Van Halen y que no había sonado ninguno de los días anteriores. Aquí Hagar echó el resto y nos ofreció una de las mejores interpretaciones vocales de la semana. Pese a que ha perdido parte del rasgado agudo con el que rompía la voz cuando tiraba y que enamoró a millones de seguidores hace años, sigue manteniendo una voz bastante digna y te puede hacer disfrutar como un enano mientras canta a sus setenta y seis años. Pocos cantantes a su edad mantienen su nivel, muy pocos. Siguiendo con lo de la selección de temas, uno es muy amigo de estadísticas y gráficas, por lo que podemos comentar que en el global de los tres conciertos de este año en el Birthday Bash, Sammy tocó la friolera de cincuenta y cuatro canciones. Este sería el desglose:
Van Halen: Diez canciones.
Sammy Hagar en solitario: Once canciones.
Montrose: Cinco canciones.
Chickenfoot: Dos canciones.
The Circle: Cuatro canciones.
Led Zeppelin: Tres canciones.
Algunos de los temas los repitió en dos y tres noches, mientras que otros los hizo solo uno de los días. Curiosamente esta vez las páginas de internet dedicadas a plasmar los repertorios de los artistas no la cagaron demasiado en los setl ist publicados a posteriori de estos tres conciertos; suele ser bastante habitual que metan gazapos, omisiones o se inventen canciones no tocadas de los conciertos que describen, cometiendo en este caso solo algún pequeño error en el orden de presentación de alguna de las canciones. Personalmente solo eché de menos dos temas que en mi opinión debían haber sonado en alguna de las noches por derecho propio y no lo hicieron: “Mexico”, una canción aparecida en el que pasa por ser uno de los mejores discos en solitario de Sammy titulado “Livin’It Up” y aquella maravilla que apareció en “5150” de Van Halen bajo el nombre de “Dreams”. Esta última puede que sea una de las canciones más bellas y emblemáticas de toda la discografía de los Van Halen. Lleva una increíble línea vocal dificilísima de reproducir en directo, con la voz de Hagar rompiendo arriba casi desde el inicio del tema; normal que en la actualidad no la interprete en vivo, ya que no creo que pudiese llegar a los tonos requeridos. Sin embargo desde hace unos años ha estado tocando una adaptación en acústico que conserva toda la magia que una composición tan superlativa como esta atesora y que habría sido el broche de oro perfecto para una semana de ensueño en el paraíso Cabo Wabo… pero no la tocó. De hecho lleva bastante tiempo sin tocarla en vivo y es una pérdida. Quizá el próximo año…
The Circle: Jason Bonham, Michael Anthony, Sammy Hagar y Vic Johnson. |
Casi al final de la actuación interrumpen el tema “I can´t drive 55” y sale Kari, la mujer de Sammy que se encontraba entre los invitados vip presenciando los tres conciertos, con una tarta y le felicita por su natalicio con un beso. Poco después tocan “Father time” y el concierto se acaba. El idílico lugar y el particular sueño al que Sammy Hagar ha dado forma durante todos estos años y con cuyas fotografías se viste la portada de este humilde y trasnochado blog nos despiden. La experiencia Cabo Wabo se acaba. México y Cabo San Lucas se acaban. El sueño se acaba y en mi semblante se queda una ridícula expresión de felicidad que a día de hoy todavía no se ha borrado. La magia de la música. La magia de Van Halen.
Vaya pedazo viaje te has currado, seguro que ha tenido que ser una experiencia de esas que no se olvidan. Me alegro mucho. No hay mejor manera de disfrutar de Sammy Hagar que en sus conciertos de cumpleaños de cabo wabo, desde luego. Me ha encantado el artículo. Fran
ResponderEliminarVaya suerte, seguro que han sido unas vacaciones fabulosas, y con la música de Van Halen como banda sonora, jaja. Qué ganas tengo de ir a Mexico, pero es que está tan lejos. Me alegro por el viaje. KiKe
ResponderEliminarTuvo ke ser la leche, jeje. El tio Sammy, ke no pasan los años por el, joder!!! KP
ResponderEliminarSammy Hagar ha perdido voz por un tubo, cierto que todavía canta bien, pero se queda lejos de los temazos que metía con Van Halen. Dicho esto, es que el tipo tiene 76 años, joder, que con muchos menos la peña está que se arrastra por escena. Javi
ResponderEliminarTomar x culo gordo del Sammy H.DL.Roth es genuino, y el otro es un güey que ya no tira, botarlo de VH que solo hace que salir con sus canciones.
ResponderEliminarSerás cazurro, los discos con Sammy fueron los mejores de VH. Y el tipo todavía puede cantar a sus 76 años, cosa que no hace casi nadie a su edad con su nivel. Ángel
EliminarPero pq hay que escoger entre una etapa y otra, joder? Van Halen no tiene un solo disco malo, los de SH son más melódicos y los de DLR son más clásicos, más RnR (y en mi gusto los mejores, los que no te esperas por donde van). Pero los disfruto todos. Fran
EliminarA mi me gustan Van Halen hasta con Cherone. Son cds por los que no pasa el tiempo, y suenan del copon bendito. La pena es que Eddie VH tuviera todos esos problemas de salud y con el alcohol en los últimos años. ZSeguro que nos quedamos sin varios discos nuevos mas que tambien habrian estado como el resto de su discografia. Pizi
EliminarSi es que VHIII es bueno, ,lo que pasa es que cambiaron las composiciones clásicas del grupo, tenían temas más pausados y los fans clásicos no lo entendieron. A mi tambien me parece un disco valiente, buscando siempre innovar en el sonido. XXX
EliminarQ entrañable lo q cuentas de tu viaje, parece como si uno mismo hubiese ido para allá. Me alegro mucho de lo q seguro fue una experiencia de esas q no se olvidan. Y Sammy Hagar sigue en muy buena forma a sus setenta y muchos,jdr. SxS
ResponderEliminarVaya pinta los platos de las fotos. La comida mexicana es una de mis debilidades, supongo que probaste platos que aquí solo puedes pillar en cuatro sitios muy especializados..o ni eso. Que envidia (sana) das, jaja. Ana
ResponderEliminarViajazo, tengo unas ganas locas de ir a Mexico. Lo del Sammy tuvo que ser la leche, toda la semana respirando rollito Van Halen en plena playa,,en octubre!!
ResponderEliminarQué buen artículo, me han entrado ganas de ir al cabo wabo este y todo, jeje. Se nota la pasión que sientes por la música de Van Halen y por el mundo paralelo que se ha montado Sammy Hagar con su cabo wabo. Es que los americanos son expertos en esto del entretenimiento, a años luz de las mierdas que tenemos por aquí.
ResponderEliminarA por el siguiente sueño, y también nos lo narras igual de bien que este. Felicidades. SP